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¿También tú eres de sus discípulos?
El presbítero como discípulo del Señor, desde la perspectiva juánica

I

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

 

Introducción

Nuestra intervención en este seminario-taller sobre “el Presbítero, discípulo y misionero de Jesucristo en América Latina y el Caribe hoy”, intenta ofrecer un horizonte bíblico para las demás reflexiones que van a venir. Estamos convencidos que toda renovación proviene de la fuerza creadora de la Palabra.

El contexto de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en la que se busca “descender hasta llegar con profundidad al sujeto” que le dará respuesta a los nuevos desafíos pastorales que nos plantea el nuevo milenio, implica también una atención particular al tema del presbítero en calidad de “sujeto” que responde desde el evangelio al contexto actual.

A lo anterior se puede agregar que lo que estamos reflexionando en este seminario-taller es importante: (1) Porque el crecimiento orgánico de la Iglesia implica que todos sus miembros se impliquen en los saltos cualitativos que la historia nos va pidiendo; (2) porque -y por experiencia lo sabemos- de la apertura o no de los ministros ordenados al “cambio” depende en gran parte el logro de cualquier proyecto pastoral en las comunidades; (3) pero sobre todo porque los presbíteros también tenemos necesidades, inquietudes y nuevas preguntas que son inherentes a un ministerio que camina con la historia y a las cuales un evento como este también debe ayudar a responder con orientaciones pertinentes, positivas y significativas.

El tema del discipulado y la misión como un servicio a la “vida”,  implica, sin duda, un estudio bíblico serio y pertinente como contribución a la solidez de las reflexiones y las decisiones que se quieren tomar en Iglesia . Valga aclarar, de antemano, que los tres términos “discipulado”, “misión” y “vida”, están intrínsecamente unidos. Con todo, en nuestra ponencia enfatizaremos más el primer término, teniendo en cuenta la interrelación con los otros dos. Y puesto que es necesaria la delimitación, vamos a concentrarnos básicamente en el enfoque que nos regala el cuarto evangelio.

Con base en estas primeras consideraciones, proponemos ahora estudiar el tema “El Presbítero como discípulo del Señor, desde la perspectiva juánica” . Nuestro abordaje busca detectar las características particulares del discipulado del presbítero , a la luz del Evangelio de Juan, en función del planteamiento de su “identidad” en el contexto teológico, eclesial y social de América Latina al comienzo del nuevo milenio.

Un motivo más nos anima a ahondar la perspectiva juánica. En un artículo sobre el ministerio y vida del presbítero, publicado en 1996 por el entonces cardenal J. Ratzinger, el texto inspirador fue tomado del cuarto evangelio:
“El sacerdocio del Nuevo Testamento se encuentra en continuidad respecto del Señor que lava los pies: su grandeza sólo puede consistir en su humildad.
Grandeza y bajeza están incluidas una en la otra desde que Cristo,
siendo el más grande, se hizo el más pequeño,
desde que él, el primero, ocupó el último lugar.
Ser sacerdote significa entrar en esa comunidad de hacerse pequeños
y, así, participar en la gloria común de la salvación” .

1. Un punto de partida

Situémonos inicialmente en un pasaje de la pasión según san Juan:
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina.
Jesús le respondió:
‘He hablado abiertamente ante todo el mundo;
he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo,
donde se reúnen todos los judíos,
y no he hablado nada a ocultas.
¿Por qué me preguntas?
Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado;
ellos saben lo que he dicho’ ” (Jn 18,19-21)

 

1.1. ¿Quién eres tú, Pedro?

El texto que acabamos de leer nos permite asistir a un drama que deja percibir la ironía y, en el fondo, la verdad de una realidad tremendamente dolorosa.

En el cuarto Evangelio, las escenas de las negaciones de Pedro y la del juicio de Jesús en casa de Anás están intercaladas (18,12-18 / 18,19-24 / 18,25-27). El tema del juicio es el discipulado: “sobre sus discípulos y su doctrina (=didajé)”. La respuesta de Jesús al Sumo sacerdote (que acabamos de citar arriba), la cual aparece como elemento central, remite a los discípulos mismos: “Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado… .

