Il est midi. Je vois l’église ouverte. Il faut entrer.
Mère de Jésus-Christ, je ne viens pas prier.
Je n’ai rien à offrir et rien à demander.
Je viens seulement, Mère, pour regarder.
Vous regarder, pleurer de bonheur, savoir cela
que je suis votre fils et que vous êtes là
rien que pour un moment pendant que tout s’arrête.

ALBINO (s. XX). El 1 de marzo se conmemoran oficialmente tres santos Albino: Albino, protomártir inglés; Albino, obispo de Vercelli; y Albino, obispo de Angers (santo muy popular en la Edad media, especialmente en el norte de Europa; de familia noble, renunció a su título y herencia para entrar en la abadía de Tincillac; elegido abad el año 504 y obispo de Angers en el 529, murió el 1 de marzo de 550). Oficialmente. Porque muchos con profunda veneración ese día hacemos gozosa memoria de Albino Luciani (Juan Pablo I) el papa de la sonrisa, que, aunque sólo lo fue del 26 de agosto al 28 de septiembre de 1978, dejó una huella inolvidable en la Iglesia y en el mundo. Si el lector quiere emocionarse, entre en la página web: www.papaluciani.com y escuche su primera bendición papal (La voce del Papa in quattro lingue. Prima benedizione). Yo, cuando baja la niebla, la conecto y tras oír su voz siempre florece en mí la alegría (1 marzo)

DAVID (s. VI). Feliz en su larga vida de abad (excepto cuando unos cuantos de sus monjes relajados quisieron envenenarle, descontentos de la austeridad del monasterio) y de obispo de Mynyw (que desde su muerte se llamó St. Davids). Aunque su felicidad celestial quedó algo mermada, cuando en el siglo XI Rhygyvarch, empeñado en reivindicar la mayor autonomía posible para St. Davids frente a Canterbury, escribió una hagiografía del santo muytendenciosa; ¡para que digan luego algunos que no existe el Purgatorio post mortem!. Afortunadamente el paréntesis celestial purgativo duró poco: el papa Calixto II en el año 1120 aprobó el culto de San David y decretó que dos peregrinaciones a la tumba del santo obispo tenían el mismo valor que una peregrinación a Roma. Los artistas le representan sobre un montículo con una paloma en el hombro, en recuerdo del milagro más llamativo de su vida: que una vez mientras predicaba divinamente, la tierra bajo sus pies empezó a levantarse hasta formar un alcor (1 marzo)

CARLOS EL BUENO (s. XII). Conde de Flandes, estableció en su país la “tregua de Dios” y prohibió el mercado negro en tiempos de guerra y de hambre. Que no era poco en aquellos tiempos. Por eso le quisieron los débiles y le persiguieron los poderosos. Fue asesinado el miércoles de ceniza de 1.127 (2 marzo)

CEADA (s. VII). Inglés. De oído fino no sólo para captar los fenómenos de la naturaleza, sino de la gracia. De él escribió San Beda el Venerable: «Hombre santo y humildísimo, docto en las Escrituras y lleno de afán por poner en práctica cuanto leía en ellas». Estando profundizando en los estudios en Irlanda, le hicieron regresar aLastingham para nombrarle abad, sucediendo a su hermano San Cedd.Lo hacía bien, tanto que le consagraron obispo de Cork. Habiendo surgido luego dudas sobre la licitud canónica de esta consagración, regresó al monasterio para seguir viviendo como un monje más, sin reclamar derechos adquiridos. Sabía leer los signos de los tiempos. Como las musas, siempre viajaba a pie. Y en un tiempo en que los relojes no tenían la precisión actual, anunció con una semana de anticipación fecha y hora exacta de su muerte: el 2 de marzo del año 672 (2 marzo)

EMETERIO y CELEDONIO (s. IV). Legionarios “depurados”. El emperador Diocleciano, que durante más de doce años había usado con los cristianos de una amplia tolerancia, comenzó una depuración de su ejército, concretamente en la VII legión romana. Los dos hermanos «Media fiera» y «Pequeña golondrina» en Calahorra dijeron que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. El poeta Prudencio les recuerda en sus versos. Hubo quien vio el anillo de Emeterio y el pañuelo de Celedonio elevándose hacia el cielo, atributos que, en su iconografía, se añaden a la palma del martirio (3 marzo)

CUNEGUNDA (s. XII). Muy venerada en Luxemburgo. Con razón, ya que fue hija del conde Sigfrido, fundador de la ciudad. Casada con el emperador Enrique II, fundó la abadía benedictina de Kaufungen, en donde ingresó en 1024 al cumplirse el primer aniversario de la muerte de su marido. Se esforzó y consiguió olvidar su anterior posición social (3 marzo)

CASIMIRO (s. XV). Hijo de un rey de Polonia, se negó a ser rey de Hungría porque pensó que la elección era injusta. Supo lo que es la pobreza de la enfermedad. Murió a los 26 años. En el palacio de su padre la gente lo sintió mucho, pero dicen que quienes lloraban con más sentimiento eran los pobres. Aunque ya eran menos pobres, porque sabían qué era la esperanza (4 marzo)

CAPITÓN (s. IV). Obispo misionero venerado en Lugo y en Crimea junto con sus colegas Basilio, Eugenio, Agatodoro, Elpidio, Eterio y Efrén. Otros lo asocian con Imeneo. «Su nombre figura tanto en los menologios griegos como en los martirologios latinos; pero actualmente no se sabe nada de ellos». Los que dicen qué no se sabe nada de san Capitón, que vayan a Lugo, que recorran en silencio su muralla. Gracias a su primer obispo, sabrán qué es la apertura del hombre hacia Dios; la conciencia del propio ser dependiente y responsable; el gesto nativo hacia el Ser supremo en actitud de adoración y súplica; la exigencia del espíritu hacia un infinito personal, como la exigencia del ojo hacia la luz, de la flor hacia el sol (4 marzo)

