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SACERDOTE Y RELIGIOSO

Declaración de la Conferencia de los Superiores Mayores de los Estados Unidos (*)

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha estado enriquecida con personas llamadas por Dios a una vida consagrada muy especialmente a la realización de la llamada del Evangelio a la caridad perfecta, según los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Su consagración es una respuesta a la iniciativa divina. A lo largo de los tiempos y de las diferentes culturas y circunstancias, el Espíritu Santo ha inspirado a fundadores religiosos, que han dado nacimiento a una gran variedad de familias religiosas, que muestran las múltiples facetas del llamamiento fundamental de Cristo: "Ven y sígueme".

Hoy, los religiosos son monjes contemplativos, hermanos de vida activa, consagrados al estudio y la oración en común, profesionales entregados, que se consagran a la enseñanza y a los cuidados en las escuelas y los hospitales, grupos de apóstoles, formados para el ministerio y el servicio en las Iglesias locales. A pesar de su gran variedad de expresión, todos estos religiosos comparten un mismo compromiso fundamental en una vida cristiana intensa, como un signo de vida del Espíritu de Dios obrando en el mundo que nos rodea.

En el seno de las familias religiosas de hombres, varios miembros han sido llamados al ministerio ordenado, como sacerdotes. La intención de la comunidad que llama a algunos de sus miembros al sacerdocio puede variar: en los monasterios, la necesidad básica es la vida religiosa de los monjes mismos; para los Institutos, el motivo de la ordenación es la expresión de un fin apostólico perseguido por cada familia religiosa, por ejemplo, predicar, evangelizar o incluso ejercer el ministerio de la formación espiritual o de dirección de retiros y de grupos de renovación. La identidad presbiteral de un religioso que está ordenado se verá, de hecho, informada por los objetivos espirituales y apostólicos de su Orden o su Congregación. Así, los monjes contemplativos no salen habitualmente de su monasterio para servir las parroquias locales, lo mismo que los religiosos sacerdotes activos no pasan todo el día en su residencia comunitaria (como lo hacen los monjes). La Iglesia estimula vivamente estos diferentes estilos de vida y estas variedades de formas en las que son vividos los consejos evangélicos (cf. Perfectae caritatis, 1). El ejemplo y el espíritu del fundador señala e imbuye el ideal de servicio presbiteral del religioso ordenado.

Retorno a la "inspiración fundacional" de los religiosos

Cuando el Concilio Vaticano II se embarca en la renovación de la vida religiosa, establece el principio de un retorno a la "inspiración fundacional" de cada comunidad como una de las normas de renovación. A lo largo de los veintisiete años transcurridos, los religiosos católicos han realizado un gran esfuerzo para estudiar, comprender y expresar con una mayor fidelidad lo que se llama "inspiración fundacional" de una comunidad (Perfectae caritatis, 2). Ha sido extraordinariamente difícil responder a esta interpelación conciliar para los religiosos clérigos, pues, a lo largo de estos años se han visto ellos mismos llamados a llenar los vacíos dejados por el clero diocesano, cuando éste no era bastante numeroso para atender a las necesidades parroquiales de la Iglesia local.

Son muchas las Ordenes religiosas venidas de Europa durante el siglo XIX, cuyos miembros llegaron con la intención explícita de trabajar como misioneros y de ayudar a sus compatriotas en parroquias. Además, la mayor parte de los religiosos que vinieron a este país en el siglo pasado y en las primeras décadas de éste se encontraron metidos ya sea en la urgencia del esfuerzo misionero de una Iglesia que se extendía hacia el Oeste, ya sea en la fundación de parroquias donde no existía más que un débil clero local. Si, en todas partes, la mayoría de los Institutos de religiosos clérigos (en los que el mayor número de miembros son sacerdotes) ha mantenido durante mucho tiempo alguna presencia en la pastoral de las parroquias; en los Estados Unidos la mayoría de los Institutos se encontraba dedicada de una manera muy predominante a las parroquias, en detrimento de su capacidad de dar la prioridad a los trabajos apostólicos para los que fueron fundados.Así, religiosos que habían sido fundados para enseñar en los seminarios o una evangelización rural, terminaron por verse en la necesidad de organizar parroquias en las diócesis, y a resultas de ello se dedicaron a cumplir la tarea de los sacerdotes en las Iglesias locales.

Esta situación constituyó una de las razones de la llamada dirigida por el Concilio Vaticano II a los religiosos con el fin de que volvieran a su inspiración primigenia y se apropiasen nuevamente de su carisma fundacional. La Iglesia ha creído siempre que los fundadores religiosos se habían propuesto erigir nuevos Institutos bajo una inspiración del Espíritu Santo. Esto significa, pues, que es voluntad de Dios que los fines apostólicos específicos de estos Institutos puedan traducir­se íntegramente en la vida de la Iglesia. Cuando los objetivos apostólicos de los predicadores, de los maestros de teología, de los evangelizadores y también de otros apóstoles quedan restringidos en razón de su compromiso como sacerdotes en las parroquias, es de alguna manera, un empobrecimiento de la vida de gracia de la Iglesia.

