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LA DIRECCIÓN ESPIRITUAL SEGÚN THOMAS MERTON


La editorial Desclée De Brouwe nos ofrece un libro pequeño titulado Dirección espiritual y meditación. Es una versión revisada y ampliada de un material sobre dirección espiritual y meditación que Merton publicó por entregas en la revista Sponsa Regis en 1959.  Compartimos aquí unos párrafos sobre la dirección espiritual (la primera parte del libro), a la que hoy tendemos a llamar acompañamiento. Hemos agrupado los textos en tres apartados: la dirección espiritual en sí, el director/acompañante espiritual y el dirigido/acompañado. Como los párrafos están sacados de su contexto lo mejor es leer todo le libro. Esto es sólo un aperitivo que uno puede disfrutar gracias a la palabra clara y directa de este místico contemporáneo. Los subrayados son suyos.

  • La dirección (acompañamiento) espiritual

“El significado original y primigenio de la dirección espiritual sugiere una necesidad particular vinculada a una tarea ascética especial, una peculiar vocación para la que se requiere una formación profesional. En otras palabras, la dirección espiritual es un concepto monástico (…) Así pues, la “dirección” era la respuesta de Dios a una necesidad creada en el alma por la aflicción y la compunción, y comunicada por medio de un representante carismático del Cuerpo místico, el Abbas o padre espiritual. Ello nos lleva al significado fundamental de la dirección espiritual, que es un proceso continuo de formación y guía, en el que un cristiano es conducido y alentado en su vocación especial de modo que, por una correspondencia fiel a las gracias del Espíritu Santo, puede alcanzar el fin particular de su vocación y la unión con Dios” (p.15).

  • “El director espiritual se ocupa de toda la persona, pues la vida espiritual no es sólo la vida de la mente o de los afectos, o de la “cima del alma”, sino que es la vida de toda la persona, ya que el hombre espiritual (pneumatikos) es aquel cuya vida entera, en todos sus aspectos y actividades, ha sido espiritualizada por la acción del Espíritu Santo” (p.16).
  • “Todo hombre tiene la vocación especial y hasta peligrosa de completar la suprema obra de arte que es su santificación” (p.18)
  • “Todo propósito de la dirección espiritual consiste en penetrar bajo la superficie de la vida de la persona, en ir más allá de la fachada de los gestos y actitudes convencionales que ella presenta al mundo, y en poner de manifiesto su libertad espiritual interior, su verdad más íntima, que es lo que llamamos la imagen de Cristo en su alma” (p.18)
  • “Cualquier persona que adopta libremente cierto medio profesional para llegar a la unión con Dios tiene que recibir, naturalmente, una formación especial. Necesita que se le enseñe el sentido de su vocación, su espíritu, sus finalidades y sus problemas característicos. Esto significa algo mucho más profundo que una mera formación exterior –aprender a cumplir las reglas y a realizar los diversos ritos y observancias de la vida comunitaria-. Desde el momento en que una persona entra en una vida estrictamente institucionalizada, en la que todo está regulado hasta el mínimo detalle, la dirección personal íntima se hace moralmente necesaria como salvaguarda contra la deformación” (p.24).
  • “En algunos casos la ausencia de dirección puede significar la diferencia entre santidad y mediocridad en la vida religiosa” (p.28).
  • El director (acompañante) espiritual

“Un director espiritual es, por consiguiente, quien ayuda a otra persona a reconocer y a seguir las inspiraciones de la gracia en su vida, para que llegue al fin hacia el que Dios la está guiando” (p.18).

