CECILIO (s. I). Y, con él, Torcuato, Tesifonte, Indalecio, Segundo, Eufrasio, y Hesiquio, los llamados «varones apostólicos», enviados por los apóstoles a España para proclamar la buena noticia de Jesús. Los historiadores buscan sus huellas «históricas». No las encuentran. ¿Para qué si podemos llamar a Dios Padre con melodía mozárabe, saborear el Vino y el Pan que ellos nos enseñaron a partir, mirar las estrellas del cielo en Granada con el estupor de quienes suspiraban por el Infinito? San Cecilio, ruega por nosotros. San Torcuato, San Tesifonte, San Indalecio, San Segundo, San Eufrasio, San Hesiquio, rogad por nosotros (1 febrero)

REGINALDO DE ORLEANS (1183-1220). De él escribió el beato Jordán de Sajonia: «Su elocuencia era ardorosa, y su palabra, cual antorcha ardiente, inflamaba a quienes le oían. Por endurecido que tuviera el corazón, nadie podía resistir el fuego de aquel nuevo Elías». Maestro de Derecho en la universidad de París, en el año 1218, camino de Tierra Santa, de paso por Roma, quedó cautivado por Domingo de Guzmán, que acababa de fundar la orden dominicana. Y dominico se hizo al instante. (Contaban que enfermó en Roma, y milagrosamente le curó la Virgen del Rosario. Puede). Antes de que terminara el año, Santo Domingo le mandó a Bolonia, para que reavivara la fe de los que estudiando Derecho caminaban torcidos. Y un año después le envió a Paris para que cual otro Javier diera voces, como hombre que tiene perdido el juicio, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡Cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! Su temprana muerte causó una enorme pena a Domingo, atemperada al enterarse de que había muerto con una sonrisa en los labios, diciendo lo feliz que se sentía por haber abrazado la pobreza de los apóstoles (1 febrero)

PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (s. I). En el templo entra María más que nunca pura y blanca, luces del mármol arranca, reflejos al oro envía. / Va el Cordero entre la nieve, la Virgen nevando al Niño, nevando a puro cariño este blanco vellón leve. / Las dos tórtolas que ofrece ya vuelan y ya se posan. Ana y Simón rebosan gozo del tiempo que crece, que estalla, que está; no hubo quien, viendo al blanco alhelí, dijera –por ti, por mí– que al hielo esta noche estuvo. / Ya ha cesado la nevada; y el Niño, tan blanco, blanco, oye que va a ser el blanco de contradicción, la espada, ay, para su Madre, y mueve hacia ella sus ojuelos, regalando desconsuelos, como si él no fuera nieve [Gerardo Diego] (2 febrero)

ANDREA CARLO FERRARI (1850-1921). A muchos el apellido Ferrari les suena sólo a marca de coches. A mí, desde que era seminarista, a hombre de Dios. El hijo mayor de José y Magdalena entró en el seminario de Parma a los 11 años. Sacerdote a los 23. Inmediatamente párroco, profesor de Física y Matemáticas. Rector del Seminario a los 27. A los 40, obispo de Guastella; de Como, a los 41. De improviso, en mayo de 1894, con sólo 44 años, cardenal arzobispo de Milán. 27 años pastoreando como Dios manda la sede de San Carlos Borromeo. Trabajó para que la «Rerum novarum de León XIII fuera algo más que letra. Sembró la semilla de la Universidad Católica de Milán. Se conservan unos 20.000 documentos escritos de su puño y letra. Al beatificarlo en 1987 Juan Pablo II dijo de él cosas muy hermosas. Pero eché de menos una alusión a la noche oscura del santo Cardenal Ferrari. [«Fu un pastore molto attivo; ma talvolta la sua opera e i suoi scritti suscitarono contrasti e richiami. Nel 1911 dovette affrontare prima una visita canonica e poi anche la sospensione della parola perché, in alcuni ambienti più conservatori, era ritenuto vicino alle idee moderniste. In quel periodo, dato che Pio X era «blindato» da una segreteria che non permetteva contatti e tanto meno dialogo, si chiuse in silenzio e in preghiera. Tra lui e il papa san Pio X era venuta a formarsi una cortina fumogena di malintesi, di dubbi, di sospetti, che altri, all'insaputa dei due santi, in nome di una miope intransigenza e con disinvoltura poco scrupolosa, avevano reso più densa e più cupa. Così avvenne che il santo cardinale ebbe molto da soffrire non solo per la Chiesa, ma dalla Chiesa e precisamente dal papa san Pio X. Al papa pareva non solo che l'arcivescovo di Milano fosse troppo tiepido nella lotta contro il modernismo e troppo remissivo verso i modernisti, ma che talvolta rasentasse la slealtà. Il peggio si è che i sentimenti del papa trapelavano e di bocca in bocca giungevano a Milano, e taluni del clero e del laicato, per dimostrarsi amanti del papa, ritiravano il cuore e la stima dal loro arcivescovo». Menos mal que «in seguito il nuovo papa, Benedetto XV, ebbe parole di attenzione e di forte ammirazione per questo cardinale che nella realtà del lavoro quotidiano sapeva esprimersi con il carisma di una fede indiscussa e di una grande spiritualità»]. La vida de los santos, historia sagrada... maestra de la vida (2 febrero)

BLAS (+ 320). Muchos invocan al mártir obispo de Sebaste contra el dolor de garganta, porque cuentan que con una bendición curó a un chiquillo que se ahogaba por haberse tragado una espina. De hecho es uno de los 14 «santos auxiliadores» que desde el siglo XIV son conocidos por la eficacia de su intercesión contra varias enfermedades. Pero su protección es mucho más amplia. Le invocan los predicadores a tenor de lo que escribe Bessière: «Qué respeto por los secretos del mundo en la frase: «Muchas cosas son demasiado delicadas para ser pensadas, cuánto más para ser expresadas». Siento, sé, por íntima experiencia, que es así. Navegamos en lo indecible. Pero si el alma se vuelve hacia Dios, si se quieren pronunciar palabras sobre él, la frase se hace más ardiente todavía. Sin embargo, ¡qué diluvio de palabras desde hace milenios! Soy de los que hablan de Dios. Desde hace treinta años, el silencio me agarrota la garganta. Toda palabra nace, pobremente, de este silencio» (3 febrero)

ÓSCAR (+ 865). No sólo los daneses, muchos predicadores le tienen gran devoción. Anscario u Oscar se llamaba el buen monje francés que el año 826 marchó a Dinamarca a predicar la fe cristiana, «pero con poco fruto». En Suecia las cosas le fueron mejor. Obispo de Hamburgo, tuvo que enfrentarse con serias dificultades en su obra evangelizadora, pero «las afrontó con fortaleza de ánimo». Santo que nos sirve de modelo, aunque vivamos más al Sur (3 febrero)

AVENTINO (+ 538). No la primera de las siete colinas sobre la que se fue construyendo la antigua Roma (Aventino, Capitolino, Celio, Esquilino, Palatino, Quirinal y Viminal) sino San Aventino I y San Aventino II. Porque ahorrativamente hoy celebramos la memoria de San Aventino de Chartres y San Aventino de Troyes. Contemporáneos ambos. Sin menospreciar al I (¡ha habido tantos obispos santos!) mi corazón se inclina por el segundo. De joven quería ver de cerca a un santo y... lo consiguió: vivió en la casa del obispo San Lupo de Troyes, siendo su «alter ego» en los milagros pequeños que a nadie dan nada que hablar (¿fámulo?, ¿administrador?, ¿acólito?, ¿rescatador de cautivos?; de todo un poco). Al morir San Lupo (+ 478), pese a que el nuevo obispo San Cameliano le pidió que no se marchara y siguiera haciendo de limosnero, como estaba harto de que le llamaran «santo», prefirió la vida eremítica cerca de Troyes. Cuentan que pasados los años San Cameliano le convenció que por lo menos dijese misa a los lugareños. No fue capaz de negarse. Ordenado sacerdote, repartió el Pan hasta el día de su muerte, un 4 de febrero de 538 (4 febrero)

RABANO MAURO (780-856). Cuando mis amigos me preguntan por qué últimamente me ha dado por los santos, les digo que «por urbanidad». Así como los turistas antes de viajar estudian el país al que piensan acercarse, yo trato de conocer mejor a los santos con los que voy a convivir en la Urbs Sancta, la Patria. Y disfruto sacándoles del anonimato en el que bastantes vivían para mí. Me acaba de pasar con San Rabano. De cuando estudié filosofía y teología, su nombre me sonaba a pensador ilustre, aunque acentuaba mal su nombre esdrujeándolo (como si fuese sinónimo de una planta herbácea de la familia de las crucíferas, con tallo ramoso y velludo de seis a ocho decímetros de altura; hojas ásperas, grandes, partidas en lóbulos dentados las radicales y casi enteras las superiores, y raíz carnosa, casi redonda, de sabor picante... que suele comerse como entremés). Qué alegría saber que San Rabáno entró en los benedictinos de Fulda de niño, y en el monasterio vivió casi toda su vida. Que el gran Alcuino, su maestro, le puso el sobrenombre de «Mauro», en recuerdo del discípulo predilecto de San Benito. Que poco después de ordenarse sacerdote, le hicieron abad, y lo fue 20 años, casi hasta el 847 en que, contra su voluntad, le eligieron obispo de su ciudad, Maguncia. Nueve años de pastor, buen pastor, en los que añoraba sus clases y sus publicaciones. De hecho, su fama va unida a una vastísima producción literaria como teólogo, como comentarista de la Sagrada Escritura, como poeta. Con curiosidades tan curiosas como que él fue el que compuso el «Veni, creator spiritus» (y yo cantándolo sin enterarme). Que Gustav Mahler basó su colosal Octava sinfonía en él. Que Philip Bouwsma al crear una fuente tipográfica, un tipo de letra que imita la escritura carolingia, en su honor la bautizó «Hrabanus». «Praeceptor Germaniae» le llamaron, y lo fue de una larga letanía de pensadores. Y mío, enseñándome a invocar al Espíritu Santo. Se lo diré, cuando le vea (4 febrero)

ÁGUEDA (+ 251). Durante siglos cada día el sacerdote la mentaba en la misa, cuando después de la consagración recurría a la intercesión de siete mujeres mártires: Felicidad y Perpetua, Águeda, Lucía, Inés, Cecilia, Anastasia, cuyos nombres ya eran un regalo de felicidad sin término, de bondad, de luz, de pureza, de melodía, de resurrección... «Águeda, buena de nombre y buena por sus hechos. Águeda, cuyo nombre indica de antemano la bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su nombre; Águeda, cuyo sólo nombre es un estímulo para que todos acudamos a ella como trasunto de la bondad de Dios» predicaba san Metodio de Sicilia. ¡Qué piropo tan bueno poder decirle a una cristiana: «Eres una Águeda»! (5 febrero)

