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Compartir los carismas y la espiritualidad. Nuevo itinerario de comunión y expansión apostólica
                            

 I       

 

(Aunque el artículo apareció hace unos años, es bueno volverlo a recordar por toda su actualidad)                       

P. Bruno Secondin, O. Carm.

Desde los albores del monaquismo –que comenzó con Pacomio y Basilio- y continúa su andadura conforme a las diversas épocas y las diferentes formas de la vida consagrada, hemos podido constatar en todas ellas una fecunda ósmosis entre las diversas experiencias de vida cristiana. El sacerdocio, el monaquismo, el martirio, el camino de la virginidad, el del matrimonio comunican entre sí sus valores y su lenguaje, su espiritualidad y sus experiencias, en consonancia con los avatares distintos de la Iglesia y su sensibilidad cultural. Esta fenomenología matizada se ha servido de diversos testimonios en el transcurso de la historia. Para designar a las personas que participaban de estos carismas, se han utilizado palabras como oblatos, terciarios, siervos, asociados, cooperadores, cofrades; para las experiencias que llevaban a cabo se ha hablado de uniones, de comunión, familias, de hermandad, etc. Y no eran solamente particulares (hombres y mujeres) los que se comprometían en estos grupos, sino también verdaderas familias, sin que haya exclusión ni distinción de ningún género. Se trata de una historia muy rica en santidad y en testimonio.
Otras veces, cuando los protagonistas eran religiosos, estas situaciones eran manejadas y comprendidas como una especie de asociación en beneficio de una familia religiosa fuese como una forma de colaboración y de mantenimiento del apostolado o de las obras de un instituto. Se hacía evidente una relación de paternidad (incluso de paternalismo), ejercida por los religiosos y titulares de instituciones sobre los miembros de las otras categorías que se acercaban a ellos por razones de espiritualidad, de formación y de apostolado,.
Este modelo subsiste aun hoy día, pero hay también modalidades nuevas de experiencia. Lo que asoma de alguna forma más nuevo en nuestro tiempo es el enfoque teológico y eclesiológico de estos fenómenos. La interpretación que se hace de estas experiencias recuerda de manera interesante las reflexiones teológicas sobre la naturaleza de la vida consagrada y la Iglesia como comunión. Esto tiene sin duda consecuencias prácticas también en la forma en la que se  llevan a cabo las relaciones recíprocas: este juego de reciprocidad y de pertenencia está más inspirado por la teología, la eclesiología y la espiritualidad que por criterios jurídicos de organización.
Pero hay, quizás, algo más. Se tiene la sensación de que la aparición de estos nuevos géneros de experiencia, en torno a un monasterio, a un instituto, a una misión apostólica, es una prueba concreta de la fecundidad eclesial, y al contrario, su ausencia sería la prueba evidente de la esterilidad de un grupo concreto de “vida consagrada”. Sin esta capacidad de compromiso, de irradiación, de participación y corresponsabilidad, el carisma de la vida consagrada corre el riesgo de ser solamente una memoria histórica momificada, incapaz de asumir las novedades eclesiales ni situarse en dinámica de nueva evangelización.

I. ACTUALIDAD Y COMPLEJIDAD DEL FENÓMENO

Una señal que indica esta dirección

Puede ser un buen punto de partida el Sínodo sobre la vida consagrada. El tema de la relación con los laicos –relación de colaboración, de comunión, de corresponsabilidad,- está tratado de diferentes formas. La referencia al movimiento circular de comunión entre todos los estados de vida y de vocaciones paradigmáticas parece menos evidente.
Podríamos también hablar de una especie de prehistoria. Me parece que el Instrumentum laboris del Sínodo sobre los laicos (1987) había dejado ya bien dichas tres cosas importantes; siguiendo esta misma idea Christifideles Laici (CfL) ha escrito una bella frase que merece la pena traer a la memoria: “En la Iglesia comunión. Los estados de vida están tan íntimamente unidos entre sí que están ordenados el uno al otro. Su sentido profundo es el mismo, es único para todos: el de ser modalidad según la cual se vive la igual dignidad cristiana y la vocación universal a la santidad en la perfección del amor. Son modalidades simultáneamente diversas y complementarias, de suerte que cada una de ellas tiene su original e inconfundible fisonomía, y al mismo tiempo cada una está en relación con las otras y a su servicio...
Todos los estados de vida, tanto en su conjunto como cada uno de ellos en relación con los otros, están al servicio del crecimiento de la Iglesia; son dos modalidades distintas que se unifican profundamente en el ‘misterio de comunión’ de la Iglesia y que se coordinan dinámicamente en su única misión”
Una afirmación de este estilo tan clara no será asumida ni siquiera en la conclusión de los tres Sínodos sobre los estados de vida, por la tanto será muy oportuno que hagamos una síntesis orgánica complementaria. Se puede decir que desgraciadamente cada Sínodo parece situar verticalmente su tema sin tener en cuenta el contexto de los otros. Lo mismo podemos decir de los Sínodos continentales; falta una relación, por ejemplo, entre el último Sínodo continental extraordinario sobre Europa y lo que los Sínodos continentales anteriores han dicho o discutido. Cada Sínodo ha hablado de todo en un ‘espléndido aislamiento’.

