9 días desde Santiago de Cuba

 
     Rafael Cárceles Lorente, sacerdote operario, de los que se dicen “peritos en vocaciones”, pero que a la hora de la verdad tienes que adaptar el manual a la realidad que te encuentras y eso es como empezar de nuevo, porque los del lugar también le vocacionan a uno. Eso lleva tiempo. A mis 65 años, recién jubilado en lo civil, he decido con la ayuda del Dueño de la mies, poner a disposición de las vocaciones, los años de salud que Dios me dé. Vine con otro compañero de Zaragoza, Gabi. El 22 de Septiembre de 2009 aterrizamos en Cuba. Al día siguiente, 23, se nos añadía Manuel Oswaldo de Venezuela.
     Los obispados de la zona oriental de la isla (Guantánamo, Bayamo, Holguín, Santiago) forman la archidiócesis de Santiago. Llevaban un tiempo pidiendo a nuestros “jefes” ayuda para la pastoral vocacional. La tarea se ofreció y los tres dijimos que sí. Varias veces, en estos poco más de cinco meses, hemos oído de boca de los obispos que, nuestra venida “ha sido un regalo de Dios”. No está mal el comienzo. A 23 curas de la diócesis de Santiago, donde está el Seminario, nuestra residencia, nos añadimos los tres y es un 26-regalo.
     Nuestra tarea en estos meses ha consistido, primero, en adaptarnos biológicamente a un ambiente de calor húmedo y de comidas distintas, que no ha sido fácil. Para ello ha habido que adelgazar para luego equilibrar. Al mismo tiempo nos hemos recorrido, al volante y con carreteras a prueba de baches, las cuatro diócesis, visitando a los obispos, tomando contacto con los sacerdotes del lugar, escuchando cómo ha sido su preocupación vocacional y también el trabajo de los seglares con adolescentes y jóvenes. Nos hemos puesto a disposición para ayudarles en los retiros de Adviento y Cuaresma, encuentros varios para muchachos/as y una atención especial a los vocacionados.
     En la diócesis de Santiago atendemos a un grupo de diez muchachos que en este momento tienen intención de clarificar su vocación para entrar en el seminario. Aquí se estudia la Filosofía con modalidad de Licenciado por la Universidad pontificia de República dominicana, o sin licenciado. Son cuatro o tres años. Después pasan a estudiar Teología en La Habana.
     Todo esto lo hacemos desde nuestra residencia oficial que es el Seminario San Basilio Magno. Me ha tocado el cargo de Rector. Gabi es el encargado de la capilla del seminario que funciona como adjunta a la parroquia de la catedral, a la vez que formador y Manuel O. se encarga de la dirección espiritual y del mantenimiento de la casa. Tres curas distintos pero complementarios, al menos, procuramos vivir la fraternidad desde el evangelio que es el mejor reglamento de la casa.
     Nuestra preocupación más inmediata es perfilar el borrador del Proyecto formativo del Seminario y programar los distintos pasos para los candidatos que quieren ingresar en el Seminario al curso próximo. Permanentemente, colaborar con los sacerdotes que nos necesiten para sacar adelante un plan pastoral vocacional que, a la larga, proporcione a Cuba los sacerdotes necesarios y buenos.

Lunes, 22 febrero

          El despertador está sonando en esta mañana de lunes. Son las 5.30 h. y los gallos del barrio llevan ya un buen rato saludando a la aurora. Antes de las 6.30 ya se puede leer tranquilamente cualquier impreso en la calle y el sol se hace presente.
     La pared de mi habitación es medianera con la capilla del seminario, y mi mesa está a la altura del sagrario. Me bastan unos golpes con los nudillos de la mano para saludar y decirle al Señor, “buenos días, ahora nos vemos”.
     Un aseo ligero y el encuentro se produce con la pregunta de todos los días:
     - “Señor, ¿qué quieres que haga?”, y repaso lo que está pendiente, y me entretengo con lo difícil y con lo nuevo.
     - Me sigues haciendo falta y te basta mi gracia.
     Releo el evangelio del día que siempre es buena noticia para empezar una jornada. Ya se ha levantado el sol en lo alto.