FELIPE DE JESÚS (1572-1597) «De Jesús», luego. Antes le hubiese cuadrado mejor «De Azogue». Nació en México, de padres españoles acaudalados. La pobreza de los ricos: «Mimar es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada obligado». Desesperada su ama repetía: «Antes reverdecerá la higuera del jardín que Felipe llegue a santo». Entró en los franciscanos de Puebla, pero pronto se cansó. Su padre lo envió a las Islas Filipinas a hacer plata. En Manila, como otro hijo pródigo, tuvo tiempo para pensar y regresar al hogar de San Francisco, esta vez de veras. A Felipe de las Casas empezaron a llamarle Felipe de Jesús. Tras los estudios de teología regresaba a México para ser ordenado sacerdote, cuando la embarcación encalló en las costas de Japón. Con su compañero Pedro Bautista Blázquez fueron encarcelados y condenados a morir en cruz, en la colina de Nagasaki. Atravesado por dos lanzas, «Jesús, Jesús, Jesús» fueron sus últimas palabras. Cuentan que la vieja y seca higuera del jardín de la casa de sus padres reverdeció y dio fruto (5 febrero)

PABLO MIKI y COMPAÑEROS (+ 1597). Cuatro siglos antes de la bomba atómica, pero en la misma Nagasaki, veintiséis cristianos fueron crucificados como antes lo había sido Jesús, ellos por decir que creían que el Hijo de María era Dios. Pablo Miki, Juan Soan de Goto y Jacobo Kisai, jesuitas; 6 franciscanos: Pedro Bautista Blázquez, Martín de las Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, Francisco de San Miguel de la Parrilla, españoles los cuatro; Felipe de Jesús de Las Casas, mexicano lindo; Gonzalo García indio de la India; y 17 laicos japoneses, entre ellos Luis y Antonio, chiquillos de 11 y 13 años. Sus apellidos suenan a música celestial: Karasuma, Sukejiro, Takeya, Ibaraki, Dangi, Suzuki(!), Kozaki, Kinuya, Meako, Sakakibara... (6 febrero)

VEDASTO (+ 540). Nació en Perigueux. Cuando Clodoveo I quiso recibir el bautismo pidió a Vedaste que le instruyese. Catequizado y catequista fueron a Reims, donde San Remigio bautizó al rey en el año 496. Durante toda la vida Clodoveo y su mujer Santa Clotilde conservaron la amistad con el catequista, al que cuatro años después, en el año 500, San Remigio consagró obispo de Arras. Cuarenta años de Buen Pastor. Un detalle: cuando el Martirologio habla de San Vigor, sólo dice: «Vigor, obispo de Bayeux, que fue discípulo de San Vedasto». ¡Qué elogio! (6 febrero)

MATEO CORREA MAGALLANES (1886-1927). Nació en Tepechitlán. Ordenado sacerdote el 20 de agosto de 1893, cantó su primera misa en la parroquia de Fresnillo el 1 de septiembre. Párroco de Valparaíso, Zacatecas, desde 1926. He aquí una página que de estar escrita en latín bien podría figurar en unas Actas martiriales del siglo III: «El domingo 30 de enero de 1927, un señor rogó al Sr. Cura Correa que fuera al rancho de La Manga para que atendiera a su señora madre que estaba gravemente enferma. Acompañado del Sr. José Miranda, salieron a atender el llamado, pero en su camino el Sr. Miranda divisó una tropa, por lo que sugirió al Cura que se regresaran para ocultarse. "Nos pueden ver y nos hacemos de delito", por lo que solamente tomaron cierta precaución. El Sr. Cura tomó las riendas del carro como si fuera un servidor del Sr. Miranda y siguieron adelante. Ya había pasado parte de la tropa y nadie los había molestado, pero entre los soldados iba un agrarista, quien conocía perfectamente al Sr. Cura y al Sr. Miranda. Le comunicó al Mayor que allí iba el Sr. Cura de Valparaíso, y el Mayor inmediatamente mandó a un oficial para que los aprehendiera. Fueron encarcelados y trasladados a Durango. El día 5, como a las 9 de la noche, llegó por él, el sargento de guardia para llevarlo ante el General Eulogio Ortiz, quien ordenó al Sr. Cura: "Primero va usted a confesar a esos bandidos rebeldes (= cristeros) que ve allí, y que van a ser fusilados enseguida; después ya veremos qué hacemos con usted". El Sr. Cura confesó a aquellos cristianos y los alentó a bien morir. Al terminar, se acercó el General Eulogio Ortiz y dijo al Sr. Cura; "Ahora va usted a decirme lo que esos bandidos le han dicho en confesión". "Jamás lo haré" dijo el Sr. Cura... "¿Cómo que jamás?", vociferó el general. Inmediatamente y muy irritado gritó: "Voy a mandar que lo fusilen inmediatamente". "Puede hacerlo", dijo el Sr. Cura, "Pero no ignora usted General, que un sacerdote debe guardar el secreto de la confesión... Estoy dispuesto a morir". El día 6 de febrero de 1927, de madrugada, los soldados sacaron al Sr. Cura de la Jefatura militar, y llevándolo rumbo al panteón oriental, hasta un lugar solitario, lleno de hierba silvestre, lejos de la ciudad, le quitaron la vida. En el mismo lugar de la muerte quedó el cadáver insepulto, y sin descomponerse, durante tres días» (6 febrero)

RICARDO (+ 720). «Turista es quien pasa sin carga ni dirección. Caminante, quien ha tomado la mochila y marcha. Peregrino, quien además de ir cargado y de buscar, sabe arrodillarse cuando es preciso». Ricardo, rey de Inglaterra, murió de rodillas durante una peregrinación a Roma. Padre de los santos Wilebaldo, Winebaldo y Walburga. Otra vez, la familia vivero de santos (7 febrero)

PÍO IX (1792-1878). Giovanni Maria Giambattista Pietro Pellegrino Isidoro Mastai Ferretti Sollazzi. El 3 de septiembre de 2000 el Papa Juan Pablo II beatificaba a Pío IX y a Juan XXIII. En la homilía decía: «Los designios divinos han querido que esta beatificación uniera a dos Papas que vivieron en épocas históricas muy diferentes, pero que están unidos, más allá de las apariencias, por muchas semejanzas en el plano humano y espiritual. Es muy conocida la profunda veneración que el Papa Juan XXIII sentía por Pío IX, cuya beatificación deseaba. Durante un retiro espiritual, en 1959, escribió en su Diario:"Pienso siempre en Pío IX, de santa y gloriosa memoria, e, imitándolo en sus sacrificios, quisiera ser digno de celebrar su canonización"». «Pío IX, fiel a los compromisos de su ministerio en todas las circunstancias, supo atribuir siempre el primado absoluto a Dios y a los valores espirituales. Su larguísimo pontificado (1846-1878) no fue fácil, y tuvo que sufrir mucho para cumplir su misión al servicio del Evangelio. Fue muy amado, pero también odiado y calumniado. Las prolongadas tribulaciones templaron su confianza en la divina Providencia, de cuyo soberano dominio sobre los acontecimientos humanos jamás dudó. De ella su la profunda serenidad. A quienes lo rodeaban, solía decirles: "En las cosas humanas es necesario contentarse con actuar lo mejor posible; en todo lo demás hay que abandonarse a la Providencia, la cual suplirá los defectos y las insuficiencias del hombre". Convocó el concilio ecuménico Vaticano I, que aclaró con autoridad magistral algunas cuestiones entonces debatidas, confirmando la armonía entre fe y razón. Al proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción, recordó a todos que en las tempestades de la existencia humana resplandece en la Virgen la luz de Cristo, más fuerte que el pecado y la muerte» (Juan Pablo II). (7 febrero)

JERÓNIMO EMILIANI (1481–1537). Ya entonces había cristianos que cambiaban de profesión, con gran escándalo de no pocos instalados. Jerónimo, para poder llamar descaradamente “Padre” a Dios, abandonó la milicia y se dedicó a quienes no tenían padre en la tierra. Al morir él, otros cristianos siguieron con su descaro de atender a huérfanos y enseñarles el padrenuestro (8 febrero)

JOSEFINA BAKHITA (1869–1947). «Tenía aproximadamente nueve años cuando, una mañana, caminaba por los campos, un poco lejos de casa, con una amiga. Repentinamente, vimos a dos extranjeros aparecer tras unos arbustos. Uno de ellos le dijo a mi compañera: 'Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino. Te alcanzaremos dentro de poco'. Su objetivo era alejar a mi amiga para que no pudiese dar la alarma mientras ellos me capturaban"."Yo, por supuesto, no podía sospechar nada y obedecí, tal y como hacía siempre con mi madre. Una vez que estaba en el bosque, vi a las dos personas detrás de mí. Uno de ellos me agarró fuertemente, mientras el otro sacó un cuchillo con el que me amenazaba. Gritándome, me dijo: 'Si gritas, morirás. Síguenos'». Los raptores, para identificarla, la empezaron a llamar Bakhita (afortunada). Cuando tenía 13 años Calisto Legnani, cónsul de Italia en Jartum, la compra. Al regresar a Italia se la trae y entra de niñera de la familia Michieli. Cuando los Michieli marchan de Génova se la pasan a la Hermanas Canosianas de Venecia. Hermana entre las Hermanas, pide el bautismo el 9 de enero de 1890, con el nombre de Josefina. Durante cincuenta años con sencillez sirvió en quehaceres que a nadie dan nada que hablar. «Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa» (8 febrero)

APOLONIA (+ 250). Parthenos presbytès (virgen anciana), la llama el historiador Eusebio de Cesarea. Mártir alejandrina, en tiempo de Decio, con la que se ensañaron, arrancándole los dientes con unas tenazas, pronto convertida en abogada contra el dolor de muelas. Tanta fue la devoción a Santa Apolonia en la Edad media que sus reliquias proliferaron milagrosamente. Consta que el Papa Pío VI, que afinaba en las cosas del culto, mandó que recogidos todos los (supuestos) dientes de la santa que se veneraban en Italia (pesaban tres kilos), fueran metidos en una arqueta y arrojados al Tíber. Cuando pedimos hora para el dentista, no está mal tener a quien recurrir para pedir ayuda (9 febrero)

