Un año para enmarcar (XIV)  
 

   —¿Y ese número XIV?
   —Significa que es la hoja 14ª escrita por el misionero Carlos Comendador. Sugiero repasar las 13 anteriores antes de leer la 501: 425.427.428.434.441 || 446.451.455.460.467 || 474.482.488
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JSV
 

Día 18 de julio

      Hemos abierto hoy nuestra fiesta del cincuentenario: 50 años de la presencia de la Hermandad de Sacerdotes Operarios en África. Celebramos una presencia discreta, sencilla, pequeña… pero presencia al fin y al cabo.
      Constato desde hace tiempo que siempre que ando en medio de preparativos para una fiesta, corro el riesgo de perderme en cosas superficiales, que desgraciada y frecuentemente terminan por consumir todas mis energías. Y este es el gran problema: estar distraído durante la celebración de la Eucaristía porque la mente está pensando en mil cosas que vendrán después, en la fiesta.
      Hoy he querido hacer un esfuerzo para vivir con más intensidad esta Eucaristía tan especial. Se trataba, a fin de cuentas, de una acción de gracias por el trabajo de los pioneros que han abierto camino, y también por los que vinieron después para consolidar su trabajo. Si ahora estamos aquí es porque ellos nos lo hicieron posible. Es normal sentir agradecimiento en el corazón.
      Sin embargo, lo que me ha impactado de una manera especial ha sido el momento penitencial. Le he pedido perdón al Señor por tantas incomprensiones, malentendidos, críticas, desilusiones, desánimos, silencios, desprecios… que han hecho de nosotros otra cosa distinta de lo que estamos llamados a ser: una fraternidad sacerdotal, una hermandad. He pedido perdón por mis pecados personales y por los acumulados institucionalmente.
      Pedir perdón me parece una manera muy buena de comenzar este año jubilar.

    

Día 9 de febrero

     Dicen que un amigo es el mejor tesoro. Supongo que lo dicen de aquellos que son buenos amigos.
     La República Democrática del Congo tiene muchos tesoros en el vientre de su tierra. Son los minerales que la avaricia del hombre explota sin escrúpulos: cobre, cobalto, uranio, caserita, oro, etc… Estos tesoros han destruido al hombre congoleño en forma de guerras, divisiones, injusticias… Estos tesoros son enemigos del hombre.
     Hoy he comenzado a presentar a mi madre mis amigos más cercanos, esos que son un tesoro de verdad: Juanita, Juana, José Antonio, María José… Diferentes edades, carismas, congregaciones, apostolados… Pero todos unidos en la misión de la Iglesia. Y mi madre hace lo de siempre: habla de la familia, pregunta por sus historias, se muestra decidida… Y en seguida se establecen lazos de amistad y sintonía sinceras.
      A través de estas visitas (que continuaremos aún) mi madre puede llegar a conocer la geografía de mi corazón. Espero que le guste el paisaje.

Día 15 de marzo

      Entre las actividades programadas para celebrar nuestro cincuentenario estaba previsto organizar una exposición de fotos. Es algo de lo que me encargaron y que me ha llevado bastante tiempo, sobre todo al final, cuando hay que distribuirlas, colocarlas y pegarlas en los tableros. Es una de esas ocasiones en las que se trabaja sin mirar la hora de ir a dormir.
      Sin embargo, organizar una exposición de fotos sobre la presencia de la Hermandad en África es algo muy saludable, porque es un constante ejercicio de gratitud y acción de gracias. Ver lo que han hecho nuestros «fundadores» en Uganda, Zambia, República Democrática del Congo y Angola, con los pocos medios que tenían, nos hace ser humildes, muy humildes… y sobre todo eso, agradecidos.
      Es bonito hacer la selección de las fotos aunque no es una tarea fácil porque hay muchas, sobre todo últimamente que, gracias a las cámaras digitales, se nos llenan los ordenadores de imágenes. Otras veces nos lamentamos porque nos faltan algunas para un cierto acontecimiento y queda un hueco, un vacío en la historia. Es especialmente interesante cuando después de haber buscado por cajones, archivos y sobres llenos de polvo se encuentra una foto sorprendente, curiosa, única.
      Pero lo mejor es pararse y contemplar cada foto, porque cada una tiene una historia o varias: las de aquellos que salen en ella o la de aquel que la hizo. El gran reto es descubrir esa historia y dejarse interpelar por ella. Y en este sentido, las fotos en blanco y negro tienen una fuerza y una belleza insuperables.
      Es cierto que a la mayoría de las imágenes les acompaña un texto explicativo, ¿pero no es un atrevimiento reducir una vida misionera, una vocación de entrega total, un misterio, a unas pocas líneas?

