volver al inicio

COMENTARIOS VOCACIONALES PARA ADVIENTO -CICLO B-

 

 

Primer domingo de adviento

1er Domingo de Adviento
Is 63, 16b-17.19b; 64,2b-7
1 Cor 1,3-9
Mc 13,33-37

1. Comentario vocacional

Nos introducimos en el camino del adviento, un camino en el que encontramos todos los elementos de una vocación. En este primer domingo ya descubrimos algunas ideas que pueden ayudar tanto a los que buscan y disciernen su vocación como a los que siguen madurando en la respuesta y la misión.
El evangelio que nos propone hoy la liturgia es la última parte del discurso escatológico que nos ofrece Marcos. En su contexto, es un discurso que describe las dificultades de la misión de la Iglesia en este tiempo intermedio antes de la venida definitiva del Hijo, es decir, el tiempo del presente. Ante esta situación, estas palabras vienen a ser una exhortación a la fidelidad y la perseverancia de la primera comunidad cristiana.

También en la primera lectura encontramos un contexto de dificultad y opresión ante el cual está el riesgo de volverse al Señor y señalarle como culpable. En este texto de Isaías se intercalan tanto las acusaciones (“¿por qué nos extravías de tus caminos?”) como las manifestaciones más tiernas de confianza (“Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu mano”).

En nuestra historia vocacional encontramos también muchas dificultades y problemas. Algunas veces será el constatar nuestra propia fragilidad y nuestro pecado; otras el desánimo y sensación de fracaso en el trabajo pastoral; o la desilusión de la vida comunitaria o de unas expectativas que nunca se llegar a realizar, etc… Quizás en esos momentos vivimos la angustia y por ello la tentación de tirarlo todo por la borda porque el peso es demasiado fuerte. ¿Por qué seguir siendo fiel? ¿Por qué mantenerse cuando parece que solo se trata de tener una vida de masoquista con un sufrimiento sin sentido?

En definitiva, ¿por qué seguir fiel a la llamada recibida y a la misión encomendada?
A pesar de todo esto, la certeza es que Dios Padre es quien nos llama y nunca nos dejará solos. Él es nuestro padre, el origen de lo que somos; el alfarero, el artista que nos hace a su gusto (¡pero con que buen gusto!; porque nos crea a su imagen y semejanza). Es un Dios que hace todo lo posible por el que espera en él, un Dios que sale al encuentro “del que practica la justicia y se acuerda de sus caminos”. Si vivo en la oscuridad de la duda y la crisis será o bien porque me he olvidado de él y ya no espero nada de él, o bien porque ya no sé lo que significa practicar la justicia en mi vida y tengo un corazón de piedra. ¿Por qué la duda en mi vida, en mi vocación, en mi respuesta?
Este Dios, que es Padre, nos ha enriquecido en todo y por ello no carecemos de ningún don (segunda lectura). Por ello tenemos una obligación moral con los dones que nos ha dado. No nos podemos echar en saco roto o guardarlos para nosotros mismos. Son dones, carismas, para la comunidad, para los demás. Dones, en definitiva, dados para la misión. Si reculo, si me echo atrás sería echar a perder los regalos, los dones que Dios me ha concedido y esto no sería justo para aquellos que nos esperan.
Pero lo que más nos tiene que animar es el grito de júbilo del apóstol “¡Y Él es fiel!”. Nunca podremos olvidar esta confesión de fe. Dios, el Padre que nos llama, es fiel a su promesa de estar siempre con nosotros y acompañarnos en la tarea que nos ha encomendado.

Por eso tiene sentido la invitación que Jesús nos hace por tres veces en el evangelio: Vigilad, velad. Porque es momento para la fidelidad, el coraje, la perseverancia, evitando la impaciencia, el sueño, el temor o la relajación. Estos son enemigos de muerte para la vocación. Vigilad, velad, porque hay mucho que hacer, hay mucho en juego hasta la llegada del dueño de la casa.

