LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
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FERNANDO SEBASTIÁN AGUILAR

EVANGELIZAR

 

Ediciones Encuentro, Madrid 2010, 419pp

 

 

   
Evangelizar. Sin adjetivos ni adverbios; porque hay que evangelizar ayer, hoy y siempre, y hasta los confines del mundo. «Siempre es tiempo de evangelización, siempre es el tiempo del primer anuncio. Dios nos da el don de la fe de una vez para siempre, pero nosotros tenemos que renovarla cada mañana» (p. 15). Es el primer gran acierto de la obra titulada simplemente Evangelizar. La firma de don Fernando Sebastián, la hace de obligada lectura y garantiza su provecho tanto para una lectura personal como para el beneficio de la comunidad cristiana.

Con maestría de profesor, larga experiencia de pastor y reposo de años, pero sin jubilación mental, no quiso reeditar su libro Nueva evangelización de 1991, sino que se obligó a ofrecer una redacción completamente nueva al comprobar cómo «en menos de veinte años se había modificado profundamente nuestro mundo espiritual». Con esta nueva publicación intenta «responderá la nueva situación pastoral de España, más dura, más radical, más clara también» (p. 12).

Dada su experiencia docente sigue un orden lógico en su exposición. Después de un planteamiento general, donde destaca los amplios y profundos cambios que hacen cada vez más urgente que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituya la misión esencial de la Iglesia (cap. I); presenta las preguntas clave: qué es evangelizar y porqué ahora (cap. II y III); pasa luego a los temas centrales: evangelización y cultura (cap. IV), agentes y actitudes (cap. V), anunciar hoy el Reino de Dios (cap. VI), vino nuevo, odres nuevos (cap. VII); un capítulo también dedicado al futuro (cap. VIII: Iglesia siempre joven) y una conclusión. Todo ello expuesto con gran claridad de pensamiento y, al mismo tiempo, como repite en varias ocasiones «con humildad y realismo», porque el tema es bien complejo, como lo es evangelizar.

Define la evangelización como anuncio y aceptación, «proceso que incluye a la vez el anuncio y la realización del mensaje de Jesús» (p. 63). Señala la conversión personal como objetivo primordial de la misma, ya que «la visión cristiana de la vida valora ante todo la conversión del corazón» (p. 70). Dada la situación de muchos bautizados que viven en zonas intermedias, ni dentro ni fuera de la Iglesia, la única respuesta se llama evangelización, y para llevarla a cabo debemos comenzar a ser misioneros en nuestra tierra (p. 106).
Partiendo de una síntesis histórica, afirma la superioridad de la fe sobre la cultura, ya que «cultura es la recreación espiritual que el hombre hace del mundo para dominarlo y vivir en él de acuerdo con sus necesidades y deseos» (p. 123); y hace suyo el pensamiento del cardenal Ratzinger de que «la misma fe es cultura», y de Juan Pablo II cuando afirma; «Europa tiene necesidad de Cristo y del Evangelio, porque en ellos están las raíces de todos los pueblos» (p. 172).

Al escribir sobre los agentes y actitudes, afirma que el obligado cambio a una pastoral de evangelización exige «un esfuerzo espiritual grande»: a los obispos, imitando el estilo de vida de los primeros discípulos y dedicando sus mejores energías a la atención de los sacerdotes y a estar material y espiritualmente en la diócesis. No duda en señalar los inconvenientes de los cambios de sede y en que debe cambiar el sistema de elección de candidatos (pp. 191-200). También incide en la evangelización de los sacerdotes tomando textos de san Juan de Ávila, patrono del clero secular español, insistiendo en la oración y el estudio, en la vida en pequeñas comunidades y preparándose para ello desde el seminario (pp. 204-205). «Sacerdotes piadosos, estudiosos, diligentes y obedientes para que la Iglesia particular sea misionera» (p. 207). A los consagrados en cualquiera de sus formas, les pide que sean auténticamente lo que son para ser «agentes indispensables de la evangelización» colaborando con el clero diocesano (p. 212). De igual manera a los movimientos como «realidades de orden espiritual y carismático» (p. 220) y a todos los agentes de pastoral teniendo las parroquias como cabeza de puente» (p. 225). Los seminarios han de ser misioneros y los seminaristas se tienen que formar en una perspectiva y con una tensión misionera (p. 230). Más tarde volveremos sobre ello. En definitiva apunta la idea de que se ha de iniciar una época nueva, una ola de fervor acertado y potenciando las actitudes evangélicas (pp. 231 -242).

Anunciar hoy el Reino de Dios con una «evangelización dirigida especialmente a proponer la fe a los que aún no creen y a favorecer la fe de los que creen débilmente (p. 243). Teniendo como punto central la existencia de un Dios bueno y providente y con el estilo señalado por Benedicto XVI: «Debemos aprender de nuevo precisamente lo esencial: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales» (p. 273).

