CUANDO MUERE UN SACERDOTE... volver al menú
 



HAY UNA OBRA DE IONESCO QUE SE TITULA SIGNIFICATIVAMENTE «EL NUEVO INQUILINO». UN HOMBRE ALQUILA UN CUARTO DE UNA CASA DE PARÍS. UN CUARTO VACÍO, QUE ESE HOMBRE IRÁ LLENANDO CON SUS MUEBLES. TODA LA OBRA -UNA VEZ TRANSCURRIDO UN CÓMICO DIÁLOGO CON LA PORTERA- SE REDUCE A LA CONTINUA ENTRADA DE ESOS MUEBLES, TRANSPORTADOS POR DOS MOZOS DE CUERDA. EMPIEZAN A ENTRAR SILLAS, MESAS, BIOMBOS, ETC., DE MANERA QUE EL HOMBRE ESTORBA Y VA DESPLAZÁNDOSE DE UN SITIO A OTRO. POR EL BREVE DIÁLOGO ENTRE LOS DOS MOZOS DE CUERDA NOS ENTERAMOS QUE TODA LA ESCALERA ESTÁ ATESTADA CON LOS MUEBLES DE ESE SEÑOR; MÁS TARDE NOS ENTERAMOS QUE HA HABIDO QUE CORTAR EL TRÁFICO EN LA CALLE, ABARROTADA DE MUEBLES QUE SIGUEN SUBIENDO; POR ÚLTIMO DICEN QUE EL CAUCE DEL SENA ESTÁ SECO, LLENO TAMBIÉN DE MUEBLES. AL FINAL DE LA OBRA, ESTE HOMBRE, ACURRUCADO EN SU RINCÓN DEL CUARTO, RODEADO AGOBIADAMENTE DE MUEBLES, SE QUEDARÁ MIRANDO FIJAMENTE AL PÚBLICO MIENTRAS CAE EL TELÓN. IONESCO HA LANZADO ESTA OBRA A NUESTRA CULTURA DEL TENER. YA NO SOMOS «AMOS» DEL MUNDO, SOMOS SIMPLEMENTE «INQUILINOS...». EL TENER ESTÁ IMPIDIENDO EL SER.


     Cuando muere un sacerdote hay que pedir al Padre que no se quede la Iglesia con un sacerdote menos. Hasta ahora hemos encontrado quien sustituya a Florencio como profesor. Seguimos buscando quien le sustituya como sacerdote.
     Empezó siendo mi profesor y terminó siendo mi amigo. Murió este año. Como amigo y como profesor ha sido una de las personas que más me han ayudado.
     Cuando muere un sacerdote hay que pedir al Padre que no se quede la Iglesia con un servidor menos. Él, Florencio, nos habló una vez del saber y el sabor de la vida. Ahora descubro que nos estaba hablando del saber y el sabor de su vida.

V.P.



1. Vivir es ante todo encontrarle a la vida dos cosas: sentido y gusto. Es decir, hay que vivir con saber y con sabor. Y corremos el peligro de que nuestra sociedad esté perdiendo ambas cosas. Dicho en andaluz, ¡qué malo es vivir «esnortado» y «esaborío», sin norte y sin sabor!
     Porque una cosa es vivir y otra pasar por la vida
     Si logramos encontrarle a nuestra vida sentido, pero no encontramos gusto, viviremos densamente, pero tristes.
     Si vivimos con gusto, pero sin encontrarle a nuestra vida un sentido hondo, un porqué profundo, viviremos alegres, pero vacíos
     Por eso cuando logramos vivir al misma tiempo con sentido y con gusto, con saber y con sabor, empezamos a vivir en plenitud, empezamos a ser personas
     Uno llega a ser persona cuando ha logrado solucionar el porqué y el cómo de su vida:
     —vivir con saber es vivir con sentido, saber por qué se vive;
     —vivir con sabor es vivir con gusto, encontrar cómo hay que vivir.
     Cuidado con abandonar los saberes por los conocimientos; ojo con cambiar los gustos por los impulsos.


2. Trae fatales consecuencias para nuestra cultura confundir saber por conocer. A veces, degenera tanto el concepto de conocer que identificamos conocer con estar informado.
     Saber es integrar, y quizá sea el ritmo de la vida y de la dispersión de las ciencias lo que no nos deje convertir nuestros conocimientos en saberes
     El hecho de saber cada vez más sobre menos y menos, nos va a llevar a saber mucho de nada. Erikson llamará a estos especialistas «idiotas habilidosos».
     Es muy peligroso abandonar el saber, sustituyéndolo por el mero conocer.


