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I. LOS TIEMPOS POSMODERNOS

1. Cambios vertiginosos

Hoy más que nunca, en esta cultura postmoderna, los cambios se han vuelto vertiginosos. Se rompió la bipolaridad capitalismo / comunismo, se instauró un régimen neoliberal capitalista como único modelo socio-económico mundial, vivimos en plena cultura posmoderna, la tecnología ha dado pasos gigantescos hacia la informática, la robótica y la bio-transformación. La impresión es que en cinco años recorremos un siglo. Y con los cambios se remece todo nuestro mundo de valores, nuestra visión del mundo, nuestra praxis personal y social, nuestros proyectos de vida. Estamos a las puertas de una civilización universal que avasalla todas las culturas. A través de los MCS podemos afirmar con Mc Luhan que el mundo es una aldea. Es el proceso de “globalización” dominante.

Todas estas transformaciones tienen que ser tomadas en cuenta para determinar diferencias de enfoque y metodología en la pastoral vocacional. Veamos dos de las más importantes.

El neoliberalismo capitalista

En el contexto de un mundo en el que ha desaparecido el socialismo marxista de estado y se ha impuesto como modelo económico el capitalismo, se impulsan políticas neoliberales diversificadas al interior de los países industrializados del Norte. Modelos que se imponen a los países del Sur. Se trata de políticas económicas y sociales que pretenden regular, privatizar y liberalizar las economías nacionales, y acabar con los mecanismos proteccionistas tradicionales del Tercer Mundo.

A nuestros países se les ha asignado el papel de centros de industrias secundarias y "contaminadoras", que van desechando los países del primer mundo. También centros de "maquila" a servicio de las industrias del primer mundo, así como exportadores de productos agrícolas y materias primas.

La brecha entre los pobres y los ricos se torna cada vez más y más grande con una tendencia que podría rayar en lo "inhumano", de acuerdo con el informe anual sobre desarrollo humano de la ONU.

La deuda externa, la pobreza y la mala calidad de vida aumenta de manera impresionante. Se calcula que en estos diez años ha bajado del 20 al 30% el poder adquisitivo de los salarios en la mayor parte de América Latina. El joven que consigue un puesto de trabajo es un privilegiado, aunque su salario sea alrededor de los l00 dólares mensuales.

No es de extrañar que aumente la violencia de la delincuencia, la guerrilla y el narcotráfico Nuestros jóvenes han perdido su capacidad de crítica y lucha contra la injusticia, por la necesidad de no quedar excluidos del campo del trabajo e ir a engrosar las filas de los desempleados.

El posmodernismo, como la cultura de la civilización neoliberal capitalista

Paralelamente a este capitalismo neoliberal se percibe un gran cambio cultural, sobre todo en la juventud. La cultura de la época posmoderna, propagada por los medios de comunicación, penetra cada vez más la manera de pensar y de comportarse de los jóvenes. Y esta cultura se llama posmodernidad.

En la vida cotidiana se hace evidente la transposición de los valores: los jóvenes de las generaciones pasadas deseaban ser independientes, liberarse del modelo de los adultos, viajar, independizarse. Ahora, especialmente los de las clases medias y altas, buscan prolongar la adolescencia, el culto a la juventud se incrementa de día en día, los tratamientos para rejuvenecer, la moda, los gimnasios, las cirugías plásticas… se han convertido en los caminos para hacer de la juventud un don eterno.

A la mayoría de los jóvenes no les interesa la política partidista, no quieren saber del futuro, del matrimonio; la religión de sus padres la consideran obsoleta. Manifiestan apatía por el arte universal, por la lectura, por el conocimiento de la educación escolarizada.

La apoteosis de los medios masivos de comunicación, los grandes desarrollos tecnológicos en el campo de la informática, la crisis de la modernidad -expresada en la crítica a la racionalidad y en la revisión radical de las antiguas creencias y tradiciones- el fracaso de las utopías sociales, el auge de la privatización, el surgimiento de la cultura del narcotráfico, la apertura económica… han generado nuevas sensibilidades sociales marcadas por la efervescencia de la democracia y la participación ciudadana, la defensa de la individualidad, el rescate de la diversidad y la pluralidad : de la obsesión por la producción y la revolución de la edad moderna, estamos asistiendo a una nueva era dominada por la realidad “virtual”, obsesionada por la información y la expresión.

II. LA RELIGIÓN POSMODERNA

El impacto de la posmodernidad se refleja sobre todo en la manera de concebir la religión, que tienen nuestros jóvenes.

La religión posmoderna es una religión blanda - ligth- caracterizada por una creencia genérica en Dios, extremadamente cómoda y coexistente con otras realidades y otras aficiones, todas ellas en el mismo plano de una relativización total. Van desapareciendo las diversas religiones, para dar paso a una religión más universal: la de la Nueva Era.

