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1. ¿Qué son las unidades pastorales?

 Una nueva configuración pastoral, en la que convergen elementos como:

-                 incorporación y corresponsabilidad de los laicos,

-                 participación activa de religiosos/as y

-                 articulación de todos ellos en equipo con los sacerdotes,

-                 para una zona geográfica que incluye varia parroquias limítrofes.

            Y en un intento de definición, sería: “aquella agrupación estable de habitantes que, viviendo en una o varias parroquias limítrofes, pueden formar una comunidad cristiana, viva y orgánica y además permite realizar las actividades apostólicas propias de una pastoral misionera con la participación y colaboración de los fieles”.

            No se trata de suprimir parroquias, pero la realidad impone el agrupamiento de las mismas.

            Tampoco se trata exclusivamente de una nueva distribución territorial, necesaria sobre todo en las zonas rurales.

            Se trata, sobre todo, de replantearse un nuevo tipo de pastoral mucho más comunitario, corresponsable y misionero que nos lleve a formar comunidades vivas, fraternas y orgánicas. Y al mismo tiempo, asegurar una presencia sacerdotal en esa agrupación de parroquias. 

 

2. ¿Cómo avanzar desde la pastoral parroquial a la pastoral de  unidades pastorales?

 

2.1 Agentes

2.1.1.   En primer lugar, el obispo. El tiene que ser el primer impulsor y animador de un proyecto pastoral de zona, dotando a ese proyecto de unas líneas de actuación y  unos criterios mínimos pero marcadamente diocesanos.

2.1.2.   Como colaboradores del obispo, los sacerdotes. Hemos sido llamados y ordenados para la misión. Y nuestra misión es el servicio a la comunidad. Nuestro ministerio pastoral está radicalmente referido a la comunidad (cf. ChL.22). Por eso más que una vida en común, tenemos una misión común. Y para ello deberemos ir creando una mente y un corazón comunes que nos ayuden a ver ,a vivir y trabajar del mismo modo, la realidad pastoral de la zona.

En los criterios mínimos y líneas de actuación diocesanas está el punto de partida de un trabajo pastoral conjunto, que luego será desarrollado por cada miembro del equipo sacerdotal o equipo de colaboradores, según su particular vocación o singular carisma. Planificar y revisar a la luz de la fe, se convertirán así en medios privilegiados para vivir la comunión efectiva y afectiva de todos y en todo y compartir la misión con el resto de la Iglesia diocesana y de toda la Iglesia.

2.1.3. Los religiosos y religiosas: la vida religiosa es un carisma que enriquece a la Iglesia, pero por sí solo no constituye Iglesia. Y esto es particularmente importante cuando se trata de trabajar en equipo y de llevar una pastoral común. Cada familia religiosa, desde su particular carisma debe ayudar a construir y enriquecer la Iglesia, pero dentro de ese proyecto pastoral común, reflejo de un proyecto más amplio que es el diocesano.

2.1.4. Los laicos: la comunión y la misión son las claves que articulan el ser y la  evangelización de la Iglesia. Es algo presente en la conciencia de todos, desarrollado ampliamente en los documentos conciliares y de la conferencia episcopal. Y una de las exigencias más significativas de la comunión es la corresponsabilidad (cf.. AG 21).

Los laicos son Iglesia y en unos tiempos nuevos, como los actuales, donde los desafíos que tenemos son completamente nuevos, ellos también son enviados desde sus posibilidades, facultades, carismas y ministerios para que dediquen sus fuerzas unánimemente a la construcción de la Iglesia. Pero, como dice Juan Pablo II, citando la Lumen gentium y Apostolican actuositatem  “es necesario descubrir cada vez mejor la vocación propia de los laicos, llamados como tales a “buscar el reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios" y a llevar a cabo “en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde (...) con su empeño por evangelizar y santificar a los hombres.

Desde este espíritu de comunión y misión, ellos son igualmente parte importante en las unidades pastorales, con su doble presencia pastoral hacia dentro de la comunidad  (desde sus peculiares ministerios laicales) y hacia los ambientes, lugares e instituciones donde trabajan y viven en el día a día; como miembros de la comunidad eclesial y ciudadanos de la sociedad civil.

Pero esta doble presencia no será real ni efectiva si no va precedida de un proceso de formación, bien estructurado, como señalábamos antes. Un proceso que debe ser acompañado por los propios sacerdotes (cf. ChL 13). Unos y otros se acompañarán. Se trata de un acompañamiento mutuo.

Y para este objetivo, de la formación de los laicos, resulta particularmente esclarecedora la propuesta que hacen los Obispos en “Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo”, cap. 3, hablando de la formación de los laicos para promover su corresponsabilidad en la vida y misión de la Iglesia. Señalan estas líneas de acción:

1ª. Despertar la conciencia de la necesidad de la formación en todos los miembros de nuestras comunidades.

2ª. Profundizar el sentido de la formación que hoy necesitan los laicos.

3ª. Ofrecer un proyecto-marco de formación.

4ª. Fomentar la formación de la dimensión socio-política de la fe en el marco de la formación integral.

5ª. Promover la elaboración de planes y materiales de formación .