2. Ideas para la homilía

- En la misión que el Señor nos ha encomendado no faltan las dificultades y las pruebas. De nuestro corazón puede salir una exigencia a Dios para que intervenga y suprima las dificultades o podemos comprometernos en la fidelidad.
- ¿Qué razones tenemos para seguir siendo fieles? Primero porque Dios es nuestro padres y alfarero. Él nos ha hecho y somos obra suya. No hay lugar para la desesperanza. Además, él nos ha bendecido con diferentes carismas y dones. Pero sobre todo él es fiel, y aquí está la garantía de nuestra fidelidad.
- La conclusión es evidente: no hay que dormirse en la misión encomendada. Hay que estar siempre en vela.

3. Preguntas para la reflexión personal o de grupo

  • ¿Qué situaciones del mundo o de la iglesia me desaniman en mi seguimiento del Señor?
  • ¿En qué circunstancias de vida me encentro más desanimado? ¿Por qué?
  • ¿Qué significa hoy para mi que Dios sea mi padre y alfarero; y que yo seas la obra de su mano?
  • ¿Cuáles son los dones y carismas que Dios me ha dado? ¿Para qué me los ha dado? ¿Qué uso hago de ellos?
  • ¿Cómo vivo la experiencia de fidelidad de Dios para conmigo?
  • ¿Cómo resuena en tu corazón la invitación de Jesús a velar y vigilar?

4. Un poco de poesía

En medio de la sombra y de la herida
me preguntan si creo en Ti. Y digo
que tengo todo cuando estoy contigo:
el sol, la luz, la paz, el bien, la vida.

Sin Ti, el sol es luz descolorida.
Sin Ti, la paz es un cruel castigo.
Sin Ti, no hay bien ni corazón amigo.
Sin Ti, la vida es muerte repetida.

Contigo el sol es luz enamorada
y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada
y contigo la vida es sangre ardida.
Pues, si me faltas Tú, no tengo nada:
ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.
(José Luis Martín Descalzo)

 

 

Segundo domingo de adviento

Is 40, 1-5. 9-11
2 Pe 3, 8-14
Mc 1, 1-8

1. Comentario vocacional

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. Comenzamos este segundo domingo de adviento escuchando una queja del Señor: su pueblo sufre. En un período de incertidumbre hacia el final del exilio, el pueblo de Israel vive en una situación de angustia después de tanto tiempo de opresión. Sin embargo Dios no se olvida de su pueblo. De hecho, el texto de Isaías que leemos es de por sí una constatación de que Dios ya ha consolado a su pueblo sufriente y se prepara para otorgarle toda clase de bendiciones. Es el texto que da comienzo al comienzo del “Libro de la consolación”.

Dios hoy contempla al mundo con la misma mirada. Y de su corazón vuelve a salir una queja, una suplica: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”. Con inmensa ternura él ve a todos los que sufren la consecuencias más duras de las crisis y los desastres económicos y financieros; los que viven excluidos como ciudadanos de tercera categoría, los invisibles, los olvidados en las cunetas de las guerras, la injusticia y el capitalismo salvaje. No es desde luego el mundo que él soñó cuando lo creó. Por eso pide que se levante una voz que denuncie y que le prepare el camino: “súbete a lo alto de un monte, alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén, álzala, no temas, di : aquí está vuestro Dios”. El Señor quiere hacerse presente una vez más para bendecir a todos, pero especialmente a todos esos que sufren. Quiere venir, pero necesita profetas que le preparen el camino.

El mundo sufriente necesita también estos mismos profetas y los caminos que ellos preparan porque “confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia” que tanto nos falta; un cielo nuevo y una tierra nueva que hagan realidad el Reino anunciado por Jesús.

Juan Bautista fue entonces un profeta, una voz, que preparó el camino del Señor. El evangelista nos lo presenta como el mensajero, como otro Elías que anuncia ya la llegada del Mesías. Su misión es la de preparar ese camino interior a través de la llamada a una conversión, una conversión que tiene que ser radical porque acontece en un momento crucial, único. Por eso hace su predicación en el desierto, que es de por sí un símbolo, un lugar de prueba y tentación, pero también lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Su manera de vestir llama también la atención. Pero con esa radicalidad en el vestir no hace otra cosa que personalizar el contenido de su mensaje: su vestido de piel de camello es expresión de su conversión personal.