Martes, 23 febrero

     Si no lo veo no lo creo y si no los como, menos todavía.
     En mi vida había desayunado poniendo unos higos en mi mesa en el mes de febrero. En el seminario tenemos cuatro higueras y dicen que las plantó hace muchos años un sacerdote español que las trajo del Levante. Están cuajadas de higos y cada día maduran una buena parte de ellos. El clima hace esa maravilla en este mes, soy del Levante y puedo asegurar que no hay higos en febrero. Cada mañana recojo los maduros y pienso en “la higuera estéril” del evangelio.
     Si Jesús de Nazaret hubiera pasado por Cuba no habría podido tomar este ejemplo ni maldecir a la higuera por estéril. Posiblemente hubiera dicho que nos dejáramos querer por el Padre, como lo hace la higuera; la acaricia la brisa de la mañana, la vigoriza el sol de mediodía y siempre hay frutos pendientes de sus ramas.
     ¿Podría ser una higuera vocacional? ¿Es una premonición de nuestro trabajo en esta tierra?
     Jóvenes hay muchos, pero ¿se dejarán invitar por la llamada del Padre? Donde la naturaleza hace maravillas con el sol y la humedad, ¿será fácil conseguir la siembra y la cosecha?
     El Dueño de la mies, seguro que tiene las claves, y a Él se las preguntaremos día a día.

Miércoles, 24 febrero

     Acaba de sonar el teléfono interior por tres veces. Lo cojo y atiendo cuando oigo, “padre Rafael aquí preguntan por usted”, me dice Luisa, la portera del seminario. Una señora quiere contarle un problema. Son las 14 horas y a mí me parece muy extraño. Efectivamente es una señora de edad madura, de tez morena y buena envergadura.
     «Me han hablado muy bien de usted y de su capacidad de trabajo…, me han dicho que hay sacerdotes españoles de entre los que han venido nuevos y me alegro por su presencia aquí. Tengo que exponerle mi caso a ver si usted me lo resuelve. Debo hacer un viaje largo, hasta La Habana porque me tienen que operar de este pecho, ¿ve? (intentando mostrarme al “culpable”…) y necesito 10 u$a para completar el billete».
     Estábamos advertidos, “en cuanto se sepa que estáis aquí habrá cola y usarán mil artimañas para pediros dinero”.
     Por la noche me enteré que la buena señora, cada cierto tiempo, hace su cuestación personal, madruga y recorre los lugares y las personas donde ella intuye que “alguna caridad” le puede hacer caso. En estos meses anteriores la escena se ha repetido cada semana. En esta tierra hay necesidad, pero también funciona la pillería.
     Me gustaría saber que la gente nos conoce ya por otro tipo de riquezas para dar, tiempo, sacramentos, consejos…, espero que se extienda la noticia.


Jueves, 25 febrero

     “Aquí, en Cuba, padre Rafael, no se tira nada, se recicla”.
     Los tres compañeros estuvimos haciendo limpieza en un sector de la casa y decidimos echar a la basura lo que nos parecía inútil y estropeado. Pronto nos advirtió un empleado, “disculpe, esa caja no la tire, puede servir para algo”. A la hora siguiente estaba convertida en “alfombra” a la entrada de casa para limpiarse los zapatos.
     Las camisas viejas se convierten en trapos para limpiar el polvo; cacharros de cocina que ya han cumplido su función se les “jubila” para hacer de ellos maceteros vistosos; las latas grandes de conserva, papeleras seguras en cualquier rincón de la casa.
     Y si hay un sacerdote que comienza a ser mayor, que tiene sus achaques, que lleva algún roto en el alma, ¿se le tira o se recicla? Por favor, no me lo tiren. Sigue siendo válido para recuperar a los decaídos, buzón de consejos, puente e intercesor de la comunidad ante el Padre, repartidor de Pan para los que tienen hambre de Dios, hasta puede venirse a Cuba. Lo peor es cuando el mismo sacerdote se tira al contenedor de las cosas inútiles.