La crisis de las vocaciones es general.

Hoy, esta tensión, provocada por la necesidad de desempeñar la tarea de los sacerdotes, se ve complicada por otros factores. Las vocaciones han disminuido estos últimos decenios. Existen pocos sacerdotes diocesanos de los que se pueda echar mano para el servicio parroquial. Ya, muchas diócesis poseen un número grande de parroquias que dependen de la administración efectiva de mujeres y de hombres no ordenados (incluso aunque un sacerdote no residencial sea el titular de la parroquia). Un documento reciente del Vaticano establece que "en América latina... alrededor del 43% de los católicos del mundo tienen a su servicio el... 13% de los sacerdotes del planeta, mientras que los católicos de Europa y América del Norte, que constituyen el 38,81% de los católicos de la tierra, disponen de casi el...73,4% de los sacerdotes del mundo (cf. DC 1990, nº 2026, NDLR). Entre las soluciones propuestas, se halla "el traspaso de sacerdotes de las Iglesias que más tienen a las Iglesias en las que hay pocos". Sin embargo, el documento insiste sobre lo que llaman una solución "in radice" (afrontar el problema radicalmente); esto compromete a nuevos esfuerzos para el reclutamiento de las vocaciones, la fundación de seminarios internacionales y el préstamo de sacerdotes educadores cualificados en las regiones que más necesidad tienen de ellos (ibid.)

La Conferencia de Superiores mayores se siente en la obligación de tener en cuenta estas dificultades que rodean la vida presbiteral y religiosa, a la vez para el beneficio de sus miembros y para la salvaguarda de una comprensión mutua con los obispos y los católicos de nuestro país. Como el resto de la Iglesia nos sentimos profundamente afectados por la crisis de los sacerdotes. Cada vez hay menos seminaristas, menos futuros sacerdotes, en un momento en que la población católica del país lejos de disminuir está creciendo. Aunque no se trate de retirar de las parroquias a la mayor parte de los sacerdotes religiosos que ejercen en ellas un ministerio, existe una sensación creciente entre nosotros, religiosos, de que nos encaminamos cada vez más a una reducción del número de nuestros miembros que trabajan en parroquias, durante los años que se avecinan.

Lo mismo que el clero parroquial, también nosotros hemos experimentado una caída de las vocaciones estos últimos años. Habrá menos religiosos disponibles para el trabajo parroquial. Además, somos más conscientes del hecho de que estos jóvenes que llagan a engrosar nuestras filas están atraídos por el carisma propio de nuestros Institutos, teniendo como punto de mira los ministerios característicos de cada uno.

La variedad y la diversidad católicas se extienden al ministerio clerical

La Iglesia siempre ha promovido y mantenido una variedad y una diversidad saludables. Es el significado de "católico". Esta variedad y esta diversidad se extienden al lugar y al modo de cómo es ejercido el ministerio sacerdotal, así como a las personas a quienes se dirige. Si lo esencial del ministerio de la Iglesia se realiza en las parroquias, sin embargo, en ellas no se encuentra toda la gente. Una parte del carisma ministerial de muchos religiosos -monjes, Hermanos, religiosos apostólicos y otros- se efectúa de alguna manera "antes" o "al lado" de la parroquia; por ejemplo, en la evangelización o preevangelización, en las casas de retiro, en el acompañamiento de grupos en los centros especializados, las escuelas, las universidades, la investigación teológica etc. Sería un empobrecimiento para la Iglesia entera reducir todos los ministerios al único ministerio parroquial.

Finalmente, no hemos dejado de poner el acento, estas últimas décadas, en el lento proceso de la reeducación recomendada por el Concilio Vaticano II que consiste para cada uno de nuestros Institutos, en tomar nueva conciencia de la visión de nuestro fundador y en volver a centrar nuestros esfuerzos apostólicos en la misión fundamental de nuestra familia religiosa. Reconocemos que tenemos necesidad de llamar la atención de nuestros propios miembros sobre una toma de conciencia más clara de las tensiones que acabamos de mencionar y de recalcar, incluso con ellas, la importancia de nuestro carisma religioso. Es fácil para los religiosos y para los sacerdotes verse atrapados por la rutina y perder la huella de la prioridad de "la inspiración fundacional" de su familia religiosa particular.

Con esta declaración intentamos también dar a conocer más ampliamente en la Iglesia nuestras preocupaciones relativas a las tensiones que existen entre el compromiso religioso y el servicio presbiteral en las parroquias diocesanas. Todos los sacerdotes, comprendidos los religiosos, son ordenados para asistir al obispo en su ministerio para con su pueblo. El servicio presbiteral de los religiosos se realiza siempre en coordinación con la dirección del obispo diocesano. Sin embargo, aun cuando eso es verdad, sin duda, los religiosos-sacerdotes no pertenecen en primer lugar a la diócesis local, sino a una familia religiosa universal (en la mayoría de los casos, una familia religiosa que tiene una extensión internacional). Los Institutos religiosos "prestan" sus sacerdotes a la diócesis en el sentido en que su afiliación fundamental es la de su familia religiosa. Además, el sacerdocio de un religioso está marcado por la espiritualidad y el carisma de su Instituto: por las tradiciones de su Orden y de su Congregación, por su formación religiosa y apostólica, y por la exigencia de los objetivos apostólicos del Instituto con relación al que es miembro de él.