 Detengámonos en el Sínodo sobre la vida consagrada

En el documento volvemos a encontrar muchas llamadas a la colaboración entre los diversos miembros de la Iglesia, en orden a una comunión efectiva y eficaz para al misión. Las referencias son abundantes sobre todo en la cuarta parte, en el contexto de los diversos servicios que se dan en la actualidad: como los pobres, los jóvenes, los enfermos, la cultura, las familias, el medio ambiente, etc.
Me permito, sobre todo, hacer un breve comentario al número 80 “en comunión con los laicos”, y al número 98 sobre “las nuevas formas de presencia apostólica”.
Se hace al principio del n. 80 alusión a la “Iglesia como comunión orgánica en la complementariedad del Espíritu”, se señala que ella ha “animado a una colaboración constructiva, en todos los ámbitos, entre los laicos y los religiosos”. A continuación se alude a la teología de la dimensión secular que es propia del laico, y a su contribución específica que no es exclusivamente suya. La dimensión de vida “in saeculo” pertenece a todo el mundo, eso sí, bajo formas diversas, y está fundamentada en el misterio de la Encarnación. La “revalorización de las realidades seculares como lugar teológico” se  considera  una tarea fundamental.
Se reconoce que los religiosos recuerdan a los laicos “que ese mundo no puede ser transformado más que con el espíritu de las Bienaventuranzas” Y tras haber subrayado que los laicos esperan de ellos un sincero testimonio de fe y de fidelidad a la Iglesia, se añade que: los laicos “piden frecuentemente que les ayuden en el camino de la oración y de la vida espiritual.”  Se insiste también en esta idea a continuación diciendo: “ Se percibe  hoy día, por parte de los laicos tanto individualmente, como en grupo, un deseo de participar de la espiritualidad y la misión de los Institutos de vida consagrada, dentro de la complementariedad de las vocaciones.”
Y concluye señalando algunas posibilidades: como por ejemplo, crear comités o consejos que se ocupen de estas experiencias, de la búsqueda “de programas de formación y de formas institucionales y de colaboración”. Al final del parágrafo se hace también alusión a la relación entre cada religioso y los movimientos eclesiales: pidiendo una sana reciprocidad entre las vocaciones, dentro de la clara identidad de cada una .
El otro párrafo que nos parece oportuno resaltar es el n. 98 que en la primera parte habla de  “la necesidad de otras formas de presencia apostólica”: a causa de las implicaciones de la inculturación, de la crisis de muchos apostolados tradicionales, del ecumenismo, de la cooperación, de los problemas mundiales, de las urgencias humanitarias. A continuación  añade algo nuevo: “Muchas comunidades e institutos han desarrollado en los últimos tiempos una red de asociados o amigos, sacerdotes y laicos, que participan de su espiritualidad y colaboran en su misión. Es una realidad en aumento que aún busca su forma propia... esta son formas que ofrecen la posibilidad de crear lugares de participación, de fe, de mantenimiento de una misión común vivida bajo diversas formas pero realizada en un mismo espíritu. Es importante no poner límite a las nuevas experiencias sino dejarlas explorar nuevos caminos.

