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EL CALDO DE CULTIVO
DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA JUVENIL
CONTEMPORÁNEA

 

Por Germán Medina Acosta
Doctor en Teología Pastoral
Universidad Salesiana
Roma

 

Las transformaciones culturales contemporáneas se presentan como el verdadero “caldo de cultivo” en el que se ha formado y se continúa formando la experiencia religiosa juvenil. De ahí la importancia de detenerse a considerar dichas transformaciones si se quiere conocer, comprender y servir mejor a los jóvenes.

1. Las transformaciones socioculturales y sus consecuencias

En el mundo contemporáneo se están operando una serie de transformaciones sociales y culturales que producen una fractura nunca antes vista con relación al pasado y al futuro. Se está operando un proceso de individuación de la sociedad que deshace los ligámenes comunitarios y propone una radical transformación de la concepción del tiempo y del espacio y un rol de primer plano a la imaginación.

Esta transformación es el producto de dos fenómenos unidos en la actividad de la imaginación: el suceso de las migraciones y el de los medios electrónicos.

Las migraciones de masas han asumido en el mundo contemporáneo un carácter absolutamente nuevo, porque interactúan con el flujo mundial de las imágenes mass-mediáticas. Este produce la situación inédita de imágenes y espectadores simultáneamente en movimiento. En este fenómeno reside el núcleo de las relaciones entre globalización y modernidad.

Los medios electrónicos han modificado también profundamente la vivencia del espacio-tiempo. El tiempo se ha separado del espacio, porque la velocidad de movimiento no está más ligada a la velocidad de organismos o elementos naturales, sino que ha llegado a ser una cuestión de ingenio.

La velocidad ha emergido como elemento importante de la definición del espacio, porque ha hecho que las distancias pierdan su consistencia objetiva para sumir la subjetiva, fuertemente dependiente de la misma velocidad. El espacio-tiempo se ha montado sobre la vía que lo ha conducido a convertirse en un espacio-velocidad. El cumplimiento de las transformaciones del espacio-tiempo en espacio-velocidad está plenamente en acto por efecto de las evoluciones de los instrumentos de comunicación.

Los fenómenos sociales, económicos y tecnológicos que están a la base de la formación del espacio-velocidad han tenido profundos efectos también sobre el tiempo: han transformado el tiempo noético en el tiempo especializado.

2. Características de la experiencia religiosa contemporánea

Derivadas de este proceso de transformación se pueden señalar una serie de características de la experiencia religiosa contemporánea: el individualismo, la centralidad del cuerpo, la negación de las distinciones entre el hombre y Dios y el tradicionalismo.

El individualismo

La individualización que caracteriza nuestro tiempo está a la base de algunas características típicas de la actual experiencia religiosa:

a. La fluidez y la movilidad de la pertenencia religiosa. Las personas tienden a empeñarse de forma limitada: condicionan sus empeños y compromisos a la caducidad temprana de los mismos y / o al tipo de beneficios que puedan obtener por la pertenencia. Cuando se vive una desilusión se tiende a buscar una nueva adhesión en otro lugar.

b. El ligamen entre empeño y crecimiento y auto-realización personal. No vale la pena comprometerse en algo que no produzca felicidad y que no se desarrolle con alegría. De ahí, por ejemplo, la desafección con relación a la práctica religiosa: “La misa dominical me aburre y no se recauda nada”.

c. La desaparición del espíritu de sacrificio. “Perder la propia vida en nombre de la fe y de la vida futura” es absolutamente impensable.

d. La emergencia de un individuo holístico que ha tomado el puesto de la sociedad holística. La persona percibe de modo completo e integrado lo que hasta hace poco consideraba de modo separado y sectorial. De ahí la necesidad de tomar en consideración todas las dimensiones por las que se siente formada: racional y emotiva, espiritual y material, psíquica y corpórea.

Aparece así una religión a la carta: “elijo ir allá porque...”; se construye con el propio grupo una experiencia religiosa a la medida; ya no hay más distinción entre el bien y el mal sino entre lo agradable y lo penoso, entre lo que puede ser creído y no creído; se acepta lo más agradable, se rechaza lo otro. Esta “religión a la carta” termina siendo un bricolaje sincretista. La globalización y la comunicación de masas hacen disponible en el mercado de la imaginación un número amplio de sujetos y de materiales con los cuales se puede construir la propia escenografía religiosa.

La centralidad del cuerpo

La dimensión emocional ha adquirido un rol absolutamente dominante en nuestro tiempo. Asistimos al primado de las relaciones interpersonales, del sentimiento sobre la razón; como consecuencia se acentúa el valor de la experiencia personal subjetiva, la autenticidad afectiva, la dependencia de líderes carismáticos, la búsqueda por involucrar el cuerpo y los sentidos en la experiencia religiosa. La experiencia religiosa es experiencia auténtica y verdadera solo si deja una impronta en el cuerpo de la persona que la vive.

Así la verdad de la experiencia religiosa es expresada no por los discursos morales o dogmáticos, sino sólo por la intensidad y por la autenticidad de los sentimientos experimentados (ritos, posturas, gestos, expresiones capaces de suscitar emociones en el contexto de reuniones). Las experiencias de tipo iniciático adquieren una fascinación particular, la experiencia taumatúrgica de tipo religioso, la búsqueda de sanación ocupa el puesto central.

