May the road rise to meet you,
may the wind be always at your back,
may the sun shine warm upon your face,
the rains fall soft upon your fields
and, until we meet again,
may God hold you in the palm of his hand.

 

ELOY (s. VII). Nacido Captelat a dos leguas de Limoges hacia el año 590, fue un orfebre famoso. (Cuentan que hizo dos tronos para Clotario II con el oro destinado para uno solo y esta probidad le valió el puesto de orfebre real). Cuando tenía 50 años lo dejó todo para hacerse sacerdote. Al poco tiempo lo eligieron obispo de Noyon. Evangelizó las regiones de Amberes, Gante y Courtrai.Fundó monasterios, con la impronta de la belleza siempre. (Cuentan a propósito de la abadía de Solignac que un día le dijo a Dagoberto, sucesor de Clotario II: «Señor, voy a pedirle un favor: deme la tierra de Solignac, para que pueda construir una escalera por la que ambos podamos subir al cielo») (1 diciembre)

NAHÚM (s. VII a. C.). Oseas, Joel, Amós, Abdías. Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc… Su nombre significa «consolado». Y humanamente le consolaría que su profecía (la destrucción de Nínive) se cumpliera. Como diciendo: ¿No veis que tenía razón? Pero... uno prefiere pensar en el desconsolado Jonás que se enfadó porque Dios perdonó a Nínive, tras su predicación, y ser un «desconsolado». Claro, que si hay una postura recalcitrante en el pecador... Cuentan de San Antonio María Claret que, cuando le avisaban para que fuera a dar los últimos sacramentos a un moribundo obstinado, prefería que la masía del enfermo quedara lejos. Porque así durante el camino podía rezar más avemarías para que la Madre de Jesús tuviera tiempo para ablandar el corazón de moribundo. ¿Cuántas avemarías habría tenido que rezar San Nahúm para ablandar a Nínive? (1 diciembre)

JUAN RUYSBROECK (s. XIV). ¡Ruysbroeck! Entre admiraciones, porque pronto empezaron a llamarle «el admirable». Llamándose Juan de Ruysbroeck, inmortalizó el nombre del desconocido pueblecito que, en 1293, le vio nacer. Desde los 11 años se fue a vivir con su tío Juan Hinckaert, canónigo de Santa Gúdula, y juntos caminaron hasta que la muerte los separó. Sacerdote a los 24 años, durante veinticinco ejerció el ministerio en Bruselas, despreocupado de sí mismo, tranquilo, callado, fino en el trato. Escribió al compás de las urgencias catequéticas: «El Reino de los que aman a Dios» y «Bodas del alma». Tío, sobrino y otro sacerdote de la parroquia, se retiraron a Groenedaal (Valle verde) en la espesura de Sonden Boch (bosque soleado), donde formaron una comunidad que vivía según la Regla de San Agustín. El admirable como prior. Buscaban la soledad, pero allí fueron acudiendo en busca de consejo innumerables «amigos de Dios». Buscaban el silencio, pero desde allí fueron saliendo obras de alta espiritualidad: «La piedra brillante», «Las cuatro tentaciones», «La fe cristiana». «Las siete murallas», «El espejo de salvación eterna», «Los siete peldaños del amor»... que le convierten en uno de los escritores místicos más importantes en la historia de la Iglesia. Buen guía para ir escalando las alturas (2 diciembre)

HABACUC (s. VII a. C.). San Habacuc «resucitó» en la memoria de los cristianos en tiempos de Teodosio el grande (379-395), cuando el obispo de Eleuterópolis dijo que había encontrado sus reliquias. Se sabía poco de su vida, pero tuvieron bastante con lo de su viaje aéreo llevando a Daniel el guiso que se había preparado [Dan 14, 33-39], para dedicar iglesias en su honor. Nosotros (así como Pablo le tenía presente en su carta a los Romanos [1,17]: «Quien alcance la salvación por la fe, ese vivirá» y en la carta a los Gálatas (3,11): «Maldito todo el que no persevere en el cumplimiento de cuanto está escrito en el libro de la ley») un viernes al mes alabamos a Dios con sus palabras en la oración de la mañana: «Señor, he oído tu fama, me ha impresionado tu obra. En medio de los años, realízala; en medio de los años, manifiéstala; en el terremoto, acuérdate de la misericordia. El Señor, el Santo, viene: su resplandor eclipsa el cielo, la tierra se llena de su alabanza; su brillo es como el día, su mano destella velando su poder». La voz del santo, reliquia viva (2 diciembre)

FRANCISCO JAVIER (s. XVI). A los 35 años marchó a Oriente. Escribió: «Muchos cristianos se dejan de hacer, en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡Cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos!» (3 diciembre)

