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La vida como vocación

Toda vida es vocación.
En realidad, cada hombre, cada mujer
está llamado (a) a descubrir un día su vida
como vocación.
Son tantos los cristianos que viven sin haber sentido
la experiencia de que el Otro,
el Totalmente Otro es constitutivo de su ser.

Nosotros pedimos en primer lugar, durante esta semana,
por cada uno de nosotros. También por aquellos
que no han percibido su vida como una vida de
llamado. Y rogamos especialmente
por los jóvenes, porque de entre ellos
están los que pronto serán sacerdotes,
religiosas, religiosos, monjes,
misioneros, laicos consagrados,
que simbolizan, cada uno a su manera,
algún aspecto de Dios y también del hombre .

En este texto nos volvemos a contemplar
las grandes figuras bíblicas.
Energía maravillosa de esos personajes:
¡no hay ninguna otra realidad universal
que nos  permita a cada uno de nosotros descubrir
su existencia como llamados!

Abraham, la promesa divina
Domingo

 

«La palabra de Dios fue dirigida a Abram en una visión: “¡No temas, Abram! Yo soy un escudo para ti. Tu recompensa será muy grande”. Abram respondió: “Señor, Señor, para qué me vas a dar nada si voy a morir sin hijos y el heredero de mi casa será ese Eliécer de Damasco. No me has dado descendencia y mi heredero será uno de mis criados”. Entonces la palabra del señor se le dirigió de nuevo a Abram y le dijo: “No, no será ese tu heredero, sino uno salido de tus entrañas”. A continuación lo llevó afuera y le dijo: “Levanta tus ojos al cielo y cuenta, si puedes las estrellas.” Y añadió: “¡Así será tu descendencia!” Creyó Abram al Señor y el Señor lo anotó en su haber.» (Génesis 15, -6)

Meditación:

 

“¡Más numerosos que las estrellas del cielo!” Abram se asombra y queda maravillado. Bajo la bóveda estrellada, el hombre viejo recuerda la promesa divina: “¡Yo haré de ti un gran pueblo!
Sin hijos, Abram no llega a entender el sentido de esas palabras. En la noche del desierto deposita su fe en el Señor. Con la confianza anidando en su corazón prosigue su camino: Dios sabrá darla su descendencia.

Oración:


Señor, como Abraham ante el cielo repleto de estrellas, quisiera que mi vida fuese bella y pudiese dar frutos. Yo lo sé tu promesa está ahí, es la de mi bautismo: ella me llama a vivir de tu amor y a propagar tu palabra. Como el viejo Abraham, descubro que tú me llamas allá donde yo podría entregar mejor mi vida: casado o soltero, activo en la sociedad o al servicio de aquellos que son excluidos de ella, sacerdote, diácono, religiosa, religioso, misionero... cualquiera que sea el camino, tú me invitas a ser bendición para ti y para los demás.

 

Moisés, “Yo estaré contigo”
Lunes

Moisés pastoreaba el rebaño de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Trashumando por el desierto, llegó al Horeb, el monte de Dios, y allí se le apareció un ángel del Señor, como una llama que ardía en medio de una zarza. Moisés miró: la zarza ardía sin consumirse. Entonces Moisés se dijo: «Voy a acercarme para contemplar esta maravillosa visión, y ver por qué no se consume la zarza». Cuando el Señor vio que se acercaba para mirar, le llamó desde la zarza: «Moisés, Moisés» Él respondió: «Aquí estoy». Dios le dijo: «No te acerques; quítate las sandalias, porque el lugar que pisas es sagrado» Y añadió: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» Moisés se cubrió el rostro porque temía mirar a Dios. El Señor siguió diciendo: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias... Y ahora, ¡ve!; yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas». Moisés dijo al Señor: «¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los israelitas?». Dios le respondió: «Yo estaré contigo». (Éxodo 3, 1...12)

 

Meditación:

¡Moisés, el niño hebreo, escapado a duras penas de la masacre; Moisés, el egipcio, educado en el refinamiento de la cultura faraónica; Moisés el hombre solidario, que toma partido por el más débil; Moisés, el hombre del desierto, esposo y padre; Moisés, el hombre más humilde que ha dado la tierra!
Helo aquí perfectamente acoplado a la misión  en la que no se admite duda alguna. Como fascinado por la zarza ardiendo, el escucha, más allá del clamor de los hombres, que Dios le llama.

Oración:

Señor, tú ves el mundo moderno en los albores del siglo Xxi con una técnica que introduce a unos en la riqueza y a otros en la exclusión.
Frente a las injusticias y a las desigualdades, tú quieres salvar al hombre, y llamas a hombres y mujeres a que consagren su vida por esta salvación.
Concédenos el no tener miedo de hacer los rodeos que comprometen.
Abre nuestro corazón a tus llamadas.
Concédenos creer que entonces tú estás con nosotros.