MIGUEL FEBRES CORDERO (1854-1907). Nació en Cuenca, Ecuador, un 7 de noviembre. El niño tenía los pies deformes. A los cinco años todavía no había dado los primeros pasos. Cuentan que un día, observando un rosal florecido en el jardín de su casa, gritó: «Miren, qué hermosa es la señora que está sobre las rosas. Tiene un vestido blanco y un manto azul y me llama». Obediente, se levantó y comenzó a caminar. ¿Qué será este niño? decían también en Cuenca.
     El trato con los Hermanos de las Escuelas Cristianas le animó a caminar con buen paso tras las huellas de San Juan Bautista de la Salle. Su vida se resume en tres palabras: Un buen Hermano. Sorprendía a todos su extraordinaria capacidad para las lenguas: alemán, francés, inglés, italiano, latín. A los 53 años le vinieron al Este. El frío de Bélgica hizo mella en él. Ni siquiera el traslado a España, a los tres años, pudo evitar que el buen Hermano Miguel no pudiera celebrar ya en el cielo dos días después la fiesta de Su Señora de Lourdes (9 febrero)

ESCOLÁSTICA (480–547). Si para muestra vale un botón, ¡qué muestra la florecilla que cuenta san Gregorio Magno!
     Escolástica, hermana de san Benito, dedicada desde su infancia al Señor todopoderoso, solía visitar a su hermano una vez al año. El varón de Dios se encontraba con ella fuera de las puertas del convento, en las posesiones del monasterio.
     Cierto día (cuando tenía 67 años), vino Escolástica, como de costumbre, y su venerable hermano bajó a verla con algunos discípulos, y pasaron el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones. Al anochecer cenaron juntos.
     Con el interés de la conversación se hizo tarde y entonces aquella santa mujer le dijo: «Te ruego que no me dejes esta noche y que sigamos hablando de las delicias del cielo hasta mañana».
     A lo que respondió Benito: «¿Qué es lo que dices, hermana? No me está permitido permanecer fuera del convento».
     Pero aquella santa al oír la negativa de su hermano, cruzando sus manos, las puso sobre la mesa y, apoyando en ellas la cabeza, oró al Dios todopoderoso.
     Al levantar la cabeza, comenzó a relampaguear, tronar y diluviar de tal modo, que ni Benito ni los hermanos que le acompañaban pudieron salir de aquel lugar. Comenzó entonces el varón de Dios a lamentarse y entristecerse, diciendo: «Que Dios te perdone, hermana, ¿Qué es lo que acabas de hacer?»
     Respondió ella: «Te lo pedí, y no quisiste escucharme; rogué a mi Dios y me escuchó. Ahora sal, si puedes, despídeme y vuelve al monasterio».
     Benito, que no había querido quedarse voluntariamente, no tuvo, al fin, más remedio que quedarse allí. Así pudieron pasar toda la noche en vela, en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano.
     A los tres días, Benito, mirando al cielo, vio cómo el alma de su hermana salía de su cuerpo en figura de paloma y penetraba en el cielo (10 febrero).

ARNALDO (1185–1255). Lo de la subida actual de los jóvenes no es nuevo: a los 24 fue elegido abad del monasterio benedictino de Padua. Como san Benito, en la corrección procedía con prudencia y en nada era excesivo, para no raer demasiado la herrumbre y quebrar el vaso. El cariño de sus monjes le sirvió de bálsamo para las heridas sufridas durante ocho años en la cárcel, donde murió a la edad de setenta años, por la persecución de Ezzelino «capitoste» civil de turno (10 febrero)

ALOJZIJE STEPINAC (1898-1960). Séptimo hijo de una familia de agricultores acomodados, nació en Krasic, Croacia: Durante su juventud practicó en la Acción católica el método del «Ver, juzgar y actuar», sin quedarse en los dos primeros verbos. Sacerdote a los 31 años, obispo a los 36, arzobispo de Zagreb a los 39, siguió conjugando los tres verbos valientemente. Yugoslavia, la II guerra mundial, régimen comunista con Tito al frente, tratando «democráticamente» de amordazar la única voz libre del país, chantajeándole para crear una Iglesia separada de Roma... «¡No! ¡Antes morir!». Encarcelado el 16 de septiembre de 1946, tras un proceso infame, le condenaron el 11 de octubre a 16 años de cárcel y trabajos forzados. («Recibí el encargo de envenenar al criminal de guerra Stepinac, con un veneno especial, de efecto retardado, que ponía en su comida», declaró tras su muerte uno de sus carceleros). Tras nombrarle Pío XII en 1953 cardenal de la santa Iglesia católica, apostólica y romana, proponen liberarle si se confiesa culpable. ¿De qué? El prisionero Stepinac tuvo que esperar todavía 7 años para celebrar libre ya la fiesta de la Virgen de Lourdes en el cielo (10 febrero)

LAMBERTO DE ECHEVERRÍA Y MARTÍNEZ DE MARIGORTA (1918–1987). Así le veía Javierre en la solapa–presentación de «Ascética del hombre de la calle», cuando don Lamberto tenía 36 años:
     «Incunable», con el paso de los años, ha adquirido una categoría que impone ciertas renuncias. En los comienzos de su vida, cada página era campo propicio a las piruetas que orlaban graciosamente el artículo serio. Un día, tres redactores de «Incunable» se confabularon para publicar por sorpresa la caricatura del director. Apareció el perfil de un cura estrecho y larguísimo, con el tronco interrumpido por puntos suspensivos y esta inscripción: «Continuará».
     No sólo en la extraordinaria dimensión longitudinal de su cuerpo. En cualquiera de los múltiples aspectos de su capacidad y de sus actividades, la presentación de Lamberto de Echeverría ha de rematar en inevitables « ...y continuará».
     Le faltan varios años para cumplir los cuarenta. Pero quien le conozca personalmente no extrañará que L. de E. haya alcanzado una aplastante madurez de obra: Posee milagrosa agilidad mental que le permite pinchar a fondo en cinco minutos veinticinco problemas. Porque si alineáramos aquí las publicaciones de L. de E. y reseñáramos las avanzadillas apostólicas que han visto vigilante a este cura alto y elástico como un mimbre, el lector podría presumir que se pierde en profundidad lo que se gana en extensión. En el caso de L. de E. la regla falla. El suyo es uno de aquellos ingenios privilegiados que hicieron feliz el salón renacentista, sólo que puesto al servicio de un trabajo bondadoso y metódico. El rigor de sus montajes eruditos en la obra científica corre parejo a la riqueza de matices en la creación literaria.
     El lector se asombrará si en alguna revista especializada tropieza con la ficha de L. de E. jurista: Desde brillantes estudios juveniles simultáneos en las Facultades Eclesiástica y Civil de Salamanca hasta la responsabilidad de cátedra en ambas Universidades, L. de E. ha salpicado de trabajos jurídicos un camino corto en años y denso en esfuerzos: Instituto de San Raimundo de Peñafort, dirección de la Revista de Derecho Canónico, Semanas Internacionales, Decanato de la Facultad en la Universidad Pontificia. Él, en su conversación parpadeante, alude a su curiosa condición de profesor de derecho civil en la Facultad de Cánones, y de canónico en la Facultad Civil, explicando que ejerce de «profesor de equitación en la academia de infantería».
     Ahora tendríamos que prolongar de manera pedante esta solapa para situar la «Ascética del hombre de la calle» en el clima literario y apostólico del autor. Puntos suspensivos y continuará. «Incunable», «¿En mies ajena?», «5 días», «25 cuentos intencionados», consiliarías, viajes, PPC, Instituto de Pastoral, son motivos de una charla que siento se pierda el lector y que piensa escribir algún día quien firma esta ficha. El hombre de la calle conectará perfectamente con el espíritu y el lenguaje de este libro en el que descubrirá empaques de docto profesor y familiaridad de ciudadano corriente. L. de E. conoce, sabe de la vida, porque él está en el mundo de hoy; puede orientar, aconsejar, porque no es del mundo, ya que su vocación y su desprendimiento sacerdotal le colocan por encima de los pequeños afanes cotidianos. Palabra viva, experimentada y sincera: Rico tesoro, el de este breviario ascético (10 febrero)
     Aunque qué mejor autopresentación que su ¿De qué se sirvió Nuestro Señor para hacerme su sacerdote? 

NUESTRA SEÑORA DE LOURDES. La pureza es en ti, Virgen del Gave, un pie desnudo con la rosa de oro sobre la nieve de febrero, suave como un pisar de tórtola. / La pureza es en ti, Virgen del Gave, un ceñidor azul, que, en gesto de ave, vuela sobre la nieve de la túnica. / La pureza es en ti, Virgen del Gave, tu saludo cortés, tus manos juntas, tu zureo en las rocas. / La pureza es en ti, Virgen del Gave, un abrirse de brazos, como inmensa azucena de luz, transfigurada que nos dice: «Yo soy la Inmaculada» [Juan Bautista Bertrán] (11 febrero)

MÁRTIRES DE NUMIDIA (s. IV). «Cuando ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, del brillo en las flores, no te apenes, porque siempre perdurará la belleza en el recuerdo» (Woordworth). Numidia era un antiguo reino bereber, posteriormente provincia romana en el norte de África, situada en la parte occidental de la zona costera argelina. Cada año, el 11 de febrero, perdura en el recuerdo el testimonio del grupo de hijos de María de Numidia, que, no sólo conservaban las palabras de Jesús en su corazón, sino que por no entregar las Sagradas Escrituras, fueron martirizados en tiempos de Diocleciano (11 febrero)

