LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
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José María Rodríguez Olaizola

Hoy es ahora (gente sólida para tiempos líquidos)

Sal Terrae, Santander 2011, 167 páginas

Estamos ante un libro que toca temas diversos aunque todos relacionados entre sí por un mismo hilo conductor: está en las manos de cada uno de nosotros afrontar las dificultades de nuestra época. Tras un recorrido sereno y extenso de las diferentes crisis que azotan nuestro tiempo, el autor reivindica la capacidad del individuo para tomar las riendas de su propia vida y poner lo que de él depende (más de lo que nos creemos) para salir adelante. En la última parte se nos ofrecen unas pistas inspiradas en el Evangelio, para ayudar a cada ser humano en su esfuerzo para construir un mundo más fraterno, más compasivo y más servicial.

«Ámanos por nuestros fallos, que por nuestros aciertos nos ama cualquiera». Una cita de 'Almas muertas', de Nikolai Gogol, invita a leer a quien se adentre en 'Hoy es ahora (gente sólida para tiempos líquidos)'. Su autor, el sociólogo y teólogo José María Rodríguez Olaizola anda estos días por la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (México). Su décimo libro toma prestada la definición de 'modernidad líquida' que hiciera famosa el sociólogo polaco Zygmunt Bauman .Lo entrevista el periódico El Norte de Castilla.

Rodríguez Olaizola es un jesuita ovetense afincado en Valladolid donde desarrolla labores pastorales, en especial en el ámbito universitario.

Mucho más allá de discursos religiosos en 'Hoy es ahora' disecciona la cruda realidad para invitar a que «tomemos las riendas de nuestras vidas» y que «es el momento de las personas». Con lenguaje sencillo denuncia que el bienestar ha sustituido a cualquier aspiración trascendente y que la casa humana está llena de grietas pero que todos podemos ser nuestro propio albañil que empiece a repararlas.

-Usa la metáfora de una casa llena de grietas. Habíamos logrado el chalé adosado de los sueños pero esa imagen protectora falla y nos hunden las hipotecas.

-De entrada, por supuesto que hay crisis económica. Pero hay otras crisis que van más allá. Focalizamos demasiado en una dimensión que es real pero que hay otras que me parecen incluso más importantes. De la crisis saldremos antes o después, mejor o peor, pero hay otras facetas de la vida que hacen aguas.

-Tal vez logramos una madurez económica que no teníamos en otros terrenos. ¿Es momento de cimentar esos terrenos y depurar algo más que la economía?

-Ha habido una huida hacia adelante en la que, aquello que iba dejando de funcionar, decíamos «bueno, al menos podremos vivir bien». Y nos hemos seguido dando caprichos y haciendo la vista gorda a otras realidades. Y con el mantra del estado del bienestar caímos en nuestra propia trampa. Ahí es donde digo que esta situación, sin frivolizar, es una gran oportunidad para la sociedad.

-¿Se apunta al tópico de que detrás de una crisis se abren nuevas oportunidades y puertas?

-En estas situaciones hay catastrofistas, que en todo ello solo ven el principio del fin; después están los benévolos, que dicen que solo hacen falta unos pocos ajustes. Luego está esa otra mirada de que una crisis es una sacudida seria en la que se tambalean cimientos, se rompen inercias... Pero es una oportunidad en muchas facetas. En las crisis serias corres el riesgo de doblarte o romperte, pero puedes salir más fortalecido como persona, con tu pareja, con tu entorno...

-¿Y dónde pone el énfasis para hacer cambios?

-Hay dinámicas colectivas a las que cuesta ponerle personas detrás. La crisis económica pero ¿quiénes, los políticos, las comisiones reguladoras que permitieron todo el escándalo financiero? Podemos poner el foco en muchos sitios pero hay una parte de responsabilidad de cada uno y de eso no se está hablando tanto. Quien más quien menos se ha subido al carro. ¿Alguien preguntaba por lo altos que le daban los rendimientos financieros o la facilidad de una hipoteca? Eso son opciones individuales. Hay que abrir el foco y no echar balones fuera.

-Y usted le habla al individuo, no al colectivo.

-La tesis de mi libro va por el camino del sujeto fuerte. Ahora que hay tanta crítica del individualismo, hay uno negativo, que toda la vida hemos llamado egoísmo. Pero hoy día hacen falta individuos sólidos, gente que tome las riendas y eso nadie lo va a hacer por nosotros. Ningún partido, ni iglesia, ni movimiento social. Todo lo que sea refugiar y enmascarar decisiones personales en balones que tienen que patear otros, es un error.

-Llama la atención esa defensa del individualismo cuando la gente se queja de la falta de líderes políticos, pensadores que iluminen esta penumbra.

-Hay un liderazgo que anula individualidades y otro que la potencia. No se trata de que todo el mundo sea número 1, pero si que permita tener el número 2 y el 3... Y que nadie pueda ver como el juego va de un lado a otro y se pueda refugiar en la burocracia general. Hoy día hay una mezcla equivocada que sitúa ese individualismo a medio camino entre el egoísmo y la autosuficiencia. Se trata de tener personas de una pieza, capaces de tener convicciones, pero no invulnerables, con dudas, como todos...

-Y pagar el precio. No dejarse llevar por la corriente.

-A todos los niveles. El precio de tener convicciones a nivel moral supone vivir y encontrar las justificaciones y tener que estar siempre dando explicaciones. El año pasado un anuncio de coches decía «creemos que hay muchas vidas y las queremos vivir todas». Eso es mentira. Hay que aceptar que hay una y que, dando pasos a un lado, se renuncia a otras.