Sin embargo, a pesar de la importancia de su misión, Juan no olvida que es Dios quien se la ha confiado y que se debe a aquel “que viene detrás de mi”. Podríamos decir que su identidad se define por la relación que tiene hacia el que bautiza con Espíritu y por ello Juan prefiere no ocupar ningún protagonismo.

La situación de nuestro mundo y la queja de Dios, nuestro Padre, son una llamada interpelante para convertirse en profeta que consuele al pueblo que sufre. El mundo y la Iglesia tienen necesidad de estos profetas que levanten la voz enérgicamente y se conviertan en la voz de los sinvoz; profetas que mejoren el mundo y cambien los corazones de manera que sean capaces de acoger a Dios tanto en sus estructuras como en sus vidas; profetas que anuncien y propongan una conversión social y personal; profetas que personifiquen con su vida y su testimonio el mensaje que anuncian; profetas que se deban a Cristo reconociéndole su protagonismo y aceptando su humilde papel. La vida de Juan está centrada en Cristo y desde él actúa.

Ante esta necesidad, ¿quién quiere sumarse a la escuela del Bautista?

2. Esquema para la homilía

- Desgraciadamente nuestro mundo vive una situación de angustia causada por desastres financieros y la injusticia social. Hoy más que nunca necesitamos de profetas que consuelen al pueblo sufriente.
- Necesitamos profetas que sin temor preparen el camino del Señor para que vuelva a sentirse en el mundo como en su casa, porque esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia.
- Pero estos profetas no están llenos de palabrería y demagogia. Su vida es ya testimonio del mensaje de conversión que anuncian y recuerdan en todo momento que el que salva el mundo es Jesús y no ellos.

3. Preguntas para la reflexión personal o de grupo

  1. ¿Cuáles son las situaciones y circunstancias de este mundo que me parecen más injustas?
  2. Si contemplo las situaciones de injusticia, violencia de los derechos humanos, guerras, enfermedades, etc… desde los ojos de Dios, ¿qué siente Dios? ¿Qué siento yo?
  3. ¿Cuáles son los “senderos torcidos” que impiden al mundo y a la gente recibir a Dios?
  4. ¿En qué sentido me siento interpelado por la Palabra de Dios hoy?
  5. ¿Estoy dispuesto a ser voz que anuncia la llegada del Señor y prepare los caminos para acogerle?
  6. ¿Cómo ando de conversión en mi vida?
  7. ¿Qué actitudes de Juan Bautista tengo necesidad de poner en práctica?

4. Un poco de poesía

Gritaré

                Si no encuentro la alegría,
buscaré, buscaré.
Si se aleja algún amigo,
lloraré, lloraré.
Si en un hogar no me quieren,
marcharé, marcharé.
Si no encuentro la alegría,
buscaré, buscaré.
                Pero si llora mi pueblo,
si quitan la libertad a mis hermanos,
gritaré.
Por los caminos,
con mis gentes lucharé.
Gritaré por los caminos.
Gritaré por los caminos,
con mi pueblo moriré.
                Cuando no tenga esperanza,
rezaré, rezaré.
Cuando me sienta vencido,
seguiré, seguiré.
                Cuando fracase en la vida,
callaré, callaré.
Cuando no tenga esperanza,
rezaré, rezaré.
                Pero si llora mi pueblo…

(R.Cantalapiedra)

 

Tercer domingo de adviento

Is 61, 1-2ª. 10-11
1 Tes 5,16-24
Jn 1, 6-8. 19-28

1. Comentario vocacional

Las lecturas que hoy nos propone la Iglesia profundizan en lo que ya habíamos meditado el domingo pasado. Es por ello una ocasión para avanzar en este camino del adviento en su aspecto vocacional.
En el evangelio, Juan Bautista dice a aquellos que le preguntan que “en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mi”. Se refiere a Jesús de quién él es su precursor y heraldo. También hoy podemos actualizar esta afirmación y preguntarnos si Jesús sigue estando en medio de nosotros como un desconocido. Y no es necesario acudir a la estadística para saber el número de cristianos que hay en el mundo y deducir, en consecuencia, los que aún no le conocen. El problema lo tenemos nosotros, los que nos decimos cristianos. ¿Realmente conocemos a Jesús? ¿Qué imagen de Jesús me he construido? ¿La he hecho a mi medida y según mis necesidades? Quizá hay que reconocer que Jesús en la Iglesia, en nuestra comunidad, en mi familia, en mi vida, sigue siendo aún un gran desconocido.