6ª. Ofrecer materiales pedagógicos para facilitar la difusión  y asimilación de los documentos de la Iglesia.

7ª. Promover escuelas e instituciones de formación de laicos.

8ª Animar a los sacerdotes, religiosos y seminaristas a formarse adecuadamente para acompañar a los laicos. 

 

2.   2.- Los medios

2.2.1.      Información y sensibilización de las personas, desde el trato diario y los planes parroquiales anuales, en los Consejos pastorales parroquiales.

2.2.2.      Configuración paulatina desde acciones comunes elementales (prebautismales, prematrimoniales, encuentros de catequesis, caritas, etc..)., en la que ya los laicos están participando.

2.2.3.      Pedagogización y acercamiento a los fieles y grupos del plan pastoral, una vez aprobado.

2.2.4.      Armonización de criterios, a la hora de configurar las unidades pastorales, de modo que en un sano discernimiento se integren criterios humanos y pastorales con geográficos y centralizadores, para que ninguna población, por pequeña que sea, se vea perjudicada en su atención pastoral.

2.2.5.      Hay que contar con infraestructura. Por eso, se debe elegir una “sede” central del equipo de sacerdotes, ubicada en un lugar equidistante del resto de los lugares, que sea núcleo de vida por sus habitantes, servicios y circunstancias y en el cual haya una casa residencia del sacerdote y unos salones parroquiales suficientes que faciliten la oferta de servicios pastorales que se pretende. Sería deseable que a la hora decidir sobre este núcleo o sede central, se pensase y  proveyese a corto o medio plazo de lo necesario en este aspecto, en el caso de que no lo hubiera.

2.2.6.      Para evitar etapas y pasos innecesarios, se debe pensar en un modelo-base de  organización pastoral de “unidad pastoral”, mínimo, a partir del cual, el equipo pastoral, sacerdotes laicos y religiosos/as, pueda ir dando forma a toda la labor evangelizadora, caritativa, litúrgica y comunitaria, de una forma serena y realista, revisando cuando se crea oportuno, ese modelo-base de organización pastoral y su aplicación. En esta labor, resulta imprescindible un buen acompañamiento pastoral, por parte de quien el obispo juzgue conveniente.

2.2.7.      Cada uno de los sacerdotes del equipo en una unidad pastoral tendrá que dedicarse, desde una cierta especialización y carisma, a una actividad pastoral concreta dentro de esa planificación conjunta. Y esa misma planificación entre los propios sacerdotes, tiene que ser también económica para que sea expresión de esa íntima fraternidad sacerdotal que forman, porque “no se entiende en recta teología y en sana espiritualidad que tal fraternidad sacramental no pase por el bolsillo de los presbíteros y no se traduzca en actitudes de mutua cooperación económica y de especial atención a los más necesitados”.

2.2.8.      Las estructuras y los planes son necesarios en la vida de la Iglesia, pero no son suficientes. Tanto una como otros, deben estar animados por un espíritu de conversión, apertura, discernimiento y colaboración , al mismo tiempo que debe prevalecer en todo trabajo pastoral la esperanza cristiana, que nos lleva a esperar más allá de nuestros recursos y medios, que el Señor complete aquello que a nosotros nos falta. Cuidar y mantener estas actitudes y valores tiene que ser una cuestión también prioritaria en todo el equipo, sacerdotes y laicos.

2.3. Los tiempos

2.3.1.      En la Iglesia los cambios no ocurren de repente; son solamente el comienzo de un proceso que empieza a hacerse. Por eso, un nuevo estilo de trabajo como es el de las unidades pastorales, que contempla en sí mismo otros ámbitos (como es el de la formación, acompañamiento e integración de los laicos entre otros) tendrá que ir haciéndose poco a poco, respetando los tiempos de las personas. Y más aún en el caso de movilidad y destino de los sacerdotes. De ahí que el plan pastoral de zonas o unidades deba ser contemplado por todos como un horizonte que, al estar delante, orienta nuestro caminar. Pero indudablemente hay que caminar.

2.3.2.      Sería deseable que al hacer nombramientos se tuviese delante este horizonte, que respeta por un lado a aquellos sacerdotes que ya están en una parroquia, sin obligarles a dejarla, pero respeta al mismo tiempo la creación de equipos de sacerdotes en una unidad pastoral determinada.

2.3.3.      La creación o nueva presencia de comunidades religiosas en nuestros pueblos o ciudades debería contemplar este proyecto de pastoral de conjunto y su integración en él.

 

3. ¿Cómo estarían distribuidas geográficamente?

A modo de propuesta, se incluyó en el primer borrador una demarcación, siguiendo unos criterios mínimos de población, centros de estudios e institutos, centros de salud y distancia en kilómetros. Era un primer esbozo en el que no entraban otros criterios vitales como la afinidad entre pueblos, abastecimiento o servicios que se ofrecen a los pueblos colindantes desde un núcleo de población mayor... Todavía tendremos que revisar y madurar la distribución por zonas, con el paso del tiempo. Es la experiencia la que nos dirá cómo agrupar a las Parroquias en una unidad pastoral. 


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