-Hace una defensa encendida del pararse un poco. Como esa corriente del 'slow', de no tener que ir a todas partes y hacerlo todo.

-Mi apuesta personal es el de la reflexión. Yo mismo vivo menos despacio de lo que querría y no puedo presumir de lo que carezco. Pero lo más importante es pensar, formarse, leer e ir más allá de los fogonazos y los destellos de la sociedad. ¿Qué tipo de reflexión se puede esperar de una sociedad en la que los máximos argumentos se desarrollan en 59 segundos y 140 caracteres? Son lugares comunes que pueden ser útiles. Pero hace falta mucho más. Y también la autocrítica. Hay que vivir con las heridas y tirar para adelante. Y empezar a reconstruir desde ahí.

-Pero nos faltan pautas porque tenemos tanta información que no sabemos qué hay que ver, leer...

-El peligro es que nos podemos morir de hambre o de avalancha. Por un lado estamos tan hiperestimulados que es muy difícil hasta encontrar el tiempo para dedicarle a algo media hora. Hay un punto de disciplina que va siendo necesario. Y también una parte de interés y de vocación. No podemos saber todo de todo. Entre el especialista absoluto y el humanista universal, hay algo que se llama cultura que apela a la formación, la inquietud y la búsqueda: el saber. Soy partidario de la lectura porque es una forma de liberación muy barata.

-¿El 15-M no le parece una prueba de una sociedad que se compromete desde una visión crítica?

-Me gustó como empezó el proceso con ese grito de ¡Democracia real ya! En la deriva que ha tomado está el ejemplo de lo que estamos hablando. De golpe se comenzó a mezclar todo, a gregarizar el discurso y las etiquetas pesaron más que los discursos y los diagnósticos.

-La propia dinámica de comunicación de esta sociedad hace imposible ese pararse y reposar pensamientos, discursos. Todo lo que hacemos se convierte automáticamente en colectivo.

-Es una tensión. Y eso nos lleva a los polos. Sería imposible un mundo de individuos pendientes de sí mismos, además de indeseable. Claro que las cosas no pueden quedarse en el ámbito del 'yo creativo y mi mundo', sin más. El movimiento tiene que ser colectivo y trascender pero para eso hace falta masa crítica de gente pensante.

-En este proceso ¿qué papel juega el aspecto religioso? En su libro critica los dogmatismos cerrados de la Iglesia.

-En un cierto momento uno decide. Depende de la formación, las preguntas que nos hacemos y de la honestidad intelectual. Llega un momento en que la fe pide un salto al vacío, de una forma u otra. Hasta el creyente más convencido se pregunta aquello de «y si...». Y el ateo también se puede plantear «y si hubiera Dios...». Yo estoy en contra de las decisiones por inercia. De la gente que, ante lo religioso, se posiciona delante de una caricatura, tanto a favor como en contra. No soy partidario de proselitismos, lo importante es ayudar a la gente a hacerse las preguntas básicas y luego dar herramientas intelectuales.

-Relativismo moral. ¿Por qué es tan malo tener una moral que se adapta a los tiempos?

-Una cosa es decir que la moral es dogmática y absoluta. Ni siquiera la Iglesia católica lo defiende. La moral ha cambiado en la propia formulación de la Iglesia, cosas que se aceptaban en el siglo XVI ahora son aberraciones. ¿En qué consiste el relativismo moral que se denuncia? En decir no hay moral y el único punto de referencia es que cada cual decida según sus convicciones. Eso no es suficiente aunque sea real. Porque hay convicciones que están mal tomadas, se pongan como se pongan. El riesgo de llegar a una sociedad en la que sea imposible basarse en nada cuando hablamos de derechos humanos, religión...

-En el arranque habla de que el pesimismo no se sostiene si nos comparamos con el pasado. ¿El derrotismo actual es otra excusa?

-Esa es mi tesis. Si restablecemos las grietas de la pared económica, pero no tocamos el resto de grietas, personales y colectivas, pues la casa se volverá a venir abajo. Y no será por la economía. Pero podrá serlo por una educación totalmente depauperada que ni educa, ni instruye, ni forma. O con una democracia pervertida hasta el extremo, en la que permitiremos más trapicheos y corruptelas entre nuestros representantes. Nos encontraremos con una imposibilidad real para vivir las relaciones sólidas. Con todo lo mal que pueda sonar, no nos centremos solo en la crisis económica.

-A quién va destinado un libro así. ¿Solo a gente líquida?

-La línea que separa a la gente líquida de la sólida no es demasiado nítida. En el fondo, lo sólido y lo líquido son dos extremos y luego en medio estamos todos los demás. Y a veces la gente que se cree más sólida, o lo contrario, los que parecen más insustanciales en sus planteamientos, nos sorprenden. No es descubrir grandes hechos sino ordenar el sentido común. Un libro así puede ayudar a ordenar y tomar referencias. No se trata de decir 'Amén', sino de que le ayude a establecer ese diálogo.



“En nuestra cultura hay mucho de bueno. Hay unas raíces intelectuales y espirituales que permiten asomarse al mundo desde una profundidad honda (…).Hay, cierto es, asignaturas pendientes, desigualdades, problemas estructurales que requieren medidas profundas, y dimensiones de la vida humana que hoy llaman a un cambio. Pero es posible que tengamos en nuestras manos, si somos capaces de mirar con lucidez a nuestra historia y a nuestro tiempo, las herramientas que permitan enderezar el rumbo. La crisis, entonces, es un tiempo de tensión, de cambio, de prueba y de oportunidad. Como toda crisis, puede ser la ocasión privilegiada para alumbrar algo nuevo (y quizá mejor)” (págs. 68-69).