TERESA DEL NIÑO JESÚS (1873–1897). Redescubrió aquello del evangelio: «si no os hacéis como niños...». Lo redescubrió a través de su experiencia personal, a fuerza de amor pero no sin dolor. Su defensa de la «infancia espiritual» no es ñoñez o alineación, sino su radical experiencia de que el hombre es siempre como un niño ante un Dios que es Padre (1 octubre)
ROMANO EL CANTOR (+ 540). Cantaba tan bien el Melode que decían que era «el Píndaro cristiano». Nació en Emesa de Siria de una familia de origen judío. Era diácono cuando fue a establecerse en Constantinopla. Compuso unos mil himnos, de los que se conservan ochenta. Algunos enternecedores, como el del lamento de María al pie de la cruz, donde el diálogo entre la Virgen y su Hijo encuentra tonos de agudo y vibrante dramatismo. Cuando uno tiene el alma como un estropajo, una buena medicina es caligrafiar las palabras del Melode, apropiárselas. A Dios le tiene que encantar oírlas resucitadas (1 octubre)
SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS. «Custodes hominum psallimus angelos / naturae fragili quos Pater addidit / caelestis comites, insidiantibus / ne succumberet hostibus». Nos informábamos, curiosos, por la distribución de su jornada de trabajo. Al explicar que salía al campo después del toque del ángelus, añadió el payés ingenuamente esta especie de refrán: -Después del ángelus, los ángeles salen a caminar. -¿Y usted ha visto alguna vez alguno?, le preguntó mi acompañante que se las daba de listo. ¡Qué pena me dan los listos! «Ángel» significa «enviado». Los labradores son nuestros enviados, como lo son los carteros (cuando no hacen huelga). Y las enfermeras son también un ángel (un enviado) de nuestro Padre. El piropo «eres un ángel» no tiene por qué reservarse a los enamorados. Es sencillamente una verdad como un templo. -Yo tropiezo todos los días con muchos ángeles, y a veces con algún que otro arcángel (2 octubre)
TEÓFILO (+ 750). Nacido en Bulgaria, se hizo monje en un monasterio del Asia Menor, bajo la regla de San Benito. Sabía descubrir el rostro de Dios a través de los iconos, y era un gran maestro en el arte de ver la luz en medio de las tinieblas. El emperador León III el Isáurico, que tenía alergia a las imágenes, al enterarse le desterró. Quien tiene las raíces hacia arriba sabe bien que no pueden descielizarle. El buen Amadeo de Teófilo siguió rezando por los pecadores, imágenes, pese a todo, de Dios (2 octubre)
EWALDO EL BLANCO y EWALDO EL NEGRO (+ 695). No se trata del título de una película del Oeste. Es el nombre de dos santos hermanos de origen northumbre que se hicieron monjes y siguieron a san Willibrodo con ánimo de ayudarle a evangelizar la región de Frisia. Por poco tiempo, porque pronto sufrieron el martirio en Aplebeke. Por mucho tiempo, porque la sangre de los mártires es semilla de cristianos (3 octubre)
FRANCISCO DE BORJA (1510-1572). La proximidad de su fiesta con la del de Asís hace que para muchos el de Borja quede apagado. Es propio de los magnánimos no buscar los honores. Francisco de Borja fue toda su vida un gran señor. ¡Los Borgia! Nieto del papa Alejandro VI y del rey Fernando, primo del emperador Carlos V, marqués de Lombay, virrey de Cataluña, duque de Gandía... Se casó, a los 19 años, con Leonor de Castro. Tuvieron ocho hijos. Al morir su esposa, tenía él 36 años, hizo Ejercicios Espirituales con el Beato Pedro Favre. A los 39, entró en la Compañía de Jesús, de la que fue el tercer prepósito general. San Ignacio fundó la Compañía pero «se puede decir con verdad que la Compañía debe a San Francisco de Borja su forma característica y su perfección». Comentaba con frecuencia: «Dios me preparó para este cargo cuando fui virrey de Cataluña: en Barcelona aprendí a tomar decisiones importantes, a mediar en las disputas, a considerar las cuestiones desde diversos puntos de vista». Exquisita la oración de su fiesta: «Señor y Dios nuestro, que nos mandas valorar los bienes de este mundo según el criterio de tu ley, enséñanos a comprender que nada hay en el mundo comparable a la alegría de gastar la vida en tu servicio» (3 octubre)
FRANCISCO DE ASÍS (1181–1226). Hijo de un rico comerciante, el joven Francisco se desnudó de todo para seguir el evangelio al pie de la letra. Y así descubrió la alegría y en toda la creación la huella de Dios. Fue tan pobre que comunicó a toda la humanidad su rica poesía hecha milagro de transparencia. Siglos después, el hermano Francisco sigue vivo, sigue actual (4 octubre)
PELLICER y PELLICER (+ 1936). Cuentan las crónicas celestiales, que el 4 de octubre de 1936 el bueno de San Pedro casi se puso nervioso. Por la cantidad de mártires que procedentes de España llamaban a la puerta y más concretamente porque le costaba aclararse con tres valencianos que decían apellidarse Pellicer o algo parecido. Suerte tuvo del Poverello, ahora con vista al mil por cien, que en el día de su fiesta le aclaró las fichas: uno era el franciscano Alfredo Pellicer Muñoz que venía de Bellrreguart, otro el sacerdote Enrique Morant Pellicer procedente de Xeraco, y el tercero José Canet Giner sacerdote también, de Gandía (4 octubre)
PLÁCIDO (s. VI). Patrono de los que naufragan. Estamos acostumbrados a ver a los santos de uno en uno, incluso litúrgicamente. Pero es mejor verles, venerarles, como fueron. Ellos «co-sieron», igual que nosotros, más que ser, «co-somos». Somos-con los que nos hacen ser. Para ver bien a san Plácido hay que verle con San Benito. Tértulo, el padre de Plácido, se lo confió todavía niño al santo de Nursia. Convivió con el santo abad toda su vida, en Subiaco primero, en Montecassino después. San Gregorio Magno en sus «Diálogos» lo cuenta. Con el tiempo incluso se cuenta que Plácido presenció cómo San Benito hizo brotar agua de una roca. Otro día, cuando Plácido sacaba agua de un lago resbaló y estaba a punto de ahogarse. San Benito tuvo un pálpito y le dijo a Mauro, compañero de Plácido, que corriese a ayudarle. Obediente Mauro corrió tanto que no se detuvo en la orilla y sin darse cuenta siguió corriendo sobre el agua, hasta salvar a Plácido, que según contó, había visto el manto de san Benito como salvavidas. Cuando luego se lo refirieron todo a San Benito el santo abad sonrió (5 octubre)