 

Día 19 de mayo

      Es emocionante tomar conciencia de estar viviendo un momento histórico. No se trata de algo que va a cambiar la historia de la Iglesia, pero sí la de nuestra Hermandad en estas tierras africanas. Aún resulta mucho más emocionante sentirse acompañado por el Espíritu de Dios al dar este paso.
      Desde la semana pasada llevamos implorando al Espíritu Santo para que nos guíe en nuestro discernimiento. Puedo confesar que no nos ha defraudado.
      Pensando en el futuro de la Hermandad en el Congo, hemos sentido la necesidad de abrirnos y comenzar una nueva tarea: aceptar la propuesta del obispo de encargarnos de una capilla en un barrio muy modesto de Lubumbashi. Hemos analizado las ventajas y los inconvenientes, nos hemos dado una semana para reflexionarlo y rezarlo, y la decisión ha caído como un fruto maduro, por consenso, con suavidad. Diría que nos quedamos en paz.
      En este año tan especial, es desde luego, un paso de madurez y de crecimiento que Dios nos ha concedido hacer bajo su mirada protectora.

    

Día 1 de junio

      Hoy ha sido el día de la peregrinación vocacional. Hemos invitado a los jóvenes que conocemos y que nos frecuentan en nuestros diversos apostolados como sacerdotes operarios, a acompañarnos y a rezar juntos un rosario vocacional. Con los jóvenes pedimos a María que interceda ante el Señor para que suscite en ellos la vocación y la fuerza para comprometerse y perseverar.
      Cuando se organizan estas actividades no se busca un impacto meramente estético, pero se agradece que sea algo bello, bonito. Y así ha sido hoy nuestra peregrinación. Algo tan sencillo como caminar un poco, con un grupo de jóvenes, llevando una pequeña imagen de la Virgen María, rezando el rosario… resulta bello porque es algo sobrenatural.

      Cada año me pasa lo mismo. Llegamos al final del curso académico, embalados como una moto y distraídos por el vuelo de un insecto. Nos pilla por sorpresa. Sin darnos cuenta una nueva promoción termina. Algunos irán al Seminario Mayor y otros continuarán su camino haciendo estudios superiores. Durante años, han sido nuestros hijos, nos hemos dado por ellos, unas veces de una manera más acertada que otras. El enriquecimiento es mutuo porque por una parte algo mío se queda en ellos y, por otra, ellos me han hecho crecer, me han ayudado a conocerme más, a no estancarme y a explorar nuevas posibilidades de mí mismo.
      Los seminaristas del último curso son ocho. Se van casi sin haber preparado la despedida, casi por sorpresa, como si no tuviéramos nada que decirnos. Así somos a veces. Así tan distraídos, tan superficiales.

Día 24 de junio

       Solemnidad del nacimiento de San Juan Bautista.
       En principio, nada extraordinario… hasta que rezo el Benedictus. Entonces tomo conciencia, como un rayo que me sacude violentamente, del versículo que puse en la estampa de recuerdo de mi ordenación sacerdotal: “Y a ti niño te llamarán profeta del Altísimo porque irás delante del Señor a preparar sus caminos”.
       Me doy cuenta de golpe de que han pasado ya quince años. ¡Quince años!
       Creo que es el momento de prepararse a vivir este aniversario haciendo un serio examen de conciencia. ¿Hasta qué punto este versículo ha estado presente en la vivencia de mi ministerio sacerdotal? ¿He hecho todo lo que podía hacer para preparar el camino al Señor, para que las personas que se cruzan conmigo lo puedan conocer y así encontrar un sentido a sus vidas?
       Después de esos años, me reconozco ¡tan mediocre y tan poca cosa…! Pero es precisamente esto lo que me hace renovar mi confianza en el Señor. Y es esta fidelidad del Señor la que hay que celebrar.