Mientras tanto, antes y después del interrogatorio de Jesús, Pedro es interrogado dos veces con la misma pregunta: “¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?” / “… ¿de sus discípulos?” (18,17.25). Es curioso: si a Jesús lo interrogan sobre sus discípulos, al discípulo lo interrogan por su maestro. Notemos, además, que Pedro es interpelado por gente sencilla: la portera (18,17) y un grupo de siervos y guardias (18,18.25). Enseguida viene la respuesta, la cual es idéntica en las dos ocasiones: “No lo soy .

El comentario siguiente del evangelista en 18,18, muestra cómo el discípulo trata de camuflarse en medio de los demás escondiendo su identidad. Un nítido contraste entre el maestro y el discípulo: mientras Jesús habla “abiertamente ante todo el mundo” y no en secreto (18,20), el miedo lleva a Pedro a esconder su verdadera identidad.

La negación de la identidad distancia enormemente a Pedro de Jesús. Al comienzo del relato se ve a Jesús reafirmar de forma desafiante su identidad frente a sus captores: “Yo soy” (18,5.6.8) . Pedro hace todo lo contrario del Maestro.
La tercera negación lleva el drama a su punto más álgido. El discípulo que había combatido por Jesús en el huerto es delatado: “¿No te vi yo en el huerto con él?” (18,26) . Vuelven a su memoria sus gestos de valentía por el Maestro (cf. 6,68; 13,37; 18,10). Y el que inicialmente parecía pronto y seguro en sus promesas (“Daré mi vida por ti”, 13,37) y acciones (cf. 18,10), al final se muestra débil y lleno de miedo. Desde esta trinchera arroja su última negación, que es casi contemporánea con el canto del gallo (cf. 18,27) .

El punto principal sigue en primer plano: si por una parte Jesús proclama públicamente su identidad (y su misión) aun de cara a la muerte, Pedro, por la otra, muerto de miedo, decide negar su propia identidad y pertenencia al grupo de los discípulos.

Entonces, en la hora decisiva, al mismo tiempo que Jesús remite al testimonio que de él pueden dar sus discípulos, vemos cómo el primero de los discípulos renuncia a su identidad de discípulo. La relación compacta de muta pertenencia entre Jesús y Pedro ha sido resquebrajada.

Y la cuestión sigue abierta también para nosotros: Juan nos enseña que el juicio a Jesús se repite cada vez que el discípulo es interrogado por su identidad.

Pedro negó su propia identidad. Pero el cuarto Evangelio no deja las cosas en este estado. El destino de Pedro no se concluye en este punto. Él tiene que recorrer de forma completa el camino del discipulado para que pueda ser el pastor que da la vida por las ovejas . De hecho, el discipulado es condición fundamental del pastoreo. Una vez que el Maestro haya dado la vida por él, cuando se haya dejado amar primero por Jesús, Pedro confesará su identidad de una forma inaudita: “Yo soy uno que te ama con todo el ser; y no es algo escondido, tú lo sabes, todos lo saben”. Cuando llega a este punto, Pedro es confirmado una vez más en su misión dentro de la comunidad.

El seguimiento (o discipulado) vuelve a aparecer en primer plano con el imperativo final de Jesús: “Sígueme” (21,19b.22); y como testimonio de este seguimiento, Pedro finalmente dará su vida por el Maestro (21,29ª).

 

1.2. La necesidad del discipulado del Pastor

Cuando observamos el conjunto de las escenas del discipulado de Pedro en el cuarto evangelio , notamos que, si bien desde el principio está implícito, el llamado al seguimiento solamente aparece al final (21,19.22) . Este ocurre cuando Pedro ha pasado por la crisis de la pasión y ha entrado en la fe pascual junto con la comunidad. Después de la triple confesión de amor (cfr. 21,15-17), Jesús le dice solemnemente: “Cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras” (21,18).

El comentario del evangelista en el versículo siguiente relee estas palabras desde la perspectiva del martirio de Pedro. Por lo tanto, el discipulado es tal cuando hay comunión con la cruz pascual del Maestro : el joven Pedro que iba donde quería ha quedado atrás, una vez que ha superado el escándalo de la cruz y se ha comprometido de forma incondicional en el camino del Buen Pastor .  De esta forma se establece una conexión entre el pastoreo y el discipulado .