SOFONÍAS (s. VII a. C.). Sofonías, «hijo de Cusí, nieto de Godolías, bisnieto de Amarías, pariente del rey Ezequías». Se nota que estaba orgulloso de su parentela. Colaboró con el rey Josías, en reformar al pueblo de Israel, limpiándole de las costumbres extranjeras y prácticas paganas. Le habría encantado a San Sofonías el lema de la Real Academia Española: «Limpia, fija y da esplendor». Que es un buen lema, no solo para hablar, sino para vivir como Dios manda, que es la única manera de vivir bien. «Quitar la suciedad o inmundicia de una cosa»; «Quitar imperfecciones o defectos»; «Hacer que un lugar quede libre de lo que es perjudicial en él», primero. ¡Cómo desinfectan los médicos cuando quieren curar! No se muerde la lengua Sofonías cuando descalifica a los principales responsables del desastre nacional: los príncipes, leones rugientes; los jueces, lobos hambrientos; los profetas, fanfarrones y traicioneros; los sacerdotes, profanadores y violadores de la ley. Pero después, como los buenos médicos, abre el horizonte de la esperanza: «El Señor tu Dios en medio de ti, es un salvador poderoso. Dará saltos de alegría por ti, su amor te renovará, por tu causa danzará y se regocijará, como en los días de fiesta. Y te dará honor y fama entre todos los pueblos de la tierra». Lo del esplendor (3 diciembre)

JUAN DAMASCENO (s. VIII). De familia noble árabe pero cristiana, estuvo, como su padre, al servicio de los califas, haciendo de «logoteta»(representante de los cristianos ante la corte). En un momento dado se retiró al convento de San Sabas en las cercanías de Jerusalén. Ordenado sacerdote se consagró a la enseñanza, a la predicación y a escribir (tuvo tiempo, ya que murió de edad avanzada). Trataba de no ser original (en «Fuente de la gnosis», su obra más celebre, dice explícitamente en la dedicatoria que la norma que se ha impuesto es precisamente la de no ser original), sin conseguirlo. En sus tres «Discursos contra los iconoclastas» dice algo que al iconoclasta emperador León Isauricotan le tuvo que sentar como un tiro: «Lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen». León XIII lo declaró Doctor de la Iglesia (4 diciembre)

ADOLFO KOLPING (1813-1865). Juan Pablo II en su invitación a los jóvenes a participar en la JMJ de Colonia escribía: «Queridos jóvenes, la Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás. La Iglesia necesita santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad. En este camino de heroísmo evangélico nos han precedido tantos, y es a su intercesión a la que os exhorto recurrir a menudo. Al encontraros en Colonia, aprenderéis a conocer mejor a algunos de ellos, como a san Bonifacio, el apóstol de Alemania, a los Santos de Colonia, en particular a Úrsula, Alberto Magno, Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y a Adolfo Kolping». Adolfo nació en Kerpen, cerca de Colonia, y creció en un entorno humilde. A los 13 años se hizo aprendiz de zapatero. Trabajó durante diez años en este oficio, viajando, al igual que otros artesanos jóvenes, de una localidad a otra. A los 23 años, se animó a dar un paso inusual: ser sacerdote. Coadjutor en Wuppertal-Elberfeld, fue nombrado asesor eclesiástico de la asociación de jóvenes artesanos, fundada poco antes por Johann Gregor Breuer. Ayuda para la autoayuda, cambio social mediante la transformación del hombre. Desde entonces la «cuestión social» para él no fue cosa de libros, sino de vida, de su vida. Cuando iba a cumplir 52 años llegó al cielo y se rió al ver que le clasificarían como «precursor de la doctrina social de la Iglesia» (4 diciembre)

GERALDO (s. XII). Nacido cerca de Cahors, monje benedictino en Moissac, acompañó a la Pernínsula al arzobispo Bernardo de Toledo. Al saberlo los de Braga, que estaban sin obispo, le «ficharon» para que guiase la comunidad cristiana allí. Como buen hijo de San Benito entonó a los cristianos haciendo que la misa fuera misa, que el Señor tuviera una casa digna en cada pueblo, que los sacerdotes fueran verdaderos puentes entre Dios y los hombres, visitando como buen pastor todas las parroquias de la diócesis. En el invierno del año 1108, tal día como hoy, estando en Bornos, que quedaba lejos de Braga, marchó al cielo (5 diciembre)

NICOLÁS (s. IV). Nicolás de Mira (porque allí, en Turquía, en la actualDembre, fue obispo), Nicolás de Bari (porque en Bari se veneran sus reliquias, traídas astutamente por unos mercaderes italianos), Santa Claus(Sanctus Nikolaus, en alemán; y lo pintan como un anciano vestido de rojo, con una barba muy blanca, que pasa de casa en casa repartiendo regalos y dulces a los niños). Patrono de Rusia, de Grecia, de Turquía. En el siglo X, Simeón Metafraste escribió una biografía del santo, a la altura de los tiempos (que si resucitó a tres niños que habían metido en salmuera en un tonel... y así se entiende la moderna traducción de su obsequiosidad con los niños). Lo bueno es que nos ha llegado la imagen de un santo simpático, sin que lleve en la cabeza la mitra (toca o adorno de la cabeza entre los persas, de quienes lo tomaron otras naciones) (6 diciembre)

PEDRO PASCUAL (s. XIII). Valenciano inquieto, mercedario de los buenos. Llevaba poco más de un año al frente de la diócesis de Jaén cuando fue hecho prisionero por los moros. Para animar a los cristianos cautivos, escribió varios tratados. El último «Historia e impugnación de la secta de Mahoma» fue la llave que, sin dar tiempo a que llegara el rescate de sus diocesanos, le abrió las puertas del cielo (6 diciembre)