Día 11 de julio

       Hoy, quince años del don del sacerdocio.
       Lo primero que brota de mi corazón es una acción de gracias. Como nos invita el predicador de los ejercicios, doy gracias a Dios porque mi sacerdocio es maravilloso. Haciendo un recorrido rápido sobre mi evolución en Valencia, Mishikishi y Lubumbashi (sólo tres estaciones), constato que es allí donde he ido aprendiendo a ser sacerdote, a vivir como sacerdote, a amar mi sacerdocio. El Señor en su misericordia y paciencia me ha ido modelando. Por eso le doy gracias.
       Le agradezco también todo el bien que mi ministerio ha hecho a otros: eucaristías celebradas y concelebradas, confesiones, matrimonios, bautizos, predicaciones, convivencias, retiros, ejercicios, acompañamiento, intercesiones, oraciones, escuchas… Todo lo que es suyo él lo sabe multiplicar y hacer que fructifique. Es él quien me ha asociado a su ministerio.
       Hoy es también un día para dar gracias por todos los me han formado, acompañado, guiado y apoyado; por tantas oraciones, sacrificios, consejos de mis padres, hermanos, formadores, sacerdotes, amigos, compañeros… porque soy el fruto de estos encuentros.
       Conozco mis defectos, o al menos algunos. Le pido a Dios que me dé una conciencia clara para que no me deje llevar por el espíritu del mundo, de la vanidad, de los honores, del prestigio y de la fama. Que el Señor que me ha llamado, me perdone en su misericordia.
       Sí, Dios me ha dado la gracia de ser sacerdote durante estos quince años, pero me pide más. Me pide otra manera de vivir el sacerdocio. Me pide que sea sacerdote de su misericordia. Si hoy alguien me preguntara por qué soy sacerdote, le respondería: “porque el Señor quiere que sea ministro de su misericordia”. O aún más claro, le diría: «para que tú sientas en tu vida la misericordia, el perdón y el amor de Dios».
       Como regalo de aniversario le pido al Señor la gracia de la acogida. Saber acoger a la gente cuando tengo mil cosas que hacer; saber aceptar un servicio cuando estoy ocupado; saber escuchar cuando estoy cansado… Porque la acogida es la puerta que abre la misericordia.
       «Jesús, llámame para servirte más de cerca. Ábreme tu corazón, manifiéstame tu misterio, el secreto de tu misericordia y asóciame a tu manera de hacer las cosas».

    

Día 21 de julio

       Ya pasó el gran fin de semana, los días de las ordenaciones. Hacía tiempo que no se había visto algo parecido a lo de ayer en Lubumbashi: veintiún nuevos sacerdotes y once diáconos.
       El comienzo de la Eucaristía, acompañado por los cantos de la coral, fue para mí muy emocionante, con los sentimientos a flor de piel.
       La celebración fue larga, como es normal, pero se celebra con gusto porque los ojos y el corazón se me iban a cada rato hacia «los nuestros», los jóvenes operarios Marcel y Venance. En mi corazón sólo tenía una oración que repetía una y otra vez: «Señor que sean sacerdotes según tu corazón». Esto es lo único que me importaba, que me importa.
       Al final, los nuevos sacerdotes y diáconos nos han dado juntos la bendición a la asamblea. Yo le pedía al Señor que fuera una bendición de paz para este pueblo congoleño que tanto ha sufrido, que tanto ha llorado.
       Que sus nuevos ministros sean instrumentos de Paz, de su Paz.

* * *

       Ha sido una gozada acompañar hoy domingo a nuestro joven diácono en la acogida que ha organizado su parroquia. Ha habido cosas muy hermosas, como la larga duración de la misa, los cincuenta bebés bautizados por Venance, la coral, la iglesia llena… y no es para menos, porque se trata del primer diácono en la historia de esta parroquia.
       Pero ha habido un detalle que quizás no ha sido remarcado por todos. Después de la comunión, el nuevo diácono ha dado a su padre, ministro extraordinario de la comunión, el viático para los enfermos. ¡Qué gozo y qué alegría para ese padre el recibir de las manos de su hijo el Cuerpo de Cristo para distribuirlo a los enfermos de la parroquia! ¡Qué gozo y qué alegría para ese hijo diácono el poder confiar a su padre lo que constituye el centro de toda su vida y de su recién estrenado ministerio!

Día 25 de julio

       Vuelvo al Seminario Menor después de haber pasado sólo diez meses en la Maison Don Manuel. Vuelvo ahora como director, y aunque todavía no hemos hecho el traspaso de poderes, hemos decidido que me instale aquí y deje libre la otra habitación para las visitas que vamos a recibir.
       ¿Cómo me siento? Miro al seminario con respeto. No me asusta particularmente la educación de los seminaristas. Esto es algo que creo puedo hacer bien y me gusta. Lo que más respeto me da es la gestión de la casa: mantenimiento, grupos que la solicitan, compras, etc.
       Antes de irme a dormir he sentido la necesidad de ir a la capilla y saludar al Señor. Pongo el seminario en su corazón. Tengo la impresión de que voy a dormir tranquilo.

