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DIFICULTADES Y APERTURAS
PARA UNA PROPUESTA DE VOCACIONES
DE ESPECIAL CONSAGRACIÓN

Jesús Sastre García

        La “nueva evangelización” en Europa nos invita, ‑según las enseñanzas del Papa Juan Pablo II‑, a examinar detenidamente la situación “cuantitativa y cualitativa” de las vocaciones y el papel de la pastoral vocacional en las diferentes Iglesias particulares. ­Siguen siendo actuales las indicaciones del Santo Padre en el VI Simposio del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (11‑X‑1985): “Un análisis de la situación actual en Europa, manifiesta, junto a reconfortantes signos de vitalidad y recuperación, también una persistente crisis de vocaciones y el doloroso fenómeno de las deserciones. Las causas de este doloroso fenómeno son múltiples, y será preciso afrontarlas con vigor, sobre todo aquellas que llevan a la aridez espiritual o a una actitud de desacuerdo corrosivo. En estos ambientes no nacen vocaciones”.
        En este contexto se celebra el Congreso "La Pastoral de las Vocaciones en las Iglesias particulares de Europa" (5‑ l0 mayo 1997); su tarea primordial consiste en tratar de responder a algunas cuestiones decisivas en este tema: ¿cuáles son las causas internas y externas de la crisis de vocaciones?, ¿qué pistas de solución podemos ­proponer para el futuro inmediato?, ¿cómo­ ayudarnos las distintas Iglesias del continente europeo? La respuesta a estos interrogantes pasa necesariamente por una mejor profundización de la teología pastoral según la eclesiología del Vaticano II, la inserción mayor de la pastoral vocacional en la pastoral de conjunto, y especialmente en la evangelización de los jóvenes, el trabajo conjuntado de sacerdotes, religiosos/as y laicos/as, el intercambio de los "dones" vocacionales entre las Iglesias de Europa y la confianza en la presencia de Cristo Resucitado y del Espíritu Santo que sigue llamando y estimulando el esfuerzo y la creatividad de todos los implicados en la pastoral vocacional. ­Con este empeño e ilusión, y siguiendo las directrices aquí apuntadas, nos proponemos abordar las "dificultades y aperturas" de la propuesta de vocaciones de especial consagración.

AMBIVALENCIA DE VALORES EN NUESTRA CULTURA

        La sociedad europea está llena de manifestaciones culturales, políticas, económicas y religiosas que indican un cambio cultural y el nacimiento de una nueva sociedad. En este contexto están los jóvenes buscando su identidad personal y la integración social. La cultura dominante, ‑con los matices provenientes de la historia y el ámbito geopolítico de cada país‑, no favorece adecuadamente ninguno de los dos procesos propios de la etapa psicoevolutiva que denominamos juventud. ­Los jóvenes no están de acuerdo con la sociedad heredada de los mayores, pero tampoco se ilusionan y movilizan lo suficiente como para realizar una transformación. Buscan con interés todo lo que les permita integrarse de forma estable en la sociedad; lo que más les preocupa es la familia, la amistad y el encontrar un trabajo fijo. En buena parte se da en ellos una identificación con la cultura de la satisfacción propia de la postmodernidad; en consecuencia, el asociacionismo y la militancia no constituyen un fenómeno significativo entre los jóvenes, aunque sí es un dato importante el número de jóvenes que realizan.
        Los jóvenes no se presentan como un grupo homogéneo; por el contrario, constituyen una realidad  plural por sus valores, ideales, ideología, etc. tal como se refleja en los resultados de los estudios sociológicos.  Los principales subgrupos dentro de la realidad juvenil según recientes investigaciones psicosociológicas son los siguientes : jóvenes integrados, postmodernos, conservador‑liberales, sin sentido y radicales.
        ­La situación concreta de los jóvenes y de cada joven es un dato ineludible como punto de partida de la pastoral de juventud. “Para que la pastoral de juventud sea auténticamente evangelizadora ha de ser oferta de sentido adecuado a la concreta y diversa situación de los jóvenes tanto por los ambientes como por sus preocupaciones” (O.P.J 28).
        La ambivalencia de valores es, sin duda, un rasgo propio de cualquier cultura; importa reconocer en cada época y lugar lo que puede ser ambivalente, para potenciar lo positivo y tratar de buscar alternativas a lo negativo.
        La forma de ser de los jóvenes no se puede separar del ambiente social en que se encuentran; el conocimiento de los elementos configuradores de esta realidad nos permite una interpretación más acertada y una actuación más eficaz. Haciendo una síntesis de los estudios sobre este tema, podemos decir que la cultura actual tiene tres características de las que dependen gran parte de los fenómenos observados a modo de consecuencias; son las siguientes:

