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HOMILÍA XVII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO – 2016
                                 CICLO “C”
               LA ORACIÓN
                        I.- LAS LECTURAS
   * Libro del Génesis 18,20-32. Abraham, el amigo de Dios, intercede ante Dios por los habitantes de las dos ciudades amenazadas de  destrucción.  Y dice: “no se enfade, mi Señor, si sigo hablando  e intercediendo por ellas.
   * Salmo Responsorial 137. ¡Señor, cuando te invoqué en la oración me escuchaste!  Gracias.
   * Carta de San Pablo a los Colosenses 2,12-14. La oración cristiana nos  une al Señor como el Bautismo nos une  con Jesucristo muerto y resucitado. Por el Bautismo  participamos en la vida de Jesucristo perdonándonos nuestros pecados.
   * Evangelio según San  Lucas 11,1-13. Jesús, el orante y el Maestro de oración, enseña a orar a sus discípulos y les exhorta a ser perseverantes en la oración.

  

II.- SUGERENCIAS PARA LA HOMILÍA
                                        A
LA  ORACIÓN  DEL  REINO: EL  PADRENUESTRO
      La oración del Padrenuestro es la respuesta de Jesús a la petición del discípulo que le ruega “enséñanos a rezar”. Es la oración sencilla y sublime.
   La invocación “Padre nuestro
     Esta invocación sugiere la primera condición de toda plegaria: una relación filial de fe y amor personal con Dios, pues la oración es “un encuentro de amistad con quien sabemos que nos ama”, como dijo santa Teresa de Ávila. ¡Y nos ama más que nadie!
   Las peticiones
  A.- Las tres  primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre
     “Santificado sea tu nombre”. Con esta petición  se indica que hemos de santificar el Santo Nombre de Dios  nosotros y en nosotros, y que hemos de hacer lo posible para que Dios sea conocido, reconocido y amado mediante nuestro ejemplo, nuestra palabra y oración, de modo que todo hijo de Dios entre en relación de amor salvador con la Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, nuestra Familia de origen y destino.
    “Venga a nosotros tu reino”. Pedimos  a  Dios que retorne Cristo y que venga su Reino; también pedimos que el Padre nos ayude a trabajar para establecer en la tierra el reino de Dios con sus bienes: la vida, la paz, la justicia, la verdad, la libertad, el amor  en nuestro corazón, en la familia, en la sociedad, en el mundo. Oramos también por el  crecimiento del Reino de Dios en el “hoy” de nuestras vidas.

   “Hágase tu voluntad”. Es  la condición para la eficacia de la oración; que Dios nos dé lo que pedimos, si es conforme a su voluntad, que es siempre lo mejor para nosotros. Conocemos la voluntad de Dios sobre todo en la oración y en la lectura de su Palabra. Pedimos  al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo Jesucristo para realizar  su Designio de salvación  en la historia y en la vida del mundo.

  B.- Las otras cuatro peticiones presentan al Padre nuestros deseos

   “Danos hoy nuestro pan”. Danos nuestro pan y no solo el nuestro, sino también para todos los seres humanos  que sufren el flagelo y el tormento del hambre y de la miseria. Si compartimos nuestro pan, Dios no permitirá que nos falte. “Den y se les dará”, dice Jesús. Si no escuchamos el grito y el clamor de los hambrientos, ¿cómo vamos a pretender que Dios nos escuche cuando lo necesitemos?  En esta petición también  suplicamos que el Padre nos dé el  Pan de la Vida: la Palabra de Dios y el  Cuerpo de Jesucristo.

   “Perdónanos nuestras ofensas como nosotros también perdonamos”. Pedimos al Padre que perdone nuestros pecados. Y el Padre nos lo ofrece con profundo amor. Acojamos el perdón de Dios en nuestro  corazón y en el sacramento de la penitencia. Procuremos que el perdón de Dios penetre en nuestros corazones. No olvidemos que nosotros hemos de perdonar a nuestros enemigos a ejemplo de Cristo y siempre con la ayuda de la gracia divina: “Si vosotros perdonáis, seréis perdonados. Y si no perdonáis, no seréis perdonados” (Mt. 6, 15).