 

Samuel: “Aquí estoy”
Martes

Samuel estaba durmiendo en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel: «¡Samuel, Samuel!» Él respondió: «Aquí estoy» Fue corriendo adonde estaba Elí y le dijo: «Aquí estoy, porque me has llamado» Elí respondió:«No te he llamado, vuelve a acostarte» Y Samuel fue a acostarse. Pero el Señor lo llamó otra vez. Pero él no conocía todavía al Señor. La palabra del Señor no le había sido revelada aún. Una tercera vez el Señor llamó a Samuel. Él se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo: «¡Aquí estoy, porque me has llamado!» En aquel instante comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven, y le dijo: «Ve a acostarte, y, si te llaman, dices: Habla, Señor, que tu siervo escucha» Samuel fue y se acostó en su sitio. Vino el Señor, se acercó y lo llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» y Samuel respondió: «Habla. Señor, que tu siervo escucha». (1Sam 3, 1...18).

Meditación:

Samuel al servicio del templo no conocía todavía al Señor. ¿Qué significa entonces esta voz que en el corazón de la noche le llama por su nombre?
¿Qué difícil es que nos tomen en serio cuando somos jovencitos! Y sin embargo el sacerdote Elí, con el afecto de un padre atento, le permite descubrir el origen de su llamada.
Así  es la proximidad de Dios: viene a colocarse muy cerca de Samuel y le habla en la noche. También la disponibilidad de Samuel: su respuesta no se hace esperar... “Habla, Señor, que tu siervo escucha.

Oración:

Señor, tú eliges a los que quieres para el servicio de tu pueblo. Hoy también, tú continúas revelándote a algunos desde la infancia.
Te rogamos por los niños, a fin de que, desde su temprana edad, encuentre en su camino un Elí que les tome en serio y les haga reconocer tu presencia y escuchar tu Palabra.


David, elegido por dios
Miércoles

El Señor dijo a Samuel: “Yo te envío a casa de Jesé, el de Belén, porque me he elegido un rey entre sus hijos. Llena un cuerno de aceite y ponte en camino.” Al entrar ellos, vio a Eliab y se dijo: “Seguramente este es el elegido del Señor”. Pero el Señor le dijo: “No te fijes en su apariencia ni en su gran estatura, que yo lo he descartado. La mirada de Dios no es como la del hombre: el hombre ve las apariencias, pero el Señor ve el corazón”. ...Jesé presenta a Samuel su séptimo hijo, y Samuel le dice: “El Señor no ha elegido a ninguno de éstos. ¿No tienes ningún hijo más? Jesé responde: “Todavía queda el más pequeño, que está guardando el ganado”. Entonces Samuel le dice a Jesé: “Mándale buscar” Jesé mandó por él. El muchacho era rubio, de hermosos ojos y de buena presencia. El Señor entonces dice: “Levántate y úngelo, porque es éste” Samuel tomó el cuerno lleno de aceite y lo ungió en presencia de sus hermanos. El espíritu del Señor entró en David a partir de aquel día. (1Sam 16,1...13)

Meditación:

En la familia de Jesé, se ha pensado en todo el mundo, eso creían al menos. El padre presenta una tras otro, sus hijos al profeta. Pero ¡qué difícil es elegir entre ellos al que ha de ser el futuro rey de Israel! En ninguno de ellos reconoce el Señor el corazón sencillo y fuerte que sabrá conducir a su pueblo. Es sobre el más joven, David, ocupado en apacentar el rebaño de su padre, en el que se deposita la elección y la bendición del Señor. El aceite de  la unción se derrama sobre su cabeza: se le confía el pueblo de Dios.

Oración:

Ella ha derramado sobre mi frente en el día de mi bautismo y en el de mi confirmación, el óleo del Señor ... Como el joven David, yo no mantengo en mi cabeza la señal de esta unción, pero sé, Señor, que se mueve en el fondo de mi corazón, que ella me da la fuerza y la fe para seguir avanzando.
¡Y si simplemente me atreviera a creer en ello, Señor!  En Jesucristo tú me has elegido tal como soy para vivir la santidad a la  que tú llamas a tus hijos.

