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    El Congreso se realizó en el marco de la Exposición internacional "Agua y desarrollo sostenible"
     

    PREPARANDO EL “AÑO DE LA FE”

    El Papa Benedicto XVI anunció recientemente que pondría en marcha un año de la fe para ayudar a los católicos a apreciar el don de la fe, a profundizar en su relación con Dios y a  reforzar su compromiso de compartir la fe con los demás.
     
    El Año de la Fe se iniciará  el 11 de octubre 2012, el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y finalizará el 24 de noviembre 2013, la fiesta de Cristo Rey.
     
    El Papa explica su intención en Porta fidei ("La Puerta de la Fe"), una carta apostólica aparecida el 17 de octubre 2011. El texto completo de la carta está disponible (ver http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/motu_proprio/documents/hf_ben-xvi_motu-proprio_20111011_porta-fidei_sp.html)
     
    El Papa Benedicto XVI señaló: "Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común ."

    Y continuó: "De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado" (El Papa citó su homilía en Lisboa el 11 de mayo de 2010.)
     
    A la luz de esto y muchas más cosas, decidió proclamar el año de la fe.  La fecha de inicio también marca el 20 aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, que el Papa definió como "un fruto auténtico del Concilio Vaticano II" (n. 4, y que describe en otro lugar como "uno de los más importantes frutos del Concilio Vaticano II", n. 11).
     
    Uno puede preguntarse si es correcta esta caracterización del Catecismo, sin que esto suponga en absoluto depreciar su importancia en la historia reciente de la Iglesia Católica. Después de todo, fue una solicitud del Sínodo Extraordinario de los Obispos en 1985 y se elaboró  en colaboración con los obispos, aunque pocos de ellos estaban realmente involucrados en su elaboración.
     
    Esta no es la primera vez que la iglesia llama a celebrar un Año de la Fe, señaló Benedicto XVI. Su predecesor, el Papa Pablo VI, anunció una celebración  en 1967 para conmemorar el martirio de los santos Pedro y Pablo.

    Por desgracia, comenzó poco antes del momento delicado de su pontificado, a saber, la publicación de su última encíclica Humanae Vitae, en julio de 1968 - "última" debido a que Pablo VI se quedó tan sorprendido por la reacción negativa a la encíclica que dijo que nunca escribiría otra, y no lo hizo. 
      
    La encíclica había declarado que la anticoncepción es siempre gravemente pecaminosa. Las palabras centrales que Pablo VI utilizó en aquel momento  fueron que "cada acto matrimonial debe estar abierto a la transmisión de la vida» (n. 11). 

    La publicación de Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios, que concluyó el Año de la Fe en 1968, quedó en un  segundo lugar en relación a la Humanae Vitae. 
      
    Benedicto XVI dijo que  los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado (n. 4). 

    Por otra parte, Benedicto XVI ha hecho bien en comenzar su propio Año de la Fe en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II para  “que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor "[Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, n. 308]" (n. 5). 
    Y el Papa concluyó su carta apostólica con una nota muy alta. Dejó en claro, de una manera claramente católica, que la fe sin obras está muerta (Santiago 2:14-18). También se refirió a Mateo 25:40: "Cuanto hicisteis a uno de los más pequeños de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."
     
    "Lo que el mundo necesita hoy –decía Benedicto  XVI-  de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin."(n. 15).