ATILANO (939–1009). La vida de Atilano es un canto a la amistad. Sus pasos avanzan a la par con los de su inseparable amigo Froilán. Primero como anacoretas escondidos en los montes de Curueño, luego como abad y prior de 600 monjes en Tabara, de 200 en Moreruela... hasta el día de Pentecostés del 900 en que fueron consagrados obispos. Froilán de León, Atilano de Zamora. Bienaventurados los pueblos que cuentan en sus raíces modelos de benevolencia, beneficencia, benedicencia y confidencia (5 octubre)
BRUNO (1030–1101). También su vida fue un itinerario con señales de pista. Canónigo de Colonia, dirigió la universidad de Reims. Canciller del arzobispo, tuvo que huir al reprocharle su elección simoníaca. Nombrado arzobispo, el rey impidió que lo fuera. Retirado, vivía como eremita. Con seis amigos dio con un lugar montañoso y solitario: Chartreuse. Allí se inicia la orden de los cartujos, a pesar de que Bruno no tenía intención de fundarla. Llamado por Urbano II, que había sido su discípulo en Reims, va a Roma convertido en consejero del papa. Y muere en el desierto llamado «della Torre», en Calabria mientras estaba fundando nuevas cartujas allí. Pero incluso aquel gran solitario podría firmar estas palabras: «Yo encuentro casi ridículo cuando oigo decir a alguien: “Yo me he hecho a mí mismo”. Quizá el cinco o el diez por ciento de nuestra vida la hacemos nosotros, pero el noventa por ciento la hacen los otros. Nuestras decisiones están condicionadas por las decisiones ajenas» (6 octubre)
FE (s. III). Hasta hace poco se celebraba la fiesta de Santa Fe, Santa Esperanza y Santa Caridad (Pistis, Elpis kai Agape, en griego; Fides, Spes et Caritas, en latín), el 1 de agosto. Se decía que eran tres vírgenes de 12, 10 y 9 años respectivamente, hijas de Santa Sofía. Ahora los historiadores dicen que más que tres mártires jovencitas de carne y hueso, fueron, son y serán las tres virtudes teologales, que realmente se han encarnado en todos los hijos de Dios. En cambio aseguran que sí vivió y fue martirizada en Agen, en tiempos de Maximiano Erculio, una joven, que además de las tres virtudes teologales tuvo tiempo de practicar las cuatro virtudes cardinales. Su tumba, en la abadía de Conques, fue muy famosa en la Edad media, y llegaron a exportarse reliquias hasta Glastonbury con el nombre de santa Faith (6 octubre)
NUESTRA SEÑORA, LA VIRGEN DEL ROSARIO (1571). Esta conmemoración fue instituida por San Pío V en el día aniversario de la batalla de Lepanto, victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario. / «Rezar el santo Rosario no sólo es hacer memoria del gozo, el dolor, la gloria, de Nazaret al Calvario. / Es el fiel itinerario de una realidad vivida, y quedará entretejida, siguiendo al Cristo gozoso, crucificado y glorioso, en el Rosario, la vida» (Bernardo Velado) / «Dios te salve, María, las olas vienen; Santa María, las olas van. / Dios te salve, María, rezan las olas; Santa María, reza la mar. / Dios te salve, María, es el rosario, Santa María, sin acabar. / Gloria Patri: un punto sonríe el Padre, y reza el mundo. Amén, y Dios también» (Miguel de Unamuno) (7 octubre)
SERGIO y BACO (+ 303). Una de las acepciones de la palabra «original» es la de: aplicado a personas o a cosas de la vida real, «singular, extraño, contrario a lo acostumbrado, general o común». ¡Hay que ser original! ¿Y los que somos comunes, los normales? Menos mal que hubo y hay santos normales. San Sergio y San Baco (éste algo menos, por el nombre) lo fueron, fueron mártires comunes: siguieron el esquema acostumbrado: oficiales del ejército romano en Siria, por negarse a rendir culto a los ídolos, les ridiculizaron primero y les mataron después. Lo acostumbrado. Gracias, Señor, porque para seguirte no necesito ser «extraño» (7 octubre)
PELAGIA (+ 302). Suena a mar azul. Pero, por culpa del monje británico Pelagio, que negaba la necesidad de la gracia, poniendo de moda el «pelagianismo», para muchos el mar se agrisó hasta ennegrecerse, sin que las rebajas de los «semipelagianos» lograsen abrillantar el nombre. Afortunadamente tenemos el testimonio de fe de la quinceañera discípula de San Luciano, joven mártir de Antioquia, que limpia, fija y da esplendor al divino nombre marino. Como que uno quisiera ser cada vez más «pelagiano» para en Dios descubrir nuevos mares (8 octubre)
JUAN ADAMS, ROBERTO DIBDALE y JUAN LOWE (+ 1586). Nacidos respectivamente en Worcestershire, Dorsetshire y Londres. Ingleses, claro. Sacerdotes diocesanos, que no se vendieron por mucho que la reina Isabel I de Inglaterra les ofreciera canonjías e incluso episcopados, si se separaban de la comunión con la Sede de Pedro, diciéndole: «¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?». Me contaba un amigo que cuando veía lo de Loewe en deslumbrantes escaparates, para evitar la tentación del consumismo, decía siempre esta jaculatoria: «Mt 16, 26». ¡Qué reflejos! (8 octubre)
DIONISIO (s. III). Según san Gregorio de Tours, Dionisio vino de Roma a Francia, fue el primer obispo de París y sufrió el martirio. Sobre él se ha proyectado la silueta del gran teólogo del siglo VI que se hizo pasar por Dionisio el Areopagita, discípulo de Pablo (Hech 17, 34), que fue el primer obispo de Atenas. Definitivamente: «comunión de los santos» (9 octubre)
JUAN LEONARDI (1541-1609). Tras empollarse la farmacopea, libro en que se expresan las sustancias medicinales que se usan más comúnmente, y el modo de prepararlas y combinarlas, y mientras hacía las prácticas, sacó tiempo para aprenderse el Libro (la Biblia). Una vez sacerdote, curó a enfermos de cuerpo y de alma. Cuando el papa Gregorio XV fundó oficialmente el año 1622 Propaganda Fide, la actual Congregación para la evangelización de los pueblos, todos sabían que las piedras del basamento las había acarreado el ex-farmacéutico toscano de Lucca (9 octubre)
HERMANOS MÁRTIRES DE TURÓN (+ 1934). En el Colegio Ntra. Sra. de Covadonga de Turón, ocho Hermanos de las Escuelas Cristianas, educaban a 350 alumnos, entre los 5 y los 14 años. El 9 de octubre de 1934, terminaron en el cielo la misa que sólo había llegado al Ofertorio cuando les detuvieron. Ocho o diez minutos tardaron en llegar al cementerio, subiendo por la senda de la ladera de la montaña. Tuvieron que esperar un rato; el enterrador no había acudido todavía. Se dio orden de avanzar hasta el centro. Allí estaba preparada una zanja. Ante sus ojos, a unos 300 metros, se alzaba el edificio del Colegio, iluminado a aquella hora. Fue lo último que contemplaron los mártires. Rápidamente Silverio Castañón dio la orden de fuego. Con dos descargas quedaron acribillados. Comentaba luego Castañón: «Los Hermanos y el Padre [Manuel Canoura] fueron con paso firme y sereno hasta el cementerio. Sabiendo a dónde iban, fueron como ovejas al matadero; tanto que yo, que soy hombre de temple, me emocioné por su actitud... Me pareció que por el camino, y cuando estaban esperando ante la puerta, rezaban en voz baja». Lección de extraordinaria fortaleza de unos educadores cristianos con apellidos ordinarios: Sanz Tejedor, López López, Bernabé Cano, Fernández Zapico, Andrés, Martín Fernández, Valdivieso Sáez, Seco Gutiérrez (9 octubre)
