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EVOLUCIÓN DE LA PASTORAL JUVENIL EN ESPAÑA EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS

II

4. NUESTRO HOY

Así, hemos llegado a la primera década del siglo XXI. En la pastoral juvenil hay una situación de innegable crisis en cuanto a los resultados y los números en la respuesta, pero sigue habiendo búsquedas y pequeños hallazgos. Se van proponiendo nuevos itinerarios, que empiezan a querer tomar en serio esa situación real y grave de descristianización (pienso en uno reciente de ADSIS…). Surgen actividades creativas y que tienen en cuenta los nuevos lenguajes juveniles. Por poner un ejemplo, me estoy refiriendo a los cantautores y grupos musicales explícitamente cristianos como Migueli, Luis Guitarra, Hermana Glenda, Ain Karem, Kairoi, Getsemani, Brotes de Olivo, Festival David, la NAO -Noche de Arte y Oración-, COR’S… y tantos otros. También se encuentran muchas propuestas originales en el mundo del arte, del encuentro con losjóvenes en “sus” tiempos y espacios (Delegaciones de juventud diocesanas como la de Vitoria y muchas otras) y de webs cristianas juveniles.

Es cierto, como decíamos arriba, que cosas que antes resultaban bien ahora fallan. Sobre todo, los Itinerarios largos de educación en la fe para jóvenes suelen ser conflictivos, porque los chicos se cansan y los interrumpen o abandonan6.

Hace falta mucha creatividad y esfuerzo para reconstruirlos con otro estilo, pues su idea básica, esto es, que la iniciación cristiana es un proceso largo y que debe estar organizado, es irrenunciable y un dato constante en toda la historia de la catequesis cristiana.

En definitiva, es curioso cómo tenemos claro que todo ha cambiado, y que sin embargo queramos que funcione la pastoral de antes… Este es el principal reto para la pastoral juvenil de comienzos del siglo XXI, al menos en nuestro país y en el resto de Europa.

5. ¿Y AHORA QUÉ?

 

Después de estos vaivenes, y de esta historia, que es la nuestra, y con estosadolescentes y jóvenes, que son los que hay, ¿qué pistas de actuación serían las mejores?7 Ante todo, debemos querer encarnarnos en su vida –porque no otra puede ser la mentalidad del pastor cristiano, sino la de su Maestro, que puso su tienda entre nosotros y asumió con todas las consecuencias nuestra carne, y fue en todo comonosotros, menos en el pecado (cf. Jn 1 y Hebr 4)- y saber leer entre líneas, con pacienciae inteligencia, sus cuestionamientos. A veces, lo que interpretamos como rechazo de lafe es sólo crítica a ciertos estilos de cristianismo7. Por ceñirme a mi tradición religiosa,Don Bosco solía decir: “Amad aquello que aman los jóvenes, y ellos aprenderán a amarlo que vosotros queréis que amen”. Esa idea fue repetida, por cierto, casi textualmente,por el papa Benedicto XVI el 30 de mayo de 2005, en discurso a la Asamblea general dela Conferencia Episcopal Italiana: “Los jóvenes deben sentirse amados por la Iglesiapara poder acoger el exigente mensaje del Evangelio, pues tienen necesidad de que seles ayude a crecer y a madurar en la fe: éste es el primer servicio que deben recibir de laIglesia, y especialmente de nosotros, obispos, y de nuestros sacerdotes […]. Para lograreste objetivo, los jóvenes deben sentirse amados por la Iglesia, amados en concreto pornosotros, obispos y sacerdotes. De este modo, podrán experimentar en la Iglesia laamistad y el amor que tiene por ellos el Señor, comprenderán que en Cristo la verdadcoincide con el amor y aprenderán a su vez a amar al Señor y a tener confianza en sucuerpo, que es la Iglesia. Este es el punto central del gran desafío de la transmisión de lafe a las jóvenes generaciones”8.

Aunque no vamos a desarrollarla ahora, la respuesta decisiva y todo camino futuro en la pastoral juvenil pasa por asumir una mentalidad de vuelta creativa a la iniciación, como se manifiesta en varias orientaciones magisteriales muy clarificadoras y en la mejor reflexión pastoral y catequética actual9.

