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LA PASTORAL DE LAS VOCACIONES EN LAS CIRCUNSTANCIAS ACTUALES I

P. Raffaele SACCO
)

 PRIMERA PARTE:
DIRECTRICES PARA LA ACCIÓN PASTORAL
EN EL CAMPO DE LAS VOCACIONES

No es fácil encontrar un modo, válido para todos tiempo y todas las circunstancias, para llevar a cabo y gestionar la pastoral vocacional. En efecto, para esta actividad eclesial se entra en contacto con un misterio impenetrable que implica la relación que Dios ha establecido con el hombre, relación única y sin parangón, que es percibida y sentida como una llamada que espera una respuesta surgida desde lo más profundo de la conciencia, ese «santuario en el que el hombre se encuentra a solas con Dios y en el que su voz se hace entender» (Gaudium et Spes, 16)
La Iglesia es llamada a explicar y a describir el dinamismo propio de la vocación, su desarrollo gradual y concreto según las etapas siguientes: “buscar a Jesús”, “seguirle” y “permanecer con Él” (PdV, nº 34). Por consiguiente, hablar de la Pastoral Vocacional significa dejarse implicar en la misión de la Iglesia que se siente llamada a ocuparse del nacimiento, del discernimiento y del acompañamiento de todas las vocaciones y especialmente de las vocaciones al sacerdocio.
La pastoral vocacional exige, hoy día sobre todo, ser invadido por un ardor nuevo, vigoroso y más decidido por parte de todos los fieles, teniendo la plena convicción de que no se trata de un elemento secundario o accesorio, ni de un momento aislado o concreto, como si fuera una parte más, por importante que esta sea, de la pastoral de conjunto de la Iglesia; es ante todo un actividad íntimamente inserta en la pastoral general de cada Iglesia, un encargo que debe ser incorporado y plenamente identificado con la “cura de almas”, una dimensión connatural y esencial de la pastoral de la Iglesia, como propia de su vida y misión.
Las vocaciones se convierten así en una realidad a conocer, un misterio a contemplar, una ayuda a pedir, un regalo que hay que merecer, una gracia que debemos conservar.

Deberes de la pastoral vocacional

a. el primero
La existencia de las vocaciones, que, por ende, es un elemento esencial para la vida de la comunidad cristiana, reclama un estudio profundo de sus multiformes aspectos; merece ser promovido, con preferencia a todos los demás aspectos, con un compromiso constante demanda ser ayudado por la oración; debe ser deseado vivamente; servido con celo; sostenido por la caridad universal.
La pastoral de las vocaciones sacerdotales y consagradas constituye un momento especialmente significativo de la pastoral vocacional en su conjunto. Este consiste en ayudar a los jóvenes a hacer una elección decisiva para responder positivamente al plan que el Padre ha diseñado para ellos y que se realiza en el ministerio del sacerdocio y en la vida consagrada al señor, con respeto  absoluto de su libertad, tato exterior cuanto interior (Cf. Presbyterorum Ordinis, 11). Para llegar a una decisión tal, los jóvenes deben adquirir esas disposiciones personales que facilitarán su elección y permitirán incorporarse sin dificultades en las casa de formación. En nuestros días, el problema del número suficiente de sacerdotes y de consagrados se hace sentir de manera más preocupante e implica de cerca a todos los fieles: no solamente porque el futuro religioso de la comunidad cristiana dependa de ello, sino también porque este problema proporciona unos datos precisos e inexorables de la vida de fe y de amor de las comunidades parroquiales y diocesanas y es el testimonio de la salud moral de las familias cristianas.