ABRAHÁN (s. XIX a. C.). «Los grandes hombres serán celebrados en la historia. Pero cada uno fue grande según lo que esperó. Uno fue grande poniendo su esperanza en cosas posibles. Otro fue grande poniendo su esperanza en las cosas eternas. Pero el más grande de todos fue el que puso su esperanza en lo imposible... Abrahán fue el más grande de todos» (Kierkegaard) (9 octubre)
TOMÁS DE VILLANUEVA (1488–1555). Tomás García Martínez nació en Fuenllana (Ciudad Real). Preclaro arzobispo de Valencia, estudió en Alcalá y se hizo agustino en Salamanca. Carlos V lo escogió como predicador «real». Cuentan que habiendo predicado gloriosamente un día por la mañana, se le acercaron unos admiradores para preguntarle dónde y a qué hora predicaba por la tarde. Y el honrado Tomás les dijo: «No hace falta que vayáis, porque lo que dije diré» (10 octubre)
ÁNGELA MARÍA TRUSZKOWSKA (1825–1899). Sofía Camila tuvo prisa por venir al mundo, como previendo lo que le esperaba. Con suerte, porque el poeta Jachovicz fue su maestro (¡que dicha la de los que han tenido como educador a uno que ve, que oye, que capta la belleza!). Cuando tenía 16 años la tuberculosis le permitió estar un año en Suiza contemplando los Alpes. Luego, un capuchino, el beato Honorato Kozminski, la llevó de la mano por los caminos de Dios. Porque Le amaba, se dedicó a sus hijos huérfanos. Intuyendo que si nada es posible sin los hombres, nada perdura sin las instituciones, fundó: las Hermanas de San Félix de Cantalicio, de vida activa, primero; y las Hermanas capuchinas de Santa Clara, de vida contemplativa, después. No contaba con la invasión de Polonia por los rusos, que acusaron de colaboracionistas a las Hermanas de San Félix, consiguiendo la supresión del Instituto. Cuando las aguas volvieron a su cauce, le llegó la enfermedad. De 1869 a 1899, treinta años, vivió rezando por el Instituto, haciendo de sacristana, zurciendo hábitos y cuidando las flores de un pequeño jardín. La sordera primero, y un terrible cáncer de estómago, la aniquilaron a los ojos de todos. Antes de morir se enteró de que sus hijas habían salido como misioneras para América, y de que el Papa había aprobado definitivamente las Constituciones. Lo que queda de su cuerpo maltrecho descansa en Cracovia. Su paisano Juan Pablo II el 18 de abril de 1993 pronunció las once letras del apellido de Sofía Camila Ángela María perfectamente, para gloria de Dios y de su Patria (10 octubre)
SOLEDAD TORRES ACOSTA (1826–1887). Joven madrileña que a los 25 años se apuntó a la idea de formar un grupo de religiosas que cuidaran de los enfermos pobres de los suburbios atendiéndoles en sus domicilios. Así nacieron las Siervas de María. La dureza de aquella vida y las críticas de los bienpensantes estuvieron a punto de hundir la nueva institución. Pero la madre Soledad siguió su camino y al morir dejó cuarenta fundaciones (11 octubre)
FELIPE EL DIÁCONO (s. I). Segundo de la primera promoción de diáconos (Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás) se le recuerda sobre todo por el encuentro con el hombre de confianza y ministro de Candace, reina de los etíopes, y encargado de todos sus tesoros. Le salió bien la plática. Pero no hay que olvidar que luego en Cesarea hospedó a Pablo en su casa y que «tenía cuatro hijas solteras, que tenían el don de la profecía» (Hech 21, 8-9). Con lo que a nadie se le ocurre dudar de su acrisolada santidad (11 octubre)
ANASTASIO EL APOCRISIARIO (+ 666). Al encargado de llevar las misivas oficiales y las respuestas (apokrysis) de las mismas, le llamaban apocrisiario. Anastasio, lo fue de la Iglesia de Roma. Secretario antes, de la emperatriz Eudoxia, en el año 617 se hizo hijo espiritual de Máximo el Confesor, al que acompañó durante 36 años: al monasterio de Crisópolis (617-630), a África (630-645), a Roma (645-652), compartiendo los vejámenes de su doble proceso en Constantinopla, sus encarcelamientos y sus destierros. Murió en el castrum de Suanias, en el Cáucaso, en misa, mientras decía: «Sancta sanctis» (lo santo para los santos). Quizá de añoranza de San Máximo que le había dejado huérfano el 13 de agosto (11 octubre)
NUESTRA SEÑORA DEL PILAR. Según una piadosa y antigua tradición, ya desde los albores de su conversión, los primitivos cristianos levantaron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro, en la ciudad de Zaragoza. La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido hoy en una basílica grandiosa que acoge, como centro vivo y permanente de peregrinaciones, a innumerables fieles que, desde todas las partes del mundo, vienen a rezar a la Virgen y a venerar su Pilar. «Esa columna, sobre la que posa / leve sus plantas tu pequeña imagen, / sube hasta el cielo: puente, escala, guía / de peregrinos» (12 octubre)
WIFREDO (+ 744). Escocés de raza y de carácter. Su lema «todo o nada». En el conflicto entre la Iglesia local y la Iglesia de Roma se inclina por Roma y dedica todas sus energías, que eran muchas, a favor del primado romano. Nombrado obispo, conoció el exilio repetidas veces. Luchador empedernido, patrono ideal para cristianos timoratos (12 octubre)
FÉLIX IV (526-530). Sucesor del papa Juan I, el diácono Félix entró con buen pie en Roma, pese a haber sido impuesto por el emperador Teodorico, que quería tener un hombre de confianza en la sede de Pedro, cosa que al clero y al pueblo romano solía desagradar profundamente. Pero el Teodorico propuso y Dios dispuso que el emperador fuera a disfrutar de la gloria celestial a las pocas semanas. Atalarico y su madre Amalasunta, siguieron apoyándole desde Ravenna, con un edicto en el que se confirmaba el derecho del obispo de Roma a dirimir cuestiones jurídicas controvertidas. Apoyó a Cesareo de Arles contra los semipelagianos que rebrotaban en las Galias. Devoto de los médicos Cosme y Damián hizo reconstruir su basílica en el foro. Pese al comienzo imperial, fue muy amado por los romanos por su sencillez y su generosidad con los necesitados. Previendo que a su muerte surgiera un enfrentamiento entre el clero nombró sucesor en Bonifacio II (menos mal que el preferido por la oposición, Dióscoro, al que llegaron a consagrar obispo en la basílica de Letrán, murió a los 30 días, evitándose así dos papas simultáneos). ¡Qué título tan bueno «El valor divino de lo humano» de Jesús Urteaga Loidi para sintetizar ciertas vidas de santos! (12 octubre)