Valga como resumen de lo que queremos apuntar este texto de Sebastià Taltavull, director del Secretariado de la Comisión de Pastoral de la CEE: “Se observa la necesidad de una profunda renovación en la forma de proceder en todo lo que afecta a la educación de la fe, para que ésta impregne totalmente la vida de los destinatarios y responda a la situación real. Tanto si nos referimos a la catequesis infantil como a los adolescentes, jóvenes y adultos, hace falta tener en cuenta que muchos de los que “piden sacramentos” no han sido iniciados cristianamente en el seno de sus familias, o son totalmente indiferentes al hecho religioso y cristiano. La apreciación de este hecho, que ha ido en aumento durante los últimos años, pide superar ciertas inercias aún existentes en el ámbito familiar y parroquial y afrontar con valentía, imaginación y creatividad los nuevos retos que se nos plantean como sociedad y como Iglesia. No podemos presuponer lo que ya no existe, sino aplicar, con la seriedad y el rigor que exige todo itinerario de crecimiento, las formas y contenidos del proceso de la Iniciación Cristiana, conocerlos, estudiarlos a fondo, mentalizar a la comunidad cristiana y aceptar con espíritu de comunión la responsabilidad que nos corresponde. Estamos ante una obra propia de la nueva evangelización y, para poder realizarla, sabemos de la insistencia con que la Iglesia ha hablado de la necesidad de un nuevo lenguaje, de nuevos métodos y de un nuevo ardor. Y esto, afecta a toda la acción pastoral de la Iglesia”10.

Si releemos las sugerencias que hacía Juan Pablo II a la pastoral juvenil europea, vemos que no van por un camino diferente: “Animo además a la Iglesia en Europa a dedicar una creciente atención a la educación de los jóvenes en la fe. Al poner la mirada en el porvenir no podemos dejar de pensar en ellos: hemos de encontrarnos con la mente, el corazón y el carácter juvenil, para ofrecerles una sólida formación humana y cristiana. En toda ocasión en la que participan muchos jóvenes, no es difícil percatarse de que hay en ellos actitudes diferenciadas. Se constata el deseo de vivir juntos para salir del aislamiento, la sed más o menos sentida de lo absoluto; se ve en ellos una fe oculta que debe ser purificada e impulsa a seguir al Señor; se nota la decisión de continuar el camino ya emprendido y la exigencia de compartir la fe. Para lograrlo hace falta renovar la pastoral juvenil, articulada por edades y atenta a las distintas condiciones de niños, adolescentes y jóvenes. Es necesario además dotarla de mayor organicidad y coherencia, escuchando pacientemente las preguntas de los jóvenes, para hacerlos protagonistas de la evangelización y edificación de la sociedad. En este quehacer hay que promover ocasiones de encuentro entre los jóvenes, para favorecer un clima de escucha recíproca y oración. No se ha de tener miedo a ser exigentes con ellos en lo que atañe a su crecimiento espiritual. Se les debe indicar el camino de la santidad, estimulándolos a tomar decisiones comprometidas en el seguimiento de Jesús, fortalecidos por una vida sacramentalmente intensa. De este modo podrán resistir a las seducciones de una cultura que con frecuencia les propone sólo valores efímeros e incluso contrarios al Evangelio, y hacer que ellos mismos sean capaces de manifestar una mentalidad cristiana en todos los ámbitos de la existencia, incluidos el del ocio y la diversión”11.

 

También el Papa Benedicto XVI ha ofrecido interesantes sugerencias sobre pastoral juvenil. En su primera Jornada Mundial de la Juventud (Colonia, agosto 2005) insistió a los jóvenes en que “Cristo no quita nada y lo da todo”. Procuró dar una imagen de aprecio a los jóvenes, y reconocer lo positivo que hay en ellos. Así se expresaba en una entrevista concedida a la televisión alemana el 15 de agosto de 2006: “Estoy muy contento de que haya jóvenes que quieran estar juntos, que quieran estar juntos en la fe, y que quieran hacer el bien. La disponibilidad al bien es muy fuerte en la juventud, basta pensar en las diversas formas de voluntariado. El compromiso para ofrecer en primera persona una contribución propia ante las necesidades de este mundo es una gran cosa. Un primer impulso puede ser por lo tanto alentar a esto: ¡id adelante! ¡Buscad las ocasiones para hacer el bien! ¡El mundo necesita de esta voluntad, necesita de este compromiso! Y luego quizás una palabra sería: ¡el valor de decisiones definitivas! En la juventud hay mucha generosidad, pero ante el riesgo de comprometerse para toda la vida, ya sea en el matrimonio o en el sacerdocio, se experimenta miedo. El mundo está en movimiento de manera dramática: ahora puedo disponer continuamente de mi vida entera con todos sus imprevisibles eventos futuros, con una decisión definitiva, ¿no ato mi libertad y no me privo de la libertad de movimiento? Despertar el valor de osar tomar decisiones definitivas, que en realidad son las únicas que hacen posible el crecimiento, el camino hacia adelante y el alcanzar cualquier cosa importante en la vida, las únicas que no destruyen la libertad, si no que le ofrecen la justa dirección en el espacio”12.