En la actual experiencia religiosa hay un ligamen entre la verdad y el cuerpo. El cuerpo y su bienestar, su forma física y psíquica ocupa un puesto central. La religión es la vía de la búsqueda de bienestar físico-psíquico frente a la desilusión, a los insatisfechos sin felicidad y sin las libertades aspiradas.

De esta manera, se acentúa la cualidad emotiva y terapéutica de la religión, ella es una fuente de compensaciones frente a la desilusión que generan las promesas no cumplidas de la ciencia y de la técnica; a través de ella se busca la felicidad, la perenne juventud y la inmortalidad.

La negación de las distinciones entre Dios y el hombre

Se niegan las distinciones clásicas que en el fenómeno religioso existen entre Dios y el hombre, entre Dios y la naturaleza, entre el hombre y la naturaleza, entre una y otra religión. Se trata de un sincretismo cuya raíz es la creencia en la existencia de una realidad común a todas las realidades: la energía (naturalismo animístico = hay un mundo paralelo, el de los ángeles, que es invisible pero real).

El Dios personal aparece como un Dios impersonal de fuerzas o energías impersonales. Desaparece toda forma de alteridad: no existe más el diálogo entre el Yo y el Tú; sólo queda la búsqueda interior del propio Si mismo, único lugar en el que se manifiesta la verdad y el mismo Dios.

La espiritualidad queda reducida a la interioridad de la persona, ya sea que tenga que ver con la superación del yo o con su reforzamiento.

Todas las religiones aparecen idénticas, porque cada una de ellas, con las propias tradiciones místicas, garantizan esta vía a la interioridad. Se relativizan las formas históricas concretas en las que se han manifestado las religiones en favor de sus aspectos esotéricos y místicos.

El tradicionalismo

Se trata de una reacción identitaria a veces promovida por el vértice de la base de la Iglesia, se trata de una fortísima reacción en la confrontación con la modernidad y la secularización; reacción manifestada en algunos movimientos que expresan el orgullo de exhibir la diferencia que distingue la propia religión de las otras a través de signos exteriores: vestido, las grandes asambleas unitarias que superan las divisiones ideológicas, políticas, sociales y económicas de las personas, las procesiones en el corazón de la ciudad, la proliferación de las conversiones, el uso masivo de la comunicación mediática.

Estas son pues algunas de las características de la experiencia religiosa que se está cultivando en nuestro mundo contemporáneo.

3. La experiencia religiosa de los jóvenes y el retorno a la alteridad

Ya se ha visto cómo la experiencia religiosa contemporánea se presenta de esta forma estrictamente individual, ligada a la mutabilidad y a la fragilidad de las personas, que muchas veces se encuentran privadas de los requisitos necesarios para su transmisión hacia las nuevas generaciones.

Particularmente se podría decir que la experiencia religiosa de los jóvenes habita un territorio enteramente colocado al interior de los confines de la vivencia subjetiva: prevalece la dimensión emocional como reacción a la aridez del positivismo, que se expresa en un redescubrimiento del conocimiento a través de la vivencia subjetiva.

A las certezas que se adquieren lentamente y que requieren una larga búsqueda entre las ideas, las doctrinas y los textos sagrados, se contrapone un conocimiento derivado de una experiencia vivida personalmente: “Dios existe yo lo he encontrado” es la afirmación perentoria de un conocimiento inmediato, apenas formulado, pero que es fuente de una certeza absoluta.

No obstante el anterior panorama, el futuro no está comprometido, es posible un retorno hacia la alteridad, hacia una trascendencia no inmanente. Los signos de este retorno están ya presentes en la actual experiencia religiosa juvenil. Es preciso afinar la mirada para reconocer estos signos y reencontrarnos con el Dios de Jesucristo aconteciendo en la vida de los jóvenes, sólo una mirada de fe nos permitirá reconocer a Jesucristo vivo en y entre los jóvenes.


Asumo para este análisis la perspectiva del sociólogo alemán Ulrich Beck acerca de la por él llamada “segunda modernidad”. Véase Mario POLLO, Le trasformazioni culturali nella modernità e l´esperienza religiosa, en “Note di Pastorale Giovanile” 39 (2005), 5-9.

La velocidad no dependerá más de la capacidad de locomoción de los seres humanos o de los animales, como por ejemplo del caballo, sino de la invención de medios de locomoción como el tren, el automóvil, el avión, o de comunicación como el telégrafo, la radio, el teléfono y ahora más recientemente la Internet y el teléfono celular.

Para el estudioso de la velocidad Paul Virilio, el mundo no se funda más sobre la extensión geográfica, sino sobre una distancia temporal que vive constantemente reducida por nuestra capacidad de transporte, transmisión y acción telemática; el nuevo espacio-velocidad no es más un espacio-tiempo. La velocidad no es más un medio sino un “milieu”, una especie de sustancia etérea que satura el mundo en la cual son transferidas siempre más acciones, adquiriendo en este proceso nuevas cualidades que sólo tal sustancia hace posibles e inevitables (cf J. ARMITAGE [Ed.], Virilio Live: Selected Interviews, London, 2001,84 y 71); Z. BAUMAN, La società sotto assedio, Bari, 2003.

Cf Mario POLLO, Le trasformazioni culturali, 11-14.

 

(Fuente: Seminarium Bogotense)