LIBRO VOCACIONAL RECOMENDADO
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D.B. Cozzens
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La faz cambiante del sacerdocio.

Sobre la crisis anímica del sacerdote

Sal Terrae 2003, 197 p.

LA RAPIDEZ con que se suceden las diversas informaciones en los medios y la acostumbrada parcialidad con que son presentadas, no permiten la reflexión serena y el juicio crítico. Basta visitar las páginas de internet de la prensa norteamericana, y estar un poco atento a los mass media europeos para notar que las noticias eclesiales aun venden, sobre todo si se trata de truculentos asuntos relacionados con la vida afectiva de ministros de la Iglesia católica. Pues bien, el libro que presentamos y ha publicado recientemente la editorial Sal Terrae en su versión española, es un instrumento privilegiado para poder realizar un cuidadoso juicio crítico sobre la actual situación del sacerdocio católico, sobre todo por lo que respecta a los actuales escándalos de abusos sexuales que afronta la Iglesia católica norteamericana. Donald Cozzens, ordenado sacerdote en la emblemática fecha de 1965, ha sido testigo de la "faz cambiante del sacerdocio" católico en las últimas dos décadas. Actual rector de seminario y vicario del clero de la diócesis de Cleveland durante seis años; un hombre de dilatada experiencia pastoral y de amplios conocimientos de psicología que le permiten un análisis equilibrado, al tiempo que realista y abierto, de la situación que atraviesa el clero católico norteamericano en el momento actual. El autor pretende una mirada detenida y serena sobre el estado actual del sacerdocio sabiendo que puede estar equivocado, pero con la intención de mantenerse fiel a la descripción de lo que son desafíos y problemas reales a los que los sacerdotes y la Iglesia se enfrentan a comienzos del siglo XXI.

EL ESTUDIO de Cozzens centra su reflexión en el análisis de la vertiente espiritual y psicosexual del sacerdote de hoy, convencido de que entre la vitalidad espiritual (y su proyección pastoral) y el sano desarrollo humano existe una estrecha conexión. Bajo esta perspectiva, y ayudándose de estudios de Freud y Jung, se despliegan los diversos capítulos del libro:

UNA PRIMERA parte descriptiva en que se ponen sobre la mesa los problemas de la identidad ministerial y humana del sacerdote. Mutaciones sociales y eclesiales han transformado el modo en que el sacerdote es percibido y se auto-comprende. La dificultad social generalizada para un crecimiento personal sano encuentra especial reflejo en el ser y hacer del sacerdote: la adquisición de un sentido adulto de la obediencia a sí mismo y a la Iglesia que lo envía; la inserción creativa y analítica en la situación social circundante; la vivencia del celibato en el equilibrio entre intimidad y trascendencia.

EN UN SEGUNDO paso Cozzens alude a los desafíos que subyacen a la problemática descrita: la capacidad del sacerdote para encarar el inconsciente y acceder a la dinámica profunda de la fraternidad sacerdotal de modo que sea capaz de mantener y desarrollar relaciones personales profundas con hombres y mujeres de su entorno. Se trata, así continua el autor, del reto de hacerse hombre sabiendo sortear los obstáculos en el camino hacia la madurez. El capítulo termina con una sección que alude al ministerio de la Palabra. Una suficiente calidad humana hace del sacerdote lugar de fecundidad de la Palabra que es capaz de acoger en sí, para después ofrecerla en toda su riqueza a la comunidad cristiana.

UN TERCER capítulo se refiere a las preocupaciones. Es el momento en que Cozzens dedica especial atención al ámbito eclesial norteamericano. Describe la creciente percepción social del ministerio en aquel país como propio de personas homosexuales. Alude al daño que han producido en el seno eclesial los múltiples casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes; pone sobre la mesa la aquiescencia de obispos y apunta el peligro de lo que llama una extendida "subcultura gay" en seminarios y comunidades religiosas. Las palabras más duras de autocrítica eclesial se sitúan bajo el título "una traición a los jóvenes": durante mucho tiempo se ha eludido una respuesta pastoral responsable ante el creciente número de denuncias a causa de abusos; se hace acuciante la revisión de las propias estructuras eclesiales ("¿tenemos un sistema que atrae a individuos emocional y espiritualmente inmaduros?"), etc.
El estudio acaba con la descripción de las realidades, o consecuencias visibles de las deficiencias descritas: pérdida de credibilidad de la Iglesia y de los obispos; caída en picado de la imagen del sacerdote ante la opinión pública, disminución de su liderazgo pastoral, así como serias deficiencias en los procesos formativos.

HASTA AQUÍ el desarrollo del estudio. Es sin duda una reflexión que tiene una limitación obvia en el contexto particular del que surge. Sin embargo Cozzens nos hace ver que el problema, más allá de un trauma afectivo (más o menos generalizado en el sector clerical norteamericano) y de un titular de prensa sensacionalista, es mucho más amplio. Está en juego la honestidad de la Iglesia servidora de la dignidad de la persona, la calidad humana del evangelizador cristiano y su presencia ante los otros como testigo de la verdad que es Jesús. Nuestra Iglesia vive en medio de una sociedad occidental muy similar a la norteamericana; una sociedad igualmente plagada de hipocresía y de búsqueda gratuita del morbo que alimente audiencias, sin embargo, cada vez es mayor el grado de autenticidad exigida a todo aquel que tenga una responsabilidad directa para con los otros. No han faltado casos de escándalo entre nosotros, y furibundos ataques a la imagen del presbítero. Parece, no obstante, que aun llegamos a confundir lo particular con lo universal. Reflexiones como la que presentamos pueden ser estímulo y acicate para que el sacerdocio ministerial en su ser, en su hacer, en su desarrollo formativo y en su presencia pública y evangelizadora adquiera sólidas bases humanas, espirituales e intelectuales para afrontar los desafíos de una sociedad eminentemente alejada de Dios. Las descripciones de Cozzens en algún momento resultan hasta escandalosas, o al menos pueden chirriar a los oídos que no hayan profundizado en el tema, sin embargo son realidades que forman parte de la realidad humana y de sus errores, así como de las deficiencias de estructuras igualmente humanas. Pero por encima de la anécdota se impone la sustancia: sea el contexto que sea al sacerdote, hombre de fe y caridad, se le demanda hoy con especial énfasis que sea persona íntegra y reflejo fiel del rostro de Cristo. Portavoz de la esperanza de que es depositaria la Iglesia. Precisamente el que escribe estas líneas apenas lleva año y medio de ministerio, pero puedo asegurar sin miedo a equivocarme, y lo hago con palabras de Cozzens que "la mayoría de los sacerdotes actuales se mantiene firmes gracias a una fe purificada en el Evangelio que predican y a la innegable presencia del Espíritu de Dios en los hombres, mujeres y niños que se reúnen para la fracción del pan y la escucha de la Palabra" (p. 18).

RESPONSABLES eclesiales y formadores de futuros sacerdotes sobre todo, pero también cristianos preocupados por encontrar un juicio equilibrado y justo sobre su propia Iglesia, encontrarán en estas páginas una ayuda valiosa. Quizás la editorial podría haber elegido otro tipo de formato para la portada del libro. El atractivo de la presentación no puede restar seriedad al contenido de la obra.


Juan Manuel Cabiedas Tejero