TEODORO DEL ARROYO GIRALDA (1919-2001). Nació en Irús de Mena (Burgos), donde su padre era maestro. Su madre atendía a la numerosa descendencia que poco a poco fue llenando la casa. Hasta 7 hermanos fueron. Pronto se traslada la familia a Simancas. A los 13 años ingresó en el seminario de Valladolid. Sacerdote en 1944. Falleció el día de la Virgen de Lourdes de 2001.
     «Estos días he tenido tan viva su cercanía. Y me he repetido a mí mismo dos preguntas. La primera, ¿por qué a lo largo de tantos años conociéndonos y queriéndonos, nos costaba trabajo a sus amigos apearle el tratamiento? Nos resultaba normal llamarle siempre «Don Teodoro», en vez de «Teodoro». Había un no sé qué en su persona que infundía tan gran respeto permanente, a pesar de la confianza fraterna. Y segunda, ¿dónde habrá alguien, supongo que alguien habrá, amargado por algún recuerdo de Don Teodoro, alguien herido o molestado por él, alguien que le ponga sombras a su silueta? Hasta es posible que nadie...
     Los operarios que ya de puro viejos ni peinamos canas ni peinamos "ná", hemos conocido hermanos mayores con la estampa fiel del Beato Manuel Domingo y Sol. Amasados como el Fundador quería, reproducidos en su molde. Con la media docena de cualidades básicas que Don Manuel propuso para la Hermandad. Teodoro forma parte de esa letanía. Operario según Don Manuel.
     No me dejo ofuscar por el cariño; le conocí siempre así, en circunstancias cambiantes. Piadoso, amable, servicial, discreto, trabajador, edificante. Nunca le vi dejar de hacer algo si podía ayudar. Jamás pasó factura, ni siquiera de agradecimiento. Alegre. Más: en la intimidad, chispeante. Tan delicado que nunca nos hizo sentir «peores» a quienes junto a él rebajábamos el nivel. Asombroso: no conseguí hacerle murmurar de nadie, jamás le oí hablar mal de quienes frecuentemente le dieron motivos. ¿Cómo armonizaba esa bondad absoluta con su percepción de situaciones y personas? Teodoro sabía manejar de modo magistral su mano izquierda... Ante muchos disimuló su inteligencia, ni se la notaron. Fue persona sutil, además de verdadero. ¿Un santo? ¿Y qué es un santo? Don Manuel... y algunos hijos suyos. Por ejemplo, Teodoro. A cuenta de este hermano impagable, gracias, Señor Jesús» [José María Javierre] (11 febrero)

EULALIA (+ 304). ¡Los hay sin imaginación! Dicen que, una Eulalia, virgen y mártir, en Mérida y otra Eulalia, virgen y mártir, en Barcelona al mismo tiempo, es imposible. ¿Es que Dios es tan pobre que no pudo crear dos muchachas jóvenes y guapas que hablaran bien, una en Barcelona y otra en Mérida? Qué gusto, en cambio, recordar lo que cuentan las madres a sus hijos: que los padres de la Eulalia mediterránea vivían en una masía cerca de Barcelona y no la dejaban casi salir de casa por miedo a que le entrase la «gripe» idolátrica de la ciudad. Pero que habiendo oído un día que en Barcelona había mucho cobardica salió a escondidas (como Teresa de Jesús siglos después con su hermano Rodrigo) y recorriendo a pie el largo camino que distaba la ciudad se presentó en la plaza donde el alcalde de turno decía a los barceloneses que no fuesen a misa los domingos. Y que ella, que era de armas tomar, cuando tomaba la palabra –Eulalia quiere decir «la bien hablada»– le dijo que Jesús, el Señor resucitado, había dicho “haced esto en memoria mía, hasta que vuelva», que lo primero es lo primero, y que ¡vaya bobadas andar adorando ídolos de oro y plata, hechura de manos humanas, que tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven, tienen orejas y no oyen, no hay aliento en sus bocas! El alcalde dijo que a callar. Y Eulalia siguió con una elocuencia tal que no había quien pudiese con ella. Se armó un alborotó enorme. Hasta que los mozos de escuadra de entonces se la llevaron y en un santiamén la facturaron al cielo. Y que así como en Roma hay una gran iglesia construida sobre los restos de san Pedro, también en Barcelona hay otra, que llaman catedral, donde se veneran las reliquias de santa Eulalia (12 febrero)

EMÉRITO y COMPAÑEROS (+ 304). Son los mártires de Abitinia, al norte de Africa, en tiempos de Diocleciano: el sacerdote Saturnino, con sus cuatro hijos: Saturnino jr., Félix, María e Hilaria muy niña; Dativo y Félix; otro Félix, Emérito y Ampelio lectores; Rogaciano, Quinto, Maximiano, Télica, Restituta, Prima, Eva, otro Rogaciano, Givalio, Rogato, Pomponia, Segunda, Saturnina, Clauto... Impresionante y aleccionador el diálogo del procónsul Anulino con Emérito: Habiéndole hecho venir, el procónsul le preguntó: «¿Tuvisteis en tu casa la asamblea prohibida por el edicto imperial?». Emérito, movido por el Espíritu santo, le respondió: «Sí, celebramos en mi casa las pascua dominical». Le replicó Anulino: «¿Por qué dejaste que entraran? Tenías que habérselo prohibido». Pero Emérito dijo: «No podía, porque los cristianos no podemos vivir sin la pascua dominical» (12 febrero)

BENITO DE ARIANO (750–821). El visigodo Wizita entendía mucho de vinos (como que fue copero de Pipino el Breve y de Carlomagno). A los 23 años cambió de nombre y de oficio: se hizo benedictino «para cantar salmos». Poco después le encargaron de la administración de la abadía. Y luego el emperador, acordándose de sus buenos servicios, le encargó que vigilara las abadías del sur de Francia y más adelante reformara todas las de Francia y Alemania. Finalmente, fundó la abadía de Kornelimünster, cerca de Aquisgrán, para que sirviera de modelo a todas las abadías. Allí se reunieron todos los abades del Imperio en el año 817. Es de suponer que el vino estaría a la altura del antiguo copero imperial (12 febrero)

ESTEBAN DE RIETI (s. VI). Además de hacer memoria hoy de san Esteban, obispo de Lyon (+515) que trabajó mucho por des-arrianar a sus feligreses, recordamos a otro Esteban, abad de Rieti. El papa san Gregorio Magno se hacía cruces de su gran paciencia. Yo, a falta de más datos, me lo imagino como otro Coppens. Me lo contó Mons. Vicente Oscar Vetrano. Habiendo estudiado en Lovaina, volvió años después para recordar tiempos pasados y visitar a sus maestros. Entre otros a Mons. J. Coppens, que le había dirigido la tesis doctoral. Pero el viejo profesor estaba muy enfermo, casi en las últimas. Lo encontró en cama. Le dijo que era Vetrano, el argentino. Y le fue recordando cosas y tiempos. El maestro no decía ni palabra. Vetrano siguió hablando un rato. Nada de nada. Cuando se disponía ya a marchar, el maestro, cuya lengua era el flamenco y el francés, sin mirarle siquiera, sólo dijo: Nada te turbe / nada te espante, / todo se pasa, / Dios no se muda; / la paciencia / todo lo alcanza; / quien a Dios tiene / nada le falta: sólo Dios basta (13 febrero)

JORDÁN DE SAJONIA (+ 1237). Se encontró en París con Domingo de Guzmán, que sin preámbulos le dijo: «Ordénate de diácono y sigue a Jesucristo». Jordán no perdió el tiempo en «discernimientos psicológicos». Novicio dominico en 1220, al año (¡qué prisas!) le nombraron provincial de Lombardía. A los dos años (al morir santo Domingo) por unanimidad fue elegido su sucesor. En sus 15 años de Maestro general sólo se fundaron 249 conventos dominicanos, y de no haber muerto en un naufragio cerca de Palestina el número habría sido muy superior (13 febrero)

CIRILO y METODIO (+ 869 + 885). En 1980 Juan Pablo II les declaró copatronos de Europa, junto con san Benito (posteriormente el patronazgo ha crecido con 3 santas mujeres). Fueron dos hermanos griegos que evangelizaron los países eslavos de la Europa del Este. Valorando la cultura de aquellos pueblos crearon el alfabeto eslavo (“cirílico”), tradujeron la Biblia y la liturgia, instituyeron iglesias autónomas. Cuentan que en Venecia se reunieron contra Cirilo, obispos, sacerdotes y monjes, diciendo: «Sabido es que sólo hay tres lenguas en las que es lícito alabar a Dios: el hebreo, el griego y el latín». Él repuso: «Pues, para instruir, yo prefiero decir cinco palabras que expresen lo que pienso, en vez de diez mil en una lengua desconocida. Porque en cada lengua ha de poderse confesar que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre». Así defendía, contra la acusación de innovación sacrílega, la introducción del eslavo en la liturgia y en la predicación para hacer transparente el mensaje de Cristo a la gente (14 febrero)

VALENTÍN (+ 273). Terni. Cuentan que Valentín casaba en secreto a los jóvenes cristianos contra la voluntad de Aurelio. El emperador pensaba que los casados eran soldados poco valientes y por ello prohibió a los jóvenes casarse. El obispo Valentín de Interamna (la actual Terni), creía en cambio que el matrimonio formaba parte del plan de Dios para el mundo. Cuando el emperador supo de este «amigo de los enamorados», ordenó conducir a palacio al obispo. Impresionado por su dignidad y la convicción del joven obispo, Aurelio trató de convertirlo a los dioses paganos romanos y salvarlo de una ejecución cierta. Valentín rechazó renunciar al cristianismo. En febrero de 273, Valentín fue golpeado, lapidado y decapitado (14 febrero)

ONESIMO (s. I). Podría ser el patrono de la teología de la liberación. Porque gracias a él, san Pablo escribió la primera –la mejor, la más breve– encíclica sobre el tema. Propósito para este día: leer la carta de Pablo a Filemón (que era el amo, es decir, quien necesitaba de la encíclica) (15 febrero)

FAUSTINO y JOVITA (s. II). Hermanos, de la nobleza de Brescia. Diácono, Jovita; presbítero, Faustino. Mártires en la persecución del emperador Adriano. Durante siglos se ha contado que fueron denunciados. Apresados, les llevaron al templo del Sol, para obligarles a sacrificar. -Adorad al Sol, si queréis sobrevivir. -«Nosotros adoramos al verdadero Dios que creó el sol que ilumina al mundo. Estatua, muestra lo que eres en realidad de verdad», dijo Jovita. La estatua del dios, que hasta entonces brillaba irradiando sus rayos de oro, al oír (es una manera de decir) las palabras del diácono se arrugó como una pasa, poniéndose negra, muy negra, como en una noche negra, muy negra. El emperador mandó a los sacerdotes que fueran a buscar cantidades industriales de polvos Netol de entonces, y que frotaran la ennegrecida estatua. Inútil. Inmediatamente les degollaron allí mismo, temiendo que incluso el sol llegara a oscurecerse (15 febrero)

ÁGAPE (s. IV). Si todo nombre es una vocación -que por algo con él nos llaman- ¿qué tiene de extraño que esta joven cristiana, cuyo nombre significa amor, terminara sus días en la llama de una hoguera? Fue en Antioquia de Siria (15 febrero)

CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE (1641–1682). «No temas, muy pronto te enviaré a Paray le Monial a mi amigo y siervo fiel para que guíe tus pasos y te ayude en la misión que te voy a encomendar» le dijo Jesús a santa Margarita Mª de Alacoque. Se refería a Claudio que confesó «cuando me hice jesuita tenía gran aversión a la vida que iba a abrazar». ¡Qué sorprendentes los caminos de Dios! Hombre de oración, con su firme y recto consejo llevó a muchos al amor de Dios (15 febrero)

ELÍAS, JEREMÍAS, ISAÍAS, SAMUEL, DANIEL... (s. IV). Día grande el 16 de febrero por la gran ristra de santos cuya memoria celebramos. Los cinco con solemnes nombres bíblicos fueron martirizados por prestar ayuda a los cristianos condenados a trabajos forzados en las minas de Capadocia. El gobernador Firmiliano aprovechó la oportunidad para deshacerse del presbítero Pánfilo, el diácono Valente y Pablo, que llevaban ya dos años encarcelados, con Porfirio, Seleuco, y el anciano Teódulo, algo pariente suyo. Y, a continuación, de Julián, que pasaba accidentalmente por allí, por el gran delito de acercarse a besar con veneración los cuerpos ensangrentados de aquellos mártires (16 febrero)

JOSÉ ALLAMANO (1851-1926). El «padre» del Domund. Huérfano de padre a los tres años, aparte su madre, tres personas tienen un papel fundamental en su formación: su maestra Benedetta Savio, San José Cafasso, su tío, y San Juan Bosco. Rector del santuario de la Consolata, patrona de Turín, (viendo que los cristianos eran generosos en dar dinero para las misiones, pero mucho menos en ofrecerse para ir) funda los Misioneros de la Consolata. En 1901 salen los primeros para Kenya. En 1909 San Pío X le dice: «Si no tienes vocación para fundar religiosas, te la doy yo»: las Misioneras de la Consolata. «Hay que hacer el bien sin hacer ruido» repetía a los suyos. En 1912 pide al Papa que instituya una jornada misionera anual «con obligación de predicar sobre el deber y los modos de propagar la fe». Con Pío XI llegará el Domund, menos de un año después de su muerte. Hoy para saber dónde trabajan los Misioneros de la Consolata hay que estudiar geografía (16 febrero)

ALEJO FALCONIERI (+ 1310). Murió a los cien años. Sobrevivió con mucho a Buonfiglio Monaldi, Benedetto dell’Antella, Bartolomeo degli Amidei, Ricovero Uguccione, Gerardino Sostengi y Giovanni Bonagiunta, sus socios en el comercio –que florecientes comerciantes fueron los 7 en Florencia– y socios después en la devoción a la Santísima Virgen y en promover la paz entre güelfos y gibelinos. A los siete fundadores de los servitas (siervos de María) se les venera juntos este día. Como juntos descansan sus restos en un solo sepulcro en el monte Senario, mirando a la Florencia de sus amores (17 febrero)

MESROP MASHTÓTS (361-440). Nació en Hatsekats. Fue soldado y secretario del rey antes de ser monje. Al perder la independencia, Armenia corría el peligro de perder su identidad nacional, por lo que tener un alfabeto propio no sólo era una necesidad religiosa, sino política, que debía contribuir a fortalecer al cristianismo y contener la asimilación extranjera. Mesrop Mashtóts se lanzó a salvar a su patria. Viajó a Edesa, Aimid y Samosata, estudió numerosos alfabetos, se entrevistó con sabios siríacos y griegos y finalmente, tras inventar los caracteres armenios, en el 406 volvió a Armenia, donde a orillas del río Rah fue recibido con enorme entusiasmo por el rey, el clero y el pueblo. Con un puñado de alumnos, tradujo al armenio la Biblia, compuso himnos, abrió escuelas en distintas zonas del país y sobre todo se dedicó personalmente a predicar la Buena Noticia entre el pueblo. Falleció el 17 de febrero del 440 y fue enterrado en Oshakán. El hazarapet Vahán Amatuni hizo erigir sobre su tumba un templo a la memoria del «Santo Traductor», convertido en lugar de peregrinación. El pueblo armenio considera a Mesrop no sólo el inventor del alfabeto armenio, sino el fundador de la cultura armenia escrita, el primer maestro de armenio y el primer traductor, cuya colosal obra dio origen al luminoso renacimiento del siglo V conocido como Siglo de Oro e iluminó toda la historia nacional [Seguro que hoy más de cien lo acusarían de nacionalista] (17 febrero)

GIOVANNI DI FIESOLE (1387-1455). Guido di Pietro, así le llamaban en su pueblo, pintaba oraciones con amor, aunque sus ángeles no fueran negros. Dominico desde 1407, Giovanni di Fiesole, decoró evocando un mundo apacible y paradisíaco, con candorosa unción mística, las celdas, el claustro y la sala capitular de San Marcos de Florencia. Casi 50 frescos. «Su pintura fue el fruto de la gran armonía entre una vida santa y el poder creativo con que había sido dotado» (Juan Pablo II) Desde 1984 él, Fra Angélico, es el patrono de los artistas (18 febrero)

ELADIO DE TOLEDO (+ 632). Buscando datos de la vida de San Eladio, me he encontrado con un monasterio. Del que salieron por lo menos 4 arzobispos: San Eladio, San Eugenio, San Ildefonso, San Julián. A Eladio, ministro del rey visigodo, cuando tenía una tarde libre, le encantaba acercarse al monasterio de Agalia, cercano a la capital, a orillas del Tajo. Una tarde se quedó para toda la vida. Esto pensaba él. Después de ser abad mucho tiempo, le hicieron volver a la capital para ser su arzobispo durante 18 años. Su sucesivo sucesor, san Ildefonso –que a su vez había sucedido a su tío san Eugenio; y al que sucedió San Julián– años después ponderaba todavía la caridad y el celo del san Eladio, aprendidos en Agalia. | Pienso en el Padre Agustín Altisent y aquel nonato «Diccionario monástico», que empezó a escribir. Para decirle que su definición de monasterio era incompleta. Escribía él: «Monasterio. Sanatorio espiritual. Esta lacónica definición no es pobre, es condensada. Quien repase el comienzo de la Regla de san Benito verá que no fue escrita para santos sino para pecadores: para los desobedientes a Dios que quieren volver a él por el camino de la obediencia, que es obra de toda la vida. Así, el monasterio es un sanatorio donde los pecadores pueden irse curando». Curados, y bien curados, salieron San Eladio, San Eugenio, San Ildefonso y San Julián. A siglos de distancia muchos damos gracias a Dios por la vida santa del monasterio de Agalia (18 febrero)

QUODVULTDEUS (+ 439). De los nombres más hermosos que el santoral encierra, que sería bueno poner de moda. «Lo que Dios quiere» era obispo de Cartago, en tiempos del rey vándalo Genserico. El muy vándalo defendía a golpes de espada y mandoble que Jesucristo no era Dios, sino que sólo se le podía llamar así figuradamente: el Verbo era la primera de las criaturas de Dios, por quien había sido creado, para ser a su vez el creador del mundo. Arrianismo puro y duro. Mandó que le metieran en una barca destartalada sin velas ni remos y lo abandonaran a su suerte. Llegó nada menos que a Nápoles. Y allí murió el obispo «Lo que Dios quiere» de añoranza de la Cartago terrenal y de la Jerusalén celestial, rezando eso sí el «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo» (19 febrero)

ÁLVARO DE CORDOBA (s. IX y + 1430). Cuando en Córdoba dicen: «San Álvaro de Córdoba, ruega por nosotros» el eco de la voz llega doblado desde el cielo, porque ruegan por nosotros: el poeta y escritor del siglo IX, «doctor egregio y fuente fluida y abundante de sabiduría» al decir de san Eulogio, padre de familia que escribió «Indiculus luminosus» fustigando a los cristianos tibios y resistente a la persecución de Abderramán II; y el fraile dominico, oriundo de Zamora, consejero de Catalina de Lancaster y tutor de su hijo Juan II de Castilla, al que le tocó vivir en los tiempos inclementes de la peste negra y del Cisma de Occidente con tres papas disputándose la sucesión del apóstol Pedro. Pero él no se arredró. Como Vicente Ferrer, su hermano de hábito y santidad, recorría los caminos y los pueblos diciendo: ¿Quién sabría que la luz es buena, si no hubiese sentido las tinieblas de la noche? Dúo de intercesión de quienes en el cielo sonríen ante los líos de su DNI en la tierra (19 febrero)

DOSITEO (+ 530). Dositeo (sinónimo de Adeodato) fue un joven rico que se hizo cristiano en Jerusalén y poco después monje en Gaza. Cuentan que su delicada salud le impedía ayunar y encima ¡no hacía milagros! Lo cual escandalizaba a los de su comunidad. Pero Seridón, su abad, lo consideró –en vida– un gran santo porque había renunciado completamente a hacer su propia voluntad. Tan obediente fue que incluso a la hora de morirse pidió permiso al abad para hacerlo, el cual le dijo: «Vete, ya, hijo mío, y ruega a su Majestad por todos nosotros». Y entró en el cielo sin retrasarse ni un minuto, desde donde si se lo pedimos nos ayuda a oír la voz de Dios, a cumplir su santa voluntad, a ser obedientes. ¡Que es todo un milagro en los tiempos que corremos! (19 febrero)

LEÓN «IL MARAVIGLIOSO» (+ 787). Como «il maraviglioso» lo conocen en Sicilia, para distinguirlo de san León Magno, e insistiendo en su poder taumatúrgico. «Buen obispo será, pues no lo quiso ser» decían los cristianos de Catania, cuando al morir Sabino, le eligieron obispo de la ciudad. Y lo fue. Había nacido en Ravenna, donde de niño rezaba extasiado en las iglesias bizantinas de San Vitale, San Apolinare Nuovo y San Apolinare in Classe. Sí, al mundo lo salvará la belleza. Gran taumaturgo, aunque quizá el mayor milagro humanamente hablando fue la conversión de escurridizo y terrible mago Lindoro (20 febrero)

JACINTA MARTOS (1910–1920). Tenía siete años cuando vio en Fátima a Nuestra Señora, con Francisco, su hermano, y su prima Lucía. ¿Pueden los niños practicar virtudes heroicas? Juan Pablo II dijo que sí, señalando la fe, la humildad, el despego de los bienes terrenos, el espíritu de reparación y de sacrificio, la oración y el anhelo del cielo, de Jacinta. Nueve años y once meses tenía cuando falleció. «Eu Te bendigo, ó Pai, porque revelaste estas verdades aos pequeninos». O louvor de Jesus toma hoje a forma solene da beatificação dos pastorinhos Francisco e Jacinta. A Igreja quer, com este rito, colocar sobre o candelabro estas duas candeias que Deus acendeu para alumiar a humanidade nas suas horas sombrias e inquietas [Juan Pablo II: 13 mayo 2000] (20 febrero)

PEDRO DAMIANI (1007–1072). Profesor, eremita, prior, legado pontificio, cardenal y obispo en tiempos difíciles (¿ha habido algún tiempo que no lo haya sido?) tenía tiempo y humor (no se sabe qué supone más mérito) para escribir cartas... sobre la alegría. Que podrían resumirse así: contempla bien tu desgracia: acabarás por ver un oasis en ese desierto. Doctor de la Iglesia (21 febrero)

Si Nadal
és pau, amor i alegria
¿per què, Déu meu,
no és Nadal cada dia?