TEÓFILO DE ANTIOQUÍA (+ 181). Buen nombre el de Teófilo: «el que ama a Dios» (capicúa, porque el que ama a Dios también es amado por Dios, siempre y antes). A un tal Teófilo están dedicados el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles. En la antigüedad en Oriente varios famosos obispos se llamaron así: Teófilo de Alejandría, Teófilo de Castabala, Teófilo de Cesarea, Teófilo de Nicea... Teófilo de Antioquía, del que hoy hacemos memoria, nació no lejos de los ríos Tigris y Éufrates, se convirtió al cristianismo, que entonces era una minoría combatida y denigrada, de manera original: leyendo la Escritura para encontrar argumentos contra los cristianos, y... lo de la carta a Timoteo: «Toda la Escritura ha sido inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para persuadir, para reprender, para educar en la rectitud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer el bien» (2 Tim 3,16-17). Escribió «Ad Autolycum». Autólico, destinatario de la obra, era un pagano que no comprendía como fuera posible hacerse cristiano. Teófilo trata no sólo de responder a sus objeciones, sino además justificar su fe en el Dios invisible y creador y en la resurrección. Un detalle: es el primero en emplear el vocablo «Trinidad» para designar a «Dios, al Verbo y a la Sabiduría» (13 octubre)
GERALDO DE AURILLAC (855–909). Uno de los primeros laicos venerados como santos. Como no fue ni obispo o sacerdote, ni abad o monje, los hagiógrafos-catalogadores le llamaron el Ni-Ni de Aurillac. Cuando el imperio de Carlomagno se rompía en pedazos e incluso los monasterios iban a pique, el conde de Aurillac, su padre, hizo que estudiara, pero no para que se hiciese sacerdote o monje, que su único hijo tendría que ser conde, un conde culto. El obispo Gozberto de Rodez le convenció de que el ejemplo de un conde presentable era mucho mejor que la predicación de mil predicadores. Que «verba volant, exempla trahunt». Y fue un ejemplo ejemplar para los condes de la Galia y de sus súbditos. Hablaba poco, pero estaba la elocuencia de su vida. Peregrino incansable, a Tours, a Limoges... a Roma siete veces. En el año 894 en Aurillac funda un monasterio. Al quedar ciego, a los 47 años, terminaron las peregrinaciones ad extra. Retirado en el Quercy, en una hacienda familiar, rezaba con costumbre de olvido ya. Le enterraron en su monasterio. Del que salió años después Gerberto de Aurillac, el hombre más erudito de su tiempo, para ser papa, el papa Silvestre II. (Los que ponen en duda la «gloria accidental», se equivocan. Y los que presumen de ser los primeros promotores de la santidad viviendo en el mundo, también) (13 octubre)
CALIXTO (+ 222). Al pie de la letra su nombre significa «hermosísimo». Pero el nombre no le salvó de múltiples andanzas borrascosas. Esclavo, fracasó en unas operaciones de bolsa que le confiaron. Tras expiar el castigo, por perturbar en sábado la paz de una sinagoga, fue condenado de nuevo, esta vez a las minas en Cerdeña. Al salir, el papa Ceferino se fijó en él y lo hizo su diácono, especializándose en la dirección del cementerio romano, que lleva ahora su nombre. Al morir su protector fue elegido papa. Condenó a los llamados sabelianos, que negaban la distinción de las tres personas divinas. Pero fue indulgente con los arrepentidos de idolatría, por lo que pesos tan pesados como Tertuliano e Hipólito le amargaron los cinco años de su pontificado. Por experiencia entendía bien lo que el Hijo diría al Padre: «He gustado el vino del perdón. ¿Qué Dios seríamos nosotros si no tuviéramos nada que perdonar? El mal del hombre permite que se vea lo más hondo de nuestro ser, la última razón de nuestra triple existencia, ya que amor sin perdón no es amor». Murió mártir el año 222, capicúa perfecto (14 octubre)
ANGADRISMA (+ 695). Discípula del obispo San Omer (al que llamaban Audomaro), prima de San Lamberto (monje de Fontenelle y obispo de Lyon), prometida por su padre con Ansberto, un caballero de la corte de Clotario III, con el que no quiso casarse porque se empeñó en ser benedictina (su «no» ayudó a que el mozo entrara en Fontenelle, fundado por San Vandregisilo, al que sucedió como abad, llegando a ser... San Ansberto, obispo de Rouen). [Tentado estoy de contarlo con todo detalle; daría para un buen bestseller]. Pero la verdadera vida de la abadesa Santa Angadrisma puede resumirse en estas palabras: «La liturgia puso en su boca palabras que nunca se hubiera atrevido a proferir. Sus palabras formaron su pensamiento y su pensamiento modeló su persona. Y así la liturgia la levantó hasta Dios como la expresión de su propio ser» (14 octubre)
TERESA DE JESÚS (1515-1582). «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta». Admirable vida y obra de esta monja reformadora, tenaz y llena de salero, rezadora y escribidora: «Primeros y mediados y postreros, todos llevan sus cruces, aunque diferentes; que por ese camino que fue Cristo han de ir los que le siguen, si no se quieren perder; y bienaventurados trabajos, que aún acá en la vida tan sobradamente se pagan» (15 octubre)
MAGDALENA DE NAGASAKI (1611-1634). Nació el año 1611. Todavía niña, sus padres y sus hermanos murieron mártires. En 1624 conoció a dos agustinos, Francisco de Jesús y Vicente de san Antonio. Cautivada por la profunda espiritualidad de los dos misioneros, se consagró a Dios como terciaria agustina recoleta. Se refugió en las montañas de Nagasaki, cuando arreció la persecución. Al enterarse de la apostasía de algunos cristianos aterrorizados por las torturas a las que eran sometidos, decidió profesar públicamente su fe, vestida con el hábito de terciaria agustina. Ni las promesas de grandes ventajas, ni las torturas pudieron doblegarla. A primeros de octubre de 1634 la suspendieron por los pies sobre una fosa. A los trece días la fosa se llenó de agua, muriendo ahogada. Quemaron su cuerpo para evitar que los cristianos veneraran sus reliquias (15 octubre)