Viernes, 26 febrero

     Esta mañana hace frío y llueve. En contra del clima caribeño, el día ha amanecido desapacible. Tengo entrevista con Monseñor, -con este tratamiento se dirigen los cubanos a sus obispos-, y espero que el tiempo me ayude a no esperar demasiado. Efectivamente, al subir a la primera planta de un caserón colonial, adecentado por dentro, falto de pintura por fuera, me ha visto de lejos a la primera. Tiene ya una entrevista.

     

     Su despacho es un par de balancines –mobiliario nacional- en una amplia galería y se añaden balancines según el número de interlocutores. No encontré sofás de terciopelo, en una habitación muy seria de corte curial; no tuve que pedir audiencia, ni vi al secretario introductor de visitas por ninguna parte. Con anillo de Pastor en su mano, una sonrisa muy amplia para pronunciar mi nombre y una atención dedicada a escuchar los temas que llevaba entre manos. Hay obispos que facilitan la comunicación y están queriendo cumplir el evangelio con naturalidad, “él conoce a sus ovejas y ellas le conocen a él.”
     Somos 26 sacerdotes en el presbiterio diocesano, entre nativos y extranjeros. Nos conoce a todos, se encuentra semanalmente con todos, especialmente los lunes. En este día, cualquiera que llegue antes de las 12.30 a su casa, tiene la mesa puesta y una sobremesa agradable, de familia. Casi siempre hay pleno. ¿Los problemas tratados? Con paciencia cubana, vendrá la solución. Pero yo me fui de la entrevista con un buen sabor de boca.

Sábado, 27 febrero

     He recibido la visita del Rector de otro de los tres seminarios de Cuba. Él es cubano y me advertía, “padre Rafael, usted y sus compañeros deben estar muy alerta sobre estas cuatro sospechas ante un seminarista cubano…”. Una de ellas se refiere a sus intenciones migratorias: el cubano ha aprendido a simular durante cincuenta años y lo puede seguir haciendo.
     Según la estadística actual, el aviso está muy claro: Durante los últimos años, 132 sacerdotes cubanos se las han ingeniado para salir de la isla y no han vuelto. Están ejerciendo su ministerio en otros lugares del mundo, entre ellos España, y con un desahogo económico estupendo, según cuentan. Con 30 u$a al mes se las tiene que arreglar un sacerdote cubano. También un médico, un profesor… Y hay sueldos más bajos.
     Por otra parte, el mismo número o mayor, de sacerdotes extranjeros, hemos venido a la isla para echar una mano. ¿Qué sentido tiene esto? Yo quiero creer que no he venido a sustituir a nadie, sino a colaborar con los aquí presentes. Si los “fugados” vieron, durante sus años de Seminario y de ministerio, la situación de su pueblo, ¿son 132 evasiones? Me gustaría sumar esos 132 obreros para la mies porque el trabajo es mucho. Los que se han quedado han sabido mantener el fuego bajo las cenizas y muy vivo. Yo no me arrepiento de haber venido.

Domingo, 28 febrero

     Hoy es domingo, y a las 9.00 horas celebramos la Eucaristía con la comunidad cercana al Seminario. Media hora antes ha sonado la campana de la torre. La gente comienza a llegar, pausadamente. Se saludan con un apretón de manos o con beso en la mejilla las mujeres. Es la costumbre cubana. Con solo beso sentido es suficiente para un saludo cordial. El reloj no es el que manda, sino la fe, el sentimiento y el rito en estas celebraciones.
     Conozco a un sacerdote por las tierras de España que se enorgullece de poder celebrar la Eucaristía, un domingo, en veinticinco minutos, mejor que en treinta, con homilía y todo, añade. Cuba celebra a Dios con calma. Tiene hambre de Dios, no tiene prisa por escapar. Contesta despacio, saborea el rito despacio ahora que puede, porque bastantes dificultades ha tenido para celebrar a este Dios que nos salva.
     ¿Qué pasaría si a la entrada de las celebraciones eucarísticas de los domingos, en España u otro lugar europeo, se detuvieran todos los relojes, incluso el del celebrante? En esta Cuba que me sorprende y me enamora diariamente, no les importa.