NADAL PINOT (1747-1794). Hizo honor a su nombre toda su vida. Sacerdote a los 24 años, coadjutor, capellán de un hospital de incurables. De los que nunca levantan la voz, de los que siempre reparten paz, amor y alegría. Condenado a muerte en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, en febrero de 1794, por «fanatismo religioso», subió a la guillotina vestido con ornamentos rojos, empezando su última misa con las palabras de siempre: «Introibo ad altare Dei» (21 febrero)

PRIMITIVO FERNÁNDEZ GARCÍA (1931-2002). Acabo de leer en Jesucristo de A. Gesché que «la muerte no es ciertamente el único lugar, pero sí un lugar privilegiado para descubrir a alguien, en la medida que la muerte sella el sentido de una existencia».
     Por eso, me gustaría contemplar la trayectoria de la vida de Primitivo desde los últimos años de su existencia y, sobre todo, desde los días últimos que vivió en esta casa de Majadahonda. Desde ellos, y desde su muerte, se ilumina toda su vida.
     Una vez descubierta y aceptada su enfermedad, cada día pedía al Señor tres cosas. Primero, fortaleza. Y quizás, a primera vista, era lo que más destacaba en él. Era fuerte de cuerpo y espíritu. Temperamento enérgico, carácter recio. Algo que todos los que convivimos con él pudimos comprobar: la misma energía, la misma ilusión, la misma fuerza, el mismo entusiasmo que ponía, por ejemplo en el juego, lo empleaba para los oficios más altos: la entrega a su Señor y al servicio a los hermanos: rezaba, hacía de la eucaristía una verdadera celebración, preparaba con esmero las intervenciones públicas: homilías, retiros... Algo que él reconocía sin ninguna vanidad; y contaba graciosamente cómo, a veces, después de alguna de sus predicaciones, más de uno se acercaba a pedirle aquellos papeles. Las anécdotas familiares en este campo, y la «competencia» con sus hermanos sacerdotes son innumerables. Este anuncio de la Palabra sólo terminó el día de su muerte.
     Testigos de esta fortaleza que ponía al servicio de los demás fueron su familia, los seminaristas, las religiosas, su pueblo, San Pedro de Trones, donde era tan querido, la gentes de Moriscos, los asiduos al Templo de Reparación de Murcia, los más pequeños como, por ejemplo, los niños de la Residencia provincial de Salamanca, los ancianos y marginados del Centro que la Diputación de Salamanca tiene en Ciudad Rodrigo... En todo ponía alma, vida y corazón. Yo creo que somatizaba las cosas del espíritu.
     Y así hasta el final de sus días, cuando la fortaleza, ya no corporal, se manifestaba en el coraje por no dejarse vencer por la angustia, por el miedo. Me atrevería a decir que a medida que se iba destruyendo su cuerpo, crecía su espíritu. Era el final de un largo caminar de cuatro años arrastrando una enfermedad terrible, que iba destruyendo poco a poco su vida. Enfermedad que vivió con una entereza admirable.
     Me dijo el doctor Ángel Sánchez, que siguió tan de cerca la enfermedad de Primitivo, y lo oímos en la homilía de su hermano Felipe, que había atendido a muchos enfermos hasta su muerte, pero que pocos habían vivido con tanta dignidad su enfermedad como él. Es un testimonio impresionante.
     Junto a la fortaleza quiero colocar su alegria, su humor. Era lo segundo que pedía al Señor cada mañana. Sabía animar la convivencia: se hacía patente en las excursiones, en las reuniones donde tantas veces no faltaban sus sabrosos y generosos obsequios, sus canciones bien entonadas, su entusiasmo en cualquier tipo de actividad.
     «Lo que más comprobé en mi hermano, me escribía Dacio hace pocos días, era su carácter jovial y alegre. A su lado siempre había alegría».
     Tampoco la perdió en los años duros de su enfermedad, y ni siquiera, cuando ya desahuciado, se acercaba el momento final. Sus familiares a veces no podían contener delante de él las lágrimas, pero Primitivo levantaba su voz ya debilitada para «gritar»: «Sursum corda!, un cristiano no tiene derecho a estar triste». Impresionaba esa serenidad de ánimo. Se podrían multiplicar las anécdotas de los últimos días: cuando todavía en nuestro comedor de Majadahonda arrancaba con alguna de sus canciones favoritas, cuando sus palabras suscitaron una reacción sorprendente en el Notario ante quien Primitivo otorgó el testamento, etc. etc.
     Como cierre de estos aspectos de la vida de Primitivo quiero poner dos testimonios -nos han llegado muchos de operarios, de su familia, de tantas personas que le trataron-, uno de una «Familia institucional», que frecuentaba este Centro de Majadahonda. Dice así: «Jamás podremos olvidar su disponibilidad alegre, su sonrisa acogedora, aquella amabilidad siempre a punto, reflejo de una bondad de corazón dispuesto siempre a brindar a todos lo mejor de sí mismo... Nos quedan, en el corazón, su palabra y su sonrisa».
     Y el segundo testimonio es de su hermano Dacio: «Tenía por norma no pedir nunca a otro lo que él podía hacer. Y, al contrario, siempre estaba dispuesto a hacer lo que otro le pedía». ¿No son estas palabras muy parecidas a las que un día pronunció don Manuel?
     Y precisamente, mientras escribía estas líneas, he leído esta frase de un sacerdote argentino poeta: «El poder, la fuerza me dejan afuera, la posibilidad del encuentro está en la debilidad que todos tenemos» (Hugo Mujica).
     Como una especie de contraste con esa fortaleza y su carácter recio aparece su «debilidad», que en él unas veces era humildad, otras timidez, otras ingenuidad. No le importaba quedarse en la sombra, en segundo plano, incluso en momentos en que él podría aparecer por derecho en el primero. Me escribía don Lope a raíz de su muerte: «Con Primitivo comencé mis primeros años de operario en Salamanca... Cuántas cosas, cuánta vida. Primitivo, el de corazón magnánimo, trabajador infatigable, abierto y alegre, sincero y bueno; arrollador y tímido al mismo tiempo...».
     Ahora entiendo mejor la frase de Mujica. Por eso Primitivo era cercano, amigo, generoso (se dejaba engañar), desprendido.
     Cuando el día 7 de enero llegó a esta casa de Majadahonda venía «ligero de equipaje». Pero con un libro que, desde tiempo, le servía de lectura espiritual: Vida y misterio de Jesús de Nazaret, de Martín Descalzo. Sus sentimientos de aquella hora estaban reflejados en un texto del padre Auguste Valensin que cita José Luis en las páginas 787-788*. Asomarse a este texto es una invitación a abrirse a la esperanza, porque esas palabras son un canto a la bondad y misericordia de Dios. Creo que ese confiarse a las manos de Dios fue la tónica de toda su existencia.
Finalmente, hay que concluir que el motor de su vida y el fundamento de estas actitudes suyas, no era sino una fe profunda, confiada, sin fisuras, que abarcaba todo, incluso la posibilidad de un milagro; pero llegó a descubrir que el milagro que tantos pedíamos era la vivencia de su enfermedad con esa aceptación admirable y esa paz inalterable. Tercera virtud objeto de su petición diaria. Pasó del dolor a la luz con una gran paz, de la que fuimos testigos los que tuvimos el privilegio de compartir sus últimos momentos. «Y allí seguirá -son palabras de su hermano Federico- infinitamente alegre y gozoso para siempre, disfrutando de la gloria que ha esperado».
     ¿Defectos? Y en esta hora, eso qué importa. Si fueron, han quedado abrasados en el fuego martirial de su enfermedad implacable (Germán González Domingo) (21 febrero)
* Los sentimientos que me gustaría tener en aquella hora (y que actualmente tengo) son éstos: pensar que voy a descubrir la ternura. Yo sé que es imposible que Dios me decepcione. ¡Sólo esa hipótesis es absurda! Yo iré hasta él y le diré: No me glorío de nada más que de haber creído en tu bondad. Ahí es donde está mi fuerza. Si esto me abandonase, si me fallase la confianza en tu amor, todo habría terminado, porque no tengo el sentimiento de valer nada sobrenaturalmente. Pero, cuanto más avanzo por la vida, mejor veo que tengo razón al representarme a mi Padre como indulgencia infinita. Aunque los maestros de la vida espiritual digan lo que quieran, aunque hablen de justicia, de exigencias, de temores, el juez que yo tengo es aquel que todos los días se subía a la terraza para ver si por el horizonte asomaba el hijo pródigo de vuelta a casa. ¿Quién no querría ser juzgado por él? San Juan escribe: «Quien teme no ha llegado a la plenitud del amor» (1 Jn 4, 18). Yo no temo a Dios, y el motivo no es tanto que yo le ame, como el que sé que me ama él. Y no siento necesidad de preguntarme por qué me ama mi Padre o qué es lo que él ama en mí. Me costaría mucho responder a estas preguntas. Sería totalmente incapaz de responder. Pero yo sé que él me ama porque es amor, y basta que yo acepte ser amado por él, para que me ame efectivamente. Basta con que yo realice el gesto de aceptar. Padre mío, gracias porque me amas. No seré yo el que grite que soy indigno. Porque, efectivamente, amarme a mí tal como soy, es digno de tu amor esencialmente gratuito. Este pensamiento de que me amas porque te da la gana me encanta. Y así puedo librarme de todos los escrúpulos, de la falsa humildad que descorazona, de la tristeza espiritual, de todo miedo a la muerte.