Pedro está en condiciones de dar la propia vida por las ovejas de Jesús cuando “llega a viejo” (más exactamente cuando “se hace”), que en griego es “presbítero”.

Un nuevo aspecto de la identidad de Pedro salta a la vista. Su compromiso con el camino del Buen Pastor le da un nuevo sentido a su vida y a su muerte. El martirio no es una tragedia absurda, sino todo lo contrario: la donación total y amorosa de sí mismo hasta el extremo lo identifica de tal modo con Jesús, que junto con él “glorifica” al Padre (21,19ª) ; es el mayor logro de una vida con relación a sí mismo y con relación a Dios.

En el episodio siguiente vemos cómo Pedro da sus primeros pasos en la nueva situación sin dejar de caminar detrás del Resucitado (21,20). Las palabras de Jesús no sólo le recuerdan que debe caminar junto con el discípulo amado sin competir -o mejor aún, con caminos entrelazados en función del único Maestro y Señor- sino que le recuerdan también la importancia del ejercicio de un discipulado cotidiano: “Tú, sígueme” (21,22).

De esta forma, el cuarto evangelio termina con una mirada retrospectiva del camino del discípulo que se hace pastor y que, con todo, nunca deja de ser discípulo.

En síntesis, podemos decir que el presbiterado en la comunidad juánica se define como una vida que se da por Jesús. En otras palabras, el anciano de la comunidad, el que ha llegado a altos niveles en su camino con Jesús y debe orientar a los otros, se define por su capacidad de dar la vida, lo cual implica no solamente la generosidad en las múltiples acciones pastorales sino, ante todo, el “dejarse ceñir” y “guiar” por Jesús, como una atadura definitiva y total con su Señor. Las “manos extendidas” de Pedro quizás sean la expresión simbólica más bella de la profundidad de su ministerio . Este “sí” total es el “seguimiento” o “discipulado”: el arrojo para recorrer los caminos inéditos en obediencia al Maestro. Entonces la donación completa y sacrificial de sí mismo se convierte en referente para la comunidad entera, en anuncio real del amor que la genera, al mismo tiempo que eficazmente la vivifica .

 

1.3. El del presbítero: un discipulado que suscita discipulado

Un vez que hemos visto la conexión entre el discipulado y la vida y ministerio del “anciano” (presbítero) en la comunidad, es importante aclarar que de los escritos de Juan no emerge la institución sólida de la Iglesia reflejada en las cartas de Ignacio ni tampoco algunos ministerios que encontramos en la literatura epistolar paulina como los diáconos, presbíteros y obispos . Por lo tanto, al buscar la figura del presbítero en el cuarto evangelio no se intentan ubicar todos los aspectos que corresponden a una teología ministerial contemporánea .

Lo que sí hay que destacar es que en el cuarto evangelio el ministerio pastoral, prefigurado en el ministerio de Pedro de “apacentar” y “alimentar” a la comunidad (21,15-17) , reproduce de forma actualizada dos relaciones que se complementan como las dos caras de una moneda: (1) la relación estrecha con Jesús y (2) la relación con la comunidad, basada en el mismo estilo de la que Jesús sostuvo con su rebaño y, junto con ella, la relación con toda la sociedad. Así, al interior del ministerio pastoral sigue circulando el don salvífico de Jesús. En cada presbítero se repite la página del Buen Pastor y su programa: “Yo he venido para tengan vida y la tengan en abundancia” (10,10).

El de Juan es un evangelio que piensa en los líderes de la Iglesia . Algunos detalles nos dejan ver su intención de mostrar el puente entre Jesús Buen Pastor y aquellos que serán sus representantes, o mejor, los mediadores de Jesús Buen Pastor . Además cuando Jesús le dice a Pedro “Apacienta mis corderos… mis ovejas”, queda claro que él no solamente es un servidor de una comunidad plural sino que su función es ayudarle a cada uno a mantener siempre viva su comunión con Jesús .

Con estos criterios podemos dar el segundo paso en este estudio bíblico: ¿Cómo aparece, entonces, la figura del discípulo-pastor en el cuarto evangelio? ¿Cómo se entabla esta relación con Jesús, con la comunidad y junto con la comunidad con la sociedad?

