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LA VOCACIÓN FRENTE A LA POBREZA Y MISERIA

de Eduardo A. González

 


El 17 de octubre 2011 se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Pobreza, con el propósito de promover mayor conciencia sobre las necesidades para erradicar la pobreza y la indigencia en todo el planeta, en particular en los países en desarrollo.



 
En 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas, reconociendo que el 17 de octubre algunas organizaciones no gubernamentales, por iniciativa del ‘Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo’, habían celebrado en muchos Estados el Día Mundial para la Superación de la Pobreza Extrema, declaró esa fecha de interés a nivel mundial.
En algunos países se diferencia la ‘situación de pobreza’ de la ‘indigencia’ y, aunque es común estudiar el nivel del ingreso económico por persona, algunos sociólogos señalan que además ha de considerarse el tipo de vivienda, el acceso al agua, la posibilidad de concurrencia a los servicios de salud y de los menores a la educación formal.
A nivel de los países, no sólo se trata de conocer el resultado del Producto Bruto Interno, sino también la distribución de los bienes entre sus habitantes y las diferencias sociales que pueden causar, señalando las distancias entre el conjunto de la población de menores recursos, las intermedias y las de mayor ingreso.
Según una publicación de la CEPAL, a lo largo de la historia del análisis económico se han propuesto diversos indicadores para el estudio del bienestar social, la equidad y la desigualdad, y actualmente parece existir consenso en que el indicador que ha tenido mayor aceptación es el denominado Coeficiente de concentración de Gini.
Así, Dinamarca, Eslovaquia y Japón son los tres países con mayor equilibrio en la distribución de sus bienes entre sus habitantes, mientras que Sudáfrica y Sierra Leona viven las situaciones menos equitativas.
 
EL COMBATE CONTRA LA POBREZA
En el ambiente católico, es conveniente distinguir la ‘pobreza’ como una virtud que en los consagrados y consagradas adquiere la importancia del voto, la ‘austeridad de vida’ como programa de una existencia armónica, y la ‘miseria’ como carencia de los bienes necesarios para el desarrollo de una vida propia de la condición humana.
Esta distinción la menciona Benedicto XVI en un documento sobre la Palabra de Dios: “La Iglesia es también consciente de que existe una pobreza como virtud, que se ha de ejercitar y elegir libremente, como lo han hecho muchos santos; y de que existe una miseria, que con frecuencia es el resultado de injusticias y provocada por el egoísmo, que comporta indigencia y hambre, y favorece los conflictos. Cuando la Iglesia anuncia la Palabra de Dios, sabe que se ha de favorecer un ‘círculo virtuoso’ entre la pobreza ‘que conviene elegir’ y la pobreza ‘que es preciso combatir’, redescubriendo ‘la sobriedad y la solidaridad, como valores evangélicos y al mismo tiempo universales… Esto implica opciones de justicia y de sobriedad’” (…) y acciones concretas de combate contra la miseria, no sólo con el necesario y urgente asistencialismo solidario, sino también con la aún más necesaria supresión de las estructuras injustas que la producen.
Para decirlo con palabras de Juan Carr, en un reportaje sobre el problema de la ocupación de tierras en el mes diciembre del 2010 en varios puntos de Argentina: “La solidaridad puede construir una casa o dos, pero el problema de mil familias que demandan vivienda lo resuelve la política”.
 
LOS POBRES DIFUNDEN LA BUENA NOTICIA Y ENSEÑAN A LOS OBISPOS
Dios tiene preferidos o predilectos. Esta afirmación rompe la imagen de un Dios que quiere a todos ‘por igual’ y manifiesta una realidad de gratuidad que desborda nuestra comprensión igualitaria.
Insiste la Exhortación sobre la Palabra de Dios: “Escuchando con disponibilidad la Palabra de Dios en la Iglesia, se despierta ‘la caridad y la justicia para todos, sobre todo para los pobres’. (…)
La Sagrada Escritura manifiesta la predilección de Dios por los pobres y necesitados (cf. Mt 25, 31-46). Frecuentemente, los Padres sinodales han vuelto a recordar la necesidad de que el anuncio evangélico y el esfuerzo de los pastores y las comunidades se dirijan a estos hermanos nuestros. Los primeros que tienen derecho al anuncio del Evangelio son precisamente los pobres, no sólo necesitados de pan, sino también de palabras de vida”.
Que los pobres son evangelizados es una de las notas con las que Jesús de Nazaret manda informar a Juan el Bautista sobre la realidad que puede constatarse en las tierras de Galilea (ver Mt 11, 2-6).
Si la Iglesia en lenguaje universal habla de la opción preferencial por los pobres es porque desde la teología de la liberación se afirmó una opción preferencial anterior: la del mismo Dios.
 
UN OÍDO OBEDIENTE
Los pobres, privilegiados receptores del Evangelio, se convierten a su vez en evangelizadores, anunciadores de la Buena Noticia, como las pastores de Belén (Lc 2, 17-18) y hasta llegan a ser maestros para aquellos obispos que tengan la capacidad de escuchar con un oído atento, es decir, ‘obediente’, recordando la consigna del obispo Enrique Angelelli “con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo”.
“Al mismo tiempo, se ha de reconocer y valorar el hecho de que los mismos pobres son también agentes de evangelización (…) La Iglesia no puede decepcionar a los pobres: ‘Los pastores están llamados a escucharlos, a aprender de ellos, a guiarlos en su fe y a motivarlos para que sean artífices de su propia historia’”, dice la Exhortación sobre la Palabra de Dios.
En ese caso, como ya se hace común afirmarlo, aunque más difícil realizarlo, la ‘opción preferencial por los pobres’ se convierte en ‘opción preferencial desde los pobres’.
En muchos de los temas de la Exhortación aparecen citas de textos anteriores, sobre todo de la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación del Concilio Vaticano II, lo que puede convertirse en una repetición.
La novedad se encuentra en el intento por mostrar que todas las cuestiones ya vistas en la liturgia, la catequesis y todas las dimensiones de la pastoral, incluso en sus aspectos políticos y sociales y sintetizadas en la Evangelii Nuntiandi de Pablo VI adquieren una nueva perspectiva y motivación que surge de la misma Palabra de Dios, del Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros.
 
EL COMPROMISO DE TODOS LOS DÍAS

El Señor de la Historia es el mismo que aparece en el juicio a las naciones (Mt 25, 31-32) y aunque más de una vez se suele presentar en clave individual, no cabe duda que el texto se refiere en primer lugar a las actitudes realizadas por el conjunto de la sociedad. Por eso el compromiso por la justicia y la transformación del mundo forma parte de la evangelización.
Será la dignidad de cada persona y la búsqueda de una justicia largamente esperada la que impulse a la supresión de la miseria y de las estructuras que la generan.
Más que un ‘Día de lucha contra la pobreza’ se trata de una jornada destinada a reforzar el compromiso de todos los días, para erradicar la pobreza y sus causas.

 

 

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