Tratándose de un estilo nuevo de pastoral con nuevas iniciativas y actitudes para conseguir sus objetivos, se detiene especialmente en el tema de la iniciación a la vida cristiana siguiendo y afirmando y completando el pensamiento del cardenal Kasper (pp. 296-305) y bajando al terreno de la eucaristía y la penitencia, a las celebraciones del matrimonio, primeras comuniones, bodas, funerales que exigen una pastoral nueva. Y definiendo el compromiso evangelizador de los colegios de la Iglesia y las universidades católicas para terminar subrayando en este capítulo VII el tema de la caridad y el papel de los católicos en la vida pública siguiendo los criterios se­ñalados en la LG, Benedicto XVI y la documentación de la Conferencia Episcopal española (pp. 358-372). Pensando en el futuro y a modo de conclusión «con humildad y realismo, pretendo solamente enunciar algunas tendencias que se adivinan ya en la vida de la Iglesia y que nos muestran, en líneas generales, cómo va a ser la imagen exterior de la Iglesia y su forma de estar y de actuar en el mundo» (p. 373).
La palabra clave que resume el pensamiento de Fernando Sebastián es clarificación. En todos los ámbitos anteriormente enumerados, volviendo a las fuentes, creciendo desde dentro, sacando a la luz temas candentes como la escasez de sacerdotes, la situación de las familias, la necesaria clarificación del ministerio sacerdotal y la vida consagrada, los laicos en la sociedad, la cultura, la vida pública... Con las notas que acompañarán a la Iglesia del futuro inmediato y ya señaladas por el cardenal Ratzinger en 1969: necesidad de un sacerdote con nuevas formas ministeriales, una Iglesia interiorizada, pobre, la Iglesia de la fe, tal vez más pequeña numéricamente (pp. 374-375). Y regida por la ley de su verdadera renovación: aquella que crece desde dentro en los especiales areópagos de la parroquia, los monasterios, el sacerdocio, la vida contemplativa. Y, sobre todo, con la conciencia de que el proceso requerirá tiempo: «el proceso será largo y laborioso, al igual que también fue largo el camino que llevó a los falsos progresismos.... Pero tras las pruebas de las divisiones, surgirá, de una Iglesia Interiorizada y simplificada, una gran fuerza... y entonces (los hombres) descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo, como una esperanza importante para ellos que siempre la han buscado a tientas» (p. 375).

Todo el capítulo VIII es de un gran realismo, partiendo de análisis, haciendo crítica, aportando sugerencias como la conveniencia de un Sínodo sobre la iniciación cristiana, la pastoral de los sacramentos, el papel de los nuevos movimientos, los políticos, cáritas. El realismo no es desesperanza, aunque subraya los desiertos por los que nos toca caminar. Por ello ofrece una serie de sugerencias y pide tiempos. No es un iluso de la pastoral.

Termina en su conclusión señalando los valores fundamentales: Dios misericordioso, humildad, amor y confianza. Y retomando un texto de Benedicto XVI: «La Iglesia es por naturaleza misionera  lesús es el verdadero y único tesoro que nosotros tenemos que dar a la humanidad... A nosotros se nos ha confiado esta extraordinaria responsabilidad (pp. 416-417).

Para los lectores de esta web de pastoral vocacional serán especialmente valiosos los apartados que dedica al nuevo tipo de sacerdote, decantándose por una Iglesia que, «con nuevas formas ministeriales», «ordenará sacerdotes a cristianos probados que sigan ejerciendo su profesión... junto a sacerdotes dedicados por entero al ejercicio del ministerio como hasta ahora» (p. 374), célibes, con un mayor acercamiento a los modos de vida de la vida religiosa, viviendo en pequeñas comunidades, sacerdotes piadosos, estudiosos, diligentes y obedientes (pp. 388-389; 207). Extrayendo de todo ello las consecuencias para el modelo formativo en el seminario: «centros de estudios, austeros y exigentes, escuelas de oración y de espiritualidad... Nadie será ordenado antes de haber dado muestras de total desprendimiento de la vida mundana y de una dedicación perseverante y gozosa al servicio de la Iglesia y del Reino, con santidad de vida... servirán los seminaristas varios años en las parroquias antes de ser ordenados...» (p. 391). Anteriormente había enumerado un elenco de cualidades del aspirante al sacerdocio: «tienen que ser personas fuertes, maduras, sobrias y austeras, disciplinadas, trabajadoras, con altas exigencias sobre sí mismos...», exigiéndoles una vida de piedad intensa, «estudio centrado en los temas necesarios para su misión evangelizadora; tiene que ser la ocupación principal de los años de seminario, sin concesiones, con un buen nivel de exigencia» (p. 230).

El autor consigue su propósito: que los pastores y educadores cristianos centren sus esfuerzos en lo fundamental, lo que nos hace capaces de profesar y vivir la fe gozosamente (p. 15 y contraportada). La actualidad del tema, la claridad de la exposición y la autoridad del autor nos garantizan una lectura provechosa que no se debe retrasar. Pensando en una valoración general de la obra, subrayaríamos que está escrita con un gran talante de realismo y esperanza. «La pastoral evangelizadora es un ejercicio de humildad y paciencia» (p. 283). En una declaración reciente, decía Don Fernando que «la evangelización seria y profunda es la mayor rebeldía ante el panorama de crisis que tenemos, entrando cuerpo a cuerpo con la cultura contemporánea» (Vida Nueva, 14 de enero de 2011, p. 8-9).

[Lope Rubio, en Seminarios, 199-200]