 

2. La configuración del discipulado en Juan a partir de su contexto comunitario

Para comprender un poco más el alcance que tiene el discipulado en el cuarto evangelio, es útil hacer la correlación entre el texto y el contexto comunitario que lo provoca y al cual se dirige. Nos preguntamos: ¿Qué realidad comunitaria hay detrás? ¿Cuáles son las dificultades que tienen que enfrentar? ¿Qué se espera de los líderes de la comunidad en medio de los conflictos?

 

2.1. Desafíos que debe enfrentar la comunidad del discípulo amado en su proceso de formación

Este Evangelio puede ser leído en dos registros: el de la historia de Jesús y el de la comunidad juánica . Aunque el debate sobre la formación de la comunidad y su evangelio de Juan todavía está abierto , basados en los consensos (y dejando de lado las divergencias en las hipótesis) podríamos decir que las circunstancias en las que vivió la comunidad del discípulo amado la llevó a buscar hondamente su identidad. Los desafíos que se van presentando influyen ciertamente en la manera como se perfila el discipulado en esta comunidad.

Sin entrar en demasiados detalles y subrayando lo pertinente para el tema, veamos cómo se perfila el panorama comunitario .

(1)  La cuestión de la identidad ante el nuevo panorama religioso: ¿Quiénes somos ante el judaísmo?

Inicialmente la comunidad se ubica en Palestina. Las conversiones de judíos al cristianismo genera problemas, sobre todo los convertidos son acusados por sus hermanos de abandonar el monoteísmo judío haciendo de Jesús un segundo Dios (cf. 5,18; 10,33). De aquí que decidan expulsar del judaísmo a quien se haga creyente en Jesús (cf. 9,22; 12,42; 16,2a) . Por su parte, los cristianos, en respuesta, parecen adoptar una actitud hostil hacia los judíos, a quienes llegan a considerar hijos del Diablo (cf. 8,44).

Pero también parecía ocurrir que algunos cristianos también se permitían tratar con desprecio a los creyentes en Jesús que no rompían abiertamente con la sinagoga, así como lo habían hecho ellos. Un ejemplo de esto en el evangelio son los padres del ciego de nacimiento en 9,21-23, quienes no se arriesgan mucho para no ser expulsados de la sinagoga. Más diciente aún es la cita de 12,42-43: “Aún entre los magistrados, muchos creyeron en él; pero, por los fariseos, no lo confesaban, para no ser excluidos de la sinagoga, porque prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios”.

Estos datos de conflictos externos e internos a la comunidad, confirmados también por fuentes externas, parecen ser históricamente plausibles. El hecho es que ser excluido de la sinagoga implicaba para el convertido quedar fuera de la comunidad judía y perder todos los privilegios jurídicos y sociales conectados a ella. Y no todos estaban dispuestos a perderlos.

La comunidad cristiana va tomando conciencia progresiva de tener una identidad propia . Estamos en una profunda transición hacia un cristianismo más radical perfilado a partir de la confesión de fe en la divinidad de Jesús y en el reconocimiento del mandamiento único del amor a la manera de Jesús como “la Ley” (cf. 13,34-35).
(2) La cuestión de la identidad ante el nuevo panorama socio-cultural: ¿Quiénes somos ante la sociedad?

La comunidad se sitúa luego en Siria e influye en Asia Menor. La comunidad o parte de ella se había se había trasladado desde Palestina a la Diáspora para enseñar a los griegos (cf. 7,35). La comunidad se ve en medio de una cultura helenística en pleno florecimiento.

La llegada de los griegos a la fe parece haber sido considerada como cumplimiento del plan de Dios (cf. 12,10.23). El pensamiento se abre a perspectivas más universalistas, a un público más amplio.

De nuevo vienen las dificultades. También en el medio helenista encuentran oposición. El rechazo y la persecución, convencieron llevaron a algunos a pensar que el “mundo” también se oponía a Jesús.

Algunos llegaron a considerarse a sí mismos como no de este mundo, el cual estaría bajo el poder de Satán, “el Príncipe de este mundo” (cf. 17,15-16; 14,30; 16,33).

(3) La cuestión de la identidad ante el nuevo panorama eclesial: ¿Quiénes somos como Iglesia?