Muchos Padres sinodales hablaron de este tema. El llorado Don E. Vigano ha subrayado la importancia de la actualidad de la comunión  y de la participación de grupos de laicos en el espíritu y la misión de los grandes fundadores. Desde su punto de vista, hay razones teológicas y eclesiológicas para favorecer este “intercambio de dones”, especialmente en los ámbitos específicamente seculares, allá donde la competencia y la creatividad de los laicos que viven inmerso en ellos son de un gran valor.
El cardenal Pironio ha subrayado que es necesario “buscar la identidad de la vida consagrada en la pertenencia a la Iglesia como misterio, como comunión y como misión”. Está convencido de que los laicos esperan el testimonio evangélico  de los consagrados y su ayuda  para vivir los valores espirituales y el compromiso misionero. Los movimientos no proponen “una nueva forma de vida consagrada”, ellos quieren vivir como auténticos discípulos del Señor en la secularidad. Y añade a continuación: “Una vez más aún, estamos en presencia de una integración providencial de los laicos  en el carisma y la espiritualidad de los institutos religiosos sin que por esto pierdan su secularidad. Ojalá surgiesen ahora asociaciones de laicos que  vivieran en profundidad el carisma y la espiritualidad de un instituto y participaran en su obra y su misión, de una manera específicamente laica.”
Hay muchas alusiones a la relación de comunión y corresponsabilidad con los laicos. Resulta interesante recordar también que, relatando sus experiencias de sufrimiento y de oscuridad, los que venían de las regiones ex comunistas o de dictaduras han dado testimonio de las ventajas y la fecundidad que producía el contacto directo con el Pueblo de Dios, en el sufrimiento y en la perseverancia en la fe, incluso en las condiciones extremas de pobreza y sufrimiento. En estas circunstancias, el Espíritu ha guiado y desarrollado relaciones recíprocas renovadoras, al principio inesperadas y temerosas,  que han acabado por convertirse en creativas y evangelizadoras. Una vez recuperada la libertad religiosa, ¿habrá necesariamente que perder aunque sea sólo un poco de este “germen carismático”, que pide más bien ser ampliado y fortificado? ¡Sería muy perjudicial!
Un sector totalmente diferente que conviene apuntar aquí es el de las nuevas experiencias de inserción de los religiosos entre los pobres. Los obispos han hablado de estas experiencias subrayando los frutos de conversión que ellas han producido, como los nuevos modelos de autoridad y de vida comunitaria, la nueva espiritualidad más encarnada, los nuevos programas de formación más atentos a la cultura, la comunión en el modo de hacer que recuperen  la dignidad humana grupos marginales, en la promoción humana y en la misma inculturación.
Se ha hecho también una propuesta de vida consagrada ad tempus. El obispo thai George Yod Phimphison ha hablado en su intervención largo y tendido sobre este tema, definiendo la propuesta como “un compromiso religioso total por un tiempo concreto”. Él la ha  descrito así. “Es el resultado de una respuesta a la llamada interior de Dios a vivir totalmente para él; la petición de esta experiencia se ha de dirigir a un instituto ya aprobado; si el candidato es admitido, hará los tres votos por un espacio determinado de tiempo, fijado de común acuerdo. No es ni preparación al sacerdocio ni a un paso automático a una decisión definitiva. El objetivo de la propuesta es adelantarse al miedo de un compromiso perpetuo y de falta de seguridad, y como una respuesta positiva a los que buscan madurar en una experiencia cristiana sólida. Por último la vuelta a la forma de vida de todo el mundo no se estaría acompañada del sentimiento de culpabilidad (tal como sucede ahora con la exclaustración o el abandono)”