LA CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO. Este día, desde el siglo IV, celebramos la festividad del Magisterio de Pedro, al que Señor dijo «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Siglos y siglos cantando el himno: «Iam, bone pastor, Petre, clemens accipe / vota precantum, et peccati / vincula resolve, tibi potestate tradita, / qua cunctis caelum verbo claudis, aperis». Últimamente al caer el día le decimos: «Tu barca de pescador, que llegó de Roma al puerto, va siguiendo el rumbo cierto que le trazara el Señor» (22 febrero)

ISABEL DE FRANCIA (+ 1270). Hija de Blanca de Castilla, hermana predilecta de san Luis IX, rey de Francia. Buena de verdad. Sencilla, humilde, discreta. Luz suave en la corte de su hermano. Nada envidiosa. Ni entonces, ni... ahora en el cielo. Que si se uniera con las otras bienaventuradas llamadas Isabel, al grito de «proletarias del cielo, uníos», frente a Isabel de Portugal (4 de julio) e Isabel de Hungría (17 noviembre), que en la práctica parecen tener en exclusiva la isabeliedad... [Isabel A. Seton (4 enero), Isabel Canori Mora (5 febrero), Isabel Picenardi (19 febrero), Isabel Vendramini (4 abril), Isabel Calduch Rovira (14 abril), Isabel de Renania (18 junio), Isabel Qin Bianzhi (9 julio), Isabel J. Vérolot (17 julio), Isabel Teresa (26 julio), Isabel Renzi (14 agosto), Isabel Bichier (26 agosto), Isabel Fernández (10 septiembre), Isabel Chong-hye (20 septiembre), Isabel de Zacarías, la madre de san Juan Bautista (23 septiembre), Isabel de la Trinidad Catez (9 noviembre), Isabel Ferrer Sabriá (20 noviembre), Isabel Achlin Bona (25 noviembre)] ...¡ganaban por absoluta mayoría! Aunque tampoco estaría nada mal por nuestra parte ayudar un poco a una mejor distribución del patrocinio isabelino (22 febrero)

DIEGO CARVALHO (1578-1624). Nació en Coimbra, jesuita. Enviado a la India a los 22 años, nunca regresó a su patria. Ya sacerdote, en 1609 fue al Japón convertido en mensajero del abrazo sincero y fraterno que unos pueblos envían a otros pueblos. Mártir a los 45 años, tras un largo viacrucis (22 febrero)

POLICARPO (+ 155). El obispo de Esmirna Policarpo y el obispo de Tarragona Fructuoso se llamaban igual: «de mucho fruto», según se dijera en griego o en latín. Convertido por san Juan evangelista hacia el año 80, Policarpo fue obispo de Esmirna desde el año 96 al año 155 en que fue martirizado. Él y su amigo san Ignacio de Antioquia fueron el eslabón entre los apóstoles y la siguiente generación de cristianos a través de san Ireneo de Lión. Su carta a los filipenses, una perla, los cristianos del Asia Menor se la aprendieron de memoria. En el oficio de lectura todos los años en el día de su fiesta leemos este fragmento de la Carta de la Iglesia de Esmirna sobre su martirio:
     «Preparada la hoguera, Policarpo se quitó todos sus vestidos, se desató el ceñidor e intentaba también descalzarse, cosa que antes no acostumbraba a hacer, ya que todos los fieles competían entre sí por ser los primeros en tocar su cuerpo; pues, debido a sus buenas costumbres, aún antes de alcanzar la palma del martirio, estaba adornado con todas las virtudes.
     Policarpo se encontraba en el lugar del tormento rodeado de todos los instrumentos necesarios para quemar a un reo. Pero, cuando le quisieron sujetar con los clavos, les dijo: «Dejadme así, pues quien me da fuerza para soportar el fuego me concederá también permanecer inmóvil en medio de la hoguera sin la sujeción de los clavos».Por tanto, no le sujetaron con los clavos, sino que lo ataron.
     Ligadas las manos a la espalda como si fuera una víctima insigne seleccionada de entre el numeroso rebaño para el sacrificio, como ofrenda agradable, a Dios, mirando al cielo, dijo:
     –Señor, Dios todopoderoso, Padre de nuestro amado y bendito Jesucristo, Hijo tuyo, por quien te hemos conocido; Dios de los ángeles, de los arcángeles, de toda criatura y de todos los justos que viven en tu presencia: te bendigo, porque en este día y en esta hora me has concedido ser contado entre el número de tus mártires y participar del cáliz de Cristo y, por el Espíritu Santo, ser destinado a la resurrección de la vida eterna en la incorruptibilidad del alma y del cuerpo. ¡Ojalá que sea yo también contado entre el número de 1os santos como un sacrificio enjundioso y agradable, tal como lo dispusiste de antemano, me lo diste a conocer y ahora lo cumples, oh Dios veraz e ignorante de la mentira!
     Por esto te alabo, te bendigo y te glorifico en todas las cosas por medio de tu Hijo amado Jesucristo, eterno y celestial Pontífice. Por él a ti, en unión con el mismo Espíritu Santo, sea la gloria ahora y en el futuro, por los siglos de los siglos. Amén.
     Una vez que acabó su oración y hubo pronunciado su «Amén», los verdugos encendieron el fuego.
     Cuando la hoguera se inflamó, vimos un milagro; nosotros fuimos escogidos para contemplarlo, con el fin de que lo narrásemos a la posteridad. El fuego tomó la forma de una bóveda, como la vela de una nave henchida por el viento, rodeando el cuerpo del mártir que, colocado en medio, no parecía un cuerpo que está abrasándose, sino como un pan que está cociéndose, o como el oro o la plata que resplandecen en la fundición. Finalmente, nos embriagó un olor exquisito, como si se estuviese quemando incienso o algún preciado aroma» (23 febrero)

WILLIGUISO (+ 1011). En su escudo episcopal puso una rueda, en memoria de su padre: que era carretero. Fulgurante carrera la de carreterín de Schöningen: brillante canónigo de Hildesheim, llamó la atención del emperador Otón III, que le hizo su capellán. El papa Bonifacio VII le nombró vicario apostólico para Alemania. Siendo arzobispo de Maguncia consagró al emperador Enrique II. Vacunado contra los «humos» (en la 6ª acepción del diccionario: vanidad, presunción, altivez), ha pasado a la historia con dos calificativos: humilde y caritativo. Los que le trataban comentaban cómo «el Willy» admiraba a su padre, del que estaba orgullosísimo. Normal, que también los arzobispos santos tienen corazón (23 febrero)

JOSEFA NAVAL GIRBÉS (1820–1893). Nació en Algemesí (Valencia). La mayor de seis hermanos. En la escuela de una vecina, además de leer y escribir aprende labores femeninas, especialmente a bordar en seda y oro. Al morir su madre (tenía 13 años) ha de hacerse cargo de la casa y de los hermanos. El párroco, don Gaspar Silvestre, la ayuda a distinguir las voces de los ecos. A los 30 años hace voto de castidad. Su casa se convierte en escuela de bordado de telas y de almas. Muchas de sus alumnas se consagraron a Dios. Ella, aparentemente como si no hubiese tenido tiempo. Cuando iba a cumplir 73 años despertó asombrada al encontrarse santa Allá tal día como hoy (24 febrero)

ASCENSIÓN NICOL GOÑI (1868-1940). Una de las grandes misioneras del siglo XX. Florentina, nacida en Tafalla, quiso pertenecer en exclusiva a Dios, consagrándose como monja dominica en el Monasterio de Santa Rosa de Huesca, con el nombre de Ascensión. Cuando tenía 45 años, con entusiasmo juvenil y confianza total en la Providencia, dejó su patria y se dedicó a la tarea de evangelizar, extendiendo desde el Perú su afán a todo el mundo. Con Mons. Ramón Zubieta, obispo dominico, fundó las Hermanas Misioneras Dominicas del Santísimo Rosario (24 febrero)

CESÁREO (330-369). Hombre bueno, perito en el arte de curar, en la corte del emperador Contancio II y de Juliano el apóstata, que le prometía el oro y el moro para que el médico y catecúmeno Cesáreo volviese al paganismo. El emperador Joviniano lo envió a Bitinia para poner orden. Salvado prodigiosamente de un terremoto, le entró una profunda crisis que le llevó a dejar la política para dedicarse asiduamente a afinar su alma. Se bautizó, por fin, (¡y era de familia bien cristiana!, formada por el padre San Gregorio Nacianceno el viejo, la madre Santa Nona, los tres hermanos San Gregorio Nacianceno el joven, él y Santa Gorgonia). Llevaba una vida de penitencia cuando murió a los 39 años. ¡Cómo lloraban el padre, la madre, la hermana, oyendo la oración fúnebre predicada por el teólogo de la familia! Lloraban con lágrimas de alegría. (Se conserva la homilía. De antología. Un tratado extraordinario sobre la santidad de un médico que veía el rostro de Dios en sus hijos enfermos [todos los bienes del famoso médico y político, fueron a parar en manos de los pobres] aunque no rezara mucho al principio) (25 de febrero)

WALBURGA (710–779). Hija del rey san Ricardo el peregrino, hermana de san Wilebardo y san Winebaldo, prima de san Bonifacio, entró joven en el monasterio cercano de Wimborde. Y allí vivía feliz, leyendo de tarde en tarde las cartas de sus parientes que le llegaban desde lejanas tierras. Hasta que un día la abadesa la llamó para decirle que su primo Bonifacio, al que el papa Gregorio II le había encargado que cristianizara a los alemanes, pedía a voces que fueran a Alemania unas cuantas monjas para que entonaran a los indígenas aquellos, duros de oído y de corazón a las enseñanzas del evangelio. Y allí se fue Walburga con santa Lioba y una leva de benedictinas a rezar dos veces («el que canta, reza dos veces»). ¿Qué es la vocación, sino la llamada del primo que dice que Dios necesita de la voz y del corazón de Walburga? Cuando murió en el año 779 era abadesa de dos monasterios en Heidenheim (25 febrero)