CONON EL HORTELANO (s. III). Conon era de Galilea y se había retirado a Panfilia, en donde cultivaba un pequeño huerto. Durante la persecución de Decio, el prefecto Publio fue a la región, se detuvo en las puertas de la ciudad e hizo saber a los habitantes que se reunieran todos en la plaza para rendir culto a los dioses del Imperio. Un tal Naódoro no tardó en llegar al sitio donde Conon cultivaba su huerto. Le dijo: –«El prefecto te llama». –«¿Qué quiere de mí el prefecto?, contestó Conon. Soy un extranjero y, sobre todo, un cristiano. Que busque el prefecto a quienes tengan su misma calidad y rango, en vez de un pobre hombre como yo, que trabaja con pena la tierra». Llevado ante el prefecto, Naódoro lo presentó con marcado tono de ironía: «Acabamos de descubrir a este hombre, el bienamado de los dioses, el más sumiso a las leyes y a los mandatos del gran rey». Entonces Conon repuso con todas sus fuerzas: «¡No es cierto! ¡Yo no obedezco sino al gran Rey que es Cristo!». El prefecto le preguntó quién era, de dónde venía y cuál era su familia. A lo que Conon respondió sencillamente: –«Soy de Nazaret de Galilea. Mi familia es la de Cristo, a quien desde mi infancia reconozco como a supremo Dios». –«Sí conoces a Cristo como un dios, dijo el prefecto, reconoce también a nuestros dioses y ríndeles homenaje». Conon dejó escapar un suspiro, levantó al cielo la vista y exclamó: «¿Cómo puedes blasfemar así del Dios Supremo? Te aseguro que no podrás persuadirme para que haga lo que dices». Entonces Publio mandó que le encajaran clavos en la planta de los pies y, en esas condiciones, obligó al anciano a que corriera delante de su carro. El santo atleta de Cristo obedeció y comenzó a correr al tiempo que entonaba el salmo 39. No dejó de cantar hasta que exhausto cayó al suelo agonizante. Antes de expirar, todavía tuvo alientos para exclamar: «¡Señor, recibe mi espíritu!» (5 marzo)

FOCIO (s. II). Mucho antes que el resentido obispo de Constantinopla, vivió un Focio, santo de verdad, del que el obispo san Asterio cuenta: Era un hortelano de Sinope, que vivía modestamente dedicado a cultivar un pequeño terreno. Hombre extremadamente generoso con los pobres y los necesitados, las puertas de su casa estaban siempre abiertas. Cuando el emperador de turno decretó la persecución contra la Iglesia, Focio no se inmutó. Siguió, trabajando la tierra y ayudando a los demás, como había hecho siempre. Una tarde, varios soldados llegaron para detenerle. Cuando les vio entrar, les invitó, les dio de cenar. Contaron ellos durante la sobremesa que estaban buscando a un tal Focio, y le pidieron ayuda para encontrarlo. Focio, haciendo gala de su sangre fría, les dijo que le conocía muy bien y que no se preocuparan, que él se encargaría de todo. Como se hacía tarde, incluso les dijo que se quedaran a dormir. A la mañana siguiente, después de tomar un buen desayuno juntos, confesó radiante que él era el cristiano a quien andaban buscando. Y que gracias, porquecumpliendo su deber, le estaban enviando al cielo. Y al cielo fue tal día como hoy. San Focio, el bueno, gracias por tu ejemplo de fortaleza, gracias por tu ejemplo de buen humor (5 marzo)

OLEGARIO (s. XII). También a san Olegario le retrata a la perfección la frase de san Agustín: «La verdadera libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana, sino en hacer lo que debemos hacer porque nos da la gana». Le nacieron sus padres Olegario y Gulia en Barcelona en el año 1060. El obispo don Beltrán lo hizo sacerdote cuando tenía Olegario treinta años. Elegido preboste (presidente) del cabildo, vio que aquello suponía mucho ajetreo y habiendo madurado la decisión entró en los canónigos regulares de san Agustín. En 1115 los obispos de la provincia eclesiástica lo eligen obispo de Barcelona. Huye a Provenza. Se entera el papa y manda un legado que le obliga a recibir la ordenación episcopal en virtud de obediencia; «invitus», que no quiere decir «invitado» sino «contra mi voluntad». Se dedica a la predicación, asiste a pobres y enfermos, gobierna justa y mansamente. Reconquistada Tarragona de los sarracenos, el conde Ramón Berenguer, pide al papa que le nombremetropolitano. Reedifica la catedral de Tarragona. Convoca sínodos. Peregrina a Tierra Santa. En 1131 asiste a bien morir al conde Ramón Berenguer. No quiso morir teniendo nada propio y con tiempo se deshizo de todos sus bienes a favor de su diócesis. Al caer la tarde del 6 de marzo de 1136, tras 21 años de servicio episcopal, descansó en el Señor. Su cuerpo se conserva en la catedral de Barcelona, a los pies del Cristo de Lepanto (6 marzo)

COLETA (s. XV). Podía parecer una mujer inestable porque probó diversos conventos. Podía parecer una mujer de deseos de protagonismo porque fue capaz de atravesar toda Francia durante la guerra de los cien años para encontrar al papa. Pero lo que quería –y consiguió– era devolver a las monjas clarisas el don de su primitiva pobreza (6 marzo)