Se aletarga la vida del creyente, que pasa de la militancia cristiana a la convivencia pasiva con todos los credos e ideologías, hace olvidar la dimensión crítica del Evangelio y pone en un segundo plano la confesión de Jesús como el Señor y Mesías, el único ante el que se debe doblar toda rodilla. (el anuncio y la aceptación del kerigma)

Cuando el cristianismo dejó de ser un “testimonio eminente” –martirio- de la fe en el Resucitado y, cuando deja de criticar fundamentalmente una sociedad paganizada, ya no es el seguimiento radical de Jesús en el Evangelio. Se convierte en sensiblería o aceptación sincrética del Evangelio, similar a otras muchas aceptaciones.

El joven creyente de hoy se siente autorizado a fragmentar su vida religiosa en una fe sentimental, algún tipo de vida sacramental, alguna práctica de la caridad, algún tipo de grupo religioso... y escoger cada uno de los elementos con independencia de los otros. Lógicamente, esta actitud desemboca en una increencia práctica, que radicaliza una actitud agnóstica. Se manifiesta en un tranquila posesión de conciencia, que ha perdido el sentido de pecado, zozobrando en las tranquilas aguas del sin-sentido.

Pero también se dan rasgos muy positivos: su capacidad de pluralismo y comprensión, su tolerancia y relativización de muchas formas absolutas, su valoración de lo cotidiano y sencillo, de la naturaleza, y de su sensibilidad para la ecología y toda forma de vida, su liberación del deseo, su valoración intensa del momento presente y su talante festivo y jovial.

Pero frente a la masa de jóvenes que se alejan de la Iglesia, existe también en A.L. una cantidad creciente de jóvenes que quiere tomar el evangelio en serio y que engrosan nuestros grupos juveniles cristianos. Con todo, de una manera o de otra, todos participan de esta cultura de la posmodernidad.

III. POSMODERNISMO Y OPCIÓN VOCACIONAL

La opción vocacional está determinada por la característica de ser para toda la vida. Palabra extraña a nuestros jóvenes posmodernos, no sólo en lo que atañe a las opciones cristianas de estados de vida, sino a cualquiera opción que no tenga retorno.

Nuestrosjóvenes sólo mantienen la opción si se mantienen las circunstancias primeras en que se hizo. Los continuos fracasos matrimoniales, sacerdotales y religiosos nos indican que ante las primeras dificultades serias, las personas encuentran miles de razones para retirarse a los cuarteles de invierno. En este caso la defensa de la libertad personal y de la autonomía están por encima de cualquier compromiso. Es lógico que esto supone una profunda inmadurez personal. Son como adolescentes que prefieren tener continuamente todas las opciones abiertas, sin comprometerse con ninguna para toda la vida.Sin embargo, la personalidad sólo puede delinearse cuando se opta por unas líneas definidas y se renuncia a otros espacios posibles.

Otras repercusiones negativas de la juventud posmoderna para poder llegar a asumir una opción vocacional:

1. El “presentismo”

La posmodernidad apunta hacia la pérdida del sentido de la historia: se relativiza la importancia del pasado y del futuro. Se dejan de lado las lecciones del pasado y se neutraliza el impulso utópico que mira al futuro.

Como es lógico, se rompe una de las posibilidades de opción y trabajo vocacional como es el discernimiento de la acción de Dios en el pasado y sus consecuencias para el futuro. Sin pasado ni futuro el presente no tiene historia y mucho menos historia de salvación. Y sin historia, no podremos escuchar la voz de Dios que nos llama a salvar en la historia.

Una de las características de esta cultura “presentista” es la aceleración de la vida: el fax, el teléfono, los MCS, el internet nos comunican con todo el universo; en un instante tenemos ante nosotros el mundo (la aldea global), como si fuera un pañuelo. La información es casi instantánea y un “buscador” nos ayuda a encontrar la respuesta a todo lo que queramos. Esa por lo menos es la impresión que recibimos.

Este tipo de vida va creando en nosotros unas tensiones y un estado neurótico, ante la imposibilidad de encontrar respuestas importantes sobre nosotros mismos.

2. Un joven “fragmentado”

En gran medida nuestros jóvenes cristianos y religiosos, en esta cultura posmodernista, leen la realidad en clave mágica y religiosa: Hay apariciones, viven una religiosidad de energías y nueva era, creen en influjos negativos....

Pero, de la misma manera, conocen las canciones de las últimas estrellas con sus letras y ritmos de vanguardia en las que se expresan las rebeldías posmodernas contra una cultura de la modernidad y buscan, de tumbo en tumbo, en una gran confusión de valores, una manera de vivir más libre.

Todos estos jóvenes viven dentro de esta atmósfera cultural confusa y fragmentada.