b. responsable
Cada actividad pastoral por las vocaciones quiere responder:
A la exigencia que cada ser humano, y cada creyente en particular, tiene de descubrir su propia vocación, el nombre que Dios le ha dado, el camino de su propia realización.
A las necesidades de la Iglesia. Ella se preocupa, como parte de su propia esencia, de disponer de hombres y mujeres aceptables ante Dios, dotados de los ministerios y carismas necesarios para llevar a cabo su propia misión de edificación interior, de evangelización, de santificación, de promoción.
A las expectativas de los jóvenes. Todos los jóvenes, cada uno según sus cualidades, tienen el derecho, la necesidad y el deber de recibir propuestas y cuidados, de ser guiados para descubrir y seguir la voluntad o la llamada de Dios en las condiciones de libertad humana y cristiana maduras. Solamente con esta ayuda podrán dar y comprometer su vida y sus talentos naturales y de gracia en un ámbito de posibilidades coherente con el plan de Dios, según las directrices del Evangelio.
A las preocupaciones del mundo. El mundo, a su manera, interpela también a la Iglesia con crecientes demandas de hombres y mujeres,. Cristianos cualificados, dispuestos, consagrados y encarnados en éste y por tanto en disposición de evangelizar, de introducirlo en fe y en la práctica de la de los sacramentos, de humanizarlo y hacerle implicarse sobre las huellas de Cristo liberador al servicio de toda justicia. Es necesario que el hombre encuentre en Cristo «luz y fuerza para que puedan responder a su máxima vocación». (GS 10)
A las causas y a los signos de crisis vocacionales mediante la mejora de la calidad, la recuperación de la cantidad, y el aumento de las fuerzas numéricas necesarias para la salvación de las almas.

c. en colaboración
La pastoral vocacional es antigua como la Iglesia. Por esta razón, es posible descubrir su propia historia y quizás hasta su prehistoria. No pretendemos buscar cada momento significativo de esta historia, sino que queremos solamente indicar, como síntesis, algunos elementos que se han ido aclarando progresivamente, hasta convertirse en puntos de referencia para comprender correctamente la pastoral de las vocaciones en estos momentos.
«La PV (Pastoral Vocacional) se define como la acción mediadora de toda la comunidad cristiana entre Dios que llama y aquellos que son llamados, a fin de que los dones jerárquicos y carismáticos  prodigados por el Espíritu sean acogidos en todas partes con generosidad. Una pastoral de este talante nace del misterio mismo de la Iglesia y se pone a su servicio para promover la variedad de carismas, de ministerios, y consecuentemente de las diversas vocaciones.» (Nuevas vocaciones para una nueva Europa, 26).
A partir de esta concepción de la pastoral vocacional podemos sacar algunas conclusiones, como puntos de aquí en adelante adquiridos definitivamente en el Documento final del Congreso europeo:
         La PV es una acción mediadora, que nace del anuncio de la Palabra de Dios, está sostenida y alimentada por la oración y ordenada a colocar a cada creyente frente al papel que tenga que desempeñar. Cada agente vocacional debe ser consciente del carácter relativo de la mediación, de su acción, sin asumir actitudes contradictorias con relación a la identidad y a la función que debe desempeñar y debe ser solamente la de facilitar la comunicación entre los dos polos, entre Dios y el hombre. Antes que una estrategia, la vocación es un misterio.           La PV es obra de toda la Iglesia: «la Iglesia entera se pone en estado de vocación y misión, y por consiguiente cada miembro de la Iglesia, cada uno por su parte, es situado en estado de vocación y misión» (Documento final del Congreso europeo, 5), y adquiere una responsabilidad concreta con relación al problema de las vocaciones  como «problema fundamental de la Iglesia» según las palabras de Juan Pablo II. El clima de cierta indiferencia, de irresponsabilidad constatada aún en nuestros días de parte de muchos agentes de pastoral vocacional y de educadores es, pues, totalmente injustificado.

La PV es parte y componente ineludible de la pastoral global de la Iglesia: «En el marco deun compromiso generalizado de todas las Iglesias particulares, nace la conciencia de que la pastoral vocacional no es un simple aspecto o un sector concreto de la pastoral d ela comunidad cristiana. Por el contrario, toda pastoral recibe su unidad de esta pastoral vocacional que no puede reducirse a un momento aislado de  la pastoral global.» Una pastoral vocacional solamente se podrá llevar a cabo con éxito dentro de una pastoral global que lleva a un reevangelización de toda la comunidad cristiana en la que se encuentra inserta la comunidad eclesial. El Documento del Congreso Europeo sobre las vocaciones al sacerdocio habla de la necesidad  de «vocacionalizar toda la pastoral». Bien entendido significa, hacerlo a partir de la pastoral familiar, y de juventud, medios naturalmente favorables para una PV auténtica.