Es por ello que hoy más que nunca, Jesús tiene necesidad de heraldos y de precursores que lo anuncien y que preparen el camino y su entrada en los corazones de tantos que viven en la oscuridad y el sinsentido. Sin embargo conviene recordar que esta misión no consiste en organizar una catequesis sobre el catecismo y explicar las verdades del misterio. La misión del enviado está muy bien explicada en la primera lectura; el profeta es enviado “ para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor”. Los destinatarios del mensaje son, pues, los pobres, los que sufren, los afligidos. Y el contenido del mensaje es el “año de gracia del Señor”, es decir, el año jubilar que en su sentido bíblico es un año para restaurar la justicia, liberar los esclavos, perdonar las deudas y restituir los bienes enajenados. Que este mensaje tiene una clara implicación social es algo que no se puede negar ni esquivar.

El profeta tendrá que salir como Juan Bautista al encuentro de los que sufren, de los que tienen el corazón desgarrado, de los cautivos y prisioneros de hoy. ¿Dónde están? ¿En qué consiste su desgracia? ¿Cómo ayudarles más allá de buenas y bonitas palabras? ¿Cómo debe organizarse la comunidad cristiana para responder a este desafío?

Hay que reconocer que no es fácil. Lo cómodo y lo seguro es hacer lo de siempre, quedándose en un cristianismo meramente  cultual y sacramental, pero que arrincona a Jesús en la sacristía. Por eso más que nunca hay que tomar conciencia que esta misión no se puede hacer sin la ayuda y la inspiración del Espíritu: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. El mismo Bautista surgió como un hombre “enviado por Dios” porque si no fuera así, estaríamos haciendo nuestra propia obra y nuestro propio proyecto, pero no el de Dios. El peligro está cuando el Espíritu nos señala el camino y no queremos ir por ahí; cuando nos muestra lo que habría que hacer y tenemos miedo. En estas circunstancias, Pablo nos dice “no apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía”. Y es cierto porque hoy ese don necesita ser actualizado.

Por eso, a pesar de los miedos y dificultades de toda vocación, el llamado-enviado puede decir plenamente “me alegro con mi Dios”. Y cuando siente en su interior esta alegría serena siente su vocación confirmada; sabe que está en buen camino. Por ello es un hombre de alegría, de un gozo que transmite a los demás. Y es que experimenta por un lado, el gozo de llevar a los demás la buena noticia del Reino y, por otro, la fidelidad de Aquel que le ha llamado porque “es fiel y cumplirá sus promesas”. Su alegría es de por sí anuncio y testimonio.
 
2. Ideas para la homilía

- Después de siglos y siglos de cristianismo Jesús sigue siendo un gran desconocido incluso para los cristianos de a pie. Por ello Jesús necesita hoy y más que nunca de precursores y heraldos que le preparen el camino:
- Sin embargo no hay que confundir esta misión con una mera palabrería y mucha predicación. La misión encomendada no es otra que “dar la buena noticia a los que sufren”.
- Esta misión que implica la persona entera del enviado no puede llevarse acabo si no es bajo la acción del Espíritu.
- De ahí surge la alegría natural del profeta, porque su mensaje es un mensaje de liberación y porque el que le ha llamado “es fiel y cumplirá sus promesas”.

3. Preguntas para le reflexión personal o de grupo

- ¿En qué sentido Jesús sigue siendo desconocido para mi, mi familia, mi comunidad, mi parroquia, la Iglesia?
- ¿Cuál será hoy la misión de los heraldos y precursores de Jesús?
- ¿Quiénes son hoy los más que sufren, los que tienen el corazón desgarrado, los cautivos y prisioneros? ¿Dónde están? ¿En qué consiste su desgracia? ¿Cómo debe organizarse la comunidad cristiana para responder a este desafío?
- ¿A qué tipo de vida y misión me empuja el Espíritu de Jesús? ¿Me resisto a su llamada? ¿Porqué?
- Los que tratan conmigo ¿en qué pueden notar que mi alegría nace de mi fe y mi vocación?