EDUVIGIS (1174–1243). Nacida en Baviera, pero morava, era hija del duque de Croacia y Dalmacia, y tía de Santa Isabel de Hungría. Las benedictinas de Hitzingen la educaron regiamente. Casada muy joven con el duque Enrique de Silesia, tuvieron siete hijos. Algunos de los cuales les hicieron ver las estrellas. Sin segundas intenciones, fundó el monasterio cisterciense de Trebnitz en Polonia, a donde se retiró al quedar viuda. Tuvo suerte: la abadesa era su hija Gertrudis (16 octubre)
GERARDO MAYELA (1725–1755). Nació al sur de Italia, en Muro. Fue aprendiz de sastre antes de llamar a la puerta de los redentoristas. Donde siguió ejercitando el arte de la aguja como humilde hermano. Pero no pasó desapercibido para el fundador, san Alfonso Maria de Liguori. Los dones extraordinarios con que el Señor enriqueció a Gerardo, no le impidieron seguir vistiendo con ropa y con cariño a sus hermanos (16 octubre)
MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE (1647–1690). Padecía tirofobia (alergia al queso), cosa dura para los nacidos en Francia. Pese a ello y sobre todo a los jansenistas (que insistían tanto en la preparación para recibir dignamente los sacramentos que alejaban a los cristianos de la eucaristía) nuestro Redentor se valió de una joven y sencilla religiosa (que vivía en Paray-le-Monial; en latín «Paredii Monachorum») para que la devoción al Corazón de Jesús entrara por la puerta grande en la liturgia de la Iglesia y los cristianos temerosos se acercaran confiados a la Eucaristía. La práctica de los Nueve primeros viernes fue un gran invento para desjansenizar a los pusilánimes y acercarles al Pan de Vida. Lástima que todavía haya gente buena que cuando en la misa el sacerdote levanta la Sagrada Forma y el Cáliz tenga la mala costumbre de inclinar la cabeza mirando al suelo. ¿Para qué elevan el Sacramento si no se mira y a quién dicen por lo bajo «¡Señor mío y Dios mío!»? (16 octubre)
IGNACIO DE ANTIOQUÍA (+ 107). Ignacio, el Teóforo («el que lleva a Dios»), obispo de Antioquía, fue arrestado y llevado a Roma, para «ser trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras». En el camino llegó a Esmirna, donde era obispo Policarpo. Fueron a visitarle los obispos de Efeso, Tralia y Magnesia, a los que entregó sendas cartas para sus Iglesias. Escribió también a los romanos, anunciándoles su próxima llegada. Desde Tróade escribió a la Iglesia de Filadelfia y a la de Esmirna y una carta personal a Policarpo. Siete cartas que tendríamos que leer para aprender a llevar a Dios y se llevados por él (17 octubre)
CONTARDO FERRINI (1859-1902). En este mismo día hacemos memoria de otro «mártir», otro testigo de Jesús, nacido mucho más tarde, en Milán en 1859. Catedrático de Derecho romano muy pronto, a los 25 años. Terciario franciscano, amigo de Aquiles Ratti (Pío XI), que trazó de él esta silueta: «Era de estatura media, llena de solidez, armonía, elegancia de líneas; paso rápido, pero firme... la pluma siempre presta y llena de sabiduría; la palabra cuidada y persuasiva; en su rostro, un aire de simpatía siempre igual, que jamás le abandonó hasta la misma vigilia de su muerte; pero ante todo, sobre ese rostro brillaba un resplandor de pureza y de amable juventud. Su mirada tenía toda la dulzura de la bondad, excelente corazón; sus ojos, su amplia frente, llevaban consigo el reflejo de una inteligencia verdaderamente soberana». Cristiano convencido, proclamó su fe valientemente en Pavía, Messina y Módena en ambientes en donde hablar de Cristo era una provocación. Murió a los 43 años en Suna, a orillas del Lago Maggiore (17 octubre)
LUCAS, EVANGELISTA (s. I). «Señor y Dios nuestro, que elegiste a san Lucas para que nos revelara, con su predicación y sus escritos, tu amor a los pobres, concede, a cuantos se glorían en Cristo, vivir con un mismo corazón y un mismo espíritu y atraer a todos los hombres a la salvación». «San Lucas, al darnos su evangelio, nos anunció al Sol que nace de lo alto, Cristo, nuestro Señor». «Dichoso evangelista san Lucas, que resplandece en toda la Iglesia por haber destacado en sus escritos la misericordia de Cristo» (18 octubre)
PEDRO DE ALCÁNTARA (1499-1562). En Alcántara, Cáceres, donde hay un puente que es un monumento sin par en el mundo, nace de nobles y ejemplares padres. Estudia en Salamanca. A los 16 años, ingresa en la Orden Franciscana. Ya sacerdote, su perspicaz don de consejo, su exquisita afabilidad y sus ricas experiencias en los caminos del Señor le hacen el buscado consejero de innumerables almas sedientas de Dios. Descuella Santa Teresa de Jesús, que en su incertidumbre sobre sus fenómenos místicos y en la reforma carmelitana recibe de él luz y aliento. Escribe «Tratado de Oración y Meditación». Entre tanto, el gran asceta y místico, rebosando paz y alegría de corazón, plasma sus heroicos ideales en la reforma alcantarina, que inicia con la fundación del convento-miniatura (72 m2) de El Palancar, en Pedroso de Acim. A los 63 años, muere en Arenas de San Pedro el día de San Lucas (19 octubre)
RENATO GOUPIL (+ 1642). Hermano jesuita francés, desconocido para la mayoría de los que cada 19 de octubre hacen memoria de san Juan de Brébeuf y san Isaac Jogues, presbíteros, y compañeros, mártires. Los compañeros eran: Antonio Daniel, Gabriel Lallemant, Carlos Garnier, Nadal Chabanel, Juan Lalande y Renato Goupil, cirujano. Muerto por los pieles rojas con un golpe de tomahawk por haber hecho la señal de la cruz en la frente de unos niños (19 octubre)
PABLO DE LA CRUZ (1694-1775). «En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo» escribió san Pablo a los Gálatas. Pablo, el fundador de los pasionistas, decía a su vez: «Es cosa muy buena y santa pensar en la pasión del Señor y meditar sobre ella, ya que por este camino se llega a la santa unión con Dios. En esta santísima escuela se aprende la verdadera sabiduría: en ella la han aprendido todos los santos». Vivió en el denominado siglo de las luces, el siglo XVIII. De joven ayudó a su padre en el oficio de mercader, hasta que dio con la perla preciosa, la verdadera Luz. «Per crucem, ad lucem». Apóstol de la alegría. Cuando murió su padre escribió: «Querida madre, esté alegre con la esperanza cierta de que se encuentra en el cielo, y haga que todos los demás de casa se alegren también» (19 octubre)
TOMÁS HELYE (1187–1257). Maestro de Biville, minúsculo pueblecito de Normandía, pronto le ficha el consistorio de Cherbourg para que la luz brille en la ciudad. El obispo le dice un día que lo haría bien de sacerdote. Contesta que prefiere ser libre. Tras peregrinar a Roma y Santiago de Compostela se convence de que «la verdadera libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana, sino en hacer lo que debemos hacer porque nos da la gana». Durante años como misionero diocesano enseñó a leer la Palabra de Dios por pueblos y aldeas (19 octubre)