TERESA MARGARITA REDI (s. XVIII). Si Avila se siente orgullosa –con razón– por Teresa de Jesús y Lisieux por Teresa del Niño Jesús, Florencia no les anda a la zaga por Teresa Margarita Redi. Otra gran carmelita. Que vivió sólo 23 años (uno menos que Teresa de Lisieux) en este nuestro planeta llamado Tierra. Durante los 18 primeros, la gente de Florencia le decía a Anna María –este era su nombre de pila– “come sei bella!”. Con razón también (7 marzo)

PERPETUA y FELICIDAD (s. III). Dos nombres que el martirio hermanó. Jurídicamente hablando, Perpetua era libre, Felicidad esclava. Pero ellas sabían que había una ley superior a las leyes de los hombres. Por eso, de la mano entraron en el anfiteatro de Cartago, sonrientes según un documento antiquísimo. Sonrisa y martirio, dos sustantivos que no se contraponen (7 marzo)

JUAN DE DIOS (s. XVI). Pastor, soldado, vendedor ambulante, librero... hasta que a los 44 años un sermón de san Juan de Avila, en Granada le conmovió tanto que lo tomaron por loco. Loco en Granada. Y a los locos se dedicó: practicó el auténtico psicoanálisis tres siglos antes que Freud (su amor le hizo descubrir lo que la ciencia ignoraba) (8 marzo)

HUMFRIDO (s. IX). Monje benedictino de Prüm. Obispo luego de Thérouanne. Cuando los normandos la invadieron «incansablemente reunió a su grey y la consoló». Patriota de la patria celestial, para que creciera en los hijos la esperanza, ordenó que se celebrara solemnísimamente la fiesta de la Asunción de María al cielo (8 marzo)

FRANCISCA ROMANA (s. XV). Es una de las patronas de los conductores (y ya es bueno que tengan varios). La causa por la que los conductores romanos –famosos por su anárquico estilo de conducir– la hayan escogido para tan difícil menester es porque fue una mujer fuerte pero al mismo tiempo muy atenta a todos, que gozaba de un especial privilegio: siempre sentía a su lado a su ángel de la guarda. Que falta le hacía por las dificultades por las que pasó (9 marzo)

PACIANO (s. IV). Antes de ser obispo, estuvo casado y tuvo al menos un hijo, Dextro, que según san Jerónimo estuvo bien situado en la sociedad. Le encantaba al obispo de Barcelona la parábola del hijo pródigo, y se la recordaba al novaciano Semproniano en las cartas que le escribió sobre la misericordia de Dios, que la Iglesia reparte a manos llenas (a los inmisericordes novacianos les venía el tic de su fundador que se enfrentó ya al papa Cornelio acusándolo de laxismo porque readmitía a los caídos [lapsi] a la comunión de la Iglesia, empeñado en evitar la contaminación a los puros [katharoi]. ¡Qué cosas!). Escribe Paciano aquella frase que le ha inmortalizado: «Mi nombre es “cristiano”, mi apellido “católico”. Con el nombre me llaman, el apellido demuestra cómo soy» (9 marzo)

SIMPLICIO (s. V). De Tivoli. Aunque su nombre suena a «sencillo, sin complicaciones ni dificultades», durante sus 15 años de servicio petrino le llovieron complicaciones y dificultades a granel. Primero desde el Este con el Henotikon (edicto del emperador Zenón, redactado por el patriarca de Constantinopla Acacio, con vistas a conseguir la unión entre las Iglesias de Antioquia y de Alejandría, que dejaba a un lado las precisiones cristológicas del concilio de Calcedonia, para contentar a los monofisitas [a muchos ahora les tiene sin cuidado que en Cristo haya una o dos naturalezas, ¡la ignorancia de los ignorantes!]).Y luego en Roma la devastación de muchas iglesias por Richimero (sólo se salvó la basílica de San Pedro) y cuatro años después la caída del Imperio de Occidente por obra del arriano Odoacro, rey de los Erulos. Los ricos-en-dificultades tienen un buen abogado a quien recurrir (10 marzo)

GORGONIO, MELITÓN y 38 COMPAÑEROS (s. IV).El emperador Licino, cuñado de Constantino, para vengarse de su pariente que se había hecho cristiano, descargó su enfado contra los cristianos de su jurisdicción. Concretamente con los de la legión X. E ideó un suplicio refinado. A los 40 soldados cristianos los hizo encerrar desnudos sobre la superficie de un estanque helado, en pleno invierno armenio. Una bañera con agua caliente esperaba a los que apostataran. Por la noche, el carcelero que los vigilaba, Gorgonio, tuvo una visión: vio a 39 ángeles que llevaban sendas coronas para los soldados. Se extrañó del número, ya que eran cuarenta los condenados. En ese momento, uno de los legionarios se acercaba a él para renegar de su fe y acceder al agua caliente. En ese instante, Gorgonio tuvo una idea luminosa: ocupar él el sitio del renegado y acompañar al resto de los mártires. Todos murieron aquella misma noche, menos el más joven, Melitón, que fue quemado vivo al día siguiente. «Los 40 mártires de Sagaste», constelación luminosa que siglo tras siglo ilumina la oscuridad de nuestra fe (10 marzo)

