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PLANTEAMIENTOS: P. V. Y MISION COMPARTIDA

HACIA UNA CULTURA DE LA MISION COMPARTIDA

 Juan Carlos Martos

La misión compartida es considerada en la PJV como un “reto” y a la vez como una “gracia”. Para que sea permanentemente efectiva, exige a todos un permanente “rearme interior”. Ese rearme incluye conversión, más aún, una cierta “cultura de la misión compartida”: Se trata de adquirir, más allá de la necesidad de cobertura de insuficiencias y carencias pastorales, todo un nuevo modo de ver y de vivir la función de agentes de pastoral vocacional en una nueva perspectiva caracterizada por todo un sistema de pautas y estilos de comportamiento y de relaciones con otros.  Enumeremos dos ejes sobre los que gravita la misión compartida:

 

1. PRIMADO DE LA MISIÓN

 

La misión es la razón de ser de la Iglesia y la justificación de la convocación. Hay que llegar a desarrollar desde la experiencia la verdad que se encierra en estas palabras de Pablo VI: “Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14).

 

Los centros pastorales no pueden permanecer replegados sobre sí mismos, sino que están llamados a abrirse al mundo juvenil concreto, haciendo presente la fuerza salvadora, humanizadora y transformadora que se encierra en la persona y en el acontecimiento de Jesucristo, al que se accede desde una clave carismática concreta. Hay que mantener muy viva en la conciencia de todos los agentes de pastoral, tanto laicos como religiosos, lo que decía el Vaticano II: “La Iglesia entera es misionera, y la obra de la evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios” (AG 35). Ello implica:

 

1.1. Recuperar e impulsar la común vocación misionera

 

La primera tarea es animar de forma permanente la común vocación misionera. Desde ahí se justifica nuestro ser y nuestro quehacer. Es preciso recordar permanentemente que todos agentes de pastoral laicos y religiosos, somos enviados por Jesucristo a los jóvenes de hoy para su evangelización, que será completa cuando ellos alcancen opciones vocacionales.

 

Esta misión evangelizadora no es sólo una responsabilidad a asumir; es un don que se nos hace y hemos de acoger con gozo. Desarrollar “el dinamismo apostólico del Pueblo de Dios” (AA 1) precisa mantener despierta la conciencia de misión en cada persona y en cada centro pastoral, desencadenando una permanente orientación de los esfuerzos, las energías y la atención hacia la misión compartida.

 

1.2. Con una identidad

 

El trabajo específico y directo de la PV es un verdadero ministerio. Quien lo desempeña está llamado a ser, además de animador vocacional, sembrador, acompañante, educador, formador y discernidor de las vocaciones . Por su envergadura, este ministerio vocacional precisa una específica capacitación para presentar eficazmente la vida como vocación e ilustrar el sentido y el valor de las diversas vocaciones .

 

1.3. Desde un proyecto

 

No se debe trabajar desde la improvisación, dispersión de esfuerzos o las preferencias del responsable de centro de turno. Ni siquiera desde el parecer de la mayoría. Debemos contar con un proyecto de PJ en clave vocacional donde se dibujen sus perfiles: sujetos preferenciales, opciones metodológicas y pastorales de fondo,  procedimientos, agentes... El proyecto de PJV coloca a todos ante un marco de referencia común, que debe ser elaborado, valorado, asumido, respetado, realizado y evaluado por todos. Nadie puede ir por libre.

 

2. CORRESPONSABILIDAD EN LA MISIÓN

 

Todos, laicos y religiosos, somos llamados a ser miembros activos y responsables en el desarrollo de la misión. Todos hemos de sentirnos y ser corresponsables de manera orgánica y diferenciada, según la propia vocación, carisma y servicio,

 

Con frecuencia sucede que en muchos centros pastorales colaboran laicos activamente. Pero con frecuencia suelen ser aún pocos y los mismos para todo. Por otra parte, la acción pastoral está casi siempre pensada, dirigida y encauzada exclusivamente por los religiosos. Orientarnos más decididamente por abrir espacios para la corresponsabilidad en la misión implica, entre otras cosas:

 

2.1. Fomentar la comunión fraterna entre laicos y religiosos

 

No se trata simplemente de definir las cuestiones organizativas que deben impulsar la misión en nuestros centros pastorales, reduciéndolas al diseño de una buena programación o al  reparto de tareas.