 

Isaías, mensajero de Dios
Jueves

El año de la muerte de Ozías, vi al Señor sentado en un trono alto y excelso. La orla de su manto llenaba el templo. De pie, junto a él, había serafines con seis alas cada uno: dos para cubrirse el rostro, dos para ocultar su desnudez y dos para volar. Y se gritaban el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor todopoderoso, toda la tierra está llena de su gloria.” Los quicios y dinteles temblaban a su voz, y el templo estaba lleno de humo. Entonces yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo hombre de labios impuros, que habito en un pueblo de labios impuros, he visto con mis propios ojos al rey y Señor todopoderoso!” uno de los serafines voló hacia mí, trayendo un ascua que había tomado del altar con las tenazas. Me la aplicó en la boca y me dijo: “Al tocar esto tus labios, desaparece tu culpa y se perdona tu pecado.” Entonces escuché la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré, quién será nuestro mensajero?” Respondí: “Aquí estoy yo, yo seré tu mensajero, envíame.” (Isaías 6, 1...8)

Meditación:

¡Admirable Isaías deslumbrado por la santidad y transcendencia de Dios! ¡Dolorido Isaías sufriendo por el pecado de todo el pueblo y por su propia impureza! Ante esta insalvable distancia entre la santidad de Dios y la miseria del hombre, viene la tentación de desanimarse: “la santidad no es propia de este mundo! Muy al contrario Isaías se deja tocar por el fuego de Dios, brasa incandescente que le purifica. Y  nada más recibir el perdón de Dios, basta de indecisiones: él es el hombre de la situación.
Yo también, yo he tenido experiencia de mi falta: el pecado de mi generación me afecta. Pero por la fe, Dios puede salvarme.

Oración:

En tu Iglesia, señor, muchos hombres y mujeres tienen una vocación profética en medio de su generación. Por tener experiencia de su propia miseria y pecado, piensa que es inaccesible para ellos una vocación de sacerdote o de persona consagrada.
Concédeles creer, día tras día, en la acción transformadora de tu Palabra y de tus sacramentos. Así podrán entregarse sin reservas a la misión que tú les confías.

 

María, la gracia del consentimiento
Viernes

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo; el señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al ángel: “¿Cómo será eso si yo no tengo relación con ningún hombre?” El ángel le responde: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios. Mira tu pariente Isabel también ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que todos tenían por estéril; porque para Dios nada hay imposible.” Entonces María dice: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda como tú dices.” Y el ángel la dejó. (Lc 1, 30...38)

Meditación:

De la joven hija de Nazaret, se saben muy pocas cosas. Estaba prometida a José el carpintero, y se llamaba María. Dios la ha elegido para traer a su hijo y darnos al Salvador.
Y, en su infinito poder, ha buscado no hacer nada sin su consentimiento. Mensajero de la noticia, el ángel se queda expectante, presto a acoger el sí que compromete la salvación del mundo.
María se asombra sin que en ello exista la sombra de la duda. Su fe se ilumina gracias al signo de Isabel, encinta en su vejez: “Nada es imposible para Dios”

Oración:


Bendito seas, Señor, por  todos los consagrados. Que su “sí” se renueve cada día en el “sí” de María.
Bendito seas por los jóvenes, ardientes y sedientos de absoluto, que tú quieres apartar para tu servicio. Dales la gracia de escuchar tu llamada, y el coraje de responder a ella.

Pablo, “mi vivir es Cristo”
Sábado

Cuando Saulo estaba de camino y se aproximaba a Damasco, de repente lo envolvió un resplandor del cielo, cayó a tierra y oyó una voz que le decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?” Él respondió: “¿Quién eres tú, Señor?” La voz le respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad: allí te dirán lo que has de hacer”. Sus compañeros se detuvieron atónitos: oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, pero, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Así que lo llevaron de la mano y lo introdujeron en Damasco, donde estuvo tres días sin comer ni beber nada. (Hechos 9, 3-9)

Meditación:

¡San Pablo, el hombre de los contrastes!
Con su educación judía, su cultura griega y su ciudadanía romana, debería haber sido uno de los mejores rabinos de su generación, y ahí está en el suelo, él el hombre conquistador, en el camino de Damasco. Ahí lo tenéis desde ahora prendido por Cristo. Él es para siempre un hombre cambiado. En adelante, cuando se le insulte, él bendice; cuando se le calumnie, él consuela.
Y yo, mientras experimento mi debilidad o me quejo de mis achaques, tú susurras a mi oído: “¡Te basta mi gracia! Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”

Oración:

El bautismo hace de cada uno tu hijo muy amado. Tanta deferencia nos desconcierta: nos preguntamos interiormente: ¿Por qué yo?”
Permite, Padre, que cada bautizado se atreva, de una vez por todas, a dejarse agarrar por Cristo. Y que pueda decir con toda verdad con Pablo: “¡Para mí, el vivir, es Cristo!”