3. Pero también nuestra cultura y civilización puede perder el sabor. Y es que perder el sabor es perder el gusto por la vida, que viene de una relación sabrosa con los objetos y de una relación cordial con las personas. No podemos relacionarnos con las cosas y con las personas solamente a nivel funcional.
     Nuestra sociedad de consumo esta creando una civilización de objetos para tirar, porque ya no nos da tiempo para aficionarnos a ningún objeto.
     Tenemos psicología de soldados que conquistan y nos falta la moral del colono que es el que habita. De amos del mundo estamos pasando a ser «inquilinos», porque caemos en la cultura del tener frente ¿la del ser, y terminamos comidos por nuestros propios muebles que no dejan sitio para nosotros en nuestra propia casa.
     Tenemos cada vez más conocidos, pero cada vez menos amigos. Corremos el peligro de pasar de una civilización de objetos para tirar, a una civilización de personas para tirar.


4. La tarea que le queda al hombre para irse haciendo persona es la de integrar. Hay que saber integrar el conocimiento con el sentí miento. El saber está en la armonía de la cabeza con el corazón para ser señor de la: cosas: es la diferencia entre ser persona ser cliente.
     Nos sobran a veces listas de precios nos faltan escalas de valores. Se conoce e precio de todo y no se sabe el valor de nada.
     «No el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» dice un viejo libro del siglo XVI.
     Hay que saber integrar. Hay que seguir integrando saber y sabor a base de desempolvar valores poco cotizados en nuestra cultura técnica: el sentido y la belleza, la contemplación, la gratuidad, la capacidad de sorpresa, la misericordia.
     No compensa dedicarse técnicamente a hacer un mundo más rápido, más lógico, más rico, más fuerte.
     Compensa vivir con saber y con sabor, para hacer un mundo más habitable, sabiéndole dar razones para vivir y razones para esperar.

Vicente Pascual

 
    Cuando Florencio dirigía Ejercicios Espirituales proponía al ejercitante esta introducción-oración:

¿QUÉ PROBLEMAS TRAES A ESTOS EJERCICIOS?

—¿Problemas de alma, de mediocridad, de falta de aliento, de estancamiento espiritual, de cansancio...? Alma de Cristo, ¡Santifícame!

—¿Problemas de cuerpo, de contradicción entre lo que quieres y lo que haces, de falta de fuerzas, de falta de paz y armonía entre tus deseos y tus realidades, de aceptación de ti...? Cuerpo de Cristo, ¡Sálvame!

—¿Problemas de tibieza, de demasiado cálculo en tu vida, de egoísmo, (no eres malo pero tampoco bueno), de generosidad, de compromiso con algo serio, de entrega seria...? Sangre de Cristo, ¡Embriágame!

—¿Problemas de pecados, de faltas, de caídas repetidas, de malos hábitos adquiridos que te condicionan, de mentira, de un pasado que te ata, te sientes sucio y falso...? Agua del costado de Cristo, ¡Lávame!

—¿Problemas de dolor, de dificultades interiores y exteriores, de sentimientos tuyos que no puedes controlar, de miedo, de hastío, de tristeza, de dificultades exteriores que te vienen de los otros a quienes no puedes cambiar, de miedo a sufrir, de no querer salir de tu comodidad fácil y conocida...? Pasión de Cristo, ¡Confórtame!

—¿Problemas de oración, tu misma oración es para ti problema, porque no crees, porque no sabes rezar, porque no sientes que Jesús te escucha, porque no crees en su misericordia...? Oh buen Jesús, ¡Óyeme!

—¿Problemas de tu falta de interiorización, de tu superficialidad, de que vives solamente hacia fuera, sin profundidad, no vives tú sino que te van haciendo la vida, los demás o las circunstancias, vives a salto de mata, sin coherencia...? Dentro de tus llagas, ¡Escóndeme!

—¿Problemas de afectividad espiritual, ves claro pero no sientes el empujón afectivo, lo que hace moverse y entusiasmarse a los hombres, tienes una fe demasiado fría, racional, te falta la Persona, el Amigo Jesús que es quien da calor y sentido a tu vida, te has alejado por recelo, por insensibilidad, por amargura y te has quedado en un cristianismo impersonal y frío...? No permitas que me aparte de Ti.

—¿Problemas de circunstancias, de tentación del mal, del no querer ser «primo» o «bobo», de sentirte rodeado por el egoísmo de todos, (cada cual va a lo suyo, hay que espabilar, todo está montado ya en el prestigio, en el poder, en el tener), soy débil y no tengo vocación de eremita ni de hippy...? Del maligno enemigo, ¡Defiéndeme!

 


237 No damos abasto a reponer gente. Y Dios sigue sin darnos brazos y quitándonos no sólo los mejores, sino los imprescindibles. Pero intuyo que Él sabe por qué. Por esto me ha gustado la oración: «Sembrador, para seguir sembrando tu palabra, hoy y aquí, cerca o lejos, donde sea, si necesitas mis manos, aquí las tienes, Señor, aquí me tienes, Dios mío». Amén, así sea.- VICENTE PASCUAL