Qué tareas para el sacerdote-religioso

Sentimos la preocupación de que la Iglesia americana comprenda más claramente esta relación complicada del religioso ordenado con su presbiterado. Si somos reticentes para aceptar un ministerio en las parroquias diocesanas, el motivo no es una falta de generosidad, sino una necesidad de responder a la llamada del Espíritu Santo del cual cada familia religiosa ha recibido su misión para dar una forma particular a la vida y a la comunidad cristiana en la Iglesia.

La vida comunitaria de numerosas familias religiosas es en sí misma una realización esencial de la llamada de Dios y de la voluntad de Dios sobre ellas. Aun cuando las diferentes comunidades varíen en su manera de construir la comunidad -desde la observancia monástica hasta las formas muy abiertas de participación, todos consideran la vida común como un signo de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en su vida. En muchos Institutos religiosos la vida común y la oración representan un medio de salvación para los religiosos y un signo de gracia para el conjunto de la Iglesia. Para estos Institutos religiosos no es solamente la atracción primera de sus miembros hacia una vida según los votos, marcada por la irradiación de la vida común, lo que constituye la expresión profunda de su obediencia a la llamada de Dios, sino su perseverancia fiel en la vida común. Hoy, algunos Institutos religiosos, en los Estados-Unidos, descubren que la mayoría de sus miembros activos están comprometidos en la pastoral de las parroquias. En la cultura americana, el trabajo parroquial es atrayente y está acompañado de satisfacciones más inmediatas que en otras formas de trabajo religioso: en efecto, los pastores están muy integrados en la vida de los fieles y la asistencia que ellos prestan a quienes la necesitan es eficaz. Sin embargo, muchos grupos de religiosos americanos tratan de enfrentarse al hecho de que esta amplia inserción en la pastoral parroquial se ha producido con perjuicio de la fidelidad de su Instituto a su carisma fundacional. Es importante para las Ordenes y Congregaciones de religiosos clarificar la manera de cómo su respuesta a la llamada conciliar a una reforma, por una vuelta a su "inspiración fundacional", enriquecerá a la Iglesia de los Estados Unidos, precisamente en el momento en que ésta se enfrenta al reto de un clero en disminución y la necesidad de integrar cada vez más católicos no ordenados en las tareas de servicio y responsabilidad.

Entre la profesión religiosa y el servicio parroquial, una tensión.

Nos comprometemos, por nuestra parte, a valorar de una manera comprensiva las necesidades de los obispos diocesanos y de las Iglesias locales, en este tiempo de cambio, lo que exigirá una información apropiada y un diálogo abierto, cuando los religiosos prevean retirar a sacerdotes del servicio parroquial. Igualmente vital para el porvenir de la Iglesia será el diálogo entre los obispos y los Superiores religiosos relativo a la visión del futuro de las Iglesias locales y los medios por los cuales las familias religiosas podrán ayudar a una Iglesia en cambio a responder a la crisis que sufre, con entera fidelidad al carisma y a los objetivos apostólicos de los religiosos. Nosotros, religiosos, deseamos un diálogo y pensamos que debe darse en un proceso continuo para que sea fructuoso.

Muchos Institutos religiosos clericales tienen en común estar ligados de una manera especial a los tres valores que dan forma a su espiritualidad y a su ministerio. Son el estudio, la oración litúrgica en comunidad y un apostolado extendido a las dimensiones del mundo.Los sacerdotes que son religiosos deben una fuerte espiritualidad a estos tres valores, así como las características de su ministerio, al que pertenece la Palabra. Somos conscientes de que el hecho de la crisis temida por Iglesia de los Estados Unidos en los próximos años no es una razón para aflojar esta adhesión de los religiosos a valores altamente formativos o a los objetivos ministeriales propios en armonía con su carisma. Por el contrario, esperamos que la crisis actual será para los religiosos un motivo para volver a hacer suyas con más determinación todavía, esas cualidades que configuran la identidad religiosa.

Para lograr esto, será necesario reconocer la tensión que existe entre la profesión religiosa, por un lado, y el servicio parroquial del sacerdote, por otro. Pero creemos que el Espíritu Santo que es el origen y fuente de las actividades de nuestros fundadores logrará de nuestra responsabilidad común esta armonía de la gracia que es el don de Dios a su Iglesia. Finalmente, estamos persuadidos de que la mayor contribución que nosotros, religiosos, tenemos que aportar a la Iglesia de los Estados Unidos es llegar a ser, verdaderamente, nosotros mismos, expresando la espiritualidad, el carisma y la especificidad apostólica de cada uno de nuestros Institutos. De esta manera, la amplitud de la obra del Espíritu Santo en la Iglesia será más evidente, y la obediencia de nuestras familias religiosas a la llamada divina será más perfecta.

(*) Texto inglés en ORIGINS, del 29 de agosto 1994