La comunidad (o las comunidades) del discípulo amado no era la única, también había otras y con distintas tendencias. La comunidad de Juan se ve ante el desafío de insertarse en la “gran” Iglesia. Surge, entonces, nuevos conflictos internos y externos.

Parecen darse divisiones entre los grupos. Unos se creen mejores que los otros. A algunos los consideran creyentes débiles, porque manejaban una cristología inadecuada (cfr. 6,60-66). A otros, a los que creían sólidamente en Jesús (6,67-69), los consideraban más fuertes pero sin tanta profundidad espiritual como los cristianos de su comunidad, simbolizados en el discípulo amado (cfr. 20,6-9). Con todo, se nota que albergaban la esperanza de que las divisiones entre ellos y la comunidad juánica se subsanaran y fueran uno (cfr. 10,16; 17,11).

No sólo hay conflictos entre las comunidades, también los hay en entre los líderes. Algo de esto se nota al final del evangelio: un conflicto entre Pedro y Juan (cf. 21,20-24) .

El punto, y en esta línea va el evangelio, es que la comunidad reconoce la existencia de pastores humanos al lado de Jesús, quien es el pastor ideal.

 

2.2. La comunidad y sus pastores

Como vimos, la comunidad del discípulo amado pasa por las vicisitudes de la maduración enfrentando el nuevo panorama religioso, socio-cultural y eclesial. Los conflictos se dan hacia fuera y hacia dentro de ella.

El panorama eclesial podríamos intentar resumirlo en dos afirmaciones:

  • Una comunidad que busca la unidad en medio de la fragmentación

De todo lo dicho, parece que el conflicto con la sinagoga y con el mundo político-religioso pagano haya favorecido la cohesión interna de la comunidad y la acentuación de su identidad cristológica en comunión con otras comunidades de manera que resistan a las dificultades internas y externas, en la apertura misionera al mundo.

  • Una comunidad no del mundo, sino en el mundo y para el mundo

Como la comunidad histórica de Jesús, estaba en el mundo pero no era del mundo así también la comunidad juánica está en el mundo y se confronta con el mundo que la odia, precisamente porque no pertenece al mundo (cfr. 15,18-20; 17,11-16).

En medio de todo este panorama el evangelista hace un anuncio nuevo de la persona de Jesús. No olvidemos que el de Juan es ante todo un “evangelio”: el centro, el protagonista es Jesús y es él quien, en última instancia, determina el orden narrativo del evangelio . Pero el evangelio va haciendo un camino de Jesús Buen Pastor hacia los pastores de la Iglesia. Por eso es oportuno preguntarse por el perfil del discípulo-pastor que el evangelista va visualizando para la comunidad.

Tengamos presente que el panorama esbozado anteriormente en rápidas pinceladas nos permite ver que quien está al frente de la comunidad tiene que vérselas con, por lo menos, cinco desafíos:
(1) Su insuficiencia personal
(2) La solución de cuestiones doctrinales
(3) Los conflictos de la comunidad: divisiones, partidismos, antitestimonios
(4) La relación con un “mundo” que seduce para otro proyecto centrado en intereses personales
(5) La implicación martirial del ministerio: sentido de la vida y de la muerte

El camino para dar una respuesta adecuada a estos desafíos es el discipulado. Es Jesús quien capacita al Pastor. El cuarto evangelio nos enseña que para ser buen pastor primero hay que saber ser buena oveja. Veamos, entonces, la propuesta del discipulado y saquemos las consecuencias para la vida del pastor.

 

NOTAS


Card. Francisco Javier Errázuris, en la presentación del Documento Hacia la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento de Participación (CELAM; Bogotá 2005) 5.

El Centro Bíblico del CELAM ha puesto a disposición de los Obispos latinoamericanos una serie de estudios bíblicos concernientes al discipulado y la misión: “Relatos de vocación y misión en la Biblia” (Mons. Santiago Silva), “El discipulado en Mateo” (P. Adolfo Castaño), “El discipulado en Marcos” (P. Hugo Martínez), “Discípulo y discipulado en Lucas” (Mons. Santiago Silva), “El discipulado en Juan” (P. Fidel Oñoro), “El discipulado en los Hechos de los Apóstoles” (P. Hernán Cardona), “Kerigma, discipulado y misión. Nuevas Perspectivas de los estudios bíblicos” (PP. Rafael Aguirre, Santiago Guijarro y Mons. Santiago Silva), “Jesús Maestro en los Evangelios” (Arturo Bravo), “María, discípula y mensajera del Evangelio” (P. Carlos Álvarez).

