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    La verdadera teología une. La teología que divide es ideología

     

    La congregación de la Doctrina de la Fe, el dicasterio más importante de la curia romana tiene desde el 2 de julio de 2012 un nuevo prefecto. Por segunda vez en la historia reciente de la Iglesia fue elegido un alemán, el ex obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, amigo personal de Benedicto XVI.

    La decisión del papa no fue por motivos personales: Muller ha sido nombrado prefecto porque es uno de los más brillantes teólogos de la Iglesia, como demuestra su carrera académica.

    Nacido en 1947 en Mainz-Finthen en una familia obrera, estudió teología y filosofía en Maguncia, Munich y Friburgo. En 1977 obtuvo el doctorado en teología y un año después fue ordenado sacerdote por el cardenal Herman Vokl. En 1986 fue llamado a la cátedra de teología dogmática de la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich. Tenía entonces 38 años y fue uno de los profesores más jóvenes de la universidad. Enseñó en universidades de Perú, España, Estados Unidos, India y Brasil. Es autor de más de 400 publicaciones científicas, entre las cuales la monumental “Dogmática Católica”.

    Juan Pablo II lo nombró obispo de Ratisbona en 2002 (su lema episcopal fue “Dominus Iesus”). Muller ya era conocido en el Vaticano en los años 1998-2003 y fue miembro de la Comisión Teológica Internacional. Trabajó también en el Consejo para la Unidad de los Cristianos como experto sobre ecumenismo. En el 2008 el santo padre le pidió fundar el Instituto Papa Benedicto XVI, con sede en Ratisbona, cuya finalidad es la publicación de las obras completas de Joseph Ratzinger.

    En algunos ambientes católicos el nombramiento del obispo de Ratisbona como prefecto de la ortodoxia católica suscitó preocupación, porque había sido acusado de contactos con representantes de la teología de la liberación, de haber sido amigo del padre Gustavo Gutierrez con quien escribió el libro “De la Parte de los Pobres. Teología de la Liberación”.

    Y la teología de la liberación fue condenada sea por Juan Pablo II que por el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ratzinger. Por ello la teología de la liberación fue el tema principal de nuestra conversación.

    ¿Ud. desde que fue sacerdote y también como obispo fue muy sensible a los valores de justicia, solidaridad y dignidad de la persona. Por qué este interés en los problemas sociales?

    Arzobispo Müller: Yo vengo de Maguncia, mi ciudad al inicio del siglo XIX tuvo a un gran obispo, el barón Wilhelm Emmanuel von Ketteler, que fue un precursor de la Doctrina Social de la Iglesia. De niño vivía en el ambiente del empeño social. Y no debemos olvidarnos que si en Europa después de la segunda guerra mundial y tras las diversas dictaduras logramos construir una sociedad democrática, esto lo debemos también a la doctrina social católica. Gracias al cristianismo los valores como justicia, solidaridad y dignidad de la persona fueron introducidos en las Constituciones de nuestros países.

    En su currículum vemos que ha tenido mucha relación con América Latina. ¿Cómo nació esta relación?

    Arzobispo Müller: Durante quince años viajé por América Latina, en Perú, pero también en otros países. Pasaba dos o tres meses al año, viviendo como vive la gente común, o sea en condiciones muy simples. Al inicio para un europeo esto es difícil, pero cuando se aprende a conocer personalmente a las personas y se ve como ellos viven, entonces se acepta la situación. Un cristiano tiene que encontrarse en su casa en cualquier parte: donde hay un altar está presente Cristo; en cualquier parte si perteneces a la familia de Dios.

    El año pasado cuando usted fue nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se escucharon algunos que le acusaban de ser amigo del padre Gustavo Gutiérrez, creador de la teología de la Liberación. ¿Qué nos puede decir sobre esto?