AMBROSIO (s. IV). Nació en Tréveris, donde su padre era gobernador de la Galia. Estudió Derecho en Roma. A los 34 años le nombraron gobernador de la región del norte de Italia, con sede en Milán. El catecúmeno Ambrosio gobernaba con justicia y procuraba poner paz entre sus súbditos peleones. Cuando murió en el año 374 el obispo Auxencio, sabiendo lo exaltados que estaban los ánimos de los electores (porque en aquellos tiempos los nombramientos no venían de fuera, sino que eran los cristianos locales los que elegían a su pastor) debido al virus arriano que arrasaba las parroquias, Ambrosio se puso el uniforme y fue a la catedral para poner paz y orden en la nueva elección. El Espíritu Santo inspiró a los reunidos, que no se ponían de acuerdo, que lo mejor era elegir como obispo al gobernador. Cuentan que la idea cristalizó al gritar un crío que por allí corría: «¡Ambrosio obispo!». ¡Qué tonterías, exclamó el gobernador! Además, que no estoy bautizado. «Pues te bautizamos, y te confirmamos, y te damos la comunión, y te ordenamos obispo». Y votaron, sin ningún tránsfuga. Y el 7 de diciembre de 374 Milán tuvo nuevo y buen Pastor. (Conviene no olvidarque el teólogo san Simpliciano –que con el tiempo le sucedió como obispo, aunque sólo por tres años porque para entonces ya era muy mayor– le dio clases intensivas de Biblia y de Teología. El Derecho se lo dispensaron. ¡Emociona ver al ex–gobernador y obispo Ambrosio acudiendo a la escuela! Pero hizo tantos progresos el obispo alumno, que pronto el maestro Simpliciano pudo exclamar: «¡Que contento estoy, porque ya no me necesitas!»). Pasado el tiempo llamaron a Ambrosio «Martillo de los arrianos». Porque lo fue. Aunque dejó trabajo en esto a su bautizado san Agustín. Hombre de Dios, Ambrosio tuvo que enfrentarse repetidas veces a los emperadores (Cuando antiguamente los obispos se enfrentaban a los emperadores, ¿hacían política?). Sonada fue la regañina, y en público, al emperador Teodosio el Grande. «Caritas veritatis»: el amor de la verdad por encima de las contemplaciones y las componendas. Con Gregorio Magno, Agustín y Jerónimo es uno de los cuatro Grandes Padres y Doctores de la Iglesia de Occidente. El sábado santo de 397 empezó a cantar el alleluia pascual en Milán, pero lo terminó en el cielo (7 diciembre)

MARÍA JOSEFA ROSELLÓ (s. XIX). Nació en Albisola, diócesis de Savona. Quiso hacerse religiosa. No pudo por falta de salud y por falta de dote. Pero ni lo uno ni lo otro le impidió a los 26 años echar la base a un nuevo instituto, que llamó de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, extendido rápidamente por Italia y por América del Sur, y que dirigió con mano firme pese a estar siempre enferma (7 diciembre)

INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN. «Porque es justo, porque os ama, porque vais su madre a ser, os hizo Dios tan purísima como Dios merece y es» cantaba Francisco de Borja en honor de su Madre. Felicitación preciosa que seguro repetirían en el cielo este día al llegar desde Roma, el papa Eutiquiano; desde Tréveris, el obispo Eucario; desde Alejandría, el mártir Macario; desde Constantinopla, el eremita Patapio; desde Luxeuil y París, los abades Romarico y Teobaldo; desde Ontario, el apóstol de los hurones Nadal Chabanel; desde Lima, la virgen Narcisa Martillo Morán; desde el Picadero de Paterna, el mártir José María Zabal Blasco; desde el campo de Dachau,Luis Liguda; et ex aliis locis multitudo plurimorum martyrum, pastorum, confessorum et sanctarum virginum (8 diciembre)

JUAN DIEGO CUAUHTLACTOATZIN (s. XVI.). Nació en Cuautitlán. «Era un indio que vivía honesta y recogidamente. Muy buen cristiano y temeroso de Dios y de su conciencia, de muy buenas costumbres y modo de proceder, en tanta manera que, en muchas ocasiones le decía a Pacheco su tía: “Dios te haga como Juan Diego, porque lo tenía por muy buen indio y muy buen cristiano”». Cuando había cumplido 57 años, la Virgen, por su medio, pidió al obispo Fray Juan de Zumárraga la construcción en el cerro del Tepeyac de una morada en honor de su Hijo, que sería lugar de acogida y de consuelo para todos los afligidos. Al solicitarle un signo que probara la voluntad de la Virgen, Juan Diego llevó al prelado franciscano rosas en pleno invierno. El indio las había recogido y envuelto en su tilma (manta de algodón de la vestimenta india) para entregarlas al obispo. Al abrirla, apareció la imagen de Nuestra Señora impresa en la tilma (9 diciembre)

LEOCADIA (s. IV). Es la gran mártir de Toledo durante la persecución de Diocleciano. La liturgia toledana, tanto la visigótica como la mozárabe, la exaltan en un latín cincelado: «Tú eres nuestra ínclita conciudadana, nuestra Patrona nativa». Toledo quiso dedicarle tres templos que recordasen su nacimiento, su prisión y su sepultura. Este último, basílica de la Corte desde el año 619, fue la sede de cuatro concilios toledanos: el IV, V y VI, y también el XVII. Ante su tumba oraba el emperador Recesvinto. Allí serían enterrados san Eugenio III y san Ildefonso. Las instituciones que actualmente en Toledo llevan su nombre hacen que siga vivo su insigne testimonio de fe (9 diciembre)