EULOGIO DE CÓRDOBA (s. IV). No sólo hablaba bien, también escribía, y mucho. Sus escritos: Memorial de los mártires, Documento martirial, Apologético y varias cartas figuran en el volumen CXV de la célebre Patrología latina de Migne. Se le considera el gran doctor de la Iglesia mozárabe. Nació en Córdoba a principios del 800, en tiempos difíciles para quienes vivían en una ciudad bajo el dominio musulmán. Solamente permitían ir a misa a los que pagaban un impuesto especial por cada vez que fueran al templo y castigaban con la muerte al que hablara en público de Jesucristo. Tuvo la suerte de aprender a rezar en casa. Cuentan que su abuelo Eulogio le enseñó a decir al dar las horas: «Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme». El famoso maestro Esperaindeo(con un nombre así ¿quién no iría a gusto a sus clases?) le enseñó a tener Esperanza, de la buena. Pablo Álvarez, su amigo y condiscípulo, que más tarde escribió su biografía, se hace lenguas de su trato amable, de su buen hablar, demostrando que le habían puesto el nombre adecuado. Decía misa en la iglesia de San Zoilo. Bibliófilo empedernido recorrió muchos monasterios de Navarra y Aragón, recogiendo manuscritos, con los que formó en Andalucía focos de saber. Cuando tenía 50 años se recrudeció la persecución. Para cerrarle la boca, le encarcelaron con su obispo. Siguió haciendo gala del nombre por escrito, con el Memorial de los mártires. En un paréntesis de bonanza le nombraron arzobispo de Toledo. Pero el emir no le dio permiso para desplazarse. Apresado nuevamente murió mártir el año 859. Coincidencia: eran las tres de la tarde (11 marzo)

SOFRONIO (s. VII). Buen nombre el que llevaba el nuevo patriarca de Jerusalén (634). (Los griegos llamaban "sofrosine" al dominio en general del espíritu sobre el cuerpo). Ilustre escritor eclesiástico dedicó la vida a dominar el error de los monotelitas, quienes, dando por supuesto [erróneamente] que en Cristo había una sola naturaleza, defendían que en Jesucristo, había una sola voluntad. ¿Dónde quedaba la libertad de Jesús? («Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa de amargura; pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú»). En esto andaba el patriarca cuando los de la Arabia Feliz invadieron la ciudad facilitándole el vuelo a la Jerusalén celestial. San Sofronio bien merecería figurar en la galería de los defensores de la libertad (11 marzo)

ELFEGO (s. X). Santo «vocacionero» por antonomasia. Unos le llamaban “el Viejo”; otros “el Calvo” (dicen que por la gran tonsura). Monje bueno a carta cabal, le dieron un gran disgusto cuando en 935 le hicieron obispo de Winchester. Convencido de que la puerta del cielo estaba en su monasterio, indujo a muchos a hacerse monjes, entre otros a su sobrino Dunstano y a su amigo Oswaldo. Tuvo la alegría de ordenarles sacerdotes, así como a Etevoldo. San Etevoldo le sucedió como obispo de Winchester. San Dunstano fue obispo de Canterbury. San Oswaldo fue obispo de Worcester. Constelación de santos benedictinos, buenos obispos (12 marzo)

LUIGI ORIONE (s. XX). «Solo la carità salverà il mondo. Tutto il Vangelo è qui: vedere e servire Cristo nell’uomo». El cuarto hijo de Carolina Feltri y Vittorio Orione, un empedrador de Pontecurone, con la fundación de la Pequeña Obra de la Divina Providencia demostró que «la divina providencia» no eran solo palabras. «Solo la caridad salvará el mundo». «La perfecta alegría está sólo en la entrega perfecta de sí a Dios y a los hombres, a todos los hombres». «Seule la charité sauvera le monde». «Su caridad iba más allá de los límites normales. Estaba convencido de que con el amor se podía conquistar el mundo entero» (Juan XXIII). «Somente a caridade salvará o mondo». «Padre de los pobres e insigne bienhechor de la humanidad dolorida y abandonada» (Pío XII). «Only charity will save the world». «No es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo», dijo el 9 de marzo de 1940, tres días antes de su muerte (12 marzo)

ANSOVINO (s. IX). Siempre que leo el 2 Libro de Samuel, al llegar al comienzo del capítulo 11 («En la época en que los reyes suelen ir a la guerra...», escrito como si tal cosa), pienso en San Ansovino. Nació en Camerino. Eremita en Castel Raimondo junto a Torcello. Le obligaron a ser obispo de su pueblo, porque no encontraron a alguien mejor. Aceptó, con una condición: no ir a la guerra. No está mal en la vida a veces poner condiciones (13 marzo)

EUFRASIA (s. V). Patrona o, mejor, abogada en favor de los frenéticos (los que padecen delirio, violenta exaltación y perturbación del ánimo). Bueno es saberlo a tiempo. No porque ella tuviera nada de violenta. Sino por el efecto «ex opere operato» de su nombre, que significa: alegría, gozo. Hija de san Antígono y santa Eufrasia nobles de Constantinopla (los que lo son se enteran luego de que son santos). Al morir su padre –ella tenía cinco años–, el emperador Teodosio la propuso por esposa del hijo de un senador. Pero la madre y la hija declinaron el ofrecimiento, marchándose a Egipto. «Fuga mundi», se llamaba eso en cristiano, para hacerse monja la madre, primero, y con el tiempo, la hija. Antes de profesar, sin embargo, (hoy diríamos que para no declarar a Hacienda) regaló a los pobres todos sus bienes, que eran muchos. Y en el convento ya en vida (cuando cumplió los 30 se marchó a hacer compañía a sus padres y a recoger allá Arriba el 100% de los réditos de aquellos bienes muebles e inmuebles) regaba milagros pequeños que a nadie dan nada que hablar (13 marzo)

MATILDE (s. X). Acertaron con el nombre que le pusieron, Machthild significa «valiente en la batalla», porque lo fue. Templando nervios y pasiones. Casada con un duque, que con el tiempo fue rey, Enrique I, batalló maternalmente para que los hijos (el emperador Otón I y Enrique duque de Baviera) hicieran las paces. Lo consiguió. (Con razón es la patrona de las bordadoras). Manirrota con los necesitados, dejó la corte, y en vez de ir a vivir con su hijo Bruno, arzobispo de Colonia, se retiró a un monasterio. Murió en 968 (14 marzo)