  • En las propuestas

Se encuentran igualmente aquí interesantes sugerencias sinodales. Quisiera recordar en particular ciertos temas. Hay pasajes dignos de consideración en la perspectiva de una mejor integración; y se tiene en cuenta que la realidad se encuentra en constante   evolución. En la propuesta nº 13 se habla, de “nuevas formas de vida consagrada”. Se excluye la pertenencia a la vida consagrada de aquellos esposos que hacen votos dentro de un movimiento o una asociación. Mientras tanto se pide que se nombre una Comisión que establezca los criterios de autenticidad para discernir y promover las nuevas experiencias.
Hay a continuación dos proposiciones que conectan directamente con nuestro tema. La 32 que tiene como título “La comunicación entre los consagrados y los laicos”. Se “desea allí que los lazos entre las diversas vocaciones sean mejor conocidos, y que se recuerde allí que la vida consagrada y la vida de los laicos se enriquecen recíprocamente dando y recibiendo la una de la otra”. Se podría traer a la memoria en este aspecto tanto el IL del Sínodo sobre los laicos que tan excelentes ideas aporta sobre la comunión y la reciprocidad, como CfL que trata más veces el tema del intercambio de dones, especialmente el número 55 (ya citado).
Pero 33 el número es aún más explícito en sus proposiciones sobre “las asociados y los voluntarios”, o sea, los “clérigos o laicos, que a título personal o en común, se asocian a un instituto de vida consagrada, no solamente por razones de orden profesional o pastoral, sino también para participar de la espiritualidad y la misión del Instituto, salvaguardando siempre el respeto al estatuto eclesial propio de cada uno”. Se recomienda también “la participación en las nuevas formas indicadas de miembros asociados”, salvando la vida interna y la identidad de los institutos. En el Sínodo se llegó a utilizar la expresión “asociaciones carismáticas” que me parece más sugestiva y más abierta a desarrollos más fácilmente predecibles.
Se afirma a continuación el apoyo a diversas formas de voluntariado de inspiración cristiana; y se añade una importante sugerencia: “Que los institutos de vida consagrada sepan discernir cuidadosamente las vocaciones a un servicio gratuito, asociándoles no sólo a su propia actividad, sino también a su propia misión y carisma respetando naturalmente el carácter secular y espiritual de los laicos”.
La proposición 33 termina haciendo alusión a una forma de vida consagrada temporal: “Para que la Iglesia pudiese responder a las exigencias de ciertos jóvenes, debería tomar en consideración formas de vida comunitaria o de consagración ad tempus, de forma que los jóvenes sean formados en la oración y en el apostolado según la corriente propia de tal o cual cultura”. El texto ha sido aprobado por la asamblea (197 votos afirmativos sobre 228). Recuerda exactamente la proposición del obispo asiático Phimphison, teniendo presente una experiencia parecida de los monjes budistas thais; se sabe también que otros Padres  han mostrado su acuerdo con la propuesta. Hacemos notar que se ha utilizado la expresión “consagración ad tempus” y no cualquier otra expresión como “promesa”, “lazo”, “participación”. La finalidad de la formación tiene también su valor específico: no es una cuestión de perspectiva de “estatuto”, sino de formación en la madurez cristiana.

  • En “Vida consagrada” (nn. 54-56)

Todos los temas precedentes se encuentran en la Exhortación apostólica Vita consecrata, y hay tres números (54-56) que el Papa ha consagrado explícitamente al tema de la “Colaboración y de la Comunión con los laicos”. Bajo mi punto de vista, tenemos aquí un horizonte bastante innovador, entre los más interesantes y abiertos de toda la “Exhortación”. Se consideran en ella los diversos aspectos de la cuestión, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. Vale la pena hacer un breve comentario de ellos para que os podáis inspirar en vuestra búsqueda. Ya los títulos de cada uno de los párrafos son sugerentes: “Comunión y colaboración con los laicos” (.55)”Laicos voluntarios y asociados” (56). Retomamos las principales afirmaciones y anotamos en cursiva alguno de   los aspectos más interesantes.

  • El punto de partida es una premisa eclesiológica y cultural. Son el fruto de la Iglesia- Comunión, una imagen más completa de la Iglesia, un ejemplo de colaboración y de intercambio de dones, una respuesta más vigorosa a los grandes desafíos .

Esto nos hace comprender que el marco de interpretación debe ser amplio, yendo más allá de los problemas del propio instituto. Es necesario volver a la perspectiva eclesial en su sentido más amplio y exhaustivo.

  • Variedad de relaciones

Según los carismas (comtemplativos-activos), según el tipo de colaboración pastoral, según la historia vivida (ejemlo, las terceras órdenes). No obstante una nueva fase se abre hoy, un “nuevo capítulo lleno de esperanza” escribe el Papa, en la convicción de que “el carisma puede ser compartido con los laicos” .
No se puede olvidar la historia, pero ésta no es el único modelo; es preciso mirar lo nuevo que surge y que es signo de un nuevo “compartir”; y ese compartir no viene de nuestras previsiones y programas, sino que ha sido y es un regalo del Espíritu.

  • Se trata de “nuevas experiencias de comunión y de colaboración”: que van desde la expansión de la espiritualidad a la colaboración en el servicio. Esto constituye una más fuerte sinergia entre las personas consagradas y los laicos en vistas a la misión” que es la de transformar el mundo según el espíritu de las Bienaventuranzas” .

Esta primera perspectiva parece restringirse al ámbito de la espiritualidad y de la simple colaboración en las obras. Es ésta, en parte, una perspectiva tradicional. Hemos de decir que aún conserva su validez y su eficacia. Pero inmediatamente se señala lo que se experimenta como “nuevo”: se utiliza para los laicos la misma expresión que el Concilio aplica a los religiosos como “su estado propio”, a saber, el testimonio de las Bienaventuranzas .

