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RASGOS CONTEMPORÁNEOS DE LA

ESPIRITUALIDAD PRESBITERAL

II

 

 

P. Cristián Precht Bañados

 

Para la oracion personal

 

Leer: Ecclesia in America, Novo Millennio Ineunte, Pastores Gregis

 

1. ¿En qué aspectos concretos ha cambiado mi vida personal y ministerial si la comparo con lo que vivía hace cinco, diez o quince años? Rasgos positivos y negativos.

 

2. ¿En qué han cambiado mis prácticas espirituales si las comparo con las que tenía hace cinco, diez o quince años?

 

3. ¿Cuáles son los rasgos de la espiritualidad diocesana-secular que más me alimentan?

 

4. Si tuviera que pedir tres gracias para ejercer el ministerio presbiteral en el mundo de hoy, ¿cuáles pediría?

 

CONCLUSION

 

CONSOLIDAR LA INDENTIDAD Y MISIÓN DE LOS PRESBÍTEROS

 

El Seminario-Taller, en esta primera parte ofrece algunos elementos que ayudan a consolidar la identidad y misión de los presbíteros, centrando su atención en las características del discípulo-presbítero hoy, en los obstáculos, riesgos y desafíos que enfrenta en su vida y en las nuevas perspectivas y tareas que se le presentan en su condición de pastor y licurgo.

 

 

Características del discípulo-presbítero hoy

 

  1. El presbítero participa de una doble consagración: la primera acontece en el sacramento del bautismo y la segunda en el sacramento del Orden. Con la consagración bautismal participa de la misma dignidad, vocación y destino del Pueblo de Dios; con la ordenación sacerdotal está llamado a una especial relación de amistad y comunión con Jesucristo que imprime la condición de “siervo”, a medida que madura llega a ser “amigo”, hasta que alcanza la característica de “hermano”, siendo éste estadio final el ideal que determina la calidad y madurez de relación con el Maestro; al mismo tiempo que abre perspectivas para la construcción de relaciones sanas, maduras y transparentes con todos los fieles y personas de buena voluntad, con sus hermanos presbíteros y con el obispo. Esta triple relación garantiza la autenticidad del presbítero como discípulo del Señor, dado que se inspira y alimenta de la comunión con el Verbo, que es por naturaleza relación, expresión y revelación.

 

  1. El presbítero sabe que sin una intensa y vital relación y comunión con Cristo no es nada, por eso, su vida se llena de sentido cuando vive en un permanente proceso de “configuración con él”. En virtud de ellos, vemos necesario conservar y enriquecer aquella teología del sacerdote como signo de Cristo cabeza y guía de la comunidad, desde donde fluye al cuerpo eclesial la vida y la gracia.

 

  1. El presbítero es fundamentalmente un discípulo de la Palabra, vive de ella, por eso la lee y medita con frecuencia, la estudia con interés, la ora fervorosamente y la anuncia con convicción. Es el hombre que sabe acoger la Palabra, encarnarla en la vida y hacerla producir con su ministerio De esta familiar relación con la Palabra depende su crecimiento como discípulo y su compromiso con los retos y exigencias de la misión. Ante la Palabra destaca por su actitud y capacidad de escucha, dejándose penetrar por su dinamismo transformador. Es un oyente y creyente de la Palabra, como María hasta hacer de su vida una ofrenda de amor.

 

  1. El presbítero es el hombre que ha hecho la gratificante y comprometedora experiencia del Dios Amor dejándose amar.  Es el que se ha dejado seducir por los proyectos de Dios. Desde esa experiencia ama incondicionalmente y sin reservas a los demás, irradia ternura y misericordia para todos.

 

 

  1. El presbítero es el hombre de Iglesia que tiene la conciencia de haber sido  llamado por la Palabra para hacer “casa” con el Maestro, esto es habitar con él en una relación íntima, duradera y estable, y desde esa experiencia personal de encuentro y conocimiento íntimo con Él se inserta gozosamente en la Iglesia comunidad de los discípulos como pastor y hermano, como guía y animador de la fe.

 

  1. El perfil mariano del presbítero es fundamental para su vida y ministerio, pues María no solo es modelo de entrega a la voluntad divina y de servicio a los demás sino educadora y discípula.