CORNELIO EL CENTURIÓN (s. I). El primer pagano recibido como cristiano por uno de los apóstoles. «Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, que era centurión de la compañía llamada Itálica. Era hombre religioso y temeroso de Dios, lo mismo que toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y oraba a las horas establecidas...» [Hay que leer todo el capítulo 10 de los Hechos de los apóstoles]. Por medio de él el Espíritu de Dios abrió la puerta de la Iglesia a los paganos, y la mente y el corazón de Pedro y de los tradicionalistas judeo-cristianos (20 octubre)
ANDRÉS CALIBITA (+ 767). ¡Cómo habría respirado feliz si hubiese podido leer estas palabras del cardenal Spidlík, pronunciadas trece siglos después de su martirio! «¿Por qué hay imágenes sagradas en las iglesias? Porque Dios mismo ha pintado su imagen en Jesucristo. Los pintores hacen ver el rostro de Jesús y de los santos, y Dios resplandece en ellos. El arte sagrado nos deja ver con los ojos los misterios de la fe. Y no sólo ver: esas imágenes nos transmiten la gracia, son imágenes milagrosas, y tienen un valor cuasi sacramental. El sacerdote pone el cuerpo de Cristo sobre el altar con la palabra; el pintor, con los colores. No es lo mismo rezar en casa que rezar ante las imágenes. ¡Los escépticos dicen que el icono es sólo un pedazo de madera! Un filósofo ruso se detuvo un día mirando a la gente que iba a rezar ante un icono en un santuario. Eran mujeres, muchas madres, pero también hombres y niños. “No, eso no es un pedazo de madera, se dijo el filósofo: la imagen ha absorbido mucho dolor, mucha oración y lo trasuda”. Las imágenes sagradas nos ayudan a orar: es su primer regalo». Nacido en Creta, monje fervoroso, defensor de la piedad popular, se enfrentó al emperador Constantino Coprónimo que, pese a lo determinado en el concilio Niceno II (licitud del culto a las imágenes), seguía sin enterarse, iconoclastando a golpe de mandobles. Que alcanzaron al monje Andrés estando en Constantinopla hasta darle muerte, yendo a parar su cuerpo en un estercolero (20 octubre)
ÚRSULA (s. IV). Según un relato cincelado en una lápida de Colonia, en el siglo IV fue martirizado un grupo de doncellas cristianas. Cuatrocientos años después, contaban ya que Úrsula, hija de un rey inglés, era cristiana, y se había fijado la fecha de su boda con un príncipe pagano. Para posponer las nupcias, abordó un barco junto con sus diez damas de compañía (un error de trascripción dio pie a la leyenda de las 11.000 vírgenes; lo que realmente sorprende hoy no es tanto el lapsus numérico cuanto la inconmensurable imaginación virginal de los cristianos de la Edad media) y emprendió una peregrinación a Roma. En Colonia, ella y sus doncellas fueron atacadas por los hunos, muriendo mártires. Hasta el día de hoy, las 11 llamas en el escudo de Colonia dan testimonio de la importancia de Santa Úrsula como patrona de la ciudad (21 octubre)
DASIO, ZÓTICO y CAYO (s. IV). Datos: soldados de la guardia de Diocleciano, a los que por ser cristianos les mataron echándoles en el mar. Dos versiones: Primera, más en consonancia con el paradigma habitual de la tradición: Cierto día que se celebraba gran festividad a los dioses, se encendieron aquellos soldados de celo, y atravesando la multitud, llegaron hasta los ídolos, y les prendieron fuego, derribándolos hechos pedazos. Conducidos ante el juez, azotes, fuego, cruces, caballete, todo se puso en juego para reducir a aquellos esforzados atletas; hasta que vista la inutilidad de la tortura, mandó el juez arrojarlos al mar con una piedra atada al cuello. Segunda (menos colorista, más verosímil): no es que prendieran fuego materialmente en el palacio real, sino que su fe en el Señor Resucitado era un fuego que devastaba las creencias paganas de la corte, y trataron de apagar el fuego con agua, del mar (21 octubre)
MARCOS (+ 156). La grandeza del evangelista Marcos (y no digamos la monumentalidad de Venecia en su honor) ha oscurecido la memoria de Marcos, el primer obispo de Jerusalén no judío. Veinte años reuniendo a los cristianos dispersos y arrugados. Labor heroica (muchos apóstoles saben lo doloroso que es tener que oír de uno «no es de aquí»), trabajo poco vistoso, de buen pastor que no tuvo que buscar a una oveja perdida, sino a 99. Cuando murió en el año 156, a su entierro asistieron las cien. ¡Cuántos san Marcos así hacen falta no sólo en Jerusalén! (22 octubre)
NUNILA y ALODIA (+ 851). Huesca, en tiempos de Abderramán II. Hijas de padre musulmán y madre cristiana, educadas cristianamente por la madre. Muerto el padre, la madre se casó de nuevo. Al padrastro, musulmán de pelo en pecho, le cayeron mal las hijas de su mujer. Como «no hay nada más brillante que una teoría cuando se monta sobre un instinto» encontró una salida luminosa: denunciarlas como cristianas, cuando arreció la persecución. Pasaron las de Caín, pero de Huesca eran. Y de Huesca al cielo (22 octubre)
JUAN DE CAPISTRANO (1386–1456). Abogado, juez, gobernador de Perugia. Andaba mal de tiempo. Uno de los Malatesta con mala arte le metió en la cárcel. Allí tuvo tiempo para pensar: «¿De que le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida?». Y para rezar la oración de san Francisco: «Señor, haz de mi un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría». Al salir -tenía 30 años– se hizo franciscano. Tuvo un gran amigo, san Bernardino de Siena. Durante casi veinte años predicó la paz, el amor, el perdón, la esperanza, la alegría por toda Italia. Y luego por casi toda Europa Central. Sus últimas fuerzas las gastó contra los turcos, que habían puesto cerco a la ciudad de Belgrado. Exhausto, murió invocando el nombre de Jesús (23 octubre)
ANICIO MANLIO TORCUATO SEVERINO BOECIO (480–524). «Rationalis naturae, individua substantia». ¡La de veces que habré oído y repetido la definición de «persona», diciendo que era de Boecio! Han tenido que pasar más de 70 años de mi vida pecadora para enterarme de que su autor fue un mártir más grande que la catedral de Pavía. Senador a los 25 años, cónsul único en el año 510, casado con Rusticiana (hermana de santa Gala), tuvieron dos hijos, Símaco y Boecio jr., cónsules también en el año 522. Habiendo alcanzado la cumbre de su carrera política y de su fortuna, le acusaron de alta traición por haber defendido a un inocente, al que el emperador Teodorico tenía ojeriza. Encarcelado, tuvo tiempo y humor para escribir «De consolatione philosophiae» antes de que le ejecutaran. No hizo falta que escribiera «De fortitudine». ¡Qué gran persona! (23 octubre)