En su respuesta –improvisada sobre la marcha sin papeles, por cierto- al encargado de pastoral juvenil de la diócesis de Albano (Italia) y otros sacerdotes, el 31 de agosto de 2006, Benedicto XVI reconoce que la pastoral juvenil requiere esfuerzos y soluciones especiales. Propone que las parroquias se complementen y se apoyen en asociaciones y grupos que traten con éxito con los jóvenes de cara a una pastoral juvenil integrada. Es una propuesta muy sensata: “Con motivo de las Jornadas mundiales de la juventud, y también en otras ocasiones, como recientemente en la Vigilia de Pentecostés, se pone de manifiesto que en la juventud hay un deseo, una búsqueda también de Dios. Los jóvenes quieren ver si Dios existe y qué les dice. Por tanto, tienen cierta disponibilidad, a pesar de todas las dificultades de hoy. También tienen entusiasmo. Por tanto, debemos hacer todo lo posible por mantener viva esta llama que se manifiesta en ocasiones como las Jornadas mundiales de la juventud. ¿Cómo hacerlo? Es nuestra pregunta común. Creo que precisamente aquí debería realizarse una "pastoral integrada", porque en realidad no todos los párrocos tienen la posibilidad de ocuparse suficientemente de la juventud. Por eso, se necesita una pastoral que trascienda los límites de la parroquia y que trascienda también los límites del trabajo del sacerdote. Una pastoral que implique también a muchos agentes. Me parece que, bajo la coordinación del obispo, por una parte, se debe encontrar el modo de integrar a los jóvenes en la parroquia, a fin de que sean fermento de la vida parroquial; y, por otra, encontrar para estos jóvenes también la ayuda de agentes extra-parroquiales. Las dos cosas deben ir juntas. Es preciso sugerir a los jóvenes que, no sólo en la parroquia sino también en diversos contextos, deben integrarse en la vida de la diócesis, para luego volver a encontrarse en la parroquia. Por eso, hay que fomentar todas las iniciativas que vayan en este sentido, me parece que se deben aprovechar todas las oportunidades que se ofrecen hoy en los Movimientos, en las asociaciones, en el voluntariado, y en otras actividades juveniles”13.

 

Y también plantea a los sacerdotes la oportunidad de crear y aprovechar acciones de voluntariado en favor de los pobres y grupos de oración juvenil. Es muy interesante ver cómo lo argumenta: “Creo que es muy importante en la actualidad la experiencia del voluntariado. Es muy importante que a los jóvenes no sólo les quede la opción de las discotecas; hay que ofrecerles compromisos en los que vean que son necesarios, que pueden hacer algo bueno. Al sentir este impulso de hacer algo bueno por la humanidad, por alguien, por un grupo, los jóvenes sienten un estímulo a comprometerse y encuentran también la "pista" positiva de un compromiso, de una ética cristiana. Me parece de gran importancia que los jóvenes tengan realmente compromisos cuya necesidad vean, que los guíen por el camino de un servicio positivo para prestar una ayuda inspirada en el amor de Cristo a los hombres, de forma que ellos mismos busquen las fuentes donde pueden encontrar fuerza y estímulo. Otra experiencia son los grupos de oración, donde aprenden a escuchar la palabra de Dios, a comprender la palabra de Dios, precisamente en su contexto juvenil, a entrar en contacto con Dios. Esto quiere decir también aprender la forma común de oración, la liturgia, que tal vez en un primer momento les parezca bastante inaccesible. Aprenden que existe la palabra de Dios que nos busca, a pesar de toda la distancia de los tiempos, que nos habla hoy a nosotros. Nosotros llevamos al Señor el fruto de la tierra y de nuestro trabajo, y lo encontramos transformado en don de Dios. Hablamos como hijos con el Padre y recibimos luego el don de él mismo”14.