1. La caída de las "utopías" del mundo moderno. No vamos a entrar a analizar la validez o los resultados de los "grandes relatos" vigentes en la modernidad; sin duda, una de las causas de su caída ha sido el no cumplimiento, ‑por múltiples causas‑, de sus propuestas de emancipación y felicidad‑ La situación que vivimos es la propia de una cultura con escasas referencias de significado y de sentido; sus manifestaciones son el vacío existencial, el hedonismo cultural que prima el principio del placer y ahoga los deseos profundos, la inestabilidad afectiva propia del que no crece en medio de relaciones y proyectos que vinculan personalmente, y el emotivismo buscador de "experiencias" a costa de decisiones.
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2. El planteamiento de las grandes cuestiones al margen de Dios. Lo religioso sigue estando presente en la sociedad, con trazos subjetivos, pero poco relacionales, comunitarios y comprometidos. En un mundo pragmático, consumista y de inmediatez, el fenómeno creyente resulta poco interpelante. La marginación del misterio en el horizonte de la vida personal y social genera mediocridad en los planteamientos, ruptura interior, fragmentación en las relaciones y poca objetividad en las apreciaciones. El resultado final es el subjetivismo vital que alcanza especialmente la moral personal y social.

3. También hay grandes valores. El hombre contemporáneo da más credibilidad al testimonio que a las palabras y a las normas. Esta primacía de la vida va unida a otros valores que son motivo de esperanza para la Iglesia y el mundo. Destacamos los siguientes valores: defensa de los derechos humanos y apoyo a las causas justas y solidarias, participación en movimientos ecologistas, feministas y pacifistas, defensa de las minorías, reconocimiento del pluralismo y la igualdad de todos los seres humanos, el rechazo de la mentira y la hipocresía y la vida como valor absoluto que debe ser desarrollada de manera personal.

        La pastoral vocacional, que nos ocupa y nos preocupa en el día a día, debe tratar de superar las dificultades provenientes de la nueva cultura con talante optimista y esperanzado en las posibilidades y recursos de la Iglesia, "experta en humanidad", por su experiencia de siglos.


DATOS IMPORTANTES SOBRE LA PASTORAL VOCACIONAL EN EUROPA

        En pastoral vocacional Europa presenta un panorama heterogéneo y en evolución; se pueden distinguir dos grupos: los países del centro y occidente de Europa padecen el envejecimiento de los sacerdotes y religiosos/as cuyo relevo se constata insuficiente y se prevé difícil en un futuro no muy lejano; en los países del Este de Europa florecen las vocaciones, sobre todo en algunos países, que han recuperado últimamente la libertad‑, pero encuentran complicado el discernimiento y tienen problemas para conseguir una adecuada formación. En muchas Iglesias la pastoral juvenil se va consolidando de forma precisa; a ello nos ayuda el marco doctrinal referencial del trabajo con jóvenes, tres decenios de experiencias muy diversas en el postconcilio, los resultados conseguidos en cada sitio y los medios institucionales y personales con que se cuenta en la evangelización de jóvenes. Igualmente va siendo un logro la inserción cada vez más coherente de la pastoral vocacional en la pastoral juvenil, en la catequesis y en la preocupación de algunas familias cristianas.
        Es hora de hacer balance y de proyectar nuevos caminos de pastoral vocacional. Aún con los fallos y limitaciones que estos hallazgos tienen, podemos mirar el futuro con esperanza, si entre todos somos capaces de trabajar convergentemente en la pastoral de las vocaciones de especial consagración‑ Las diversas Iglesias europeas constatan que nunca se ha trabajado tanto por las vocaciones como en el presente; con todo, se tiene la impresión de que los resultados alcanzados no se corresponden con los esfuerzos realizados. Dentro de un mismo ámbito cultural las respuestas vocacionales varían de unas a otras iglesias. Ante este panorama nos preguntamos: ¿qué aspectos hay que cuidar más en la pastoral vocacional?, ¿Cuáles son los pasos posteriores a este análisis?