ANTONIO Mª CLARET I CLARÀ (1807–1870). Predicador popular en Cataluña y autor de libros que alcanzaron records de ediciones, luego en Canarias, más tarde arzobispo de Santiago de Cuba, después confesor de Isabel II... Su decir siempre la verdad con claridad le provocó atentados, persecuciones, destierro. Los misioneros hijos del corazón de María (claretianos) continúan su labor (24 octubre)
LUIGI GUANELLA (1842–1915). Como. A muchos les suena la palabra desde que leyeron las impresionantes cartas de Guardini «Desde el Lago de Como». En Como había levantado en 1886 la Casa de la Divina Providencia el hijo del que fue alcalde de Campodolcino durante 24 años. Verdadera providencia para muchos desvalidos. No le nombraron «bienhechor de la humanidad», pero lo fue. Y de la humanidad entendida no como concepto abstracto sino como pobre realidad de carne y hueso. 13 fueron los hijos de Maria Bianchi y de Lorenzo Guanella. Luego él tuvo muchísimos más hermanos: los Siervos de la Caridad y las Hijas de Santa María de la Providencia. A los 38 años escribió el libro «Andiamo al Padre». Lo hizo en cuerpo y alma definitivamente 35 años después. Desde Como, naturalmente. Ahora decir «Guanella» es decir divina providencia (24 octubre)
FRUTOS (+ 715). Dicen que nació el año en que Chindasvinto empezó a reinar. Once años tenía cuando Recesvinto empezó a hacer de las suyas; y 30 cuando Wamba siguió más o menos con lo mismo. Malos tiempos, con los cristianos flojeando. Frutos, harto de aquel malvivir, dijo que se iba, y se fue de Sepúlveda a hacer de hesicasta. Sus hermanos Valentín y Engracia hicieron lo mismo, despreocupándose en adelante de lo que hacían y malhacían Ervigio, Égica, Witiza e incluso Don Rodrigo. Cuando los moros fueron subiendo hacia el norte, arrasando, cuentan que «luego que tuvo a los mahometanos delante de sí, armados de picas y de lanzas, los mandó detener en el nombre de Dios, y que no pasasen delante de una raya que con el báculo hizo sobre una gran peña. Por la misma raya que había señalado San Frutos se abrió el peñasco, formando una profundidad grandísima, que separaba a los moros de los cristianos, y dejaba a éstos libres y seguros de la furia de los primeros, que huyeron del lugar. La peña dividida todavía se llama la "cuchillada de San Frutos"». Los pueblos que no tienen leyendas están condenados a morir de frío. Murió a los 73, con muchos trienios de eremita. Los segovianos siguen recordándole y tratan de oponerse a las sombras de la increencia encomendándose a él (25 octubre)
BERNARDO CALBÓ (+ 1243). Nació cerca de Reus, en una masía (casa de campo y de labor con tierras, apero y ganados). Estudió en Lleida. Monje cisterciense. Siendo abad de Santes Creus fue elegido obispo de Vic. Durante diez años desarrolló una actividad apostólica sorprendente. Los cristianos de Vic eran felices: entendían a su obispo cuando les hablaba del cielo (25 octubre)
RECAREDO CENTELLES (1904–1936). Fiesta de Cristo Rey de 1936: Cristus vincit, Cristus regnat, Cristus imperat, fueron las últimas palabras de Mossèn Recaredo antes de que sonaran los disparos junto al muro del cementerio de Nules. ¡Qué lástima, tan joven!, comentaba uno de los milicianos. Hijo de Mossèn Sol, era rector del Seminario Menor de Tortosa. Había aprendido a formar sacerdotes en el Seminario Pontificio de Tarragona. El plebà de Montblanc, Mn. Josep Farré Fortuny, mi párroco, que había sido su alumno, hablaba de él con tanto cariño... (25 octubre)
RÚSTICO (+ 461). Lo de san Pablo: «Quien aspira al episcopado, desea una noble (hermosa) función» tiene que ser verdad, si él lo dice. Pero el santo obispo de Narbona, que ya llevaba años en la hermosa función, tentado estaba de presentar la renuncia. Por 999 razones. Al enterarse el papa San León Magno, le dijo que le comprendía, que él tenía mil para hacer lo mismo, pero que alejase aquellos malos pensamientos. Le hizo caso. «Et in labore suscepto permansit». San Rústico, ayúdanos a perseverar «in labore suscepto» aunque no seamos obispos (26 octubre)
CEDA (CED) (+ 664). Así como cuando se habla de Josué siempre la Escritura dice: «Josué, hijo de Nun», con san Ceda y san Ceada pasa lo mismo: «Ceda, hermano de Ceada», «Ceada, hermano de Ceda». Santos los dos, todo un ejemplo de hermandad. A Ceda, el mayor, trató de imitarle Ceada, incluso en ser obispo. Ceda, monje de Lindisfarne, evangelizó la región central de Inglaterra. Y lo de siempre: le obligaron a ser obispo. Fundó la abadía de Tilburi y la de Lastingham, donde se reservó una celda. En el sínodo de Whitby, pensando en el bien común y previendo el futuro, abandonó la liturgia céltica por la romana. Con sentido común, al hacerse mayor, pidió que le nombraran obispo emérito. Estando en Lastingham, fue a cantar Maitines al cielo el 26 de octubre de 664 (su hermano Ceada desde Lichfield le siguió ocho años después) [Sigo empeñado en escribir antes de morirme una letanía a base de hermanos santos. Veo que será más larga que las letanías mayores. Y a pie de página irán los nombres del padre y de la madre] (26 octubre)
EVARISTO (97–108). Me gusta en la eucaristía rezar el Canon romano. Los otros Cánones no es que estén mal: son funcionales, muy dogmáticos, con referencias magníficas, sabrosas. Pero el Canon I para mí es el Canon: con él respiré en mi infancia, en latín, claro; con él me hicieron sacerdote... Y -me atrevo a contarlo ahora que ya soy mayor- porque en aquellos tiempos en que la liturgia era intocable, yo la retocaba en voz baja... para salvar del olvido a san Evaristo. Decía el misal antes de la consagración: «Veneramos la memoria... de Pedro, Pablo... Lino, Cleto, Clemente, Sixto; Cornelio, Cipriano....», saltándose injustamente a Evaristo y a Alejandro, que fueron papas después de Clemente y antes que Sixto. Sentía que colocándolos en su sitio les rescataba del olvido, y así podía encomendar a san Evaristo y a san Alejandro los problemas delicados, porque ellos tenían que estarme reconocidos. (¡Qué infantilismo!, pensará alguno. Bueno, ¿por qué los santos no van a estar agradecidos?). El «Liber pontificalis» dice que Evaristo era hijo de un judío de Belén... ¡Qué romántico! El Pseudo-Isidoro, que envió a los obispos de África una carta sobre los diáconos y la enseñanza de la fe; y a los obispos de Egipto otra sobre Cristo cabeza de la Iglesia y sobre la Iglesia cuerpo de Cristo. (Que el Pseudo-Isidoro llevara un nombre tan falso no quiere decir que lo que dice no sea verdad) (27 octubre)
