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¿ME ESTÁ LLAMANDO DIOS?

II

 

Santiago Guijarro Oporto·

 

6     La llamada de Dios despierta el deseo de responder a ella. Pero al mismo tiempo provoca tenaces resistencias en quienes la reciben

 

Parece una contradicción, pero esto es exactamente lo que sucede. Por un lado los que son llamados sienten grandes deseos de ponerse al servicio del plan de Dios. Pero por otro descubren dentro de sí enormes resistencias que se traducen en objeciones:

*          La vocación de Moisés contiene un buen número de ellas: “¿quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Éx 3,11). “No me creerán ni me escucharán” (Éx 4,1). “Pero, Señor, yo no soy un hombre de palabra fácil” (Éx 4,10).

*          Jeremías responde a la llamada de Dios con palabras muy parecidas: “Ah, Señor, mira que no se hablar, pues soy como un niño” (Jer 1,7).

*          Algo muy parecido responde Gedeón: ”¿Cómo salvaré yo a Israel? Mi familia es la más insignificante de Manases y yo soy el último de la familia de mi padre” (Jue 6,15).

Cuando empezamos a percibir la llamada de Dios nuestro corazón se convierte en un campo de batalla: nos entusiasmamos con el proyecto de Dios, pero también descubrimos lo que implica ponernos a su servicio. Surgen, entonces las objeciones. Generalmente estas objeciones tienen un buen fundamento, porque nadie es capaz de responder a lo que Dios nos pide cuando nos llama.

            A veces las objeciones se traducen en una negación. Hay un relato en los evangelios que recoge la respuesta negativa. Un hombre (Mt: joven) rico se acerca a Jesús buscando sinceramente la voluntad de Dios, pero cuando Él le pide que deje todo y le siga, su rostro se entristece y da media vuelta “porque poseía muchos bienes” (Mc 10,22). Es un relato que ha hecho pensar a muchos a lo largo de la historia. Recoge la experiencia de los que le han dicho que no al Señor.

Pero en otros casos, esta lucha interior que desencadena la llamada de Dios lleva a los que son llamados a experimentar la seducción de Dios. Jeremías es el mejor testigo de esta experiencia. En sus “Confesiones”, describe esta lucha interior, y acaba reconociendo que en ella ha experimentado la seducción de Dios: “Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir. Me has violentado y me has podido”. Fue la suya una experiencia dramática, que de alguna forma se da en casi todas las experiencias de vocación, aunque no siempre al comienzo de la llamada.

 

7     Cuando Dios llama, nunca se desentiende de la misión, ni de aquellos a quienes se la ha encomendado.

Los relatos de vocación siempre concluyen con la promesa de una presencia constante, o con una señal que confirma esta presencia y la ayuda eficaz de Dios para llevar a cabo el encargo recibido:

*          Dios le promete su asistencia a Moisés para que no vacile ante el faraón, le concede la potestad para hacer prodigios en su presencia, y por si esto fuera poco le dice “yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de decir” (Éx 4,12).

*          Cuando Jesús envía a sus discípulos para que hagan discípulos de entre todos los pueblos, les asegura: “Y sabed que yo estoy con vosotros hasta el final de este mundo” (Mt 28,20).

*          San Pablo tenía una certeza muy profunda de que Dios actuaba en él a pesar de su debilidad, y por eso llega a decir: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20).

Se trata de una presencia constante y eficaz, que sostiene y fortalece al que ha sido llamado en medio de las dificultades y las contradicciones con las que se encuentra. Quien escucha la llamada de Dios, recibe junto con ella esta promesa que se fundamenta en la fidelidad de Dios.
Es en esta presencia continuada y en esta asistencia que sostiene y fortalece donde madura la vocación. Al experimentar en concreto la propia debilidad y la fuerza de Dios que actúa en ella, el que ha sido llamado llega a la certeza de que es Él quien le capacita para el estilo de vida y para la misión a la que ha sido llamado.

 

Anota aquí cuáles de estos rasgos
caracterizan mejor tu experiencia vocacional

 

LA EXPERIENCIA VOCACIONAL DE JESÚS

 

Estos rasgos de la vivencia vocacional aparecen también en la experiencia de Jesús. Tal vez resulte  un poco extraño oír hablar de la “vocación de Jesús”. Incluso alguien podría preguntarse “¿Cómo es posible que Jesús tuviera vocación, si era Dios?” Pero no debemos olvidar que Jesús era también hombre, y que como hombre fue descubriendo poco a poco, como nosotros, qué es lo que el Padre quería de él.