SEBASTIÁN DE APARICIO (1502-1600). Aunque nacido en A Gudiña, el día de San Sebastián, pasó la mayor parte de su vida en México. En 1533 en Puebla forma una pequeña sociedad de carretas de transporte, tiradas por bueyes, que amplía en 1542, trasladándose a la Capital. Diez años transportando minerales de plata de las minas de Zacatecas a la Casa de Moneda de México. Minerales, y viajeros. Al cumplir 50 años, tras dieciocho de carretero y empresario, vende Sebastián sus carros, y se establece en Tlalnepantla, rico y señor. En 1573 al enterarse de que las clarisas de México pasan por graves penurias económicas, les cede todos sus bienes, que ascendían a unos 20.000 pesos (de entonces), y se convierte en portero y mandadero de las monjas. Un año después los buenos franciscanos aceptan recibir como hermano al anciano Sebastián. El 13 de junio de 1575 recita la solemne fórmula: «Yo, Fray Sebastián de Aparicio, hago voto y prometo a Dios vivir en obediencia, sin cosa alguna propia y en castidad, vivir el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, guardando la Regla de los frailes menores». Y un fraile firma por él, pues es analfabeto. Enseguida le llaman de Puebla, donde un centenar de frailes, empeñados en mil tareas de evangelización y educación de los indios, necesitan un buen limosnero. El viejito que los frailes franciscanos han recibido por pura generosidad, va a servirles de limosnero 23 años. | 1600. 20 de enero, día de San Sebastián, Fray Sebastián cumple 98 años, y una vez honrado su patrono, está trabajando con sus carretas. El 20 de febrero, vuelve al convento desde un monte de Tlaxcala con un carro de leña, muy quebrantado. Cinco días después, a las ocho de la noche del 25 de febrero de 1600, postrado en tierra, entrega a Dios su espíritu, al tiempo que dice «Jesús», el «Fraile carretero», que trabajó como pocos en México, y dio pruebas de acrisoladas virtudes y lustre a la Orden de San Francisco de Asís (25 febrero)

AGRÍCOLA (+ 594). Escondido en el corazón de Borgoña, de Auvergne y del Centro de Francia, se encuentra Nevers. Allí fue obispo Agrícola, haciendo realidad su nombre, cultivando durante 24 años el campo del Señor. Sus cristianos rezaban: Oremus pro antistite nostro Agricola. Stet et pascat, in fortitudine tua, Domine, in sublimitate nominis tui. Como lo hacemos nosotros por nuestros pastores (26 febrero)

PAULA MONTAL FORNÉS DE SAN JOSÉ DE CALASANZ (1799-1889). (Nombre largo, como corresponde a quien vivió noventa años). Nacida en Arenys de Mar, funda en Figueres una «escuela nueva» de verdad, en la que se aprendía a Vivir (aquel sueño de Séneca: «Non scholae, sed vitae discimus»). En Sabadell respira a pleno pulmón el carisma de San José de Calasanz, que le da fuerzas para fundar otros oasis con pozos de agua viva y palmeras con raíces hacia Arriba en Figueres, Arenys de Mar, Sabadell, Igualada, Vendrell, Masnou... El último, en Olesa de Montserrat, al pie de la Casa de la Virgen de Montserrat. Treinta años (los últimos de su larga vida) allí, enseñando a vivir el Padrenuestro... le abrieron de par en par la puerta grande del cielo. Es de las santas de Juan Pablo II, que al beatificarla primero (1993) y canonizarla el 25 de noviembre de 2001 hizo felices a más de ochocientas religiosas escolapias extendidas en 19 naciones del ancho mundo, y a Claudio Vilá Palá que como buen historiador desempolvó sus huellas (26 febrero)

BESA (s. III). Soldado romano, que cuando llevaban a ser quemados en la hoguera al señor Julián y a su esclavo Eune, impidió que un montón de energúmenos los lincharan. Rabiosos los energúmenos, lo acusaron ante el juez de «colaboracionista» (ya entonces lo del colaboracionismo [no todo colaboracionismo, claro] sonaba mal. El juez «prudentemente» [¿dónde quedaba la “recta ratio agibilium”?], temiendo la rabia de los rabiosos se lo entregó como carnaza. Lo cuenta San Dionisio de Antioquia en carta a Fabiano, un poco como de paso, como apéndice del martirio de los primeros, que el historiador Eusebio incluye en su «Historia eclesiástica». [El señor Julián, aunque vivía en Alejandría, tuvo que ir a declarar su fe en los dioses del imperio, por orden del que mandaba en Roma, que se llamaba Decio. Como el declarante padecía de gota, dos de sus esclavos, que eran más o menos cristianos, lo llevaron en una silla. Eune repitió la declaración de su señor Julián: que sólo hay un Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Al otro esclavo, olvidó el catecismo]. Julián, Eune y Besa, que rezaron el Credo a su manera, sin preocuparse del «Filioque», tal día como hoy de 250 (27 febrero)

GABRIEL DE LA DOLOROSA (1838-1862). Francesco Possenti, undécimo de trece hermanos, nació en Asís. «Temperamento suave, jovial, generoso, corazón sensible, de palabra fácil, inteligente, amena» en Spoleto fue alumno de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y de los Jesuitas después. A los 18 años, asistiendo a la procesión de la «Santa Icone», decidió hacerse Pasionista. Al tener que cambiar de nombre, según la costumbre de entonces, por devoción a la Madre de Jesús, empezó a llamarse Gabriel de la Dolorosa. Se conservan cartas en las que recomienda a sus amigos la lectura de «Las glorias de María» de San Alfonso María de Liguori. Murió en Isola cuando iba a cumplir 24 años. Poco antes le había dicho al enfermero: «Hermano, en agradecimiento por tantísimos cuidados y atenciones como ha tenido conmigo, cuando llegue al cielo voy a pedirle a Nuestra Señora que le conceda el don de oración». ¡Quién pudiera cuidar a un santo agradecido! (27 febrero)

AUGUSTO CHAPDELAINE (1814-1856). Nacido en La Rochelle. Se especializó en la agricultura, hasta que a los 20 años le llegaron tanto al corazón las palabras: «Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura» que dijo que quería ser sacerdote y marchar a misiones. Sus condiscipulines del seminario menor de Mortain, le llamaban «papá Chapdelaine». Sonreía aquel nuevo San Ignacio de Loyola, de manos rugosas. Sacerdote a los 29, párroco de una pequeña aldea ocho años, ingresa 1851 en Misiones Extranjeras de París. Por fin misionero. Tres años en la frontera, sin poder entrar en China, que aprovechó para aprender la lengua. Tenía 41 años cuando llegó a Kuan-Si. Hablaba tan bien el chino, que pronto doscientos neófitos asistían a su misa. Un tal Pé-San al ver que una joven seducida por él se había convertido al cristianismo, por obra y gracia del Espíritu Santo y de aquel francés de La Rochelle, denunció la presencia del misionero al mandarín de Sy-Lin-Hien, acérrimo enemigo de los cristianos. Fulminante orden de apresamiento. Aunque se escondió en casa de un buen cristiano, pronto dieron con él, y no tardaron en enjaularle en una jaula suspendida en el aire. De allí voló al cielo el 28 de febrero de 1856, recién cumplidos los 42 años. ¿Tanto estudiar latín, tanto estudiar chino, y sólo doce meses misionando? ¡Qué despilfarro! pensamos nosotros. Pero ¿qué pensará el que dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura?» (28 febrero)

DANIEL BROTTIER (1876-1936). Polifacético. Podría ser patrono de los botánicos que se dedican a injertar (una clase de mangos lleva su nombre [mangue Brottier]) o de los que sufren persistente dolor de cabeza, de los que dudan si entrar en la Trapa o de los que edifican catedrales, de los misioneros que tienen que regresar a la patria por salud quebrantada o de los que juegan a las cartas con los militares en las trincheras cuando están en misión de servicio... | A los diez años, como regalo de la primera comunión, pidió a sus padres que le dejaran ir al Seminario, porque quería ser sacerdote. A los once ingresa en el Seminario Menor de Blois. Cuando tenía 13, como secuela de una enfermedad, le empezó el inintermitente dolor de cabeza que le acompañará hasta la muerte. Brillante en los estudios, buen compañero, emprendedor, luchó esforzadamente contra su pasión dominante: el orgullo y la cólera. Sacerdote a los 23 años. | Espiritano a los 27 años, partirá para Senegal donde contaban que trabajaba 25 horas diarias. Una caída de caballo más una insolación le obligan a volver a Francia para reponerse. Duda si entrar en una trapa en Brasil. Pero la llamada de Senegal se impone. Predica con ardor. En los ratos libres cultiva mangos, cultiva flores (con su venta provee las necesidades de la misión). Incluso publica postales con fotografías que destacan por su belleza. Aquejado de otra insolación, deja África para siempre. Cuando dudaba si ingresar en la trapa de Lérins, le dice Mons. Jalabert, el obispo de Dakar, que sea a distancia su brazo derecho, y el izquierdo, para construir la gran catedral (a cuya consagración no tuvo tiempo para asistir el 2 de febrero de 1936, porque ya tenía sacado para el 28 el billete para el cielo). Los primeros meses de estancia allá Arriba se distraía mucho mirando hacia Dakar. Se comprende, la lleva en el corazón (28 febrero)

HILARIO (+ 468). Único pontífice romano que ha llevado ese nombre tan alegre. Él le fue fiel toda la vida, incluso cuando huyó. Que huir no siempre está mal. San León Magno en carta a Teodosio II alaba la huida del diácono Hilario, su legado en el concilio de Éfeso, para no tener que firmar lo que unos «ladrones» de la verdad obligaban a signar a todos los asistentes (pretendiendo dar por verdadera la doctrina de Eutiques, que decía que en Cristo sólo hay una naturaleza, la divina). Siguió con la sonrisa cuando, muerto el gran papa León, tuvo que sucederle (que no es ningún plato de gusto ir detrás de un fuera de serie). Se esforzó en llevar a cabo su programa «La concordia universal de los sacerdotes del Señor, para que ninguno tenga que preocuparse de sí mismo, sino que todos puedan dedicarse a conseguir “ea quae Christi sunt”». Creía en el poder de la belleza: lo demuestran las dos capillas con hermosísimos mosaicos que hizo construir en el baptisterio de San Juan de Letrán. Si en vida no consta que bailase, ahora se divierte celebrando cada cuatro años su fiesta el 29 de febrero, día en que murió, y el 28 de febrero, los otros. (28/29 febrero)

 
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Cuando la hoja vocacional salía impresa mes tras mes, publiqué repetidas veces mini-hagiografías con sabor vocacional: «Estos hicieron tanto por salvarse, ¿y tú qué haces?» I y II (302.304); «¿Por qué no con el tiempo?» (327); «¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco? (385). / Mientras se publicó la agenda bíblico-litúrgica «Phase», Joaquín Gomis y yo, algunos años, ilustrábamos los domingos con un boceto de gente buena. / De 2001 a 2003 colaboré en la revista «El Reino» con una sección titulada «El rostro de los santos». / Aquí van ahora, a través de esta hoja vocacional virtual, diversas mini —y a veces no tan mini— hagiografías del mes de febrero. Con la esperanza de que, leyéndolas el lector sonría, descubra la voluntad de Dios, y una estrella ilumine los ojos de su corazón. — JORGE SANS VILA