EVA DE LIÈGE (s. XIII). De Lieja. Allí vivió Eva la cisterciense «conspirando» (no en la tercera acepción: unirse contra un particular para hacerle daño; ni en la segunda: unirse algunos contra su superior; sino en la primera: convocar, llamar alguien a su favor) con su priora santa Juliana de Cornillon, para conseguir que el papa Urbano IV instituyese la fiesta litúrgica del Corpus Christi. Y lo consiguió. Cuando canto el «Adoro te devote» recuerdo agradecido a Santo Tomás de Aquino, sus versos me ayudan a sentir lo que mis labios pronuncian, pero no olvido a la conspiradora que desde Lieja le ayudó a inspirarse (14 marzo)

MADRONA (s. X). Dicen que era una criada de unos judíos en Tesalónica. Dicen que fue apaleada hasta morir. Dicen que su cuerpo fue abandonado en una barca y así llegó hasta Barcelona. Los marineros del Mediterráneo la hicieron su patrona (15 marzo)

SISEBUTO (s. XI). No, no es el que sale en la lista aquella de los reyes godos:...Recaredo, Liuva II, Viterico, Gundemaro, Sisebuto, Recaredo II, Suintila, Sisenando..., sino el santo abad de Cardeña que enseñó a leer la Palabra a sus monjes y ayudó a buscar la paz a cientos y cientos de peleones coterráneos contemporáneos. Lo de «porta patet, cor autem magis» (la puerta está abierta, pero más el corazón) era mucho más que un frío lema esculpido en letra gótica en el muro del monasterio, según comprobó Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid campeador, camino del destierro (15 marzo)

LUISA DE MARILLAC (s. XVII). Aristócrata, viuda a los doce años de casada, con la ayuda de Vicente de Paúl, consiguió que un grupo de señoras de la aristocracia leyeran despacio el capítulo 25 del evangelio de Mateo: «Cuando venga el Hijo del hombre... dirá: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me alojasteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y fuisteis a verme...». Murió a los 71 años diciendo a sus hijas, las hermanas de la caridad: «Servid a los pobres, atendedles que son Cristo entre nosotros» (15 marzo)

RAIMUNDO DE FITERO (s. XII). «En las costumbres compuesto, en el hablar parco, en las palabras grave, en las acciones modesto. Con los mayores reverente, con los iguales benévolo, con los inferiores apacible». Nacido en Tarazona, canónigo de su ciudad, entró en los cistercienses de Nienzebas. Al morir el abad Durando, le sucede en el cargo. Viendo que el paraje donde estaba el monasterio no satisfacía del todo a los monjes, se trasladan a Fitero. Y su vida hubiese discurrido tranquilamente allí, de no ser el empecinamiento de los moros en reconquistar la plaza de Calatrava, que los templarios habían abandonado. El rey Sancho pide ayuda a sus caballeros. No encuentra respuesta. En esto llegan a la corte el abad Raimundo y el monje Diego Velázquez, antiguo capitán del ejército, para recabar del rey la aprobación de unos privilegios para el monasterio de Fitero. Velázquez sugiere al abad la posibilidad de echar una mano al rey para lo de Calatrava. El rey sonríe, ¡unos monjes que lo único que podían saber era cantar! La noticia del ofrecimiento corre de boca en boca. «Los cortesanos la comentan desfavorablemente, burlándose de la quijotesca aventura». Tenían razón. El rey, dándola por perdida, formaliza la escritura de entrega de la plaza de Calatrava a favor de los monjes. Papel mojado, piensa. Al regresar a Fitero, Raimundo se lanza a predicar una especie de cruzada, Diego a formar luchadores. Reúnen veinte mil, que van a Calatrava. Los moros asustados desisten del plan. Raimundo para asegurar el futuro funda en 1158 una orden de monjes guerreros o de guerreros monjes: la Orden militar de Calatrava. «Monjes de cuerpo entero, soldados de pelo en pecho». El abad Raimundo nunca oyó hablar de «los signos de los tiempos», pero los supo ver y escuchar. Tampoco sabía que «La vocación es como un itinerario con señales de pista. Cada señal lleva a la señal siguiente sin saber el término definitivo. Más que un conocimiento del futuro es una correspondencia amorosa». Pero la puso por obra. Moría en Ciruelos, junto a Toledo, el 15 de marzo ahora hace 840 años. Siglos después la Orden militar de Calatrava desapareció. También el maná desapareció para los israelitas tras el paso por el desierto. Somos contingentes. Sólo Dios en el Ser Necesario, pero necesita de nuestras manos en la historia de los hombres que es historia de salvación. San Raimundo de Fitero, alcánzanos del Señor, la finura de oído hoy y aquí. Amén (15 marzo)

ABRAHÁN (s. IV).«Los ídolos derrúmbanse, Abrahán sonríe». No el Abrahán grande, el que creyó contra toda esperanza, sino un Abrahán más pequeño, más del Ordinario (En el lenguaje eclesiástico se llama “Ordinario” al obispo diocesano). Su larga vida se resume en pocas palabras: Fue un hombre solitario que sólo abandonó su retiro (por orden del obispo Lampsaco, que tenía que ser un Demóstenes para conseguir convencer a quien había huido del mundo) para dedicarse a predicar el Evangelio y que, tras los tres años que tardó en convencer a los paganos que derribaran los ídolos, regresó a la soledad sonora sonriente por el «gaudium de re impleta» (16 marzo)