 

El 5 de junio de 2006 Benedicto XVI habló sobre “el secreto para transmitir la fe a los jóvenes” en un discurso en la Basílica de Letrán, a los miembros de una asamblea diocesana de Roma, discurso que tituló muy significativamente La alegría de la fe y la educación de las nuevas generaciones. Es muy enriquecedora una lectura reposada de dicho discurso, pues contiene pistas interesantísimas sobre la acción pastoral con jóvenes, y un bosquejo razonado de un proceso de educación en la fe. Aquí sólo podemos citar algunos párrafos, pero en realidad lo más valioso de este discurso es cómo va engarzando coherentemente unos temas con otros. Veamos alguna de sus sugerencias. Parte de una consideración sobre la fe de cada generación cristiana, y cómo esta consiste en una alegría y belleza que hay que descubrir. ¿Los jóvenes de hoy descubren alegría y belleza en la vida y palabras de los agentes de pastoral? Sería muy enriquecedor hacer un sincero examen personal a fondo, para responder con calma a esta comprometedora pregunta: “En realidad, descubrir la belleza y la alegría de la fe es un camino que cada nueva generación debe recorrer por sí misma, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo, nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación profundamente personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. Pero la fe es también radicalmente acto y actitud comunitaria; es el "creemos" de la Iglesia. Así pues, la alegría de la fe es una alegría que se ha de compartir: como afirma el apóstol san Juan, "lo que hemos visto y oído (el Verbo de la vida), os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros [...]. Os escribimos esto para que vuestro gozo sea completo" (1 Jn 1, 3-4). Por eso, educar a las nuevas generaciones en la fe es una tarea grande y fundamental que atañe a toda la comunidad cristiana. Esta tarea resulta hoy especialmente difícil por varias razones, pero precisamente por esto es aún más importante y sumamente urgente. Precisamente en esta situación todos, especialmente nuestros muchachos, adolescentes y jóvenes, necesitan vivir la fe como alegría, gustar la serenidad profunda que brota del encuentro con el Señor”15.

 

A continuación, Benedicto XVI dedica varios párrafos de su discurso a hablar sobre el amor. Afirma que los jóvenes deben percibir que el amor es el valor central del cristianismo. Además, debe hacérseles ver que el cristianismo es sobre todo una propuesta positiva en favor del amor, no una serie de prohibiciones. Estas tienen siempre un lugar segundo, no primero, en la ética cristiana. Estas advertencias del Papa deberían servir de norte y de brújula a todos los planteamientos que se hacen a los jóvenes de lo que es esencial en la fe cristiana. ¿Perciben ellos que el amor es lo único decisivo y que no pasará (cf. 1 Corintios 13) para un cristiano? Con frecuencia no es así, o mejor, no nos lo entienden así. Les parece que la palabra “no” y “prohibido” es la que primero sale de la boca de los catequistas y ministros cristianos. El Papa nos dice claramente que esa impresión que a veces se da es nociva para la transmisión de la fe hoy. El agente de pastoral juvenil debe cuidar con esmero, pues, fondo y formas en el diálogo con los jóvenes: “En la encíclica Deus caritas est escribí: "Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (n. 1). La fuente de la alegría cristiana es esta certeza de ser amados por Dios, amados personalmente por nuestro Creador, por Aquel que tiene en sus manos todo el universo y que nos ama a cada uno y a toda la gran familia humana con un amor apasionado y fiel, un amor mayor que nuestras infidelidades y pecados, un amor que perdona. Este amor "es un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo", como se manifiesta de manera definitiva en el misterio de la cruz.