La PV es gradual y convergente. La vocación es una realidad dinámica que se realiza progresivamente en el diálogo con Dios y con los hombres, en la fidelidad y el servicio. Por esta razón, cada estado de vida debe ser presentado como vocación auténtica que envuelve al ser humano de un modo permanente. Con un plan pedagógico más preciso, es importante en primer lugar inculcar el sentido de la vida y de la gratitud por ella, para transmitir a continuación esta actitud fundamental de responsabilidad de parte de cada uno en la línea de la gratuidad.

Esto que en el momento presente no es más que una propuesta vigorosa y radical (como debería ser siempre la vocación cristiana) se hace posible, como la de consagrarse a Dios en la vida sacerdotal o consagrada (Nuevas Vocaciones, 26)
-      La pastoral vocacional es personal y comunitaria. Desde el punto de vista de los agentes de pastoral vocacional es urgente pasar de una pastoral de vocaciones llevada bajo la responsabilidad de un solo encargado a una pastoral concebida siempre más como una acción comunitaria, de toda la comunidad en sus diversas  expresiones: grupos, movimientos, parroquias, diócesis, institutos religiosos y seculares.

Orar a la divina Providencia.

Las vocaciones nacen y se desarrollan gracias a la oración de la Iglesia. No nace la vocación espontáneamente en el seno de la Iglesia; desciende del Padre de las luces, de quien procede  todo don sobrenatural. La Iglesia debe esperan la vocación de Dios y recibirla de él; debe estar dispuesta a acogerla y a favorecer su crecimiento; pero no puede proporcionársela a sí misma.
Es aquí donde se inserta la plegaria de la Iglesia por las vocaciones, plegaria que es un mandato categórico de Cristo a su Iglesia: «La mies es abundante, pero los obreros son pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Lc 10,2; Mt 9, 38).
Desde de la elección de Matías, en la vigilia de Pentecostés, la Iglesia ha rogado por las vocaciones, no por conveniencia, sino por necesidad absoluta. La actitud constante de la comunidad cristiana debe ser siempre la de los Apóstoles y Discípulos después de la Ascensión: «Todos permanecían unidos en una sola oración, con algunas mujeres, entre ellas la Madre de Jesús» (Act 1,14).
La Iglesia no es una realidad estática o uniforme, es un organismo vivo formado por multitud de vocaciones diversas y complementarias, sin las cuales Ella no puede existir, no puede revelarse en su autenticidad, no puede expresar su fecundidad. La plegaria y, en particular, la vida de oración, alimenta, nutre, renueva y sostiene las vocaciones en la Iglesia.
Esta oración, pedida por Cristo mismo debe ser “fervorosa”. exige que la comunidad se crea que Dios continúa realizando su obra de salvación; crea que Dios permanece siempre como el primer protagonista haciendo el camino con su pueblo; estimule a los que oren a fin de ser los primeros comprometidos en esta obra divina; formule una oración que sea expresión de la fe de la Iglesia, memoria de todo lo que ha hecho el Señor, oración de alabanza y de acción de gracias, de súplica por el bien de todo el pueblo de Dios. La plegaria por las vocaciones exige pues, ante todo, querer lo que el Señor quiere, en plena disposición personal y en el amor que se pone al servicio del padre y de los Hermanos.

Misión a organizar (organismos y estructuras)

La convicción  de que la pastoral vocacional de una Iglesia particular no puede manifestarse de manera ocasional, esporádica y fragmentaria, sino de forma permanente, sistemática y programada, debe madurar cada vez más.
Como consecuencia. La pastoral vocacional necesita organismos y estructuras. Las formas pueden variar de un lugar a otro. Mientras, se observa la tendencia  a unificar las fuerzas al servicio de todas las vocaciones a la vida consagrada, en interés de cada una de las Iglesias particulares y de la Iglesia universal.

1. A escala internacional

A nivel de la organización central, por mandato del Concilio Vaticano II, la Obra de las vocaciones promueve y dirige toda actividad de pastoral vocacional; actúa en el nivel diocesano, regional, nacional e internacional con una solicitud especial hacia los sectores que encuentren mayores dificultades: prepara la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, según las normas establecidas por el Sumo Pontífice; colabora con las otras Congregaciones romanas y con los Organismos internacionales pertinentes.
Después del Concilio se ha desarrollado un  programa de envergadura con la celebración de Congresos internacionales:

  1. con una finalidad formativa, para estimular la profundización teológica de la vocación y de las vocaciones; con el fin de clarificar al máximum la inserción del cuidado de las vocaciones dentro de la pastoral orgánica; para subrayar la responsabilidad del clero y de las personas consagradas; para iluminar la colaboración de los laicos; particularmente de la familia; para indicar las alternativas operativas y los criterios pedagógicos requeridos por las diversas etapas.
  2. con criterios de organización, para la constitución de Centros Nacionales y Diocesanos para las vocaciones, capaces de ofrecer un programa y un servicio altamente cualificado a favor de todas las vocaciones de especial consagración.
  3. con orientaciones operativas, a escala continental. Para una pastoral de las vocaciones, que  responda mejor a las necesidades reales de los diversos países.