1. Algunos datos significativos

        Tomamos como referencia los años 1978 y 1994.­ La población católica de Europa ha aumentado en un 4,2 %. El número de sacerdotes ha disminuido el l3 %; las mayores disminuciones se dan en los países que tradicionalmente tenían mayor número de sacerdotes. El aumento mayor se da en algunos países de Europa oriental.

‑ Las ordenaciones sacerdotales han aumentado globalmente en un 37%; con todo, no compensa las pérdidas por fallecimiento o abandono. La edad media de los sacerdotes es muy elevada.
‑ El número de seminaristas mayores (diocesanos y religiosos) ha aumentado en un 23%.
‑ El número de seminaristas menores se ha reducido a menos de la mitad, pero se sigue atendiendo por otros cauces a muchachos con indicios vocacionales.
‑ Los religiosos hermanos han disminuido en un 31%; los aumentos se dan en algunos países de Europa oriental, y las disminuciones más acusadas en algunos países de Europa central y occidental­‑ Europa está cerca del 50% de las religiosas del mundo; las religiosas han disminuido en todo el mundo en un 25%­.
- En Europa los novicios y las novicias disminuyen; en el resto del mundo, desde hace diez años aumenta el número de novicios y novicias.

2. Consideraciones sobre estos datos

        a) Cada vez se valora más en las iglesias particulares el ministerio de pastoral vocacional, aunque se reconoce las dificultades que conlleva su ejercicio. Al mismo tiempo, cada día se ve con más claridad que 1a pastoral vocacional es la perspectiva que unifica toda la pastoral de la Iglesia.

        b) Las actitudes victimistas, fatalistas y culpabilizadoras no llevan a buen término, ya que no facilitan el análisis objetivo del problema vocacional y no aportan soluciones viables. En muchos casos generan falta de alegría, impotencia y pasividad ante la tarea vocacional

­        c) Los cauces de solución del problema vocacional se notan por la mayor conciencia de la importancia de la oración, por la mejor programación de la pastoral juvenil y por la potenciación de la pastoral de conjunto. Donde hay oración, proyecto y trabajo convergente, también hay resultados. Esta constatación no la podemos obviar

­        d) Atención a las respuestas vocacionales de los jóvenes europeos que apuntan a nuevas formas de vida consagrada.

        e) Es importante y urgente que las diferentes Iglesias de Europa (occidental, central y oriental) intercambiemos experiencias, proyectos, interpelaciones y ayudas de todo tipo referentes a la pastoral vocacional y a la formación en los seminarios y en la vida consagrada.

3. Signos positivos a que indican inversión de tendencias

‑ Mayor presencia del tema vocacional en los itinerarios catequéticos de niños, adolescentes y jóvenes. También señalamos de manera muy significativa el planteamiento vocacional de la pastoral juvenil; algunas Conferencias Episcopales, como la española, han publicado algunos documentos de particular interés sobre este punto.
­‑ La potenciación de los centros diocesanos de pastoral vocacional en donde colaboran sacerdotes, religiosos/as y laicos/as.
­‑ La mayor y más continuada presencia de seminaristas y novicios en las diócesis­
- Incremento de la oración por las vocaciones, así como otros espacios e iniciativas de carácter vocacional.
­­‑ La recuperación del acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional.

EN LAS DIFICULTADES ESTÁN LAS POSIBILIDADES
PARA UNA PROPUESTA VOCACIONAL

        La revelación cristiana es la manifestación de cómo Dios se ha hecho presente en el mundo y la historia, y de cómo lo humano se abre al misterio y puede acoger su presencia. La respuesta a esta doble cuestión es Jesucristo, su persona, vida, Evangelio y presencia viva y operante por el Espíritu Santo que el Padre envió después de su Resurrección. Esta afirmación fundamental de nuestra fe nos lleva a rastrear las aperturas para una propuesta de vocaciones de especial consagración

­1. Desde la teología de la pastoral vocacional.