GREGORIO III (s. VIII). Entre el papa san Gregorio II (715-731) y el papa san Zacarías (741-752), el papa San Gregorio III (731-741). Eslabón en la cadena ininterrumpida entre Pedro y Benedicto XVI. (La cadena es un regalo que no solemos valorar. Sólo nos fijamos, o nos hacen fijar, en accidentes que muchas veces no llegan ni a accidentales. Uno teme que puedan aplicarnos aquello de: «Tan preocupados estaban contando las olas, que no se daban cuenta de la marea»). A Gregorio III le llamaron «el joven» para distinguirlo de su antecesor. Sirio de Siria. Virtuoso, culto. Dominaba el griego y el latín. Se sabía de memoria todos los salmos. Le tocó un pontificado muy borrascoso: primero los locos excesos de los iconoclastas, luego las incursiones de los longobardos. Siguió apoyando a san Bonifacio en su labor evangelizadora entre los germanos. (Lo de las borrascas no tiene que inquietarnos. Es herencia de familia. Cada tiempo tiene las suyas. Contamos con un buen timonel) (10 diciembre)

DÁMASO (s. IV). «Hombre incomparable» según san Jerónimo, que fue su colaborador. Pero mejor no transcribir lo que decían de él Ursino, antipapa contrincante, los arrianos, donatistas, apolinaristas y priscilianistas de turno, a los que atacó duramente. «Hombre de carácter», por su estirpe hispana. Hijo del obispo Antonio. Su madre se llamaba Laurencia; Irene, una de sus hermanas. Elegido obispo de la Iglesia de Roma «en momentos calamitosos», durante 18 años supo rodearse de esforzados colaboradores. Entre ellos, san Jerónimo, al que encomendó la revisión del texto bíblico y las nuevas versiones de la Biblia al latín. Su devoción a los mártires nos ha llegado a través de los hermosos epigramas que les dedicó y que el calígrafo Furio Dionisio Filócalo grabó sobre lápidas (11 diciembre)

Que los caminos se abran a tu encuentro,
que el viento sople siempre a tu espalda,
que el sol brille templado sobre tu rostro,
que la lluvia caiga suave sobre tus campos
y que, hasta que volvamos a encontrarnos,
Dios te tenga en la palma de su mano.

JUANA FRANCISCA DE CHANTAL (s. XVII). «La mujer perfecta», según su padre espiritual y amigo, san Francisco de Sales. Casada a los 20 años con el barón de Chantal, tuvieron cuatro hijos. Muerto el marido en un accidente de caza tras ocho años de feliz matrimonio, fundó el Instituto de la Visitación. Al morir, a los 69 años, dejó abiertos 82 conventos de ardientes contemplativas (12 diciembre)

LUCÍA (s. IV). Desde los tiempos de san Gregorio Magno (+ 604) diariamente los cristianos en la misa, confiados en su infinita misericordia, hemos pedido al Señor que nos admita en la asamblea de los santos apóstoles y mártires Juan el Bautista, Esteban, Matías y Bernabé, Ignacio, Alejandro, Marcelino y Pedro, Perpetua y Felicidad, Águeda, Lucía… Sonoro el elogio que de ella hace el martirologio romano: «Virgen y mártir, que a la espera del Esposo durante toda su vida conservó encendida la lámpara y muriendo por Cristo en Siracusa mereció entrar con él al banquete celestial y poseer la luz indeficiente». Patrona de invidentes y modistas. La historia de los ojos (arrancados y devueltos de manera milagrosa) se debe a la etimología popular de su nombre: lux, lucis (13 diciembre)

JUAN DE LA CRUZ (s. XVI). Fontiveros (1542) – Úbeda (1591). El «medio fraile» -que ironizaba Teresa porque Juan era bajito- emprendió la subida al monte, en la noche oscura, sin otra luz y guía sino la que en su corazón ardía. Sus escritos iluminan nuestro peregrinar. Poco amigo de visiones:
    «La principal causa por la cual en la ley antigua eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen visiones y revelaciones de Dios, era porque entonces no estaba aún fundada la fe ni establecida la ley evangélica; y así, era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora en muchas otras maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía y hablaba y obraba y revelaba eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay ya para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.
     Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo -que es una Palabra suya, que no tiene otra- todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.
     Y este es el sentido de aquella autoridad, con que san Pablo quiere inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: «Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y maneras, ahora a la postre, en estos días, nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez».
     En lo cual da a entender el Apóstol, que Dios ha quedado ya como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que él hablaba antes en partes a los profetas, ya lo ha hablado en él todo, dándonos el todo, que es su Hijo.
     Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si te tengo hablado todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra cosa que te pueda revelar o responder que sea más que eso, pon los ojos sólo en él; porque en él te lo tengo puesto todo y dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
     Porque desde el día que bajé con mi espíritu sobre el monte Tabor, diciendo: Este es mi amado Hijo en que me he complacido: a él oíd, ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas, y se la di a él; oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, más cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles» (14 diciembre)