Después del congreso continental de América Latina que tuvo lugar en Itaici (Sao Paulo, Brasil; desde el 23 al 27 de mayo de 1994, la sede Apostólica ha previsto la realización del  «Congreso sobre las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada en Europa»
El Congreso, deseado por el Santo Padre, se ha incorporado con pleno sentido a la dinámica de preparación del Año Santo porque ha iluminado los grandes temas como Cristo y la Palabra, el Espíritu y la Iglesia, el Padre y la vida eterna, con una perspectiva vocacional y con una conciencia de que nada nuevo podrá ocurrir en la Iglesia sin nuevos evangelizadores para evangelizar a la Europa de hoy.
Nueva Evangelización en su triple significación:
-cronológica: «nueva»... porque viene después de esta gran obra fundamental de evangelización de la que ha nacido, y se ha forjado, a lo largo de los siglos, nuestra experiencia de Iglesia y, en particular, la cultura cristiana de Europa y de nuestro país.
-socio-cultural: porque debe tener en cuenta, en nuestras sociedades occidentales, el fenómeno de la secularización, del tipo de  familias, de la manera de ser de los jóvenes, hombres y mujeres, sin mirar a tiempos pasados que no volverán;
-pastoral: porque la pastoral ya sea la catequesis, la pastoral juvenil o la de la familia, debe renovar su ardor, sus métodos y sus expresiones. (cf. Juan Pablo II, discurso a la Asamblea de obispos del CELAM, 9 marzo 1983).
La Obra Pontificia para las Vocaciones, de acuerdo con las directrices de las reuniones plenarias de 1986, 1992, 1995, y con la aprobación del Santo Padre, ha programado la continuación del trabajo continental de animación vocacional, si es posible con la celebración de   Congresos cada tres años. Durante el Congreso de América latina para las vocaciones (Itaici, sao Paulo, Brasil, mayo de 1994), se ha tomado en consideración LA OPORTUNIDAD DE REUNIR LOS DOS GRANDES PAÍSES DE América Del Norte, estados Unidos y Canadá, con problemáticas culturales, sociales y religiosas diferentes, en un  Congreso a parte. Las dos naciones están en estos momentos dispuestas  a llevar su problemática vocacional al Congreso, para una verificación fructuosa, pastoral doctrinal, pedagógica y operativa. También, en el interior de diversos países del continente, están a punto de emprender un  trabajo de verificación y renovación de la pastoral vocacional, que llevará a los responsables de la animación nacional a un cambio intenso en las experiencias y a una puesta al día para asegurar un mejor servicio de formación, programación y de proyección a evaluar en sesión del Congreso.