        Jesucristo es la revelación (y el proyecto) del hombre; en consecuencia, el encuentro personal con El constituye, al tiempo, la meta y el camino de la iniciación en la vida cristiana. La maduración de la fe tiene carácter sistemático y progresivo; por lo mismo se puede definir como proceso de respuesta vocacional: decir sí a Dios con toda la persona y toda la vida. Descubrir la persona de Jesús y encontrarse con Él tiene que ver directamente con la acogida de la novedad del Evangelio, la disponibilidad gozosa y el discernimiento de la voluntad del Padre para cada uno. En general, podemos afirmar que los proyectos de educación de la fe con jóvenes padecen dos defectos importantes: se nutren más de "'experiencias puntuales" que de itinerarios y no suelen incluir el discernimiento vocacional como talante y punto de llegada de la pastoral.
        ­La fe madura se expresa en la adhesión afectiva, total y definitiva a la persona de Jesús, su mensaje y la construcción del Reino. El seguimiento de Jesús únicamente se puede dar en la Iglesia y para la Iglesia; de ahí la importancia de suscitar en los referencia identificación jóvenes con los que trabajamos ­sentimientos de pertenencia, referencia e identificación ­eclesial. Los creyentes tenemos que ver a la Iglesia con "los ojos y el corazón" de Cristo; las grandes afirmaciones del Vaticano II sobre la Iglesia como misterio, como sacramento universal de salvación y como pueblo de Dios, únicamente se pueden entender desde la persona y la misión de Jesucristo, que constituye a la Iglesia y a cada vocación como "carisma y misterio" al mismo tiempo.  El Bautismo y la Confirmación llevan a cada creyente a encontrar el proyecto vocacional (presbítero, religioso/a, laico/a) al que Dios le llama aquí y ahora.
        ­Cada vocación encama un aspecto de la persona de Jesús y de su Iglesia; esto hace que las vocaciones tengan un carácter complementario: en la comunidad eclesial se expresa la plenitud del misterio de Cristo en la celebración de la Eucaristía, "fuente y culmen de la vida cristiana", y expresión más plena de la unidad y complementariedad de las diversas vocaciones de la Iglesia.
        Mucho nos falta por hacer a los que trabajamos en pastoral vocacional para que estos supuestos teológicos básicos se transparenten en la vida de los grupos de jóvenes y en los itinerarios catequéticos.

­2. Desde la evangelización de la cultura.

        La fe cristiana no es cultura ni ética, pero genera cultura y valores capaces de dar sentido a la vida de nuestros contemporáneos. Subrayamos tres aspectos que nos parecen importantes en nuestras sociedades de primer mundo:

‑ Trabajar más lo "profundo" de la persona. En el corazón humano hay deseos insospechados de bondad, verdad y belleza. Antropológicamente y teológicamente estamos constituidos por la capacidad de fiamos, ser amados y amar y de esperar a pesar de todo‑ Desde este fondo que nos constituye a "imagen y semejanza" de Dios hay que cultivar en la educación de los jóvenes el ser frente al tener, la interioridad frente a la superficialidad, el silencio frente a la diversión, la reflexión frente a la distracción y la oración frente a la cerrazón del horizonte humano­.

‑ La vida como experiencia necesitada de sentido y de decisión. La identidad más profunda de la persona se expresa a través de las grandes preguntas que orientan la vida entera: de dónde venimos, a dónde vamos, quién soy, para qué es la vida, qué voy a hacer con mi tiempo, cualidades, preparación, a quién tengo que rendir cuentas de mi vida, qué hacer ante las necesidades de los más pobres, etc. ­

- La solidaridad con los excluidos como lugar teológico e imperativo ético. El único absoluto para un creyente es Dios y su justicia, como dice el Evangelio‑ Desde aquí (cf. Mt.25,31‑46), el rostro del pobre se hace sacramento de Dios, mediación del encuentro verdadero con uno mismo y exigencia de verdad y autenticidad‑ Los gritos de los explotados y marginados son voz de Dios que debe ser acogida y respondida.