    Arzobispo Müller: Es verdad que conozco bien al padre Gutiérrez. En 1988 me invitaron a participar en un seminario con él. Fui con alguna reserva porque conocía las dos declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la teología de la liberación, publicadas en 1984 y en 1986. Entretanto pude constatar que es necesario distinguir entre una teología de la liberación equivocada y una correcta.

    Considero que cada teología es buena si parte de Dios y de su amor y tiene que ver con la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Por lo tanto la teología cristiana que habla de la salvación donada por Dios no pueda ser mezclada con la ideología marxista que habla de una autoredención del hombre.

    La antropología marxista es completamente diversa de la antropología cristiana, porque trata al hombre como un ser privado de libertad y de dignidad. El comunismo habla de la dictadura del proletariado, en cambio la buena teología habla de la libertad y del amor. El comunismo, y también el capitalismo neoliberal, rechazan la dimensión transcendente de la existencia y se limitan al horizonte material de la vida. El capitalismo y el comunismo son dos caras de la misma moneda, la moneda falsa. En cambio para construir el reino de Dios la verdadera teología llega desde la Biblia, desde los Padres y desde el Concilio Vaticano II.

    En ciertos ambientes su nombramiento como prefecto de la Congregación que se ocupa de la doctrina católica y la reciente elección del arzobispo de Buenos Aires como obispo de Roma fueron vistos como una revancha de la teología de la liberación, criticada por Juan Pablo II y por el cardenal Ratzinger. ¿Qué responde a estas voces?

    Arzobispo Müller: Como primera cosa querría subrayar que no existe ninguna rotura entre Benedicto XVI y el papa Francisco por lo que se refiere a la teología de la liberación. Los documentos del entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe sirvieron para esclarecer lo que era necesario evitar, de manera de hacer volver a la teología de la liberación a la auténtica teología de la Iglesia. Mi nombramiento no significa que se abra un nuevo capítulo en las relaciones con tal teología, por el contrario es un signo de continuidad.

    Benedicto XVI al recibir en el 2009 a un grupo de obispos de Brasil en visita ad limina apostolorum les dijo que valía la pena recordar que en agosto del año anterior fueron conmemorados los 25 años de la instrucción Libertatis Nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación. Y añadió que “sus consecuencias más o menos visibles hechas de rebelión, división, discordancia, ofensa, anarquía aún ahora se hacen sentir, creando en nuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y una grave pérdida de fuerzas vivas”. ¿Concuerda con este análisis del pontífice sobre las consecuencias de la teología de la liberación?

    Arzobispo Müller: Estos aspectos negativos de los cuales habla Benedicto XVI son el resultado de la mal entendida y mal aplicada teología de la liberación. No habrían sucedido estos fenómenos negativos si hubiera sido aplicada la auténtica teología. Las diferencias ideológicas crean división en la Iglesia.

    Pero esto sucede también en Europa en la que están por ejemplo los así llamados católicos progresistas y conservadores. Esto recuerda la situación de Corinto, en donde estaba quien se refería a Pablo y quien en cambio a Pedro, mientras que los otros a Cristo. Pero todos nosotros tenemos que estar unidos en Cristo, porque Dios une, el mal divide. La teología que crea las divisiones es más bien una ideología. La verdadera teología tiene que llevar a Dios, entonces no se pueden crear divisiones.

    Excelencia, usted al recibir en el 2008 el doctorado honoris causa en la Pontificia Universidad Católica de Perú, condenó en su discurso “la infamia de nuestra época: el capitalismo neoliberal”. ¿El capitalismo neoliberal es una estructura del mal?

    Arzobispo Müller: Es difícil hacer parangones entre una estructura del mal y un pecado personal, aunque cada pecado tenga una dimensión social, estando insertado en alguna 'estructura': familia, ambiente de trabajo, sociedad, nación. El capitalismo neoliberal es una de aquellas estructuras del mal que en el siglo XIX y XX querían eliminar los valores del cristianismo. Pero repito: detrás de cada estructura están las personas que aceptan sus principios, o sea que detrás de cualquier estructura del mal hay pecados personales.