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LA VIVENCIA ACTUAL DEL TIEMPO

Cómo se vive el tiempo es una realidad que influye y mucho en el origen, desarrollo y vivencia de la vocación. Y si lo indicamos así y aquí es para que se tenga en cuenta tanto en la catequesis, como en la formación y en la pastoral vocacional. Sin duda que la vivencia que se tenga del tiempo es una coordenada fundamental en la manera de enfocar la propia vida y, por ende, de la propia vocación.

Por eso nos ha parecido buena y sugerente la breve descripción que hace Lucía Ramón Carbonell de la vivencia del tiempo que tienen hoy las sociedades avanzadas.

"Una de las características negativas de la vivencia actual del tiempo es el individualismo. Rara vez pensamos en el presente como un tiempo común y compartido con el que nuestra generación, heredera de los logros y los fracasos de las anteriores, imprime su huella en la historia humana y en la historia del planeta. En la era del fragmento no existe más que una suma de presentes individuales que coexisten yuxtapuestos, atomizados y sin relación. Reclamamos nuestra vivencia del tiempo de forma personal e intransferible, sin injerencias ni exigencias, para consumirlo como nos parezca, ajenos al presente colectivo de la Tierra, mientras los medios de comunicación social crean el espejismo de la omnisciencia... Contemplamos el presente fragmentado como espectadores que se creen partícipes del gran teatro del mundo.

Pero en la era de la información ·las cuestiones cruciales que conciernen a la vida colectiva conocen el mismo destino que los discos más vendidos de los hit-parades: todo se desliza en una indiferencia relajada·. El nihilismo impregna la vida cotidiana. Todos los que antaño fueron considerados valores superiores han sido destituidos y trivializados. ·Ya ninguna ideología política es capaz de entusiasmar a las masas; la sociedad posmoderna no tiene ídolo ni tabú, ni siquiera imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto histórico movilizador; estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni apocalipsis·.

¿Qué implicaciones tiene el nihilismo para la vivencia coontemporánea del tiempo? A la vez que el tiempo social e individual se retrae, reduciéndose al presente, domina el sentimiento de reiteración y de estancamiento. La confianza y la fe en el futuro se han disuelto: ·ya nadie cree en el porvenir radiante de la revolución y el progreso, la gente quiere vivir en seguida, aquí y ahora, conservarse joven, y ya no aspira a forjar el hombre nuevo·. La ausencia de horizontes ha desembocado en la apatía: ·el sistema invita al descanso, al descompromiso emocional·. El presente se vive como un ·sálvese quien pueda· de la rutina y el aburrimiento.

Sin pasado y sin futuro, cabe preguntarse qué nos queda...En la era posmoderna sólo perdura un indiscutido: el individuo y su derecho a realizarse a través de la apoteosis del consumo. El consumismo se extiende inexorablemente hacia la esfera privada, hasta invadir el ámbito más íntimo y las relaciones personales. La vida se reduce cada vez más a consumir objeto e informaciones, deportes y viajes, formación y relaciones, música y cuidados médicos, la propia existencia y la intimidad de los otros. La nuestra es una cultura de la intrascendencia, que identifica lo real con lo que es objeto de una posible experiencia; lo valioso con lo útil, con lo que procura beneficios; y lo bueno con lo que aumenta las posibilidades de placer. Pero ·tal cultura encierra al hombre en el círculo estrecho de lo inmediatamente accesible, le hace perder el sentido para los largos plazos, para lo que no se puede conseguir, pero que es imprescindible para que tenga orientación y sentido lo que se consigue·. Contrariamente a lo que pretende, esta cultura, que se contenta con vivir y sobrevivir sin mayores aspiraciones, nos incapacita para disfrutar de la vida y experimentar la trascendencia del presente y la Trascendencia en el presente".

(De el artículo "Habitar el presente" de Lucía Ramón Carbonell, licenciada en filosofía y teología, Valencia. Publicado en Sal Terrae 1073 [diciembre 2003] 906-908)