4. Un poco de poesía

                Entro, Señor, en tus iglesias… Dime,
si tienes voz, ¿por qué siempre vacías?
Te lo pregunto por si no sabías
que ya a muy pocos tu pasión redime.
                Respóndeme, Señor, si te deprime
decirme lo que a nadie le dirías:
si entre las sombras de esas naves frías
tu corazón anonadado gime.
Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles
hoy son esos anónimos tropeles
que en todo ven una lección de arte.
                Miran acá, miran allá, asombrados,
ángeles, puertas, cúpulas, dorados…
y no te encuentran por ninguna parte.
(Rafael Alberti)

 

 

Cuarto domingo de adviento

2 Sam 7,1-5.8b-12.14ª.16
Rom 16, 25-27
Lc 1, 26-38

1. Comentario vocacional

Como vemos en la primera lectura el Señor hizo a David  una promesa. Yahvé se compromete a ser para él un padre y le concederá, además, un reino de prosperidad, de paz y de justicia, un trono que “durará para siempre”. Sin embargo para cumplir esta promesa el Señor no utiliza los cauces oficiales de la religión y la sociedad judías o romanas del momento. El Ángel del Señor se dirige a una aldea desconocida y a una muchacha anónima. Este gusto del Señor por lo sencillo y lo pequeño no puede pasar desapercibido, porque probablemente nosotros nos sentimos también así: poca cosa y con muchos defectos.

En este sentido, la página del evangelio de hoy nos ayudará a comprender nuestro proceso vocacional de la mano de María. Para ello conviene hacer un esfuerzo y ponernos en su lugar descubriendo que las palabras del ángel son hoy actuales y se dirigen a cada uno de nosotros en la situación personal en la que nos encontramos. Yo, que no soy nada, escucho  hoy, y dirigido a mí, este saludo: “alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Y me descubro rebosando de gracia divina porque el Señor está conmigo, vive en mí, camina a mi lado. ¿He estado tan ciego que no me había dado cuenta o lo había olvidado? Pero ¿qué he hecho yo para merecer esta presencia? Nada. Es un don, un regalo. Su presencia me basta. ¿Cómo no estar contento?

Y acto seguido recibo una misión, la misma misión de María: “concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”. Es una misión que tiene dos momentos. Primero se trata de concebir en mí, de hacer crecer en mí, en mi corazón, al hijo de Dios. ¿Pero es posible? Debe serlo, porque se me invita a hacerlo. A nadie se le pide algo que esté fuera de sus posibilidades. Y en un segundo momento, se trata de darle a luz, de traerle al mundo. Se llama Jesús, es decir “Dios salva”; aunque otros prefieren llamarlo el Emmanuel, “Dios con nosotros”. Su nombre indica ya su misión: Dios nos salva desde nosotros mismos, haciéndose uno de los nuestros, compartiendo nuestra historia, nuestro mundo. Y dando a luz a este Jesús, me convierto en colaborador del misterio de la Encarnación actualizado y puesto al día; me convierto en constructor de su reino de justicia, paz y reconciliación “que no tendrá fin”. Esta es mi tarea y mi responsabilidad en el día de hoy y en las circunstancias actuales.

Si me miro con sinceridad y transparencia, veo que no cumplo con el perfil, que no estoy a la altura de tal misión. Ya me conozco. Hago buenos propósitos, decido cambiar y convertirme… y después de una semana termino siendo el mismo de siempre y haciendo lo de siempre, con mis defectos y mediocridades. ¿Por qué olvidamos tan frecuentemente esas palabras del ángel: “para Dios nada hay imposible”? Hay que reconocerlo, en definitiva no somos nosotros los que actuamos; es Dios quien lo hace todo. Dejémosle hacer. ¡Dejemos que haga lo imposible con nosotros! ¡Dejémonos impresionar!
Para que concibamos al Salvador en nuestro corazón, para que lo demos a luz en nuestro mundo oscuro y frío, el Señor nos enviará su Espíritu para que nos cubra. El mismo Espíritu que cubrió el mundo al origen de la historia con una fuerza creadora y renovadora. El mismo que cubrió a María. El mismo Espíritu. El viene para recrearme, da tal manera que donde no había nada el Espíritu hará una casa que acoja al Salvador.