    

Día 3 de agosto

       «Cincuenta años de fidelidad». Este es el lema que ha presidido la Eucaristía de acción de gracias en el jubileo sacerdotal de nuestro hermano José Coves. Él es la historia de la Hermandad en África porque fue el primer operario en venir. Sus cincuenta años de fidelidad se confunden con los cincuenta años de la presencia de la Hermandad en África, por eso esta fiesta es el centro de todo nuestro año jubilar.
       En la celebración, él nos ha invitado a dar gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Y verdaderamente esta es la clave, la razón de lo que celebramos: el amor y la misericordia de Dios que se hace presente en la vida de un sacerdote. Damos gracias a Dios por todas las obras buenas que ha hecho a través de él, sobre todo sus cuarenta años dedicados a la formación de seminaristas, un trabajo muy sencillo y discreto en la Iglesia.
       Personalmente, doy gracias porque José es un gran sacerdote, que cree en lo que hace como ministro de Dios. Doy gracias porque es un operario de la cabeza a los pies, que ama profundamente a la Hermandad y a Don Manuel, a quien cita frecuentemente como orientación para lo que hacemos. Doy gracias porque ha sido el fundamento de la Hermandad que somos ahora y de la que está por venir.

Día 7 de agosto

       Hace diez años, un día como hoy, que coincide con el cumpleaños de mi madre, llegué a Zambia… para quedarme. Antes lo había hecho dos veces durante mis vacaciones. Pero el billete de avión de hace diez años tenía un viaje de vuelta que nunca utilicé.
       Desde entonces han pasado diez años, casi nada si se compara con los grandes «maestros fundadores» y con los «misioneros de toda la vida». En mi caso, lo significativo es que de mis quince años de sacerdocio, diez han tenido lugar entre las tierras de Zambia y Congo.
       Me preguntan si lo vamos a celebrar, porque aquí cualquier pequeña ocasión es suficiente para hacer una fiesta. Pero me parece que hacer una fiesta por sólo diez años es pretencioso y vanidoso. Dejémoslo en una simple, sincera y profunda acción de gracias a Dios.

    

Día 12 de agosto

       El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
       Esta alabanza es lo que salió del corazón cuando pude sentarme en la cama cansado después de un fin de semana especial e histórico.
       Ayer participamos a la ordenación sacerdotal de Hilary, el primer sacerdote de la misión de Mishikishi (Zambia). Hoy ha sido su primera misa en la misión, en la que hemos aprovechado para celebrar también en tierra zambiana los cincuenta años de la Hermandad en África.
       El corazón ha vivido grandes emociones al encontrarme y saludar a las gentes con las que trabajé. Han sido dos días muy intensos, vividos profundamente y con alegría, porque el Señor nos ha bendecido.
       Esta noche me agrada repasar sus bendiciones: la fidelidad del padre Sinesio, su amor y su entrega a este pueblo zambiano hasta el punto de perdonarles todos sus errores y no criticarles casi nunca. El testimonio del padre Goyo que nos acompaña desde el cielo, el primer «africano» en precedernos en la casa del Padre. Por el sacerdote y los dos diáconos de esta misión que hemos recibido este año como un regalo suyo para nuestra Hermandad. Por el cariño que nos muestra el pueblo de Dios de Mishikishi. Por las hermanas Discípulas de Jesús que nos han ofrecido la acogida y tantas otras veces la cercanía y el apoyo.
       Tener la posibilidad de visitar la misión que me acogió hace diez años, es una caricia de Dios.

Día 9 de septiembre

       Ya están todos los seminaristas. La semana pasada llegó el primer grupo constituido por los nuevos y los que vienen de lejos. Ayer llegó el resto. En total son sesenta. El nuevo curso ya está lanzado. Estamos terminando el proyecto educativo para este año, ultimando las compras para que no falte nada en la despensa, haciendo arreglos de mantenimiento, visitando las escuelas donde estudian los seminaristas, arreglando los archivos…
       Cambio de tarea, de misión, de servicio, pero la vida continúa. Se han ido hilvanando poco a poco estos meses de celebraciones y fiestas que han llenado de contenido nuestro sencillo año jubilar. Nos hemos quedado sin vacaciones porque no hemos tenido días de descanso, pero estamos contentos, agradecidos, renovados. Por eso seguimos caminando.
       Un seminarista llama a la puerta, quiere hablar conmigo. Sí, efectivamente, no hay tiempo que perder, sesenta chicos me esperan.

Carlos Comendador Arquero

501
La obra de la redención no se realiza en el mundo y en el tiempo sin el ministerio de hombres entregados, de hombres que, por su oblación de total caridad humana, realizan el plan de la salvación, de la infinita caridad divina. Esta caridad divina hubiera podido manifestarse por sí sola, salvar directamente. Pero el designio de Dios es distinto; Dios salvará en Cristo a los hombres mediante el servicio de los hombres. El Señor quiso hacer depender la difusión del Evangelio de los obreros del Evangelio. - PABLO VI