Dentro de esa persona, invadida culturalmente, se mueven diferentes lógicas que impulsan a obrar de una manera incoherente y desarticulada. A nivel racional, se vive una indefinición de los procesos que los recorren por dentro. Y, a nivel afectivo, la persona se siente insegura a la hora de tomar decisiones importantes.

Cuando la persona se ve acometida a presiones muy fuertes, la persona se rompe, se fragmenta.

3. Pérdida de horizontes

Desengañados de las grandes utopías sociales, que prometían un mundo justo para todos, los jóvenes se sienten tentados a desestimar los “grandes relatos” sociales o religiosos como las grandes ideologías o los mismos relatos bíblicos o de otras religiones. Se sienten más cómodos en los pequeños relatos, en las microhistorias cerradas de sus pequeños grupos, sin conexión unas con las otras y sin referencia a las estructuras sociales o religiosas, o a los dinamismos más complejos que atraviesan la sociedad entera.

Esta visión “prioriza” el instante, lo inmediato. Si antes existían jóvenes radicales que arrollaban personas o instituciones por alcanzar sus ideales utópicos, ahora nos estancamos en el pequeño oasis de lo puntual. No hay una percepción de un plan de Dios que recorre la historia y afecta toda la realidad, a toda persona y a toda la persona con impulsos de eficacia o con momentos de fracaso.

Esta perspectiva no favorece los compromisos de toda la vida, sino de “trechos cortos” que duran, mientras la persona se sienta bien en los diferentes episodios.

4. Una atmósfera “erotizada”

Con la “erotización” de la cultura, se ha extendido la práctica de una sexualidad sin trascendencia y sin compromiso. Para tener relaciones íntimas, hoy se exige en muchas ocasiones que sean sin compromiso. Ningún signo de pertenencia libra hoy, aun a nuestros jóvenes religiosos, de ser abordados directamente, para entrar en este tipo de relaciones.

El hedonismo favorece hoy este estilo de “relaciones epidérmicas” que son vistas como lo más natural y que interfieren frecuentemente con la capacidad de relaciones profundas de amistad y entrega y mucho más las de seguimiento incondicional a Jesús, el Maestro, donde quiera que él vaya...

Esta cultura tiene de positivo que ha dejado de ver al cuerpo como un tabú, como algo malo y negativo para el ser humano. También la sexualidad humana ha recuperado su valor y expresión en el amor de pareja, y como dimensión presente en toda relación humana y en toda opción vocacional cristiana.

La opción consagrada religiosa o sacerdotal sólo es posible cuando se vive la sexualidad humana en un amor apasionado por Dios y su Reino,cuando descubrimos dentro de nosotros lo que el Señor nos propone.

Cuando vivimos la consagración con el apoyo de la comunidad, dentro de una actitud apostólica creadora, entonces nos convertimos en “signos” de trascendencia y compromiso tanto para las parejas humanas, como para tantas soledades atrapadas en sus fracasos afectivos de pareja. De ahí la importancia de nuestro testimonio celibatario, en una sociedad erotizada y pansexualista.

El desafío es aprender a mirar y a relacionarse con hombres y mujeres de otra manera y no según la perspectiva impuesta desde fuera por esta cultura erotizada.

5. El individualismo confortable

Es una exigencia de nuestra sociedad posmoderna el derecho a vivir con autonomía y tomar decisiones libres y responsables.

Frente a la masificación y la utilización de las personas, es un logro el ser tratado como persona única y con derechos. Ya Puebla denunció la manipulación de la persona humana “como sujeto de producción y objeto de consumo”.

Pero otra cosa muy diferente es el subjetivismo : el considerar que, para ser libre, no puede haber ningún impedimento a la libertad, ni ninguna ley superior de la conciencia. Libertad se confunde con libertinaje. Que para ser persona humana, con todos sus derechos, no puede haber una ley superior que proceda de un Dios trascendente. Caemos, así, en un “ateísmo humanista” ( 435) que, para defender al hombre, acaba con Dios

El que se va encerrando en sí mismo, se convierte fácilmente en un observador lejano de los demás y de la realidad histórica. A través de los medios de comunicación tiene acceso al espectáculo de los pobres, los desplazados, la injusticia, el desempleo... ante todo lo cual se convierte en un espectador sin compromiso real.

Como su preocupación principal gira alrededor de sí mismo, busca distintas terapias que hoy se ofrecen para sentirse bien, incluidas aquellas formas de oración que no se dejan confrontar con Dios, ni con la comunidad cristiana comprometida con su mensaje de liberación y salvación.

También aquí es verdad lo que dice el Evangelio, que el grano que se preserva queda infecundo, pero el que se arriesga dará mucho fruto (Jn 12, 24). Nos hacemos plenamente persona cuando formamos parte de una comunidad, cuando nuestros proyectos entran dentro del proyecto apostólico de la comunidad a la que pertenecemos.

 

(Andres Vela: ponencia, III Congreso Nacional de Pastoral Vocacional 2003)