CARLO STEEB (1775-1856). Nacido en Tubinga de una familia rica luterana, se hizo católico mientras estudiaba en Verona. La oposición familiar a esta determinación, le dejó en la más absoluta menesterosidad económica. Avanzó intrépido (y cariñoso con los suyos, sabiendo que lo hacían porque le querían), ligero de equipaje material, comprobando que existe lo que a veces rutinariamente llamamos Divina Providencia, que le permitió prepararse libre y concienzudamente para el sacerdocio, que ejerció humildemente, atendiendo a enfermos del cuerpo y del alma. Incluso le preparó para fundar, con Luigia Poloni, el Instituto de las Hermanas de la Misericordia. Murió este día de 1856 en Verona, la ciudad santa para él (15 diciembre)

AGEO (s. VI a.C.). Profeta, que, cuando los judíos regresados del destierro estaban desalentados para reconstruir el templo, les exhorta a que reedifiquen la casa de Dios prometiéndoles que sería visitada por «el tesoro de todas la gentes». Buen abogado para las parroquias empeñadas en preparar una digna morada para el Señor (16 diciembre)

ADÓN (s. IX). Cuando menos te lo piensas te preguntan: ¿Cuál es su hobby? Y uno para no ser menos con una sonrisa contesta que colecciona esto o aquello. En realidad «hobby» significa «manía», «locurita», pequeña locura. Pero dicho en inglés, no ofende. Pues la «locurita», el hobby de san Adón fue coleccionar santos, ya en el siglo IX. Escribió un Martirologio en el que coleccionó vidas de «mártires»: testigos del amor de Dios: cristianos amados por Dios que no le hicieron quedar mal. De joven fue monje benedictino de la abadía de Ferrières-en-Gâtinais. Donde tuvo como maestro a Servato Lupo. El abad de Prün le fichó como director de la escuela del monasterio. Lo hacía tan bien que los no-magnánimos del monasterio consiguieron que se marchara a Roma. A la vuelta, sin haber perdido la fe, el obispo de Lyon, san Remigio, le confió una parroquia, diciéndole que le quedaría tiempo para pasar en limpio su martirologio. Al enterarse, su maestro el abad Servato Lupo, escribió al conde de Vienne, que andaba buscando obispo para la ciudad. Dicho y hecho. Buen obispo, nadie entendía cómo llegaba a todo. Parece que sus «mártires» agradecidos, igual que los ángeles con san Isidro labrador, le echaron una mano. Incluso tuvo tiempo para escribir una Crónica, especie de historia universal que empezaba en Adán, porque el hombre no es nunca un primer hombre: comienza desde luego a existir sobre cierta altitud de pretérito amontonado. Romper la continuidad con el pasado, querer comenzar de nuevo, es aspirar a descender y plagiar al orangután (16 diciembre)

LÁZARO (s. I). Debió ser un hombre de indudable calidad. Amigo de Jesús, que lloró por él. Tras el viaje de ida y vuelta pudo tener lugar este diálogo entre su hermana Marta y él: -Acuéstate, Lázaro, que hoy ha sido un día muy ajetreado. -¡Es que hoy lo encuentro todo tan hermoso! (Si el món ja és tan formós, Senyor, si es mira amb la pau vostra a dintre de l’ull nostre, què més ens podeu dar en una altra vida? [Maragall] Si el mundo ya es tan bello y se refleja, oh Señor, con tu paz en nuestros ojos, ¿qué más nos puedes dar en otra vida?) (17 diciembre)

JOSÉ MANYANET (s. XIX). «Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía». Hermosa oración, quizá la última que pronunciarán nuestros labios aquí abajo.El noveno hijo de Buenaventura y Antonio supo por experiencia la dicha de formar parte de una familia cristiana. Durante 83 años fue el gran apóstol de la Sagrada Familia (17 diciembre)

MALAQUÍAS (s. VI a.C.).- El último de lo llamados profetas menores: Oseas, Joel, Amós Abdías; Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc; Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Menores por la extensión de sus escritos. Pero grande en su ardor, Malaquías, cuyo nombre significa «Mi mensajero», recuerda el mensaje del amor de Dios, puesto en duda entre sus paisanos, y también su justicia y su retribución (18 diciembre)

Possano le strade farsi incontro a te,
possa il vento essere alle tue spalle,
possa il sole splendere caldo sul tuo viso,
possa la pioggia cadere leggera sui tuoi campi
e, fino a quando non ci rincontreremo,
possa Dio tenerti nel palmo della sua mano.

FRANCISCO X. HÀ TRONG MÂU y COMPAÑEROS (s. XIX). Compañeros: Domingo Bùi Van Uy (catequista también), Tomás Nguyen Van Dê (sastre), Agustín Nguyen Van Moi (recién bautizado) y Esteban Nguyen Van Vinh (todavía catecúmeno). Los cinco vietnamitas fueron degollados en 1839 por orden del emperador Minh Mang por no querer pisar la cruz. ¿Cómo no hacer nosotros la señal de la cruz con consciente devoción en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu santo? (19 diciembre)

FILOGONIO (s. IV). Abogado de Antioquía. La muerte de su mujer coincidió con el fallecimiento del obispo de la ciudad. Los cristianos pensaron que les defendiera de los arrianos empeñados en afirmar que el Verbo era criatura del Padre, no eterno, no consustancial con Él. Lo hicieron su obispo inmediatamente. San Juan Crisóstomo se hacía lenguas de la admirable vida de aquel buen pastor (20 diciembre)