Esta certeza y esta alegría de ser amados por Dios debe hacerse de algún modo palpable y concreta para cada uno de nosotros, y sobre todo para las nuevas generaciones que están entrando en el mundo de la fe. Así pues, es indispensable —y es la tarea encomendada a las familias cristianas, a los sacerdotes, a los catequistas, a los educadores, a los jóvenes mismos con respecto a sus coetáneos, a nuestras parroquias, asociaciones y movimientos, y, por último, a toda la comunidad diocesana— que las nuevas generaciones puedan experimentar a la Iglesia como una compañía de amigos realmente digna de confianza, cercana en todos los momentos y circunstancias de la vida, tanto en los alegres y gratificantes como en los arduos y oscuros; una compañía que no nos abandonará jamás ni siquiera en la muerte, porque lleva en sí la promesa de la eternidad. Quien se sabe amado, se siente a su vez impulsado a amar. En particular los adolescentes y los jóvenes, que sienten fuertemente en su interior el atractivo del amor, deben verse libres del prejuicio generalizado según el cual el cristianismo, con sus mandatos y prohibiciones, pone demasiados obstáculos a la alegría del amor, y en especial impide gustar plenamente la felicidad que el hombre y la mujer encuentran en su amor mutuo. Al contrario, la fe y la ética cristiana no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo sano, fuerte y realmente libre: precisamente este es el sentido de los diez Mandamientos, que no son una serie de "no", sino un gran "sí" al amor y a la vida (...) Por tanto, en toda la obra educativa, en la formación del hombre y del cristiano, no debemos dejar de lado, por miedo o por vergüenza, la gran cuestión del amor: si lo hiciéramos, presentaríamos un cristianismo desencarnado, que no puede interesar de verdad al joven que se abre a la vida”16.

 

Junto a lo anterior, el Papa recalcaba la importancia del servicio a los necesitados en el camino de fe de los jóvenes: “Sin embargo, también debemos introducir en la dimensión integral del amor cristiano, donde el amor a Dios y el amor al hombre están indisolublemente unidos y donde el amor al prójimo es un compromiso muy concreto. El cristiano no se contenta con palabras, y tampoco con ideologías engañosas, sino que sale al encuentro de las necesidades de sus hermanos comprometiéndose de verdad a sí mismo, sin contentarse con alguna buena acción esporádica. Así pues, proponer a los muchachos y a los jóvenes experiencias prácticas de servicio al prójimo más necesitado forma parte de una auténtica y plena educación en la fe”17.

 

Después hacía otra observación que también nos deja una importante indicación para los procesos pastorales: la necesidad de la atención a la racionalidad de la fe, al amor por la verdad, a la cultura y educación. Al joven se llega por lo afectivo y las ansias de amor, pero sólo se le convence con garantías de permanencia con argumentos que colmen su búsqueda de la verdad. Esta apuesta por una valoración de la razón y la verdad, que recuerda su famoso discurso de Ratisbona en verano de 2006, lanza un gran reto a la pastoral juvenil, que es el cuidado de lo intelectual, el “dar razón de nuestra esperanza”. Nuestra sensación personal es que muchos de los jóvenes que se van de los grupos cristianos tras los procesos catequéticos de preparación a la primera comunión en la infancia y a la confirmación se pierden por este motivo: creen que la fe es algo que sólo puede convencer a chiquillos, pues no se basa en razones sólidas: “Al igual que la necesidad de amar, el deseo de la verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre.

Por eso, en la educación de las nuevas generaciones, ciertamente no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central. En efecto, al interrogarnos por la verdad ensanchamos el horizonte de nuestra racionalidad, comenzamos a liberar la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional sólo lo que puede ser objeto de experimento y cálculo. Es precisamente aquí donde tiene lugar el encuentro de la razón con la fe, pues en la fe acogemos el don que Dios hace de sí mismo revelándose a nosotros, criaturas hechas a su imagen; acogemos y aceptamos esa Verdad que nuestra mente no puede comprender por completo y no puede poseer, pero que precisamente por eso ensancha el horizonte de nuestro conocimiento y nos permite llegar al Misterio en el que estamos inmersos y encontrar en Dios el sentido definitivo de nuestra existencia […]. Por consiguiente, en la educación de las nuevas generaciones no debemos tener miedo de confrontar la verdad de la fe con las auténticas conquistas del conocimiento humano. Los progresos de la ciencia son hoy muy rápidos y a menudo se presentan como contrapuestos a las afirmaciones de la fe, provocando confusión y haciendo más difícil la aceptación de la verdad cristiana. Pero Jesucristo es y sigue siendo el Señor de toda la creación y de toda la historia: "Todas las cosas fueron creadas por él y para él (...), y todo tiene en él su consistencia" (Col 1, 16-17). Por eso, el diálogo entre la fe y la razón, si se realiza con sinceridad y rigor, brinda la posibilidad de percibir de modo más eficaz y convincente la racionalidad de la fe en Dios —no en un Dios cualquiera, sino en el Dios que se reveló en Jesucristo— y de mostrar que en el mismo Jesucristo se encuentra la realización de toda auténtica aspiración humana. Vosotros, queridos sacerdotes y educadores, no dudéis en promover una auténtica "pastoral de la inteligencia" y, más ampliamente, de la persona, que tome en serio los interrogantes de los jóvenes —tanto los existenciales como los que brotan de la confrontación con las formas de racionalidad hoy generalizadas— para ayudarles a encontrar las respuestas cristianas válidas y pertinentes, y finalmente para hacer suya la respuesta decisiva que es Cristo nuestro Señor”18.