  • Se afirma que “la participación de los laicos suscita frecuentemente sentidos hasta el momento no descubiertos y fecundos”, en la interpretación del carisma, en la dinámica apostólica y en la espiritualidad. Los consagrados ofrecen como contribución su “consagración”, los laicos “su carácter secular” .

La afirmación queda aún muy genérica, pero podemos nosotros mismos hacerla evolucionar con las experiencias vividas en nuestros Institutos: consideremos las nuevas formas de oración, de servicio, de lenguaje y de organización, de convivencia, de contemplación. No obstante la expresión “sentidos hasta ahora no descubiertos de ciertos aspectos del carisma... y de nuevas dinámicas apostólicas”, es muy valiosa.

  • Se indican, por último, cinco casos concretos de participación:
  • Los miembros asociados, se trata aquí de la adhesión a un instituto can lazos estables y reconocidos.
  • Participación temporal (por tiempo concreto) de la vida, de la contemplación y del compromiso apostólico.
  • El voluntariado: se tiene por él “un gran aprecio”, mientras es necesario cuidar la formación y se está clarificando la realidad jurídica; aquí está la responsabilidad de los religiosos de precisar mediante directrices todos los pasos a seguir.
  • Colaboración en algunas iniciativas  locales: sobre todo en la promoción humana; es precisa una identidad clara y el respeto a las características de la vida consagrada.
  • Los movimientos eclesiales: en este caso nos encontramos con ventajas y, a la vez con malestar y desorientación, pueden originar conflictos y crisis de pertenencia. Es necesario respetar el carisma propio y la disciplina del instituto.

Podemos subrayar que la enumeración no es exhaustiva, y sobre todo que no se tiene en cuenta la participación mixta (hombres y mujeres, casados y célibes). Encontramos una referencia a la presencia mixta en otro contexto . La falta de referencia podía dar a entender que las  conclusiones se deducen de ellas mismas o que la información es incompleta. La perspectiva del n. 55b es pronto transformada en un breve catálogo de posibilidades con el riesgo de volver a caer en lo “administrativo” y en una exploración no carismática.

  • Podemos todavía añadir  otras alusiones diseminadas a lo largo del texto: ejemplo, sobre la promoción de escuelas de espiritualidad, de oración, de lectura meditada de la escritura , el diálogo con las otras religiones por medio de obras de promoción humana , la acogida generosa y el acompañamiento espiritual de aquellos que están en busca de la fe (VC, 103), la promoción de la dignidad de la mujer , una visión cristiana de los medios de santidad , etc.
  • Se señala por fin como guía general un principio que se puede leer en la premisa de la dimensión apostólica. Pero en este caso también, se establecen con cierta  modestia criterios que tienen gran importancia teórica y práctica. “Todo debe hacerse en comunión y diálogo con las otras instancias eclesiales. Los retos de la misión son de tal envergadura que no pueden ser acometidos eficazmente sin la colaboración, tanto en el discernimiento como en la acción, de todos los miembros de la Iglesia. Difícilmente los individuos aislados tienen una respuesta completa; ésta puede surgir normalmente de la confrontación y del diálogo. En particular, la comunión operativa entre los diversos carismas asegurará, además de un enriquecimiento recíproco, una eficacia más incisiva en la misión... Por eso puede contribuir a crear un clima de aceptación mutua, en el que los diferentes sujetos eclesiales, al sentirse valorizados por lo que son, confluyan con mayor convencimiento en la comunión eclesial, encaminada a la gran misión universal .

· Texto en francés de La documentation catholique, 2218, enero 2000, n. 2, págs. 68-78

Christifideles laici, 55. (Desde ahora citaremos CfL)

Hemos reconstruido la historia e indicado el valor de todo el proceso sinodal en dos libros: Por una fidelidad creativa. La vida consagrada después del Sínodo, paulinas, Milán 1995. El perfume de Betania. La vida consagrada como mística, profecía, terapia. Dehoniane, Bolonia 1997

Sínodo sobre la vida consagrada Instrumentum laboris. Junio 1994 (A partir de ahora IL)

IL, n. 80

Ib., n. 98

Vita consecrata, 54a

Ibid. 54b

Ibid. 55a

Lumen gentium, 31

Vita Consecrata, 55b

Ibid. 56, a-b-c-d.

Cfr. VC, 62b

Cfr. VC, 56bc

Cfr. VC, 94, 39

Cfr. VC, 102

Cfr. VC, 103

Ibid. 102, 58

Ibid. 83

VC, 74