3. Desde la Pastoral de Jóvenes.

        El decreto Ad Gentes del Vaticano II (n.13‑15), el RICA y los documentos de los episcopados y el trabajo de muchos agentes de pastoral juvenil nos permiten dar las siguientes orientaciones:

‑ Una pastoral juvenil en clave de seguimiento. Lo fundamental es que "el joven llegue a descubrir en Cristo la plenitud del sentido y el sentido de la totalidad de su vida. Para ello la pastoral con jóvenes ha de proponer y animar el encuentro personal y comunitario del joven con Cristo vivo que es, al mismo tiempo, el origen y el camino de este proceso" (OPJ 30). ­En este proyecto importa que el joven descubra la fe como camino hacia la felicidad y como el elemento más plenificador de la existencia. La fe se convierte en la opción fundamental de la vida cuando la experiencia de Dios Padre, el Evangelio de Jesús de Nazaret, la comunidad eclesial y el Reino son los aspectos nucleares que articulan su vida y proyecto.

­‑ Una pastoral juvenil en línea catecumenal. Así lo define el Vaticano II en AG‑ 14‑ ­como "noviciado de la vida cristiana" en el que se inicie "en el misterio de la salvación; en el ejercicio de las costumbres evangélicas; en los ritos sagrados que han de celebrarse en los tiempos sucesivos y sean introducidos en la vida de la fe, de la liturgia y de la caridad del pueblo de Dios". La meta del itinerario catecumenal es que el joven sitúe la fe en la vida (familia, estudios, diversión, trabajo, compromisos, etc.).

"Que desarrolle el sentido de la vida en la comunidad cristiana como fraternidad; y que por su experiencia de oración y vida sacramental puedan ser contemplativos en la acción; que ayude a aceptar la propia experiencia de fracaso y de pecado a la luz de la misericordia del Padre, manifestada en la cruz de Cristo. Espiritualidad que lleva a manifestar la fe en las obras, huyendo de toda privatización de la fe y buscando la unidad de conciencia". (DPJ24; cf. ES‑ 15;GS.43).

‑ La meta de la pastoral con jóvenes. La iniciación cristiana tiene comienzo y tiene final; a veces da la impresión que los grupos de jóvenes son una meta en sí mismos. Esta pretensión no tiene sentido desde el punto de vista cristiano; por el contrario, las etapas propias de un proceso evangelizador con jóvenes apuntan a que, en su debido momento, los jóvenes se incorporan con fe madura a la comunidad cristiana y a que opten por una vocación concreta. El descubrimiento del sentido comunitario‑eclesial de la fe y el discernimiento vocacional van íntimamente relacionados. "La comunidad eclesial se configura más precisamente como comunión orgánica análoga a la de un cuerpo vivo y operante. En efecto, está caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y de la complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades" (Ch.L.20).

El proceso de pastoral juvenil debe desembocar en que cada bautizado encuentre la vocación concreta a la que Dios le llama‑ Esto no será posible si los itinerarios de fe con adolescentes y jóvenes no educan progresivamente la fe como opción fundamental por Jesucristo, la vida eclesial como comunión y servicio, y la construcción del Reino como el horizonte común de los llamados al ministerio, a la vida religiosa o a la vida laical. Desde este planteamiento se puede afirmar que toda la pastoral juvenil es vocacional y que lo vocacional dentro de la pastoral juvenil necesita una atención específica.

‑ Una pastoral juvenil que cuide mucho el acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional. Juan Pablo II definió el acompañamiento como "escuela sistemática de vida interior". Acompañar espiritualmente a alguien es ayudarle a interiorizar y a personalizar la fe, a identificarse afectivamente con los valores del Evangelio, a estar disponible para lo que Dios quiera y a responder adecuadamente con todas sus posibilidades. Un elemento insoslayable de la relación de ayuda del acompañamiento es el discernimiento vocacional; en los grupos de jóvenes ha de iniciarse el discernimiento cristiano, y en la última de sus etapas ha de vivirse una experiencia de discernimiento vocacional debidamente preparada y con tiempo suficiente. El equipo que animara este encuentro facilitaría el que cada joven asistente lo pudiera vivir como unos ejercicios personalizados.