 

  1. El presbítero es un hombre de Dios encarnado en la realidad histórica de su pueblo, intérprete del clamor de los pobres, solidario con sus luchas en la construcción de un mundo mas justo y fraterno, apasionado de la civilización del amor, capaz de promover una vida digna para todos; es un hombre de fe, hábil para intuir lo acción novedosa de Dios en el mundo e intérprete de los gemidos del Espíritu; generoso y alegre para entrar en la dinámica viva del Evangelio que le imprime carácter testimonial y martirial a su ministerio y a su experiencia de discípulo, comprende  que esta llamado a impregnar y a transparentar con su vida el rostro de Cristo; se inserta en la vida del pueblo como un apóstol y enviado, como servidor y testigo del Resucitado.

Obstáculos, riesgos y desafíos en la vida del presbítero

 

Obstáculos:

 

1. Entre los obstáculos para la vivencia del ministerio presbiteral se señalan el aislamiento en el que caen algunos, la poca apertura, disponibilidad  y comunión con el obispo y el presbiterio, el escaso interés en procesos de pastoral orgánica y planificada.

 

2. Otros muestran cierta resistencia para integrarse en los procesos de una verdadera pastoral presbiteral. Desconocen su valor y lo ampliamente beneficioso que sería para mantener vivo el carisma recibido.

 

3. Los criterios de una sociedad que promueve el relativismo ético y el relativismo ante la verdad; formas de vida hedonística y consumista; así como actitudes caudillista, son otros tantos obstáculos que van encontrando los presbíteros hoy.

 

4. Muchas veces, el neo-presbítero encuentra los mayores obstáculos en el mismo presbiterio diocesano en el que comienza a insertarse, debido a la indiferencia con que es recibido, el poco afecto que se le brinda y la escasa participación que ejerce en la elaboración y realización de los proyectos pastorales.

 

5. A veces se imponen con carácter absoluto la espiritualidad de determinados movimientos laicales, exigiendo el sometimiento total del presbítero, como si no tuviera otras tareas y otros grupos a los que debe servir

 

6. En nuestros análisis y diagnósticos sobre la realidad socio-eclesial, muchas veces se insiste en una visión negativa del mundo, de la historia y de la cultura; esto genera una actitud pesimista en el presbítero

 

Riesgos:

 

1. Entre los riesgos que hoy vive un presbítero se señala el activismo pastoral, que fácilmente le lleva al cansancio y a la falta de entusiasmo, a la frustración y a la pérdida de entrega y pasión por el reino. Esto trae como consecuencia una preocupante acedia pastoral en el ministerio, una  tibieza espiritual y poco fervor en la misión evangelizadora.

 

2. Una concepción individualista y aislada tiende a difundirse como un estilo de la vida sacerdotal para estar a gusto, evitarse problemas en la relación con los demás y eludir las exigencias del trabajo pastoral en conjunto.

 

3. Fácilmente se asumen formas propias de clericalismo, actitudes prepotentes y arrogantes, poco espíritu dialogante con los laicos, son también otros tantos riesgos; de igual manera en algunos casos se da la búsqueda del poder político ostentando algunos cargos de elección popular y en otros surge la tentación de actuar como personajes de la farándula. Probablemente en una equivocada teología de “Cristo Cabeza” está el origen de una visión distorsionada del presbítero que origina formas de clericalismo y autoritarismo.

 

4. Muchas veces, los presbíteros, pueden asumir aquella actitud de Pedro al negar al Maestro en el relato de la Pasión. Esto se da, cuando afirman mantener la opción por Cristo pero niegan su adhesión incondicional a la Iglesia, cuando se dejan llevar por la ambición de poder y olvidan su condición de servidores de la comunidad, cuando experimentan miedo frente a lo nuevo que Dios está gestando en la historia, cuando se apegan al dinero y se dejan encantar por las comodidades y confort del mundo, cuando manifiestan carencia de verdadero espíritu misionero, cuando se aíslan del presbiterio, cuando hacen una clara distinción entre el tiempo dado a la comunidad y el tiempo para sí mismo. Todo esto puede ser consecuencia de una frágil identidad religiosa en la vida de los presbíteros y la búsqueda sucedáneos que den seguridad.

