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Teólogos del siglo XX


 


Estamos en la Navidad. Y con el Niño en el pesebre se renueva la inaudita noticia del Hijo unigénito de Dios que se ha hecho hombre.

Es lo que proclama el "Credo". Es lo que los concilios ecuménicos de los primeros siglos, desde Nicea hasta Calcedonia, han fijado en el dogma.

Pero es también lo que hoy, fuera y dentro de la Iglesia, está más contestado, ofuscado u olvidado.

El papa Benedicto XVI, sobre todo con su libro sobre Jesús, ha querido precisamente defender a Jesús verdadero Dios y verdadero hombre de todas las tentaciones que quieren limitarlo sólo a lo uno o sólo a lo otro, es decir, separando el Jesús de la historia del Cristo de la fe.

En la inmensa producción teológica del último siglo, ¿qué personalidades han dado las respuestas más geniales a este problema capital?

Se ha publicado este año en Italia un libro sobre la teología del siglo XX escrito por un teólogo protestante, el valdense Fulvio Ferrario, que asombra no sólo por la rara claridad y riqueza en la exposición y por la eficacia narrativa, sino también por la importancia dada a algunos teólogos que son, entre los no católicos,  justamente los que están más cercanos a la visión y a la sensibilidad del papa actual, también él teólogo.

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El primero es Oscar Cullmann (1902-1999), nacido en Estrasburgo, que ha vivido en Basilea y que fue huésped en Roma, durante los años del Concilio Vaticano II, de la misma facultad teológica valdense en la que enseña Ferrario.

Ferrario lo incluye "como uno de los teólogos protestantes más apreciados en campo católico". Aunque menos famoso que Barth, Bultmann y Bonhoeffer, Cullmann ha dejado una huella sólida y duradera.

Ha sido él quien ha acuñado la formula – que ha pasado a ser de uso universal – del "ya y aún no" para expresar la dialéctica entre la salvación ya realizada por Cristo y la espera del cumplimiento final.

Y ha sido él, sobre todo, quien ha insistido en cada una de sus obras – desde "Cristo y el tiempo" hasta "La cristología del Nuevo Testamento" – en la continuidad entre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. Cullmann era, ante todo, un gran exegeta de las Sagradas Escrituras, pero siempre ha conjugado la búsqueda filológica e historiográfica con la reflexión teológica. Y "en la búsqueda de este difícil equilibrio – escribe Ferrario – él constituye un modelo, en una época en la cual la dificultad de comunicación entre las dos disciplinas alcanza niveles peligrosos".


El segundo gran teólogo puesto en un muy primer plano por Ferrario es el alemán Wolfhart Pannenberg, luterano, 83 años.

En él la unión entre teología y filosofía es muy estrecha. El Cristo crucificado y resucitado es el acontecimiento capital - accesible también desde la ciencia histórica - que permite aferrar el sentido de la historia universal del hombre y del mundo. La revelación de Dios es historia; y la perdida de este horizonte es la raíz de la crisis de la cultura contemporánea. "Es bastante fácil observar - escribe Ferrario - las convergencias objetivas de este planteamiento con muchas tesis del magisterio católico romano".

No solo. También en la doctrina de los sacramentos y de los ministerios ordenados las reflexiones del protestante Pannenberg nos acercan a las católicas. Ferrario subraya que "éste considera no solo posible, pero con ciertas condiciones incluso deseable, que el protestantismo reconozca la importancia del llamado 'ministero petrino', es decir, del papado".

Lo mismo sucede en el campo de la teología moral:

"La orientación general del pensamiento de Pannenberg y su confianza en las posibilidades teóricas de una ética filosófica de derivación aristotélica lo llevan a mirar con marcada sospecha muchas orientaciones en campo moral de las sociedades secularizadas; por ejemplo, en materia de sexualidad.  En algunas ocasiones expresa públicamente su propio desacuerdo frente a las posiciones de las Iglesias evangélicas alemanas, que le parecen demasiado "permisivas".

Pero ello no impide que Ferrario concluya el perfil de Pannenberg –  es decir, el más "ratzingeriano" de los grandes teólogos protestantes vivientes – con esta gran apreciación:

"En el contexto postmoderno, el pensamiento de Pannenberg mantiene un anacronismo que fascina y estimula. El llamamiento al rigor y al alcance universal de la razón crítica, la insistencia sobre una visión de la fe como 'gran narración', incluso histórico-universal, constituye una provocación frente a la retórica de una teología que desearía limitarse a la autobiografía del teólogo.
Pannenberg tiene en común con los clásicos de la reflexión teológica la idea de un pensamiento intrépido, que no acepta pararse antes de haber encontrado la realidad de Dios. Y es esta audacia del concepto lo que hace de él, más allá de cualquier crítica, un maestro".



La tercera personalidad destacada por Ferrario en el capítulo dedicado a la teología de las Iglesias ortodoxas es Ioannis Zizioulas, metropolitano de Pérgamo.

Zizioulas es el obispo-teólogo más competente del patriarcado ecuménico de Constantinopla, y es amigo de Joseph Ratzinger desde hace mucho tiempo. "Él desarrolla - escribe Ferrario - la idea de la Iglesia como comunidad que brota de la eucaristía. Y como tal ella es, no en sentido teórico sino altamente realístico, cuerpo terreno del Resucitado y participación a la vida trinitaria".

No nos debe maravillar entonces, que  "la eclesiología eucarística de Ioannis de Pérgamo sea muy utilizada y apreciada en ámbito ecuménico. Ella está, de hecho, muy vinculada orgánica y elegantemente al conjunto de la visión teológica y permite una comprensión de la Iglesia en clave sobre todo místico-sacramental, frente a la deriva jurídica de la cual, a veces, los mismos católicos romanos evidencian, cuanto menos, algunos límites". Una comprensión de la Iglesia a la cual, reconoce Ferrario, "la mentalidad protestante reacciona en contra de manera ambivalente".


En la página final de su fascinante viaje por la teología del siglo XX, Ferrario cita la lección de Benedicto XVI en Ratisbona, con su reivindicación de un espacio público para la teología en las modernas universidades del saber.

Y concluye así:

"Nuestra mirada a la historia de la teología del siglo XX debería haber mostrado que la teología ha sido 'pública' justo cuando ha sido eclesial: es decir, cuando ha dado expresión intelectualmente crítica al tentativo de la comunidad cristiana de anunciar el evangelio en el mundo. [...]

"Los métodos exegéticos, históricos, filológicos empleados por la teología serán los mismos de las ciencias religiosas o de las teorías del cristianismo que ya ahora la acompañan y con las cuales el pensamiento eclesial está llamado a dialogar de manera serena.

"Pero distinto es el deber que la teología cristiana se obstina en considerar que le es asignado por su Señor: el de contribuir, mediante la reflexión, al ministerio de la Iglesia, es decir, a la predicación de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, en la espera de su venida".

Y con esta límpida frase del más competente teólogo protestante italiano, muchos falsos teólogos que hoy llenan el proscenio - para "humanizar" a Jesús en lugar de predicarlo verdadero Dios y verdadero hombre - están servidos.

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El libro:

Fulvio Ferrario, "La teologia del Novecento", Carocci, Roma, 2011, pp. 304

El autor es profesor de dogmática y disciplinas afines en la Facultad Valdense de Teología de Roma y docente invitado en el Instituto de Estudios Ecuménicos S. Bernardino de Venecia. Dirige la revista teológica de la Facultad Valdense "Protestantismo".






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Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.