  • “El director no tiene como misión enseñar  su propio estilo, ni tampoco un modo determinado de oración, sino instruir a sus discípulos acerca del modo en que pueden encontrar por sí mismo el estilo apropiado para ellos… En una palabra, el director es sólo el portero de Dios, y tiene que dirigir a las almas a la manera de Dios, no a la suya” (Dom Augustine Baker, monje benedictino del siglo XVII). Citado por Merton en la p.22.
  •  “Su primer deber, si quiere ser un director eficaz, es velar por su propia vida interior y dedicar tiempo a la oración y la meditación, ya que nunca podrá dar a otros lo que él no tenga” (p.29).
  • “Un verdadero director no podrá verse nunca libre del sobrecogimiento que siente en presencia de una persona, un alma inmortal, amada por Cristo, lavada en Su Preciosísima Sangre y alimentada por el sacramento de Su Amor. De hecho, es este respeto al misterio de la personalidad lo que forma al verdadero director: esto, junto con el sentido común, el don de la oración, la paciencia, la experiencia y la compasión” (p.35).
  • “En la dirección espiritual será muy importante descubrir qué deseos santos y espirituales en el alma del penitente representan realmente una posibilidad de un don especial, espontáneo y personal que sólo él puede hacer a Dios” (p.37).
  • “Esta es la clase de clima que un buen director trata de crear: un ambiente de confianza y amistad en el que el penitente puede decir todo lo que hay en su mente con la seguridad de que será tratado franca y honestamente” (p.39)
  • La disciplina de la sinceridad y la sencillez, que un buen director impondrá discretamente, tal vez por medios indirectos, es una de las cosas más vitalmente necesarias en la vida interior del religioso hoy en día” (p.40).
  • “El director tiene que estar vigilante contra la vanidad espiritual inconsciente que hace que las almas virtuosas traten de brillar, de un modo sutil, a sus ojos y de conseguir su aprobación” (p.41)
  • “Nada hace tanto daño en la dirección como la aceptación por parte del director de una pretensión inconsciente de perfección en lugar de la verdadera realidad” (p.41)
  • “Ni el director ni el dirigido deben obsesionarse con el problema de los dones y de las gracias, sino que tienen que preocuparse de Dios, que es el Dador, no de sus dones. Lo importante es la voluntad de Dios y su amor” (p.44).
  • “Uno de los beneficios más importantes que un director puede aportar a la vida de oración de sus penitentes contemplativos es ayudarlos a reintegrar toda su existencia, en la mayor medida posible, en un nivel sencillo, natural y ordinario en el que puedan ser plenamente humanos. Entonces la gracia podrá operar en ellos y convertirlos por completo en hijos de Dios” (p.46).

 

  • El dirigido (acompañado)

“Es muy frecuente que la gente piense que lo único que necesitan para transformar un “deseo” en “voluntad de Dios” es tener la confirmación del director. Lamentablemente esta clase de alquimia no da resultado y quien trate de practicarla se sentirá decepcionado” (p.31).

  • “Si queremos beneficiarnos de la dirección espiritual, por un lado tenemos que evitar la inercia y la pasividad –limitarnos a no decir nada y esperar que el director “mágico” escrute nuestra mente y aplique el bálsamo espiritual- y, por otro, no debemos falsificarnos ni dramatizar la situación creando “problemas” ficticios. Lo que debemos hacer es poner al director en contacto con nuestro verdadero yo lo mejor que podamos, y no tener miedo de dejar que vea lo que hay de falso en nuestro falso yo. Ahora bien, esto implica de inmediato una actitud relajada y humilde en la que nos abandonamos a nosotros mismos y renunciamos a nuestros esfuerzos conscientes por mantener una fachada” (p.34).
  • “Hemos de abandonar toda beligerancia y liberarnos de nuestro instinto de autodefensa y autojustificación que es, en sí mismo, el mayor obstáculo para la acción de la gracia en nuestra relación con un director” (p.34).
  •  “En realidad, muchas veces es más difícil manifestar lo bueno que existe en nosotros que lo malo. Pero éste es precisamente el quid de la dirección. Tenemos que ser capaces de poner al descubierto las aspiraciones secretas que albergamos en nuestro corazón porque constituyen el refugio entrañable al que nos dirigimos para huir de la realidad. Tenemos que ser capaces de ponerlas al desnudo, sabiendo perfectamente que, por el hecho de manifestarlas, corremos el riesgo de verlas bajo una luz diferente –bajo la cual pierden su misterio y su magia-. El director ha de conocer lo que realmente queremos, porque sólo entonces sabrá lo que realmente somos” (p.36).
  •  “El director quiere conocer nuestro yo más íntimo, nuestro verdadero yo. No quiere conocernos como somos a los ojos de los hombres, ni siquiera como somos ante nosotros mismos, sino como somos a los ojos de Dios. Quiere conocer la verdad más íntima de nuestra vocación, la acción de la gracia de nuestra alma” (p.40).

MERTON, T. (2005) Dirección espiritual y meditación Ed.Desclée De Brouwer, Bilbao 110p.