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LA MEDIDA QUE ENJAULA Y EL DESAFÍO DE LA RAZÓN

Situando nuestra vocación

 

John Waters

 

La última visita del Papa a Reino Unido fue fundamental porque llegó al corazón del mundo anglosajón de un modo simbólico: desafió las falsas formas de razón esclerotizadas en la lengua inglesa. La nuestra es una lengua muy polarizada en términos de lógica: reduce mucho las cosas, tiene que demostrarlo todo. Es un lenguaje muy difícil, especialmente por cómo se ha desarrollado en el ámbito político, en el que hay muy poca poesía. En consecuencia, nuestra mentalidad también busca demostrar y probar todas las cosas, medirlo todo. Creo que el verdadero desafío del Papa al mundo consiste en decir: hay otros modos de ver las cosas, esto no es todo, lo que veis y probáis es sólo un pequeño fragmento, mirad más allá. Las palabras por sí solas no bastan.

El problema es que en el mundo todas las cosas se reducen siempre a la palabra: vemos la televisión, escuchamos la radio, leemos el periódico e imaginamos que todo puede ser capturado por las palabras. Pero en realidad, como mucho, las palabras son signos del significado. Cuando hablo con una persona, la miro a los ojos y uso palabras, pero estoy intentando suscitar en ella una identificación. No digo exactamente lo que siento, entiendo y pienso, pero confío en el hecho de que tenga una humanidad parecida a la mía y que ésta se despierte. Esto es lo que hacen las palabras. Y nosotros lo hemos olvidado, hemos intentado reducir las palabras a meras fórmulas matemáticas para describir la realidad. Ése es uno de los problemas señalados por el Papa.

Con ocasión de su visita, sucedió algo misterioso: había mucha hostilidad, que no desapareció ni se evaporó, pero se fue haciendo más pequeña. Los medios de comunicación, desde el principio centrados en estas pequeñas hostilidades, de pronto tuvieron que darse cuenta de que había algo más grande que estaba sucediendo: la emoción suscitada por el Papa y por su humanidad y gentileza, con las que afirmaba su mensaje sin atacar, repudiar ni condenar a nadie, sino simplemente diciendo, como hace siempre, que hay otro modo de ver las cosas.
Viendo lo que está sucediendo ahora en Inglaterra, emerge un cuadro muy interesante. Ante todo, hemos experimentado el colapso de las instituciones políticas, del Parlamento y luego los escándalos por el gasto público, el de la Iglesia, la corrupción de los bancos. En los últimos dos años se ha desintegrado la fe de la gente en las instituciones y parecía que la única voz coherente y ética era la de los medios, porque eran los únicos que interrogaban y acusaban a todos, diciendo quién tenía razón y quién estaba equivocado.

Ahora los focos se han vuelto en su contra, y esto sólo es el principio. Lo que está sucediendo es una auténtica desintegración del sistema de valores, como vemos en las revueltas de estos días. No hay ya un sistema sólido sobre el que apoyarse, y esto antes o después nos llevará a afrontar una pregunta sobre la estructura misma de la sociedad y sobre el modo en que estamos creando jaulas para encerrar el deseo humano.

La visita del Papa fue una gran ocasión, pero obviamente los medios tergiversaron por completo lo que decía, con títulos como: «El Papa ataca el aborto y a los homosexuales», mientras que de lo que hablaba era de cómo modernidad y fe podrían dialogar. No es que no lo entendieran, sino que precisamente porque lo entendían a la perfección trataban de impedir que este mensaje pudiera llegar. Este drama, esta batalla, es verdaderamente lo más fascinante: nadie contestó directamente a tal manipulación por parte de los periódicos y televisiones, pero ahora hemos sobrepasado la línea. Tras el escándalo Murdoch, de hecho, los periodistas ya pueden incluso ser objeto de acusación. Una vez que el público empiece a verlo todo, cada cosa, incluso este «cuarto poder» podría precipitarse. Y entonces, tal vez, dirán: necesitamos un quinto poder. ¿Pero quién será?


(publicado en el Quotidiano Meeting)


 

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