2. A escala nacional

La oportunidad de favorecer una pastoral vocacional unificada ha hecho surgir instituciones como el centro nacional de Vocaciones y el Centro diocesano de vocaciones, los cuales, con variaciones de una nación a otra y de una diócesis a otra, se ponen por meta coordinar la animación de las vocaciones específicas, respetando los carismas y los objetivos propios de cada uno, y de hacer comprender que el problema de las vocaciones no puede ser confiado únicamente a un pequeño grupo de personas «encargadas» de esto, sino que debe «permanecer en el centro mismo del amor de cada cristiano por la Iglesia» (Pastores dabo vobis 41).
Esta obra de mediación de personas e instituciones es necesaria, porque corresponde a los designios de la Divina Providencia y se incluye en la «lógica» de la Encarnación. La historia de Salvación enseña que Dios, aunque no tenía necesidad de intermediarios para ejercer su «fascinación interior» en las profundidades del espíritu humano, se ha servido ordinariamente de personas, como los patriarcas o los profetas, y «al llegar la plenitud de los tiempos»(Gal 4,4), de su propio Hijo, el verbo eterno encarnado, para comunicar a los hombres, en un lenguaje accesible, su voluntad.
Notemos que en los evangelios sinópticos, la elección de los discípulos se hace regularmente por el mismo Jesús con la invitación: «sígueme» (Mc 2,14), mientras que en el evangelio de Juan la llamada es dirigida casi siempre por la mediación de un testigo: por ejemplo Juan Bautista con los dos primeros discípulos que siguen a Jesús, Andrés y Simón, su hermano, Felipe con Natanael (cf. Jn 1, 35-37, 41-42; 45-46).
La Iglesia continúa esta obra de mediación. Lo hace mediante una pastoral organizada, abierta a la más amplia orientación vocacional, buscando implicar a todos sus miembros en función de su preparación y del tiempo disponible.
La Iglesia, especialmente mediadora de todas las vocaciones, encuentra en el Centro Nacional de vocaciones el lugar ordinario de comunión de la pastoral vocacional. Este Centro es un instrumento apropiado para el estudio, la `programación, la coordinación y el servicio de animación de la pastoral unificada a favor de las vocaciones a la vida consagrada. Este servicio, teniendo como finalidad la formación y la información en el ámbito nacional, comprende:
una propuesta de líneas pastorales  acerca de las vocaciones, según los programas de las Conferencia Episcopal y las directrices del Magisterio universal,
- una promoción de los Cetros diocesanos coordinados; una ayuda a la formación de responsables  y una preparación de subsidia pastorales para utilización común ;
- una colaboración con otros organismos nacionales, asociaciones, movimientos con fines apostólicos, educativos, espirituales;
un lugar de encuentro, de intercambio, de comunión con los centros Diocesanos,
- un centro de iluminación  y de estudios para una promoción de cultura vocacional contemporánea, capaz de irradiar, con los medios más adecuados y el lenguaje más cercano, la evangelización de la vocación.

3. a escala diocesana
para favorecer una pastoral de las vocaciones unificada, que responda lo más posible a las necesidades reales de cada territorio y que desarrolle un servicio constante y eficaz de animación, se pide en cada Iglesia particular, la presencia operativa del Centro diocesano de vocaciones. No se propone ampliar las estructuras burocráticas, sino que se querría insertar la pastoral de las vocaciones, por medio de un Centro especial, en la pastoral general y en las instituciones locales, al servicio de la comunión. Todo retraso en la constitución de este organismo y su activación se traduce en prejuicio para la Iglesia.
El centro diocesano de vocaciones, operativo y lleno de proyectos, bajo la dirección del obispo:
1-tiene como finalidad ayudar y coordinar la animación de lo vocacional que debe desarrollarse en la diócesis y en cada parroquia, según las directrices del Concilio, sin retraerse a la actividad normal de la comunidad parroquial, la cual es el centro principal de animación de todas las vocaciones;
Este organismo tiene denominaciones diversas en las diferentes Iglesias locales: (Centro, Obra, Servicio, Secretariado, Departamento, Oficina etc. ...) El documento final utiliza el término «Centro», generalizado en muchos aspectos. El término indica propiamente el «Centro operativo de la Obra de las vocaciones», del que habla el Concilio (Optatam totius 2).
2-constituye el lugar natural de encuentro de las personas, instituciones, asociaciones que puedan contribuir a la pastoral de las vocaciones, y que trabajen uniendo sus fuerzas, respetando los carismas y tareas de cada uno;
3-extiende su acción al servicio de todas las vocaciones a la vida consagrada, sin inmiscuirse en el ámbito de aquellas iniciativas que unas Instituciones particulares pueden promover a favor de vocaciones específicas,
4-mantiene los contactos necesarios con las diversas iniciativas de acompañamiento y con los Institutos de formación presbiteral, diaconal, religiosa y misionera existentes en la Iglesia local.
Al Director del Centro diocesano para las vocaciones, nombrado por el obispo, de acuerdo con los otros representantes de la vida consagrada, se une sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, misioneros, miembros de institutos seculares, laicos elegidos para colaborar en la actividad del centro, en armonía con el programa, de ámbito diocesano, a favor de las vocaciones. Estas personas son conscientes de la importancia de su ministerio y están dispuestas a cumplirlo de la mejor manera posible, con competencia y experiencia.