PATRICIO (s. V). El apóstol de Irlanda llegó allí a los 16 años, como prisionero. A las 22 se fugó al Continente. A los 42, regresó a Irlanda para recorrer la isla de punta a cabo, enseñando, construyendo iglesias, escuelas y monasterios, organizando la jerarquía en Armagh. Dicen que rezaba: «Cristo conmigo, Cristo dentro de mí, Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda, Cristo en mi casa, Cristo en la calle, Cristo en el camino, Cristo en mi puesto de trabajo, Cristo en todos los ojos que me ven, Cristo en todos los oídos que me escuchan, Cristo en la boca de todo hombre que me habla, Cristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí, Cristo conmigo y yo con Cristo siempre y en todas partes. Amén» (17 marzo)

JUAN SARKANDER (1576-1620). Mártir del sacramento de la penitencia, del secreto de la confesión. Nacido en la Silesia austriaca, párroco de Holleschau en Moravia, consiguió que muchos husitas volvieran a la fe católica (los seguidores del Jan Hus, achicaban rabiosamente el perímetro de la Iglesia). Los «achicantes» le acusaron falsamente de conspirador, ordenándole que revelara lo oído en la confesión del barón de Moravia. Al rehusar fue cruelmente torturado, muriendo en la prisión a los pocos días (17 marzo)

CIRILO DE JERUSALÉN (s. IV). De Jerusalén, porque allí nació, y para distinguirlo del de Alejandría. De los 36 años que fue patriarca de Jerusalén, la mitad los pasó en el exilio. Los arrianos se la tenían jugada, pese a no emplear él nunca por delicadeza la palabra «homooúsios». Muy leídas en aquellos tiempos sus famosísimas catequesis. Las 19 primeras dirigidas a los «photizómenoi» (los iluminados, los que se bautizarían en la próxima pascua), en las que explica con todo detalle el Credo. Las 5 últimas (llamadas «mistagógicas»: de iniciación en los misterios) sobre el bautismo, la confirmación, la eucaristía y la liturgia de la misa. (Por la disciplina del arcano en los primeros siglos del cristianismo se prohibía hablar de los misterios cristianos a los no iniciados). ¿Por qué no leerlas ahora los oficialmente iniciados como si fuésemos unos «photizómenoi»? ¡Qué bien nos vendrían, para no parecer y ser unos ignorantes! (18 marzo)

SALVADOR DE HORTA (s. XVI). «Humilde instrumento de Cristo para la salud del cuerpo y del alma». Hijo de labradores, desde pequeño mientras cuidaba ovejas «rezaba con costumbre de olvido ya». Luego en Barcelona se especializó en el oficio de zapatero. Lo hacía tan bien y el negocio iba tan viento en popa, que decidió ganar menos. ¿Dónde mejor que entre los hijos de san Francisco? Y franciscano se hizo a los 20 años, sin sueldo. Pero siguió haciendo el bien: abría y cerraba la puerta del convento sin hacer ruido, sonriendo; repartía limosnas y bendecía a Dios y a sus hijos. Cuentan que su simple bendición sobre los enfermos tenía la virtud de curarlos. Murió lejos de su Gerona natal, en Cerdeña, cuando la primavera llamaba a la puerta del convento (18 marzo)

 

 

JOSÉ

Si Dios le llamaba padre, ¿cómo le llamaría en casa María? Modelo de santidad modesta, escondida, sencilla. Hizo lo que quizá es más difícil: saber acompañar sin hacerse notar. Pero es evidente que la Palabra pronunciaba las palabras con el mismo tono de voz que el padre que le enseñó a decir Padre (19 marzo)

ARQUIPO (s. I). Pablo lo llama «compañero nuestro de lucha» (Flm 2); cuando escribe a los de Colosas encarga le digan «que atienda y desempeñe con esmero el ministerio que ha recibido del Señor» (Col 4,17). ¿Sólo? Más que suficiente para imaginar al luchador de Colosas por el que rogaba sin cesar el Apóstol, al tener noticia de su fe en Cristo Jesús y de su amor para con todos los creyentes, desde el día que conoció y experimentó la gracia de Dios en toda su verdad. Yo me encomiendo a él, porque quiero parecérmele (20 marzo)

MARTÍN DUMIENSE (s. VI). Muy devoto de su paisano san Martín de Tours –el que entregó la mitad de su capa a un mendigo que resultó ser el Señor– su vida queda reflejada en el epitafio que el fundador del monasterio de Dumio y obispo de Braga dejó escrito: «Nacido en Panonia (Hungría), atravesando los anchos mares y movido de impulso divino, llegué a esta tierra gallega, que me acogió en su seno. Fui consagrado en esta iglesia tuya, oh glorioso san Martín, restauré la religión y las cosas sagradas y, habiéndome esforzado en seguir tus huellas, yo, tu servidor Martín, que tengo tu nombre, pero no tus méritos, descanso aquí en la paz de Cristo». Era el año 580 (20 marzo)

NICOLÁS DE FLUE (s. XV). Nació cerca de Sachseln, en el cantón suizo de Obwalden. Tras una juventud admirablemente ejemplar («casto, bueno, virtuoso, piadoso y sincero») tuvo diez hijos. Al fallecer su esposa, a los cincuenta años se retiró a la ermita de Ranft, viviendo en soledad, en oración profunda y ayuno. Decían que su único alimento era la eucaristía. Veía el mundo «desde el ojo del Credo». Abandonó el retiro para con su autoridad moral pacificar a su pueblo. Auténtico «Padre de la patria», fue el fundador de la Confederación helvética». «Nicolás de Flue encarna, con una plenitud admirable, la unión de la libertad terrestre y de la libertad del cielo» [Pío XII] (21 marzo)

ALFONSO DE ROJAS (s. XVIII). Los acurienses o corianos no sólo están orgullosos por la producción de algodón, tabaco y hortalizas del valle del Alagón, por haber sido la capital de los antiguos vetones, tener catedral y obispo mucho antes que Cáceres, sino por este humilde franciscano, que antes fue profesor de Salamanca, tutor de un joven duque y canónigo de Coria (21 marzo)