TEÓFILO (s. III). «Amigo de Dios», ¡qué nombre tan envidiable! De hecho en el santoral la lista de Teófilos es amplia (16). Pagano, al ver cómo un cristiano martirizado estaba a punto de flaquear, le gritó que no fuera cobardica. Y, para darle ánimo, acompañado de cuatro soldados: Amón, Ingenes, Tolomeo y Zenón, confesó públicamente la fe en Jesucristo, sin dar tiempo a que le bautizaran (con agua). ¡Qué mejor fe de bautismo! (20 diciembre)

PEDRO CANISIO (s. XVI) Holandés de Nimega, jesuita de la primera hora. «Segundo apóstol de Alemania» después de san Bonifacio. Su pasión era la investigación, pero el deber le llevó a dedicarse sobre todo a la catequesis. En los conflictos provocados por reforma y contrarreforma, quiso escoger un método de paz. Y descubrió que más que discutir, importaba enseñar con sencillez a los sencillos (21 diciembre)

MIQUEAS (s. VIII a. C.). Al campesino de Moreset, cuyo nombre significa ¿Quién como el Señor?, le hieren las injusticias de los poderosos, la complicidad de los jueces, el engaño de los pseudoprofetas, la falsa piedad que encubre la injusticia con el culto. Y levanta la voz. Clama con ardor, el sexto de los profetas menores. Pero con su buena vista avizora una luz: «Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel» (21 diciembre)

QUEREMÓN (s. III). Obispo de Nilópolis en Egipto, desde hacía mucho tiempo, al declararse la gran persecución de Decio, huyó de la ciudad el anciano con gran número de cristianos. Huida sin retorno. Sólo mucho tiempo después hallaron como venerables reliquias, las huellas de su perseverancia en la fe, porque como Abraham creyó contra toda esperanza (22 diciembre)

FRANCISCA JAVIERA CABRINI (s. XX). Italiana. De pequeña jugaba a barquitos de papel que enviaba hacia China. Pero luego trocó le trocaron Oriente por Occidente. Murió en Chicago a los 67 años, habiendo fundado personalmente 67 casas para atender a los emigrantes: dondequiera sufriera un italiano fuera de la patria, allí estaba la madre Cabrini (22 diciembre)

NICOLÁS FACTOR (s. XVI). Los mal pensados cuentan que escribió un breve tratado espiritual, que tituló «Las tres vías», haciendo gala de su apellido. Valenciano de ida y vuelta, porque en Valencia nació y murió, con largas escapadas a Játiva, Onda, Barcelona, Tarragona (donde un ágil pintor lo pintó mientras estaba en éxtasis). El franciscano Nicolás Factor y el dominico Luis Beltrán paseaban juntos, soñando ambos en playas del Mediterráneo no contaminadas. Haciendo honor a su apellido el buen franciscano cuidó siempre de recibir, expedir y entregar equipajes, encargos y mercancías made in Reino de los Cielos (23 diciembre).

JUAN DE KETY (s. XV). De Kety, porque nació allí. Aunque él firmaba de Kanty. Profesor de universidad, párroco de Ilkus, incansable peregrino a Tierra Santa y a Roma, murió en Cracovia la noche de Navidad de 1473. Al canonizarle el papa Clemente XIII trazó de él esta semblanza: «Mientras en las regiones vecinas pululaban las herejías y los cismas, el bienaventurado Juan enseñaba en la universidad de Cracovia la doctrina tomada de su más pura fuente, y confirmaba la más auténtica doctrina moral, que con mucho empeño explicaba al pueblo en sus sermones, con la humildad, castidad, misericordia, penitencia y todas las otras virtudes propias de un santo sacerdote. A la piedad con que se ocupaba de las cosas de Dios, se añadía su humildad, y, aunque aventajaba a todos en ciencia, se anonadaba a sí mismo y no se anteponía a nadie. A su humildad acompañaba una extraordinaria sencillez, propia de un niño; lo que tenía en el corazón lo proclamaba con sus labios. Durante el día, una vez cumplido su deber de enseñar, se dirigía directamente a la iglesia, donde, por largo tiempo, se dedicaba a la oración y a la contemplación ante Cristo, escondido en la Eucaristía. Dios era el mismo en su corazón y en sus labios» (23 diciembre)

TARSILA (s. VI). Hermana de santa Emiliana, sobrina del papa san Félix III (que gastó los nueve años de su pontificado en luchar contra los monofisitas que valoraban tanto la divinidad del Verbo que eliminaban la humanidad de Jesús) y tía de san Gregorio Magno. Éste hizo grandes cosas. Una de ellas, escribir la vida y milagros de Tarsila, sin omitir una debilidad de la tía: que presumía demasiado de sobrino. Pero hay quienes dicen que no, que esto lo escribió el sobrino por humildad. Probablemente. (24 diciembre)

JESÚS DE BELÉN (s. I). Entonad los aires / con voz celestial: «Dios niño ha nacido / pobre en un portal». / Anúnciale el ángel / la nueva al pastor, / que niño ha nacido / nuestro Salvador. / Adoran pastores / en sobras al Sol, / que niño ha nacido, / de una Virgen Dios. / Haciéndose hombre, / al hombre salvó. / Un niño ha nacido, / ha nacido Dios. Amén. (25 diciembre)

ESTEBAN (s. I). En la lista de los 33 santos «coronados» que figuran en el martirologio, indiscutiblemente el primero es el protomártir Esteban. Su discurso ante el sanedrín (Hech 7) demuestra que sabía historia. Sudoroso tras la perorata «vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios». Antes de morir apedreado oraba: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» yaún tuvo tiempo de gritar con voz fuerte: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (26 diciembre)