OTTERÁN (+ 563). Alias Odrán. Irlandés, abad de Meath. Murió en Iona, una de las Hébridas. ¿Sólo esto? No, sabemos mucho más a través del enlace Columbano. Fue su discípulo predilecto. Es de los casos, muy frecuentes, en los que para saber de alguien, lo más práctico es buscar cómo era su maestro. La fiesta de san Columbano es el 9 de junio (27 octubre)
SIMÓN y JUDAS (s. I). A Simón, nacido en Caná, le llamaban Zelotes. Judas, no el Iscariote sino el otro, por sobrenombre Tadeo, preguntó al Señor por qué se manifestaba a ellos y no al mundo. Apóstoles. Por eso les rezamos: «Vosotros que escuchasteis la llamada de viva voz que Cristo os dirigía, abrid nuestro vivir y nuestra alma al mensaje de amor que él nos envía. / Vosotros que invitados al banquete gustasteis el sabor del nuevo vino, llenad el vaso, del amor que ofrece, al sediento de Dios en su camino. / Vosotros que tuvisteis tan gran suerte de verle dar a muertos nueva vida, no dejéis que el pecado y que la muerte nos priven de la vida recibida. / Vosotros que lo visteis ya glorioso, hecho Señor de gloria sempiterna, haced que nuestro amor conozca el gozo de vivir junto a él la vida eterna. Amén» (28 octubre)
RODRIGO AGUILAR (1875–1927). Nació en Sayula, Jalisco. Párroco de Unión de Tula. Poeta de fina sensibilidad. Decía en prosa: «Señor, danos la gracia de padecer en tu nombre, de sellar nuestra fe con nuestra sangre y coronar nuestro sacerdocio con el martirio ¡Fiat voluntas tua!». Cuando llegaron las tropas federales para apresarlo, se despidió diciendo: «Nos vemos en el cielo». En la madrugada del 28 de octubre de 1927 fue conducido a la plaza de Ejutla. Arrojaron una cuerda a una rama gruesa de un árbol de mango, hicieron una lazada y la colocaron al cuello del sacerdote. Luego quisieron poner a prueba su fortaleza y con altanería le preguntaron: «¿Quién vive?» La valiente respuesta fue: «¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» Entonces la cuerda fue tirada con fuerza y el señor cura Aguilar quedó suspendido. Se le bajó de nuevo y se le repitió la pregunta: «¿Quién vive?» Por segunda vez dijo con voz firme: «¡Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!» Nuevamente el mismo suplicio y por tercera vez, al «¿Quién vive?» el mártir agonizante, repitió: «Cristo Rey y Santa María de Guadalupe» (28 octubre)
HONORATO DE VERCELLI (330–415). Cuando el Padre Aldama explicaba la Unción de los enfermos, para justificar la falta de documentos bíblicos y patrísticos sobre ese sacramento, nos preguntó: «¿Cuántas veces han oído predicar sobre la Extremaunción?». Y comentó: «¿Se extrañan de la falta de testimonios?». Me gustaría hoy ofrecerle al Padre Aldama esta perla: San Honorato, fue el que le administró el Sacramento de la Unción de los Enfermos a San Ambrosio, el santo obispo de Milán, a petición propia. Detalle que ningún historiador olvida. [Cuentan más cosas, evidentemente: que había nacido en Vercelli; que San Eusebio, el primer obispo de la diócesis, le educó para la vida monástica, al que acompañó en el destierro, por obra y desgracia de los arrianos; que San Ambrosio de Milán influyó decisivamente para que en el año 396 Honorato fuera elegido obispo de Vercelli...]. Cuando veo que llega el momento de decir a un cristiano que ha llegado la hora de recibir ese Sacramento, suelo encomendarme a San Honorato. Y espero que él me dé suficiente sentido común para pedirlo yo para mí a tiempo (29 octubre)
ABRAHÁN (+ 367). Nació en Manuf en Egipto. Le llamaban «el niño», para distinguirle del patriarca Abrahán. De profesión: eremita. «Como el gato espía al ratón, Abrahán espiaba al Invisible». Discípulo de San Pacomio, que sonreía cuando le traían recuerdos del Niño. San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia, llamado «Arpa del Espíritu Santo», contó y cantó maravillas de quien pasó 17 años viviendo en una gruta. A falta de libros, se sabía la Biblia «par coeur». Santo muy venerado por los coptos, que suelen tener buen gusto (29 octubre)
GERMÁN DE CAPUA (+ 545). Santos con el nombre de «Germán» hay a docenas. Y santos hermanos a miles. Como hay miles de santos que fueron amigos. Conviene no olvidarlo. Que a veces la negrura de las noticias nos hace pensar que los hombres somos lobos. Para situar bien a Germán, obispo de Capua, muchos señalan: fue amigo de San Benito. Exacto. Tan amigos eran, que según cuenta San Gregorio Magno en sus Diálogos, mientras el Santo abad estaba en oración el 30 de octubre del año 541 vio cómo el alma del amigo subía al cielo. Se lo comentó a sus monjes durante la recreación. Cuando días después llegó al monasterio la noticia, vieron que el pálpito de San Benito coincidía exactamente con el día y la hora del fallecimiento. ¡En aquellos tiempos en que la electrónica y la electricidad quedaban a siglos de distancia! Amigo de ambos fue el obispo de Canosa, san Sabino, que les sobrevivió. Santos y amigos, loado sea el Señor (30 octubre)
GERARDO (+ 1119). ¡Como si el 30 de octubre fuese un buen día para que murieran los obispos santos! Germán, obispo de Capua, amigo de San Benito; Marciano, primer obispo de Siracusa (s. II); Terencio Alberto O’Brien, dominico obispo en tiempos de Oliverio Cromwell, aunque a éste más que morirse le mataron; San Gerardo, que le eligieron obispo de Potenza muy mayor y ejerció el oficio hasta bien pasados los 80 con gran satisfacción de todos. ¡Tiempos aquellos en que no había periodistas! (30 octubre)
ALONSO RODRÍGUEZ (1531–1617). Rodríguez y Gómez, casado con María Juárez, padre de dos hijos. Segoviano. A los 46 años ingresa en la Compañía de Jesús. Portero durante más de seis lustros en Palma de Mallorca. La portería del colegio Monte Sión es una auténtica cátedra de vida espiritual. Y el santo hermano coadjutor tiene ojo clínico para descubrir en el novicio de Verdú, Pedro Claver, al futuro apóstol de Cartagena de las Indias. ¡Las antenas de los porteros, Dios santo! (31 octubre)
WOLFGANG (924–994). Nació en Suabia. Entró en el monasterio de Einsiedeln, misionó en Hungría, obispo de Ratisbona durante 22 años. Fue uno de los monjes-obispos que han dejado huella en la historia de su tiempo: preceptor del emperador Enrique II, reformador de la disciplina eclesiástica, pero sobre todo bienhechor de los pobres (31 octubre)