BASILIO (s. IV). No Basilio el grande, sino el que podríamos apodar «el salmista». Sacerdote, que cuando Juliano el Apóstata restauró el culto a los dioses paganos, siguió rezando en público el salmo 115: «Nuestro Dios está en el cielo. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas: tienen boca, y no hablan; tienen ojos, y no ven; tienen orejas y no oyen; tienen nariz, y no huelen; tienen manos, y no tocan; tienen pies, y no andan; no tiene voz su garganta. Sean como ellos, los que confían en ellos». Como tenía buena voz despertaba el alma dormida de los feligreses cobardes. Decían que querían dormir... tranquilos. Por lo que eliminaron al despertador. Buen modelo para que cuando rezamos los salmos lo hagamos despiertos y despertemos la fe de los hermanos (22 marzo)

TORIBIO DE MOGROVEJO (s. XVI). Estudio derecho en Salamanca y no se quedó anclado en lo que decían las leyes. Arzobispo de Lima, fundó el primer seminario de América en 1591. Para poder predicar a los indios en su lengua nativa, aprendió el quechua, el guajivo, el guayoga, el tuncha. Efectuó cuatro veces la visita al extenso territorio de su diócesis. A los 68 años, la muerte le sorprendió oyendo a los sufridos indígenas que le hablaban del dolor deDios (23 marzo)

JOSÉ ORIOL (1650-1702). Mote: «Sobrenombre que se da a una persona por una cualidad o condición suya, apodo». El de san José Oriol fue: «El doctor pan y agua». Era doctor efectivamente. Y durante 27 años sólo se alimentó de pan y de agua. Monaguillo cuando niño en la iglesia de Santa María del Mar en Barcelona. Sacerdote a los 26 años, con el cargo de beneficiado en la parroquia de Santa Maria del Pi hizo el bien siempre: enseñaba el Camino, repartía el Pan, pacificaba. Murió, mientras la escolanía cantaba a media voz: Christe, cum sit hinc exire, da per Matrem me venire ad palmam victoriae (Oh Cristo, cuando haya de irme, concédeme que tu Madre me guíe a recibir la palma de la victoria) (23 marzo)

CATALINA DE SUECIA (s. XIV). Cuarta hija de santa Brígida, la casaron con un inválido, Egard von Kyren, al que amó con alquitarado amor. Acompañó a su madre en peregrinación a Jerusalén. De regreso, murió santa Brígida en Roma. Tras quedar viuda, ingresó la peregrina Catalina en el monasterio de Vadstena, para seguir ascendiendo por la escala espiritual. Pronto la eligieron abadesa. Como le importaba poco ponerse en camino, dos veces regresó a Roma: para conseguir la aprobación pontificia de la Orden de San Salvador; para promover la canonización de su madre. Hija santa de una madre santa (24 marzo)

 

 

LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR

Mediodía. Veo abierta la iglesia. Entro. Madre de Jesucristo, no vengo a rezar. No tengo nada que ofrecerte, nada que dar. Vengo solamente, Madre, a mirarte. Mirarte, llorar de felicidad, sabiendo que soy tu hijo y que tú está ahí, durante un instante, convertido en eternidad (25 marzo).

DIMAS (s. I). Es el santo más «seguro» de todos porque es el único que ha sido canonizado por el mismo Dios: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Él –condenado merecidamente, según confesión propia– sólo había pedido: «Acuérdate de mí». El buen ladrón es un extraño santo, como extraño es nuestro Dios, Jesucristo (25 marzo)

LUDGERO (s. IX). Fue uno de los que completaron la obra misional de San Bonifacio. Educado en un monasterio de Utrecht, pasó cuatro años en la escuela inglesa de York, ilustre por las enseñanzas de Alcuino. Luego volvió a su tierra y comenzó a predicar el evangelio. Cuando la rebelión de Widukind amenazó sus misiones (Carlomagno siempre andaba con prisas. En el año 776, durante una expedición a la Germania transrenana, el emperador –contra lo que le aconsejaba Ludgero– ordena sean bautizados todos los soldados vencidos. Como si la fe pudiera imponerse), se retiró, con su hermano Hildegrin, algún tiempo en Montecassino (¿captaron los benedictinos que acogían a dos santos?; probablemente porque San Benito les enseñó que quien acoge a un huésped acoge a Cristo), hasta que el Emperador, convencido de que la fe no se impone sino que se propone, le encargó la evangelización de los cinco cantones orientales de Frisia. Pasó luego a Fositeland donde fundó numerosas iglesias. Estando en Münster fue, a pesar suyo, consagrado obispo. Desde entonces redujo su actividad apostólica a la provincia de Westfalia. El último día de su vida, en 809, predicó dos sermones y celebró la misa (26 marzo)