ZENÓN (s. IV). Obispo de Gaza, construyó una basílica con la ayuda de sus primos Eusebio, Nestabio y Zenón (mártires en tiempo de Juliano el apóstata) y pudo librarse de la muerte haciendo de tejedor hasta el fin de su vida. Tejía, dicen, con tanto arte que con lo que ganaba ayudaba a sobrevivir a muchos cristianos. Obispo que no pasaba la bandeja (26 diciembre)

FABIOLA (s. IV). De familia patricia se casó con un noble que resultó más bien vulgar. No pudiendo aguantarle, buscó quien le supliera. Al morirse el suplente empezó una vida penitente, dedicando su enorme fortuna a obras de misericordia. Con el senador san Panmaquio fundó el primer hospital de la ciudad. Quería consagrarse totalmente a Dios en Belén, pero san Jerónimo la bienaconsejó para que regresara a Roma. Allí siguió haciendo el bien, ayudando a los peregrinos. (Nicholas Patrick Wiseman consiguió que su figura nos sea muy familiar) (27 diciembre)

JUAN (s. I). «Hijo del trueno», quería hacer bajar fuego del cielo. Pero luego comprendió que el verdadero fuego del cielo era el amor, que todo –incluso Dios, sobre todo Dios– se resumía en esta palabra: amor. Pero no un amor tibio, sino un amor hasta el extremo (27 diciembre)

MAC CUILL (s. V). Que no hay que confundir con san Mac Culind, obispo de Lusk, ni con san Mac Culind, abad benedictino, pese a que los 3 fueron irlandeses. San Mac Cuill de joven fue un famoso bandido que podía con todos, menos con san Patricio. Que lo envió a la isla de Man para compensar los robos anteriores, aunque allí no dejó de seguir «robando» los corazones de aquellos isleños. Tanto que murió en el «palacio» episcopal, su casa, ya que llegó a ser obispo de la isla. Inocentemente bromeaba contando sus andanzas pasadas para demostrar que el Señor es bondadoso y clemente y bastante desmemoriado de nuestros desentonos (28 diciembre)

SANTOS INOCENTES (s. I). Tengo siete razones, dice Dios, para amar a los inocentes asesinados por Herodes. La 1ª es que les amo. Y esto basta. Tal es la jerarquía de mi gracia. La 2ª es que me gustan. La 3ª es que me agradan. La 4ª es porque los niños no tienen en la comisura de los labios ese rictus de ingratitud y amargura, esa herida de envejecimiento, ese rictus de recuerdos que vemos en todos los demás labios. La 5ª es por una especie de «quid pro quo», una especie de malentendido, porque esos inocentes fueron confundidos con mi Hijo, y asesinados por Él, en vez de Él, a causa de Él, creyendo que era Él. La 6ª razón es que eran contemporáneos de mi Hijo, nacidos al mismo tiempo, y todos hacemos lo que podemos por nuestros compañeros de curso y ellos fueron del curso, de la promoción de Jesús. La 7ª razón, ¿por qué voy a callármela?, es que eran parecidos a mi Hijo, porque me recuerdan a mi Hijo como era si no hubiera cambiado luego, me lo recuerdan cuando era bello, cuando nada de esa terrible aventura había sucedido todavía [Péguy] (28 diciembre)

GASPAR DEL BÚFALO (s. XIX). Romano de Roma, estudió en el Colegio Romano. Sacerdote a los 22 años. Por no jurar fidelidad a Napoleón, fue desterrado a Córcega. El destierro lo alquitaró. Al regresar de la isla, fundó en la diócesis de Spoleto la primera casa de los Misioneros de la Preciosísima Sangre. Avanzó entre luces y sombras, con fortaleza heroica. La anhelada aprobación pontificia para su Congregación sólo la pudo ver desde el cielo (28 diciembre)

DAVID (s. XI a. C). El más pequeño de los hijos de Jesé, ungido por Samuel como rey de Israel, llevó el arca de la alianza a Jerusalén. De su estirpe nació el Mesías. Su vida y sus andanzas, están contadas con detalle en la Biblia en los libros de Samuel, los Reyes y las Crónicas. Diariamente cuando rezamos a Dios empleamos sus oraciones, los salmos. «Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado» (29 diciembre)

THOMAS BECKET (s. XII). Nació en Londres. Tras estudiar en la abadía de Merton y en París hasta los 21 años, pasó tres años en su casa «sin trabajo». Descubre que el sacerdocio es «actividad personal realizada en orden a la comunidad con un fin trascendente» y se presenta al arzobispo de Canterbury ofreciéndose a servir de «cocinero de los cristianos». Teobaldo le envía a prepararse a Roma, Bolonia y Auxerre. Pronto Enrique II se da cuenta de su valía y le nombra canciller de Inglaterra. Siete años defendiendo los intereses del rey, y llevando una vida «obediente» al reino de este mundo. Muerto Teobaldo el rey se empeña en que sea su sucesor. Pese a su oposición, es ordenado sacerdote y nombrado arzobispo. Desde este momento se da cuenta de que no se puede servir a dos señores. Y decide servir en cuerpo y alma al Señor que no muere. Frente a las pretensiones del monarca, se niega a firmar la constitución de Charedon que limitaba las libertades y derechos de la Iglesia. Y por «desobediente» es condenado al destierro. Seis años en la abadía de Pointigny, viviendo en pobreza y sencillez, convertido en verdadero consolador de los pobres. Vuelto a su sede –creía el rey que con el destierro había dominado a su antiguo colaborador– pronto se da cuenta el monarca de que Tomás es un hombre libre. En un momento de ira y desesperación, Enrique exclama: «¿Quién me librará de este obispo turbulento?». Inmediatamente cuatro de susbarones «obedientes» salen hacia la catedral en busca del «desobediente». Era el 29 de diciembre de 1170. Le mataron mientras levantaba las manos en oración diciendo como Esteban: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Canonizado a los tres años (29 diciembre)