4. Desde las ambigüedades de los jóvenes que sienten la llamada.

        Ahora pensamos en aquellos que en un momento dado de su caminar cristiano, en actitud de disponibilidad se preguntan,  ¿qué querrá Dios de mí?, ¿dónde serviré evangélicamente más y mejor a los pobres?. Con frecuencia estos jóvenes decididos y generosos descubren en su corazón sentimientos ambivalentes, que al tiempo que les predisponen para la acogida de la llamada, dificultan la respuesta vocacional o la hacen contradicciones ambigua desde el primer momento. Veamos cuáles son las principales contradicciones de estas situaciones:

‑ Libres de y libertad para. La libertad sigue representando algo muy importante para el joven; al mismo tiempo hay que afirmar que nadie es totalmente libre para ser libre. La auténtica libertad suele ser un largo y costoso proceso en el que "liberarse de "está muy relacionado con "ser libre para" (proyecto). A esto último no se llega cuando la  libertad se entiende como valor absoluto sin referencia a los valores objetivos (la verdad). Cuando los jóvenes desean la libertad y al mismo tiempo la temen, quizás lo que les falte es la experiencia estructurante de haber sido amados incondicionalmente y de amar ellos de la misma manera. La inestabilidad afectiva les lleva al desaliento, a estar permanentemente en la búsqueda del propio equilibrio, al miedo a los compromisos para toda la vida, a la inconstancia y al desconocimiento del valor del sacrificio y la renuncia. El resultado final es el predominio del emotivismo cambiante que dificulta la acogida de proyectos vocacionales de vida.

­‑ Radicalidad evangélica e inconsistencia humana. Con frecuencia se da en los jóvenes cristianos un deseo sincero de vivir el Evangelio y de servir a los demás, pero en el día a día aparece la fragilidad, la inmadurez afectiva, la dificultad para globalizar la vida desde una decisión vocacional, la falta de autodisciplina, la dificultad en hacer síntesis de lo aprendido y de lo vivido, la escasa culpabilidad moral, etc. Este cuadro endeble de la personalidad refleja una ruptura bastante grande entre el campo de los ideales y valores objetivos y la interiorización de los mismos. Cada vez es más necesaria una pedagogía de personalización que permita trabajar de dentro de la persona afuera, que aporte una visión global de la fe en que no falte ningún elemento básico y que impida la contradicción entre las intuiciones espirituales (oración, servicio, comunidad) y la vida moral con fragilidades graves y reiteradas.

­‑ Deseo de entrega total en formulaciones parciales y temporales. Los jóvenes entienden la vocación y desean responder a ella con totalidad, pero con frecuencia albergan en su corazón la sospecha de que la decisión es temporal y, en consecuencia, será parcial. Cuesta entender y asumir el "para siempre", sienten que hay algo que se escapa a la propia decisión y que puede condicionar el futuro. El resultado de esta ambigüedad es que en lo cotidiano se transparenta la mediocridad del que no ha puesto todo el corazón y para siempre en su decisión vocacional.

­‑ Sensibilidad a las actitudes genéricas y dificultad en las concreciones prácticas. Esta característica se da principalmente en dos ámbitos: el relacional y el social.  El colectivo juvenil, según los estudios sociológicos, manifiestan actitudes solidarias y relacionales como talante o disposición básica, pero al aplicarlas a comportamientos concretos aparecen dificultades, excusas e incoherencias. A modo de ejemplo citamos algunas manifestaciones: dificultades para aceptar a otros como son, llamativa dependencia de la familia o de los grupos de procedencia y problemas en la asunción de proyectos comunitarios. Quizás falta mística y pasión, tanto para entender la opción por los más necesitados como el sentido comunitario de la fe. Una vez más, aparece la importancia de lo concreto como expresión de lo auténtico y verdadero; los jóvenes necesitan ser contrastados permanentemente en estos dos campos por los animadores y por el grupo al que pertenecen.

‑ Tensión permanente entre oración y compromiso. ¿Contemplativos en la acción?. La síntesis vital de contemplación y acción se ve en la medida en que en cada uno de los dos términos está el otro presente. Sabemos que la vida cristiana es mucho más que buenas formulaciones o acciones comprometidas, es una mística que se nutre del misterio de la encamación, la pascua y la vida en el Espíritu. Los grupos de jóvenes cristianos, incluso los más comprometidos o definidos vocacionalmente, presentan un talante pacífico, tranquilo y satisfecho; no se les ve excesivamente preocupados con planteamientos o militancias. Hay algo en el estilo vocacional de los jóvenes formandos que habla de falta de síntesis, de subrayados en unos aspectos y descuido en otros. La permanencia y el crecimiento en la propia vocación tiene mucho que ver con la armonización de todos sus componentes; además, el mundo actual necesita modelos referenciales integrados e integradores.