Orientaciones:

La presencia de un Centro Diocesano para las vocaciones, como de todos los demás servicios religados y dependientes del mismo, no quiere decir que la gracia de la llamada y las respuestas deban pasar necesariamente por él.
Es necesario estar atento a los dinamismos de nuestras organizaciones. Nuestra contribución debe ser un servicio de animación, de coordinación, de discernimiento, etc. ...
Sea cual sea la estructura para este fin, es necesario respetar el principio de subsidiariedad. Los servicios efectuados a nivel nacional o regional no deben frenar la vitalidad de las Iglesias particulares.
De la misma manera, el centro Diocesano para las vocaciones no debe absorber las funciones de otros organismos diocesanos; debe animarlos, de suerte que cada uno, en el terreno que le es propio, tome en consideración su responsabilidad en el campo de las vocaciones.

Servicios:

El Centro debería ofrecer los siguientes servicios:

a) Servicio de animación:

-difundir y promover la atención a las vocaciones, en particular a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.;
-poner el acento sobre la inserción de la orientación vocacional en los organismos pastorales de la diócesis, introduciéndolo en ellos y armonizando sus actividades propias en el plan de la diócesis; promover la oración personal y comunitaria por las vocaciones; promover la actividad de orientación vocacional; organizar encuentros con sacerdotes, religiosos y otros responsables cualificados en la pastoral vocacional.

b) Servicio de coordinación del trabajo de todos los que operan en sectores particulares y específicos, dejando siempre a cada uno su propia autonomía y sin interferencias.

Es un deber fundamental hacer que s  ponga en marcha el Plan de acción en toda la diócesis y en todas las parroquias.

c) Servicio de orientación doctrinal

- tener cuidado de la formación de los animadores a nivel local.
- organizar a todos  los niveles jornadas, ciclos de conferencias etc.... que estudien la vocación bajo los aspectos teológico, pedagógico, psicológico, sociológico y catequético;
- poner a disposición de todos los subsidia necesarios para las diferentes actividades relativas a las vocaciones en la diócesis, especialmente para la propuesta vocacional a los jóvenes.

d) Servicio de información que se concreta en la difusión de todo aquello que se refiera al tema de la vocación (documentos, estudios, experiencias etc. ...) a nivel diocesano, nacional y de Iglesia universal.

4. A escala parroquial:

La animación vocacional constituye un aspecto esencial de toda la pastoral, el primer organismo que debe estar interesado es el Consejo Pastoral de la parroquia. Este se presenta como signo de unidad y de comunión de los fieles entre sí y con sus pastores; representa el lugar en el que brotan y aparecen todas las preocupaciones, necesidades, esperanzas de la comunidad cristiana, la menor de las cuales no es el aumento de vocaciones.
La parroquia es el centro de aplicación de los planes nacionales y diocesanos de vocaciones. Anualmente cada Consejo Pastoral debería prever cómo hacer que sea vocacional toda la pastoral: liturgia, catequesis de familia y de jóvenes...
En un comunidad parroquial se distinguen cuatro ámbitos de intervención:

  1. el ámbito de la caridad con sus atenciones a los pobres, a los enfermos, y su disposición a la acogida y al servicio;
  2. el ámbito del culto con sus tareas coordinadoras de animación de la liturgia, de la oración, de la música y el canto;
  3. el ámbito del anuncio y animación de las Vocaciones, con su atención preferente a la oración por las vocaciones y la promoción de vocaciones a los diversos ministerios y de consagración especial;
  4. el ámbito del servicio de la Palabra con las tareas específicas de enseñanza, catequesis, proclamación de la Palabra, evangelización, discernimiento y profecía.

1-El ámbito de la caridad.  Sensibilizar a todos aquellos que manifiesten su deseo de servir a Cristo en los hermanos, con atención especial a los niños pobres, marginados, fracasados, con el fin de ofrecerles la posibilidad de un verdadero camino vocacional.
- En la relación con los enfermos, ayudar a estos a sentirse miembros vivos de la comunidad eclesial; sensibilizarles en el valor del sufrimiento y abrirles a la oración y ofrecimiento de su sufrir para obtener del Señor «buenos trabajadores» del Evangelio.
- Señalar los tiempos fuertes como, por ejemplo, jornadas de caridad, del sufrimiento, de la acogida..., en el transcurso de las cuales se ofrecerá, además del servicio de la diversión y de la fiesta, un momento de oración por las vocaciones.
- Prestar una especial atención a las familias pobres, velando por prestarle ayuda para que lleguen a tener una vida humana más digna, tanto económicamente, como cristianamente, con un cuidado particular cuando surgiesen vocaciones de tener cuidado de sostenerlas y ayudarlas.