    “No nos dejes caer en la tentación”. Padre nuestro, no permitas que caigamos en la tentación, sobre todo en la tentación contra la fe, la esperanza y el amor.  No dialoguemos con la tentación ni nos dejemos seducir por ella. Pidamos al Señor que  no nos deje tomar el camino que lleva al pecado. “Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final” (Catecismo…n 2863). 

    “Y líbranos del mal”. Líbranos de lo que nos hace daño temporal o eterno a nosotros y a los demás. “En esta última petición, los cristianos pedimos a Dios, con la Iglesia, que  “manifieste su victoria, ya conquistada por Cristo, sobre “el príncipe de este mundo”, sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a su plan de salvación” (Catecismo…n. 2864).
 
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      El Amén final         
      Con el “Amén” final expresamos nuestro “así sea” (fiat) respecto a las siete peticiones que hemos dirigido con confianza al Padre por Jesucristo   en el Espíritu Santo.                                          
    Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a rezar pues “nosotros no sabemos rezar como conviene. El Espíritu Santo, ora en nosotros con voces inefables” (Rom. 8, 26).
    Pidamos a María que ore con nosotros y por nosotros: “Ruega por nosotros, pecadores”.
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                                        B                  
         1.- Rasgos de la oración del cristiano
                 * oración humilde y confiada en el Señor
                 * oración que acompaña el camino de la fe
                 * oración que se traduce en ofrenda de nuestra persona a Dios
                 * oración que expresa y alimenta la unidad eclesial.
       2.- Nuestra oración tiene diversas modalidades
      * Oración de adoración a Dios
      * Oración de acción de gracias a Dios por todos los beneficios
         que nos ha dado en su inmensa misericordia.
      * Oración de intercesión: debemos rezar por los demás.
      * Oración de petición: somos tan pobres y estamos tan
         necesitados que debemos pedir continuamente al Señor que
         nos ayude y nos socorra. Muchos salmos son expresión de
         nuestras necesidades ante Dios.         
        3.- Renovemos nuestra oración
    * Mirar a Jesús con fe y amor
                    - poner los ojos fijos en el Señor
                    - mirar al que atravesaron en la cruz. Quien vive y muere a la
                      sombra de la cruz despierta en el regazo del Padre
                    - sólo desde esta mirada de amor nos sentimos sostenidos y
                      guiados por el Espíritu Santo.                 
                    - sentirnos mirados y amados con ternura por el Señor
               *  Contar nuestra  vida y nuestra historia al Señor
                     -  alegrías y sufrimientos
                     -  gozos y esperanzas
               *  Escuchar al Señor sin prisas, con sosiego
                      -  hacerse pobres desde dentro para escuchar
                      -  “estando ya mi casa sosegada” (San Juan de la Cruz)
               *  Darse, entregarse al Señor
                   Es el momento de central de la oración…Dejar nuestra persona, nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras preocupaciones… al lado de Jesús, en sus manos, en su corazón para que los convierta, los sane, los purifique, los haga ofrenda santa y agradable a los ojos de Dios.
               * Desde aquí podemos mirar los acontecimientos, las personas, las dificultades para ser santos, los problemas de cada día…con  “ojos nuevos”, con los ojos del Señor que nos permiten descubrir la presencia del Espíritu Santo en nosotros.   
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                               Nuestra Asamblea Sinodal
     Recordemos  estas propuestas que aprobó nuestra Asamblea Sinodal (1987):
         “La Parroquia  facilitará espacios de oración y alabanza a Dios en los que la Comunidad cristiana se congregue para glorificar, alabar y bendecir a la Stma. Trinidad, recuperando así sus raíces teologales más hondas: ser una comunidad elegida, amada, bendecida y reunida por Dios Padre en el Hijo por el Espíritu Santo” (n.54).
        “Los Religiosos y Religiosas, junto con los Sacerdotes, y desde su experiencia orante y contemplativa, ayudarán a la Comunidad cristiana a iniciarse e intensificar la vida de oración personal, comunitaria y familiar, siendo así  “maestros de oración para los fieles” (n.57).
         “Rogamos a las Comunidades de Vida Contemplativa que compartan su experiencia de Dios y su oración con los cristianos, facilitando, en la medida de lo posible, el acceso a sus Monasterios” (n.56.
 Terminamos. Unidos en el Señor
 Cáceres. 17 de julio de 2016
                                               Florentino Muñoz Muñoz