‑ Opción vocacional y clarificación de las motivaciones profundas. Esta tarea de purificación de motivaciones vocacionales hay que hacerla, en muchos casos, en los primeros cursos de teología en las comunidades formativas. Los aspectos que piden mayor clarificación son: espiritualismo y visiones eclesiales preconciliares, protagonismos y clericalización, dificultad en distinguir entre momento experiencial y fidelidad cotidiana, religiosidad sentimental, utilización del servicio a los pobres, falsa imagen de uno mismo y de sus posibilidades/limitaciones, la dificultad de asumir proyectos comunitarios, el rechazo adolescente de las estructuras y tradiciones, la inmadurez afectivo‑sexual en cuestiones básicas y la idealización de la pobreza evangélica. La purificación de estas motivaciones requiere por parte de los formadores la propuesta de itinerarios formativos bien estructurados, progresivos, personalizadores, claros y exigentes. Debemos estar más preocupados por la calidad de las vocaciones que por la cantidad; en consecuencia, hay que trabajar más la disponibilidad y el discernimiento vocacional que la "promoción vocacional"

­        El acompañamiento espiritual y el discernimiento vocacional faltan cualitativa y cuantitativamente en la pastoral juvenil y vocacional; por lo mismo, seria uno de los aspectos que hay que potenciar más en la preparación de animadores de grupo y de formadores.  A las personas expertas en acompañamiento y discernimiento deben ser enviados los jóvenes con signos vocacionales. La figura del animador que acompaña los procesos vocacionales se ve completada si en su labor dispone de comunidades donde se pueden facilitar "tiempos fuertes" para la propuesta vocacional y el crecimiento en la misma.

CONCLUSIONES:

        Cuando se mira a Europa se ven situaciones muy distintas, incluso dentro del mismo país hay "luces y sombras"‑ En el fondo subyace una pregunta inquietante: ¿hemos salido de la crisis vocacional? Podemos responder que sí estamos saliendo de la crisis. Las constataciones que avalan esta afirmación son las siguientes:

1E Sentimos más que nunca la necesidad de orar insistentemente al Padre para que "envíe obreros a su mies". Más aún, tenemos conciencia clara que el camino de oración personal y comunitario es también camino y pedagogía de discernimiento vocacional.

­2E Tenemos asumido que la pastoral vocacional no es un aspecto más de la vida de la Iglesia, sino que por la misma naturaleza de la fe cristiana se constituye en perspectiva que orienta y da unidad a toda la pastoral.

3E Los factores que aparecen en el análisis de la crisis vocacional están relacionados unos con otros, pero no todos tienen la misma importancia, pues unos dependen de otros. Necesitamos en cada Iglesia particular encontrar los "puntos críticos" que nos posibiliten responder adecuadamente al conjunto del problema. Sugerimos los praxis siguientes: una mejor relación entre teología de la pastoral vocacional y praxis pedagógico-pastoral, el discernimiento de los retos de la nueva cultura, el planteamiento de la pastoral juvenil en clave vocacional y la recuperación del optimismo y las posibilidades de las comunidades cristianas en la educación de la fe y en la propuesta vocacional.

­4E Donde hay trabajo bien planteado, desarrollado comunitariamente y evaluado  periódicamente, no faltan vocaciones. Esto no es posible sin la implicación de todos los agentes de pastoral de forma continuada. Los cristianos comprometidos en las diversas vocaciones, ministerios y carismas necesitamos subrayar más los aspectos simbólico-­proféticos de la vocación que los aspectos instrumentales (tareas o servicios). Y en la propuesta vocacional concreta huir de dos extremos: a) ignorar la realidad psicológica y cultural de los jóvenes con lo cual se hacen propuestas que no llegan, y b) no hacer invitaciones vocacionales y reemplazarlas por experiencias que no llevan a decisiones.

5E Necesidad de modelos personales y de comunidades interpelantes y acogedor­as para los jóvenes por su presencia, vida y testimonio. Comunidades que puedan decir "venid y veréis” a los jóvenes que buscan a Dios y que quieren dar un sentido definitivo a sus vidas. Algunos religiosos/as y sacerdotes deben superar el desánimo y la tristeza que los tiempos actuales han creado en su corazón.