 

Desafíos:

 

1. Para el presbítero continúa siendo un desafío la definición de su identidad y espiritualidad en el contexto de la Iglesia latinoamericana; de igual manera el redescubrimiento del inmenso valor que tiene la dimensión comunitaria en la vivencia del ministerio sacerdotal.

 

2. Es un desafío también la lucha por  superar el divorcio entre identidad y misión, de modo que el presbítero no se quede cumpliendo el rol de un funcionario de la institución sino que sea capaz de actuar y vivir como verdadero discípulo y seguidor de Jesucristo.

 

3. Frente a las situaciones de conflicto y violencia que se viven en muchos de los países latinoamericanos, es un reto que el presbítero se presente como artesano de la paz, agente de reconciliación, constructor de unidad y promotor del desarrollo integral y auténtico.

 

4. La formación permanente del presbítero es otro de los desafíos muy importantes dada las múltiples exigencias que implica el ejercicio del ministerio sacerdotal en los tiempos actuales. Para ello, es necesario mantener viva la convicción que el presbítero vive en la tensión dinámica de proyecto, como algo inacabado en cuanto está en proceso de madurez y crecimiento.

 

5. La previsión social del clero y la adecuada atención a los presbíteros adultos mayores es otro de los desafíos que está demandando acciones pertinentes, como una exigencia del Mandamiento Nuevo.

 

Nuevas perspectivas y tareas del presbítero como pastor y liturgo

 

Perspectivas:

 

1. Comprender al presbítero desde la perspectiva del discipulado abre nuevos caminos para una renovada concepción de su identidad y misión a la luz de la teología y la Biblia, del Magisterio y de la praxis evangelizadora; al mismo tiempo, se abren nuevas perspectivas de renovación en la vida de la Iglesia, de los ministerios, carismas y agentes de pastoral, porque se van consolidando la relación con el Padre, con Cristo, con el Espíritu Santo, con la Iglesia, con el mundo.

 

2. Una pastoral presbiteral más estructurada en su naturaleza y finalidad se abre camino en todo el continente, favoreciendo formas cada vez más efectivas de comunión y fraternidad, de respuestas a sus inquietudes espirituales y de apoyo para el mejor desenvolvimiento de sus diversas tareas pastorales.

 

3. Se abre camino una conciencia creciente que el presbítero es ante todo un hombre de relaciones con Dios, con Jesucristo, en la Iglesia y para el mundo. Esto está generando mayor sensibilidad ante la realidad que vive el pueblo de Dios, lo cual está demandando un dialogo más constructivo entre Iglesia y mundo y un compromiso más decisivo a favor de la tarea misionera y evangelizadora.

 

4. Los nuevos movimientos laicales y las nuevas comunidades eclesiales están siendo un estímulo para que el presbítero recupere su pasión por el reino, se entregue con creatividad a la acción evangelizadora

:

 

1. Como pastor del pueblo de Dios la tarea del presbítero es ser testigo del resucitado, signo e instrumento de comunión, creativo en la acción pastoral; sabe cuidar, apacentar y conducir al pueblo de Dios en un pleno ejercicio de la paternidad vivida desde la espiritualidad de comunión.

2. También una de sus tareas es ser “puerta” como Jesús, en cuanto da seguridad y confianza a las personas, está vigilante y atento a sus necesidades, vive en un permanente y amoroso conocimiento de las  personas en su realidad y en su cultura.

 

3. En cuanto portador de la Buena Noticia, el presbítero es un hombre de esperanza,  que sabe infundir optimismo y ánimo ante el fracaso o ante situaciones difíciles o complejas.

 

4. Al presbítero, como liturgo, le corresponde promover la importancia de la centralidad del misterio pascual como fuente de espiritualidad y de identidad; redescubrir el valor eminentemente trinitario de la vida litúrgica eclesial; y, valorar la Liturgia de las Horas por su dimensión eclesial y por su riqueza espiritual para la vida del presbítero.

 

5. Toca al presbítero, como educador de la Fe de su comunidad, puririfcar la religiosidad popular, inculturar la liturgia y propiciar celebraciones alegres, festivas y encarnadas; y hacer de la liturgia la fiesta de la vida.