 

Además de estas urgencias, queremos insistir en la comunión y unión de fuerzas a la que aludíamos antes. Se trata de trabajar por el bien de los jóvenes, no por la “franquicia particular”; no en competencia, sino uniendo energías (o sinergias, como se suele decir hoy). En este sentido, nos parece esperanzadora, por ejemplo, la dinámica que ha animado la preparación del Fórum de Pastoral con Jóvenes (7-9 de noviembre de 2008 en Madrid), una iniciativa de la revista RPJ, con motivo de su 50 aniversario, que ha congregado en su organización a un gran número de personas, grupos, movimientos, delegaciones diocesanas de juventud y congregaciones religiosas, para encontrarse, conocerse y comenzar a trabajar juntos en el ambiente juvenil donde cada vez la Iglesia tiene menos presencia y relevancia. El objetivo último, más que la reunión en sí, es generar una dinámica de trabajo en red de todos aquellos colectivos eclesiales que realizan pastoral con jóvenes (cf. toda la información en www.forumpj.org). Ojalá sea el primer paso de un camino muy largo, que continúe y dé los mejores frutos para la Jornada Mundial de la Juventud 2011 en Madrid.

 

NOTAS

6 Cf. JESÚS ROJANO MARTÍNEZ, ¿Por qué fracasan los itinerarios de educación en la fe?, en Misión

Joven 375 (mayo 2008), 29-32/49-54.

7 Se mantiene esa postura, con buenos argumentos, en JOSÉ LUIS MORAL, ¿Jóvenes sin fe? Manual de

primeros auxilios para reconstruir con los jóvenes la fe y la religión, Madrid, PPC, 2007

8<http://www.zenit.org/article-15867?l=>, 30.05.2005; código ZS05053006.

9Cf. CONFERENCIA DE LOS OBISPOS DE FRANCIA, Texto nacional para la orientación de la

catequesis en Francia y principios de organización, Madrid, CCS, 2008; DONACIANO MARTÍNEZ –

PELAYO GONZÁLEZ – JOSÉ LUIS SABORIDO, Proponer la fe hoy. De lo heredado a lo propuesto,

Santander, Sal Terrae, 2005 ; CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La iniciación cristiana:

reflexiones y orientaciones, Madrid, 27 de Noviembre de 1998; ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE

CATEQUETAS (AECA), Hacia un nuevo paradigma de la iniciación cristiana hoy, Madrid, PPC, 2008;

HENRY DERROITE, Por una nueva catequesis. Jalones para un nuevo proyecto catequético, Santander,

Sal Terrae, 2004; HENRI DERROITTE (dir.), 15 nuevos caminos para la catequesis hoy, Santander, Sal

Terrae, 2008.

10 SEBASTIÀ TALTAVULL, La Iniciación Cristiana, un itinerario a proponer, en Vida Nueva (31 de

mayo/6 de junio de 2008), pp. 12-13.

11 JUANPABLO II, Ecclesia in Europa, nº 61-62.

12 Citado en: <http://www.religiondigital.com>, 16.08.2006.

13 http://www.zenit.org/spanish/, fecha de publicación: 28.09.2006; código ZS06092806.

14 Ibidem.

15 http://www.zenit.org/spanish/, 22.06.2006; código ZS06062206.

16 Ibidem.

17 Ibidem.

18 Ibidem.

(Tomado de Jesús Rojano Martínez SDB en SINITE. Revista de Pedagogía Religiosa 149 (septiembre-diciembre 2008)