2- El ámbito del culto. Animación de la Celebración dominical de la Misa subrayando la fuerza vocacional de los ritos y la enseñanza vocacional de las Lecturas.

- Procurar que en la oración de los fieles no falten preces por las vocaciones sacerdotales y religiosas.
- Pedir al celebrante que subraye todo aquello que se refiera a las vocaciones en el año litúrgico, en las fiestas, las lecturas, durante la homilía, y en el transcurso de los días mundiales dedicados especialmente a las vocaciones: los de oración por las vocaciones, de las misiones, de la juventud, de la vida consagrada...
- Estar atento a la celebración de los sacramentos y promover el crecimiento vocacional de «monaguillos» en colaboración con el grupo vocacional.
- Organizar vigilias de oración y de adoración y días de retiro y de espiritualidad vocacional.
- Estar atento a las circunstancias particulares que marcan el proceso vocacional (profesiones religiosas, ordenaciones, partida de misioneros, etc ...) entre los miembros de la parroquia qui han elegido seguir al Señor.
- Cada primer jueves de mes, asegurar la adoración eucarística con oraciones, cánticos y testimonios.
-  Cuidar el grupo de monaguillos.

3- El ámbito del anuncio y animación vocacional. Sensibilizar al cura de la parroquia y a los sacerdotes en una visión de la comunidad parroquial como una comunidad de ministerios, en colaboración entre ellos, para el discernimiento de carismas y de ministerios, ayudándoles de cara a una armonización general que testimoniará la unidad dentro de la diversidad.

- Establecer relaciones con los animadores de diferentes grupos parroquiales y sensibilizarlos con el problema de las vocaciones.
- Participar en la pastoral de las familias para abrir a éstas al discurso vocacional.
- Instituir grupos de oración por las vocaciones que, en rotación constante, lleguen a ser una especie de monasterio invisible lo cual conseguirá vocaciones para la Iglesia, haciendo participar en el mismo a jóvenes, familias, y especialmente personas de edad y enfermas. Promover momentos de formación en la vocación, que comprometa a todas las categorías, los movimientos o asociaciones que graviten alrededor de la parroquia (jornadas, semanas o meses por las vocaciones). En cuanto a programas y realizaciones, cuidar la relación con los diversos organismos eclesiales diocesanos (Cáritas, Delegación de catequesis, de misiones, asociaciones y movimientos).

4- El ámbito de la Palabra. Todos los miembros del pueblo de Dios participan de la función profética de Cristo en la proclamación y en la meditación de la Palabra de Dios. Estando dotados de la dignidad de tal oficio, es importante favorecer, con iniciativas apropiadas, el ejercicio de sete deber mesiánico.
Vista la importancia que reviste la catequesis en este oficio, se propone lo siguiente:
- favorecer su desarrollo mediante momentos de formación que les ayuden a utilizar mejor las orientaciones que les prestan los Catecismos de las Conferencias Episcopales y a resaltar los aspectos vocacionales que los distinguen;
- hacerles conocer el plan nacional y diocesano para las vocaciones;
- organizar para ellos encuentros de oración con intención marcadamente vocacional;
- favorecer su participación en sesiones o encuentros vocacionales y tenerles al corriente de la problemática de la escucha de la llamada y de la respuesta a ella.
- estimular en medio de ellos la atención al posible nacimiento de la vocación entre sus alumnos.
Con relación a los profesores de religión en las escuelas, en los Institutos teológicos, además de la formación teológica, se estimulará la profundización espiritual y se prestará una atención particular a las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras.
Para la proclamación, en la liturgia, de la Palabra de Dios:
- se procurará con esmero la formación de un grupo estable de lectores preparados, con un voz clara y reposada;
- que la proclamación sea hecha por personas adultas (por jóvenes solamente en las celebraciones reservadas a ellos);
- que la homilía, en la actualización de la palabra, no deje de subrayar la dimensión vocacional de la palabra de Dios.      «»