FRANCISCO FAÁ DI BRUNO (s. XIX). Coetáneo y amigo de san Juan Bosco. Sus padres (Luis –marqués de Bruno, conde de Corentino, señor de Fontaille– y Carolina Sappa de Milanesi) le nacieron en Alessandria. A los 24 años es capitán del Estado Mayor del rey Víctor Manuel II, que le nombra preceptor de matemáticas de sus hijos. Licenciado en Ciencias por Turín, Doctor en Matemáticas y Astronomía por la Sorbona. Inventa un escritorio para ciegos. Da cursos de análisis matemáticos y astronómicos. Funda en 1859 la Pía Obra de Santa Zita a favor de la mujer (muchachas de servicio desocupadas, expulsadas, enfermas, ancianas). En 1862, el Pensionado-hospicio para mujeres ancianas e inválidas y una Residencia para sacerdotes ancianos. Una biblioteca mutua ambulante, en 1863. Una escuela en 1864, para impartir cursos trienales de economía doméstica. En 1866, la Escuela de alumnas maestras e institutrices. Y en 1868 decide fundar una congregación femenina: las Mínimas de Nuestra Señora del Refugio, para dar continuidad a aquel derroche de filantropía («Nada es posible sin los hombres; nada perdura sin las instituciones» dirá años más tarde Jean Monnet). Ordenado sacerdote en 1876 por decisión explícita y tajante del papa Pío IX, aún le queda tiempo para inventar y fabricar un «despertador eléctrico» (por la cuenta que le tenía) y comprar un castillo para una escuela y un centro de formación para la instrucción profesional de las jóvenes del Piamonte. Le quedó tiempo para morir antes de cumplir 63 años. (Consuela saber que tuvo dificultades con su obispo Gastaldi, igual que las tuvo san Juan Bosco. Porque el obispo entendía de normas y reglamentos y no alcanzaba a ver los horizontes de futuro de aquellos súbditos inquietos. En plena tormenta escribió a su brazo derecho: «Ir contra el arzobispo ¡nunca! Ni queriendo podría, ni pudiendo querría. Puedo balar como oveja, pero siempre estaré unido a mi pastor»). Parece que su ángel de la guarda cuando llegaron al cielo pidió un año sabático para reponerse del ajetreo agotador acumulado en este valle de lágrimas al lado del hijo de marqués de Bruno y de la noble señora Catalina Sappa de Milanesi, que por cierto llevaba casi 54 años celestiales inquieta por la salud del duodécimo de sus hijos, llamado Francisco (27 marzo)

GUNDELINA (s. VIII). Gundelinda o Gwendoline, a gusto del consumidor. Fue sobrina de santa Odilia, abadesa de Hohenburg y Niedermünster. A la que sucedió como abadesa. No por nepotismo, sino porque todas las monjas del monasterio decían que se parecía a santa Escolástica, le hermana de san Benito. Cosas de familia, por la gracia de Dios (28 de marzo)

JONÁS (s. IV).La figura del profeta Jonás, el fugitivo, es tan conocida, que oscurece el recuerdo del mártir Jonás. Un santo urgentemente imitable. El Jonás persa vivía en un monasterio, cuando se desencadenó una terrible persecución contra los cristianos, atizada por el desabrido rey Sapor. Al enterarse Jonás convenció a su hermano Baraquicio para dejar la contemplación y pasar a la acción de ir a alentar y a animar a los cristianos encarcelados para que perseveraran en la fe. Lo consiguieron, nadie flaqueó. Tampoco ellos cuando, en vez de devolverles al monasterio, los enfurecidos perseguidores les facilitaron la entrada en la Patria.San Jonás, San Baraquicio, rogad al Señor para que también nosotros animemos a los desanimados y no nos desanimemos pese a los tiempos recios que nos ha tocado vivir. Amén (29 marzo)

JUAN CLÍMACO (s. VII). Le apodaron «Clímaco» (el de la escalera) desde que escribió, fruto de su larga experiencia, la «Scala Paradisi», guía de treinta escalones para recorrer el camino interior hacia Dios. Antes le llamaban «El Escolástico», porque previamente a su ingreso en elmonasterio de Santa Catalina, había recibido una importante formación en las ciencias seculares. El Monte Sinaí, de moda en aquel tiempo, se encontraba lleno de monjes que vivían en monasterios y cuevas, siguiendo la regla de san Basilio. Él lo escogió «pretendiendo con esto que hasta el mismo nombre y condición del lugar visible despertase su corazón, llevase sus ojos a la contemplación del Dios invisible y le convidase a ir hacia él», según cuenta el monje Daniel su biógrafo. Sabemos que tuvo por maestro al abad Martirio, durante quince años; y que su primer discípulo se llamaba Moisés. Había recibido el «don de lágrimas», cosa muy higiénica. Solía apartarse a un«refugio secreto, una cueva en la ladera de una montaña, donde nadie lo podía ver u oír, y allí elevaba su voz al cielo con tan grandes gemidos, suspiros y clamores como quien recibiera el cauterio del fuego y otras curas del mismo estilo». Siendo «el de la escalera» muy mayor, los monjes del Sinaí le solicitaron que tomara a su cargo el monasterio. Él se resistió, pero era tal la determinación de los monjes que tuvo que ceder. Sin embargo, cuando sintió que su muerte se acercaba, prudentemente dejó el cargo de abad a su hermano Jorge y volvió a la vida solitaria hasta el día en que por fin logró subir de un brinco al Paraíso (30 marzo)

AMÓS (s. VIII a.C.). Pastor judío que un día –un día de eclipse solar, seguramente el 15 de junio del 763 antes de Cristo– se hartó de la opresión de los poderosos sobre los pobres y se convirtió en valiente profeta del Señor y defensor de su justicia (que es la de los pobres). En una palabra: un revolucionario (31 marzo)

 
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Cuando la hoja vocacional salía impresa mes tras mes, publiqué repetidas veces mini-hagiografías con sabor vocacional: «Estos hicieron tanto por salvarse, ¿y tú qué haces?» I y II (302. 304-305); «¿Por qué no con el tiempo?» (327); «¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco?» (385-387). / De 2001 a 2003 colaboré en la revista «El Reino» con una sección titulada «El rostro de los santos». / Mientras se publicó la agenda bíblico-litúrgica «Phase», Joaquín Gomis y yo, algunos años, ilustrábamos los domingos con un boceto de gente buena. / Aquí van ahora diversas mini —y a veces no tan mini— hagiografías de marzo, con la esperanza de que leyéndolas el lector sonría, descubra la voluntad de Dios, y una estrella ilumine los ojos de su corazón. — JORGE SANS VILA