Aquí nos limitaremos a algunos aspectos relevantes del discipulado para el ámbito específicamente presbiteral; una visión más amplia del discipulado en Juan la describimos en el subsidio “El discipulado en Juan”. Además, para un estudio del discipulado en el Cuarto Evangelio sugerimos tener presente: R. MORENO, “El discípulo de Jesucristo, según el Evangelio de S. Juan”, en Estudios Bíblicos 30 (1971) 269-311; M. VELLANICKAL, “‘Discipleship’ according to the Gospel of John”, en Jeevadhara 10 (1980) 131-147; R. SCHNACKENBURG, “Discípulos, comunidad e Iglesia en el Evangelio de Juan”, en El Evangelio según san Juan. vol. III (Herder; Barcelona 1980) 251-267; F. SEGOVIA, “‘Peace I Leave with You; My Peace I Give to You’: Discipleship in the Fourth Gospel”, en F. SEGOVIA (ed.), Discipleship in the New Testament (Fortres; Philadelphia 1985) 76-102; G. MLAKUZHYIL, “Disciples”, en The Christocentric Literary Structure of the Fourth Gospel (AB 117; Pontificio Istituto Biblico; Roma 1987) 279-287; M. R. HILLMER, “They Believed in Him: Discipleship in the Johannine Tradition”, en R. LONGENECKER (ed.), Patterns of Discipleship in the New Testament (Eedermans; Grand Rapids / Cambridge 1996) 77-97.

En 1965, al final de Concilio Vaticano II, fue publicado un libro sobre sacerdocio y discipulado, de resto, aunque se asume que un presbiterado renovado supone de un discipulado renovado se ha enfatizado poco la correlación mediante estudios bíblicos. Cfr. K. H. Shelke, Discipleship and Priesthood (Herder; New York 1965).

Citamos la versión castellana que se encuentra en la recopilación: J. Ratzinger, “Ministerio y vida del sacerdote”, en Convocados en el camino de la fe (Cristiandad; Madrid 2004) 180.

Así dice 18,13, luego en 18,24 se informa sobre el traslado a casa “de Caifás” (el Sumo sacerdote). Esto hace que la segunda y tercera negación de Pedro no coincidan con el lugar del primer juicio a Jesús.

Jesús subraya el hecho de haber hablado abiertamente y de haber dado testimonio de la verdad ante el mundo. Sus expresiones nos remiten a Jn 6,59 (Jesús en la sinagoga de Cafarnaún al concluir el discurso del “Pan de vida”)  y a 2,13-22; 7,14; 2; 10,22-30 (Jesús en el Templo de Jerusalén; especial atención merecen: 8,20.28.59).

La pregunta no es una acusación directa (la mujer espera que responda “no”), pero lo cierto es que una respuesta honesta llevaría a Pedro al mismo destino de Jesús.

Es la firmeza de una declaración constante.  No es sino recordar los anteriores “Yo soy” del Evangelio (4,26; 6,35.41.48.51; 8,12.24.28.58; 10,7.9.11.14.36; 11,25; 13,19; 14,6; 15,1.5). Jesús se expresa con acento soberano y divino. A propósito comenta R. Schnackenburg: “La posición central de la palabra en el relato señala el cenit: Jesús no es un hombre entregado e indefenso, sino que se entrega a sí mismo, proclamando con ello todo su poder” (op. cit., pg. 275).

Es mucho más de lo que nos presentan los sinópticos, quienes en la tercera pregunta a Pedro se basan en el ser galileo (Mc 14,70; Lc 22,59) o en su acento (Mt 26,73). Lo que identifica a Pedro ahora son dos detalles: (1) el estar junto con Jesús allí donde el Maestro reafirmó su identidad y (2) su liderazgo en medio de los discípulos al iniciar el ataque de defensa del Maestro (18,10-11). Cf. D. Senior, La Pasione di Gesú nel Vangelo di Giovanni (Ancora; Milano 1993) 65-70.