 

Implica sobre todo establecer una red de relaciones evangélicas desde unas bases humanas y cristianas suficientemente adultas y maduras. Para ello se deben fomentar el trato directo entre religiosos y laicos a nivel humano y de fe, desde el paradigma de la Eucaristía, para evitar que esas relaciones degeneren en simple camaradería o mera amistad.

 

2.2. Establecer un proceso gradual de formación en misión compartida

 

En la creación de la nueva mentalidad, es necesario favorecer un camino de formación compartida, desde la complementariedad vocacional. Es una condición  fundamental y hasta estratégica, que se ha de incluir como una de las prioridades en las programaciones de acción pastoral, de modo que todos los esfuerzos concurran a este fin (cf ChL 57).

 

La formación pedida no es sólo “de libros”, ni es del todo previa. Nos formamos en la vida y desde la vida. En este sentido es importante estimular la formación por la acción; esto es, formarse en la vida y desde la vida, es decir, en el diario rodar de las acciones compartidas, de los momentos de reflexión, planificación, realización y evaluación, compartidos, valorados y decididos de forma conjunta.

 

2.3. Promover una pedagogía responsabilizadora

 

Es del todo necesario introducir y mantener en los centros pastorales un estilo de trabajo y una pedagogía que ayude a implicar a todos los agentes en  la participación responsable en la PJV.

 

Los más “comprometidos” han de cuidar de no “des-responsabilizar” al resto. Al contrario, hay que ayudar a otros a descubrir su vocación y posibilidades de servicio. Por ello, se ha de desarrollar con más incisividad una PV que suscite vocaciones para las diversas tareas y servicios de la misión compartida.

 

2.4. Potenciar y crear cauces de corresponsabilidad

 

Simultáneamente es preciso favorecer que el compromiso estable y la participación de todos sean reales. La corresponsabilidad no se reduce sólo a la buena voluntad. Debe vehicularse por cauces concretos de participación a todos los niveles.

 

Por ello es preciso crear y cuidar los espacios y las estructuras necesarias para hacer efectiva esa corresponsabilidad. Se deben potenciar toda clase de medios, por modestos que parezcan, para estimular la información, las consultas, la comunicación, la elaboración, realización y evaluación de proyectos pastorales.

 

2.5. Confiar responsabilidades a los laicos

 

La corresponsabilidad crece cuando se dan pasos concretos para extender y consolidar la responsabilidad hacia los laicos. Ello exige de los religiosos superar la autosuficiencia, el aire de superioridad clerical, la desconfianza inicial, reconociendo a los laicos el lugar que les corresponde. También el agente de pastoral seglar deberá tomar conciencia de su mayoría de edad y rehuir de cualquier complejo, tras el que pueda esconderse una falta de compromiso.

 

Esta responsabilización, para realizarse adecuadamente hacia dentro (presencias, formación, acompañamiento personalizado, organización, liturgia y oración, experiencias...) deberá tener en cuenta las diversas pertenencias que se tienen hacia fuera, tanto de laicos como de religiosos, (familia, comunidad, vida social, política, laboral, recreativa...)

 

3. TRABAJAR LA PASTORAL VOCACIONAL EN MISIÓN COMPARTIDA                   

 

La PV no puede quedar diluida en la selva de urgencias apostólicas. La experiencia nos repite que con frecuencia ha sido relegada y descuidada. O, en el mejor de los casos, confiada solamente a alguna persona en particular, sin que se le reconozca su estatuto y carácter esencialmente comunitario. Garantizada su existencia desde un proyecto, la PV  es un servicio eclesial que requiere personas vocacionadas, es decir, con carisma propio y preparación específica suficiente. La identidad del agente de PV o animador vocacional exige que integre cualidades humanas, vida cristiana y preparación técnica. Subrayamos algunos de los rasgos más constitutivos de la identidad del animador vocacional.