La experiencia vocacional de Jesús nos está en gran medida velada. Los textos que hablan de ella fueron profundamente reelaborados por sus discípulos en las dos generaciones siguientes a su muerte. A pesar de ello, es posible recuperar algo de aquella experiencia. Esta se encuentra reflejada, sobre todo, al comienzo de su misión (bautismo y tentaciones), pero también los encontramos dispersos en diversos lugares del evangelio. Voy a enumerarlos brevemente, consciente de que algunas de las afirmaciones que voy a hacer necesitarían una justificación más detallada.

* Jesús entendió su vocación en el marco del proyecto de Dios sobre su pueblo. Este proyecto fue, para Él, la llegada inminente del reinado de Dios. El reinado de Dios era una oferta de gracia para Israel y para todos los pueblos.

*          Jesús vivió su proceso vocacional desde su experiencia de encuentro con Dios. Los evangelios muestran que buscó su camino en el círculo de los discípulos de Juan el Bautista, e incluso llegan a decir que fue uno de ellos (Jn 1,30; Mc 1,7: “el que viene detrás de mí”). También hablan repetidas veces de su experiencia de oración. Fue en este encuentro con el Padre donde descubrió que su camino era diferente al de Juan.

*          Jesús se sintió llamado por su nombre, como revela su íntima relación con Dios, a quien consideraba su abbá. En el relato del bautismo y en el de la transfiguración se siente llamado hijo.

*          En el bautismo aparece también la transformación que produjo en él la experiencia vocacional. Esta transformación no es un cambio en el ser, sino en la conciencia. Jesús tiene conciencia de poseer el Espíritu, y de haber sido ungido por él.
*          La llamada que Jesús experimenta está orientada hacia una misión. Esta misión nace de una contemplación dolorida de la situación de su pueblo (Mt 9,36-37), y consiste en llevar la salud a los enfermos, la liberación a los oprimidos, y la buena noticia a los pobres (Lc 4,18-21). En el fondo es una lucha contra Satanás, y por eso los exorcismos de Jesús tienen tanta importancia en los evangelios y en su experiencia vocacional (Lc 10,18).
*          Jesús también experimentó la tentación de seguir caminos más fáciles. No es casualidad que el relato de las tentaciones siga al del bautismo. Lo que se pone a prueba en las tentaciones es la condición de Jesús como hijo obediente a la voluntad del Padre.

*          Finalmente, Jesús experimentó a lo largo de toda su vida la asistencia del Padre, y en ella fue madurando su vocación. Basta con recordar la oración en el huerto de Getsemaní, al final de su vida. A Jesús le cuesta asumir el proyecto de Dios, pero es aquí donde su vocación de hijo se manifiesta con toda su fuerza.

En la Biblia tenemos un espejo en el que podemos ver reflejada nuestra experiencia vocacional. Y esta experiencia no sólo la encontramos en los personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, sino en el mismo Jesús. Jesús vivió un proceso de búsqueda y de descubrimiento, y entendió su vida y su misión desde su condición de hijo obediente, que busca en todo momento cumplir la voluntad del Padre. Esta experiencia vocacional es clave para entender el misterio de su vida y de su muerte. Del mismo modo, podemos decir que la experiencia vocacional es clave para entender nuestra propia vida como discípulos suyos.


 

PARA SEGUIR MEDITANDO SOBRE
LA EXPERIENCIA VOCACIONAL EN LA BIBLIA

 

Lee los siguientes relatos de vocación

Abraham:                            Gén 12,1-5; 15,1-21
Gedeón:                                Jue 6,1-6. 11-24
Samuel:                                1Sam 3,1-20
Isaías:                                  Is 6,1-13
Jeremías:                            Jer 1,4-19
Ezequiel:                              Ex 1-3
Amós:                                   Am 7,10-17
Eliseo:                                  1Re 19,19-21
Judit:                                   Jud 8-9
                                 
Pablo:                                   Gál 1,12-17; 2,20
Primeros discípulos:           Mc 1,16-20; Jn 1,35-51
Los Doce:                             Mc 3,13-19
El hombre rico:                   Mc 10,17-29
María:                                   Lc 1,26-38
Quieren seguirle:                Lc 9,57-62
Pablo (según Hech):             Hech 9,1-30
Helenistas:                          Hech 6,1-7

    Vuelve a leer despacio aquellos (dos o tres) que más te hayan interpelado tratando de ver cómo se describe en ellos la experiencia vocacional.

    ¿Cómo iluminan estos relatos tu propia experiencia vocacional?
    ¿Cuáles son los rasgos con los que más te identificas?
    ¿Cuáles son los que están menos presentes en tu experiencia?