Si nos fijamos detenidamente en el pasaje de Lucas, descubrimos en María una cierta evolución. Primero se encuentra turbada y luego extrañada, pero termina estando completamente disponible. ¡Y cómo no estarlo después de escuchar la garantía de la presencia del Espíritu! ¿Y yo? ¿Qué respondo yo? La respuesta de María que sabemos de memoria (“aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”), debería estar en mi boca en todo momento. Y la actitud de disponibilidad que reflejan estas palabras debería definir mi estilo de vida.

Si no fuera así, Jesús, el Hijo de Dios, perdería una oportunidad para nacer de nuevo y hacerse presente entre nosotros. Y no estamos para perder oportunidades.

2. Ideas para la homilía

- Para anunciar la venida del Salvador, Dios utilizar lo sencillo, lo pequeño, lo desconocido.
- Contemplamos a Maria como un ejemplo y modelo en nuestro proceso vocacional. También nosotros escuchamos hoy las palabras del ángel que se dirigen a cada uno de nosotros.
- Nuestra misión no es otra que “dar a luz” a un niño que se llama Jesús, es decir, “Dios salva”. Y con él, damos también a luz su reino que no tendrá fin.
- A pesar de nuestra debilidad y nuestro pecado, para Dios nada hay imposible. Su acto de elección es un acto creador que con la presencia de su Espíritu hace de nosotros una nueva creación.
- La respuesta de María se convierte para nosotros en norma de vida, y su actitud de disponibilidad como estilo de vida.

3. Preguntas para le reflexión personal o de grupo

- ¿Qué me sugiere el hecho de que Dios escoja lo sencillo, lo pequeño, lo insignificante, para llevara a cabo su obra de salvación?
- ¿En qué sentido me descubro “lleno de gracia” porque “el Señor está conmigo”?
- ¿Cómo entiendo la idea de ser llamado a concebir y dar a luz a Jesús, el Hijo de Dios?
- ¿Vivo convencido de que Dios puede hacer conmigo maravillas porque para él “nada hay imposible”?
- ¿Qué aspectos de mi vida necesito que sean recreados por el Espíritu de Dios?

4. Un poco de poesía

Tomado de “Apócrifo de María” de José Luis Martín Descalzo

III
Y habló.
Y dijo palabras
que iban cayendo sobre mí como goterones de plomo derretido.
Palabras que no sabría repetir
pero que me empujaban a una gran locura.
Yo tendría que crecer y crecer.
Desde arriba me estirarían el alma
porque lo que iba a venir
era tan diminuto y tan grande
que sólo cabría en mí y en todo el universo.
Y todo aquello -¡qué bien lo entendí entonces!-
se haría con risas y con sangre.
El alma no crece como se estira la masa del pan en la tahona,
crece desgarrándose
estirando el corazón con los siete caballos del misterio.
Creces sin entender
y empiezas a no ser lo que tú eras.
Sabes que Alguien será tu hijo,
pero nunca sabrás quién es ese alguien
y empiezas a sospechar
que este primer parto feliz
es tan sólo el ensayo de otro más sangriento.

IV

Pero ¿cómo decirle “no”?
¿Cómo negarle al sol su derecho a ser luz e iluminar?
¿Cómo regatear con El,
ponerle condiciones,
pedirle garantías?
El amor es así: elegir sin elección.

Y “hágase” le dije.
Y recuerdo que el ángel sonrió
como si acabase de quitarle un gran peso de encima,
como si ahora pudiera ya atreverse a regresar al cielo.
Y un pájaro cruzó tras la ventana.
Y la tarde se puso como si el sol sangrase.
Y el aire se llenó de campanillas
como si el mismo Dios estuviera contento.