Lunes, 1 marzo

     Antes de venir a estas tierras, pensaba que aquí me vería libre de obras. En mi último destino en España, el vicario episcopal de mi zona me decía que tenía “el mal de piedra”. Seguramente me traje incorporado el virus, aunque en esta ocasión no las he buscado. Aquí me he encontrado obras, albañiles, los andamios, el polvo, los golpes, los disgustos…, pero estas obras tienen su “tinte especial”. Se sabe cuándo empiezan, pero no hay fecha, ni aproximada, para terminar.
     Se está construyendo en el Seminario una biblioteca nueva desde hace dos años. Nosotros llegamos en septiembre de 2009 y nos dijeron que para noviembre se terminaría. Después se aplazó hasta diciembre. Cuando vi el panorama, yo fijé el 1 de marzo como final. Hoy se cumple la fecha y la podemos volver a fijar. De pronto se acaba el cemento y no se encuentra nada en el mercado; se termina el cable eléctrico y no se vuelve a encontrar ni rastro por las tiendas, por no hablar hasta de los mismos ladrillos.
     Estas parábolas de la vida me hacen pensar: Cuando en la Iglesia, en una Institución se retrasa la llegada de lo mejor, ¿no será por falta de fe, de ánimo, de oración en el sacerdote, religioso/a, por falta de ajuste de “mi proyecto” al proyecto de Dios?

Martes, 2 marzo

     Adrián es su nombre. Es el único seminarista residente que tenemos en el seminario. Estaba programado que este año, nosotros conociéramos la realidad cubana sin cargas, pero la Providencia escribe, a veces, con caligrafía de lujo. Cuando se junta con otros dos, David y Narciso, en clase de filosofía, ya son tres inseparables. Los dos últimos pertenecen al seminario de los salesianos que viven cerca de nosotros.
     Adrián es un cubano fino, de la zona de Holguín, al otro lado de la isla, de tierra llana y playas hermosas. Tiene la carrera de Finanzas, pero podía haber estudiado cualquier cosa. Reza, estudia, atiende a los enfermos y lleva un grupo de jóvenes, canta en las celebraciones y toca la guitarra. Tiene veinticinco años, cariñoso y simpático…, vamos, el seminarista que todo formador querría tener en su seminario. No hace muchos años que descubrió a Jesús y está dispuesto a responder gozosamente a su llamada. Quiere ser sacerdote y fue otro sacerdote el que “contagió” su vida, mientras lo cuidaba de una enfermedad, en los últimos días de su vida. Dios puede hacer cosas grandes con este muchacho.
     Estamos con él de enhorabuena porque va a ir dejando estela para los nuevos que vengan el curso próximo. Mejor comienzo, imposible. Hay estilos, ambientes que tienen un comienzo, en este caso, un comienzo feliz, en un ambiente familiar, de fraternidad, como quería el Beato Mosén Sol. Confieso que, a medida que pasa el tiempo, va creciendo en mí un sueño: permaneceré en Cuba, si Dios me da salud, hasta que Adrián sea sacerdote

Rafael Cárceles

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La obra de la redención no se realiza en el mundo y en el tiempo sin el ministerio de hombres entregados, de hombres que, por su oblación de total caridad humana, realizan el plan de la salvación, de la infinita caridad divina. Esta caridad divina hubiera podido manifestarse por sí sola, salvar directamente. Pero el designio de Dios es distinto; Dios salvará en Cristo a los hombres mediante el servicio de los hombres. El Señor quiso hacer depender la difusión del Evangelio de los obreros del Evan gelio. - PABLO VI