La debilidad del apóstol había sido predicha (ver 13,38). El canto del gallo, cual signo obsesionante de la noche, nos remite a aquel anuncio. Precisamente cuando Pedro había proclamó con vigor su lealtad indefectible a Jesús, aún en contravía de las palabras del Maestro: “A donde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde” (13,36).

Las palabras “me seguirás más tarde” se retoman en los relatos pascuales (Juan 20 y 21). El rescate de Pedro ocurre cuando la triple negación se repara con la triple ofrenda de amor y el nuevo llamado que le hace Jesús (cfr. 21,15-23).

Pedro tiene su primer encuentro con Jesús en 1,41-42 a partir del testimonio de su hermano Andrés, allí es llamado “Cefas”. En 6,67-68, lo vemos ya como el más importante representante de los discípulos: confiesa la fe con un “nosotros”. En 13,24, durante la cena, Pedro provoca el desvelamiento del traidor. Luego, en 13,37, contraponiéndose a sus palabras, le ofrece a Jesús dar su vida por él. En 18,10-11 vemos el episodio de la espada en el momento de la captura de Jesús. Durante el juicio de Jesús por parte del Sumo sacerdote, en 18,12-27, Pedro aparece contrapuesto al testimonio de Jesús. En la mañana del día de la resurrección va a la tumba junto con el discípulo amado (20,2-10). En la segunda conclusión del evangelio, en Jn 21, Pedro aparece en las tres escenas: 21,1-14 (Pedro y los siete compañeros).15-19 (Pedro y Jesús).20-24 (Pedro y el discípulo amado).

En las escenas iniciales de llamado al discipulado de Jn 1,35-51, aparece el “sígueme” dirigido a Felipe (1,43); de resto, se utiliza las expresiones “vengan y vean” (1,39; cfr. 1,46) y “permanecer” (1,39).

Enfoque que apareció en los sinópticos (cfr. Mc 8,34-35 y par.; Lc 24,25-27).

Cf. F. J. Moloney, El Evangelio de Juan (Verbo Divino; Estella-Navarra 2005) 561.

Dice Moloney: “Las palabras posteriores de Jesús sobre el futuro de Pedro no son sino la consecuencia lógica del fundamento cristológico de su pastoreo” (op. cit., 561).

Por este camino, Jesús reveló el amor de Dios al mundo (3,16) y en él fue glorificado el Hijo (cf. 12,28) y el Hijo le dio gloria al Padre (17,1-5). Cfr. Moloney, op. cit., 561.

Símbolo de despojo, de docilidad, de entrega total al Señor.

Sugerentes la palabras de C. M. Martini: “La comunidad está llamada a reconocer en la continua acción de Pedro en la Iglesia la continuación de la acción pastoral de Jesús… Él constituye un signo en el cual estamos invitados a reconocer la presencia del Señor, para apoyarnos en ella y para hacerla punto de referencia de nuestra acción” (El Evangelio de san Juan [San Pablo; Bogotá 1994] 121).

Agrega Moloney que incluso “Las discusiones sobre el ministerio petrino en la tradición católica romana están fuera de lugar en la exégesis de este pasaje” (op. cit., pg.561). De todas maneras esto no quiere decir que la referencia al grupo de los discípulos, particularmente a los Doce, no refleje aspectos históricos de la comunidad primera de Jesús. Al respecto cfr. G. Segalla, “Dai discepoli di Ges alla comunitá cristiana”, en Evangelo e Vangeli (EDB; Bologna 1994) 346-347.

Con todo, es interesante el abordaje logrado por C. M. Martini en el capítulo “La Iglesia de los Presbíteros” (pgs.147-157), en su célebre retiro sobre Juan arriba citado.

El uso intercalado de los dos verbos en este pasaje es un indicio de la conexión con la alegoría del Buen Pastor, allí el pastor ejerce estas dos funciones: él conduce a sus ovejas (10,3-4), las lleva a buenos pastos (10,9-10), les da vida eterna y las guarda (10,28).