FÉLIX I (s. III). I, en la lista de los pontífices romanos, sin Félix II, que fue un antipapa cuando san Dámaso era diácono. Aunque ahora en la lista de los papas figuran San Félix III (483-492) y San Félix IV (526-530), ningún papa más ha querido que le llamaran feliz. Quizá por el mal recuerdo de otro antipapa, en tiempos de Eugenio IV, el duque Amadeo de Savoia, que tomó el nombre de Félix V. Una lástima, porque ser feliz es una obligación de todo bien nacido. Sin avergonzarse de serlo y de que se lo digan. Félix I fue feliz, aunque no le faltaron problemas, en vida. Por ejemplo, inmediatamente de elegido se encontró con una carta enviada por el Concilio de Antioquía a su antecesor. La carta llegó estando de cuerpo presente el papa san Dionisio. Reclamando que condenara al obispo Pablo de Samosata, que defendía que en Cristo había dos personas. Ahora cualquiera sabe que: dos naturalezas, sí; personas, una. (Sabe, sabe... ¡puede saberlo!). Y ha seguido feliz en muerte (30 diciembre 274), sin inmutarse en la visión beatífica de que trasladaran su fiesta impunemente por culpa de un distraído amanuense que cambió la fecha de III Kal. ian.(Tertio kalendas ianuarii: 30 de diciembre) porIII Kal. iun. (Tertio kalendas iunii: 30 de mayo). En vida y en muerte para ser feliz hay que estar dispuesto a casi todo (30 diciembre)

GERÉMARO (s. VII). Nació en Beauvais. Ocupaba un lugar destacado en la corte del rey Dagoberto I. Buscando la puerta del cielo, se hizo monje. Pronto le eligieron abad, y no mucho después –porque no aceptaba los desentonos en el canto y en la vida del monasterio–, sus monjes trataron de que llegara al cielo antes de hora. Discretamente se retiró a una gruta, próxima al monasterio. Aunque antes de morir todavía fundó la abadía de Flay de monjes entonados, llamada después de Saint-Germer (30 diciembre)

MELANIA y PINIANO (s. V). Romana. Pese al nombre, su piel era blanca. Casó con san Piniano (en vida ni en el carnet de él ni en el de ella figuraba tal profesión). Tuvieron dos hijos, que murieron pronto. Entonces, se marcharon a Jerusalén, profesando cada uno en un monasterio. Santa Melania pudo asistir al entierro del marido santo (31 diciembre)

SILVESTRE (s. IV). Réveillon, día de san Silvestre, carrera de san Silvestre… Como si esos logros socio-deportivos hubiesen realzado la figura del papa san Silvestre. Pero lo primero es lo primero, y lo segundo viene después. Y san Silvestre I fue primero muchos siglos antes. Papa del 314 al 335, justo tras el Edicto de Milán, terminadas las persecuciones de los emperadores romanos. En el año 325 tuvo lugar el concilio de Nicea, presidido por su delegado, Osio de Córdoba, contra los arrianos que defendían que el Verbo era criatura del Padre y distinta de él en la esencia. Osio logró que quedara definido que el Hijo era “homoousion”: consustancial con el Padre. Que es lo que confesamos no sólo el 31 de diciembre sino todos los domingos cuando rezamos el Credo: «Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre». Los artistas representan a san Silvestre vestido de hábitos pontificales teniendo de la mano un pequeño dragón encadenado (¡que no fue tan pequeño!) (31 diciembre)

Que la route monte à ta rencontre,
que le vent soit toujours dans ton dos,
que la lumière du soleil réchauffe ton visage,
que la pluie tombe doucement sur te champs
et, jusqu’à ce que nous nos revoyions,
que Dieu te porte sur la paume de sa main.

 

 
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Cuando la hoja vocacional salía impresa mes tras mes, publiqué repetidas veces mini-hagiografías con sabor vocacional: «Estos hicieron tanto por salvarse, ¿y tú qué haces?» I y II (302. 304-305); «¿Por qué no con el tiempo?» (327); «¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco? (385-387). / De 2001 a 2003 colaboré en la revista «El Reino» con una sección titulada «El rostro de los santos». / Mientras se publicó la agenda bíblico-litúrgica «Phase», Joaquín Gomis y yo, algunos años, ilustrábamos los domingos con un boceto de gente buena. / Aquí van ahora, a través de esta hoja vocacional virtual, ordenadas por meses, diversas mini —y a veces no tan mini— hagiografías. / Con la esperanza de que, leyéndolas el lector sonría, descubra la voluntad de Dios, y una estrella ilumine los ojos de su corazón. — JORGE SANS VILA