 

3.1. Conciencia vocacional: Ayudar a un joven a personalizar los elementos de su vocación y a discernirla es una tarea muy importante. Consiste en servir a la palabra y a la acción salvadora de Dios en las personas concretas a las que se acompaña. Nunca verá esta labor como una losa pesada o una carga. Antes bien, se manifestará ilusionado con lo que vive y transmite.

 

3.2. Disponibilidad, servicio y entrega: El animador deberá estar siempre disponible, pues los jóvenes reclamarán constantemente su “caridad pastoral”. Deberá responder con fidelidad a cada uno de ellos con su asistencia, su preparación, su actualización y profundización y el debido acompañamiento de los jóvenes en su discernimiento vocacional. En este servicio nunca olvidará presentar todas las formas de vida cristiana existentes (laical, ministerial y consagrada en sus diversos modos).

 

3.3. Sentido de mediación: El animador debe tener sumo cuidado y extraordinario tacto para que la persona que acompaña se encamine a Jesucristo, a la Iglesia y a los pobres. El mejor animador es aquel que con el paso del tiempo se necesita cada vez menos, porque el acompañado ha llegado a la madurez de su decisión.

 

3.4. Caridad pastoral: El acompañamiento vocacional implica una relación personal con cada joven que es imposible sin el afecto y el cariño hacia quien trata de ayudar: “¿De qué amor se trata? Mucho más que el del pedagogo: es el amor de un padre; más aún, el de una madre. Tal es el amor que el Señor espera de cada predicador del Evangelio, de cada constructor de la Iglesia” (EN 79). Los jóvenes necesitan experimentar que sus animadores en la vocación les quieren y aman con el amor de Cristo, pues sólo el amor hace personas liberadas, decididas y felices.

 

3.5. Realismo: El animador reconoce sus limitaciones, sabe que puede equivocarse y asume el fracaso. Nunca parte de una actitud de autosuficiencia, sino de humildad. Por ello trata de prepararse a fondo, de consultar y de hacer las oportunas verificaciones que están a la base del respeto que en todo momento debe mostrar a cada persona.

 

3.6. Capacitación: Deberá tener suficientes nociones y la conveniente experiencia sobre discernimiento espiritual, acompañamiento personalizado, técnicas del diálogo pastoral, conocimiento de los criterios eclesiales de selección vocacional y un conjunto de recursos que le permitan verificar el grado de idoneidad, de rectitud de intención y de conciencia vocacional de los jóvenes con los que trabaje. El trabajo en equipo, salvando lógicamente los temas de conciencia, en este campo es una necesidad incuestionable y un medio más que necesario para adquirir capacitación.  


 

INTERVENCIONES PEGAGÓCICAS

 

Esta ficha va dirigida directamente a Agentes de Pastoral Vocacional, en orden a  determinar con justeza el grado con conocimiento y convicción personales que tienen acerca de la Pastoral Vocacional.

 

LECTURA Y ASIMILACIÓN DEL DOCUMENTO

 

  • Leer atentamente el documento. Aclarar las palabras o expresiones que no se entiendan o se ignore su significado en el contexto. Después ir señalando con un lápiz:

 

    • Lo que no entiendes (¿)
    • Lo que te parece que sobra (+)
    • Lo que falta, según tu opinión (-)
    • Lo que subrayas como más importante de todo (_)

 

  • Indica los tres aspectos que para ti son los más importantes de este documento concreto.

 

PREGUNTAS PARA PROFUNDIZAR EN GRUPO

 

  • Señalar los logros y las metas aún no alcanzadas que percibes en la pastoral vocacional en misión compartida.

 

  • ¿Qué actitudes concretas habría que cuidar y robustecer para hacer posible la pastoral vocacional en misión compartida?

 

  • Razones que justifican actualmente la necesidad de trabajar en misión compartida.

cf NVNE, 32-37.

cf DPV, 38