Afirma G. Segalla: “En el Cuarto Evangelio la autoridad es afirmada sobre el trasfondo del grupo histórico de los discípulos y se expresa de forma simbólica más que en un lenguaje jurídico. Su significado es, en todo caso eminentemente cristológico sea en el origen como en el fin que persigue” (op. cit., pg.350).

En Jn 10,16 se presupone que en el tiempo de la Iglesia hay personas que representan a Jesús y que hacen sentir en su voz el eco de la suya y la invitación a creer en él (cfr. también17,18-20). Observemos de nuevo Jn 21,15-19: en el momento de la redacción parece que Pedro ha glorificado a Dios con su martirio (21,19); su misión pastoral es leída sobre el trasfondo de la gran Iglesia que tuvo origen en los Doce, de la cual el jefe elegido y reconocido por Jesús fue Pedro. Cfr. G. Segalla, op.cit., pg.349.

Es la novedad de contenido que le agrega el posesivo “mis”. Además, queda claro que las comunidades le pertenecen a Jesús, los mediadores de Jesús Buen Pastor tendrán que ser muy sensibles y respetuosos frente a este punto.

Hasta ahora nos hemos referido a Pedro, pero tengamos presente que para el cuarto evangelio el modelo del discípulo es el “discípulo amado”, quien sigue a Jesús hasta la cruz (19,26) y es el primero en llegar al sepulcro vacío, leer y creer el signo (20,8). El discípulo amado y Pedro podrían representar las dos caras de la moneda: el primero la relación estrecha con Jesús y el otro la apostolicidad.

El de Juan es un evangelio de muchos debates y disputas, por eso es el que más se presta para una reconstrucción del contexto. El evangelista ha escrito el drama de Jesús, pero por las rendijas de algunos textos deja trasparecer también el drama y la vida de la comunidad a la cual su obra estaba destinada. Consideramos oportuna la advertencia de R. Brown sobre este tipo de trabajos: “Es muy posible que podamos reconstruir más elementos del trasfondo de Juan que de ningún otro evangelio… Pero no hay que olvidar que todo sigue siendo una hipótesis”. (Introducción al Nuevo Testamento. Vol. I [Trotta; Madrid 2002] 492).

Por ejemplo las anotaciones de G. Theissen en Il Nuevo Testamento (Carocci; Roma 2003) 126-138, que ponen tela de juicio muchos datos que considerábamos casi seguros, comenzando por el de su redacción final en Éfeso (Este año se publica la versión castellana).

Al respecto: R.E. Brown, La comunidad del discípulo amado (original 1979), resumida con algunas nuevas precisiones en Introducción al Nuevo Testamento, Vol.I, pgs. 491-495; O. Culmann, Le Milieu Johannique (Genève 1975); R. A. Culpepper, The Johannine School (Missoula 1975); J. D. Kaestli - J.M. Poffet -J. Zumstein (Eds), La communauté johannique et son histoire (Genève 1990) ; F. Vouga, Le cadre historique et l’intention théologique de Jean (Paris 1977); G. Theissen, op. cit., 127-138.Una obra de gran valor al respecto es la de D. Bruce Woll, Johannine Christianity in Conflict (Chico/California 1981). De gran valor como introducción mundo del cristianismo juánico: J. Painter, The Quest for the Messiah. The History, Literature and Theology of the Johannine Community (T&T Clark; Edimburgo 1993).

La expresión “excluido de la sinagoga”, de todo el Nuevo Testamento solamente aparece en Juan.

Por ejemplo, la manera como se habla de la ley y de las fiestas judías deja ver la conciencia de pertenecer a otro grupo: 7,19; 10,34; 15,25; 6,4; 7,2. Un dato más: entre los capítulos 5 y 10, que refieren el áspero conflicto entre Jesús y los jefes judíos de Jerusalén, notamos la toma de distancia de la comunidad juánica de la judía. El problema central es la confesión pública del mesianismo divino de Jesús (cfr. Jn 20,30-31).

Sobre todo en las cartas juánicas se perciben ya conflictos con la autoridad. Hay que ver por ejemplo la figura de Diotrece en Jn 3 Jn 9-10.

Cf. G. Segalla, op. cit., 350.

Cf. V. Mannucci, Giovanni il vangelo narrante. Introduzione all'arte narrativa del quarto vangelo (EDB; Bologna 1997).