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Vocaciones en la Iglesia: el periodismo, una vocación de servicio

 

En los diferentes servicios dentro y para la sociedad, sin duda alguna hoy el periodismo tiene una relevancia distinguida y muy influyente. Es verdad que hay diferentes periodismos, pero en todos se trata de servir de la mejor forma a las personas que constituimos la sociedad. Por eso nos parece pertinente expresar algunos aspectos del periodismo como vocacion que creemos que habría que tener en cuenta, en el sentido globalizador de la palabra. Y no nos referimos exclusivamente al periodismo religioso sino a la vocación periodista que viven muchos laicos dentro y fuera de la Iglesia. Obviamente nos aproximamos a esta vocación desde la perspectiva eclesial.

Nos vamos a servir de algunos párrafos de un artículo valioso de la revista Sal Terrae.

Una vocación de servicio

A nadie le cuesta vincular con Jesús vocaciones como las de medicina –el Señor curaba a los enfermos–, docencia –es el Maestro–, y no digamos la vida religiosa o el sacerdocio; incluso imágenes como la del arquitecto o constructor –Jesús «edifica» la Iglesia– o de oficios como pastor, agricultor (sembrador), artesano, alfarero... se relacionan fácilmente. Pero es curioso que, siendo Jesús quien nos trae la gran noticia, La Noticia, nos resulte tan difícil establecer lazos directos con el periodismo. Nuestro Dios se encarnó precisamente para comunicarse a sí mismo y para comunicar algo, y lo hizo con un estilo propio. Y Jesús envió a los discípulos para comunicar lo que habían visto y oído. La misión primordial de la Iglesia es la transmisión y difusión de la Buena Noticia que es el Evangelio.

Probablemente no sea necesario matizar que no se habla aquí de periodismo religioso, de las secciones y los periodistas que se dedican a recoger y difundir las noticias sobre la Iglesia y el mundo religioso. Se trata de la transmisión de la realidad en su conjunto, de mantener a la sociedad informada de lo que está ocurriendo y garantizar la transparencia del poder, de forma que cualquier abuso que haya, trascienda a la opinión pública y, por tanto, pueda ser penalizado. Es un servicio básico y fundamental a la sociedad, que sustenta el sistema en el que nos movemos.

En el discurso a los directores, redactores y corresponsales de L’Avvenire d’Italia (18/10/1959), el papa Juan XXIII definía la función del periodista como una tarea de presencia y de testimonio: «Una presencia activa, inteligente, atenta ante los muchos problemas de la vida de hoy, para que pueda dar una interpretación y una respuesta según los criterios válidos de la verdad eterna, reflejada en el tiempo. Una presencia a la que nada puede escapar, para ayudar al lector, para informarlo, para iluminar su conciencia ante los interrogantes y desorientaciones que le presenta el mundo de hoy. Pero también su tarea es una presencia de testimonio, es decir, de toma de posición, serena pero segura, que no tenga compromisos ni respetos humanos, que sea leal y paciente».

No es casual que se eligiera al santo saboyano Francisco de Sales como el patrono de esta profesión. Fue él el primero que se sirvió de la prensa para defender la fe católica de los calvinistas, publicando volantes que, además de fijarse en portones y muros, circulaban de mano en mano. Ésa es la responsabilidad de la que habla el Papa Bueno, para quien el periodista «necesita la delicadeza del médico, la facilidad del literato, la perspicacia del jurista, el sentido de responsabilidad del educador». Es una formulación de máximos, porque el «deber ser» de esta, como de otras profesiones, consiste en su «verdadero ser».

 

(Fuente: José Manuel Burgueño, en Sal Terrae, enero 2009)