FAUSTINO volver al menú
 



SUPONTE QUE ESTÁS EN TU CASA, ENFERMO, LLENO DE CUIDADOS Y ATENCIONES, PERO UN DÍA VIERAS PASAR DEBAJO DE TU VENTANA A JESÚS, SEGUIDO DE UNA TURBA DE PECADORES, DE POBRES, DE ENFERMOS, DE LEPROSOS... SI VIERAS QUE JESÚS TE LLAMABA Y TE DABA UN PUESTO EN SU SÉQUITO, Y TE MIRASE CON ESOS OJOS DIVINOS QUE DESPRENDÍAN AMOR, TERNURA Y PERDÓN Y TE DIJERA: «¿POR QUÉ NO ME SIGUES?» ¿QUÉ HARÍAS? ¿ACASO LE IBAS A RESPONDER: SEÑOR, TE SEGUIRÍA SI ME DIESES UN ENFERMERO, TE SEGUIRÍA SI ESTUVIESE SANO Y FUERTE PARA PODERME VALER? NO. SI HUBIERAS VISTO LA DULZURA DE LOS OJOS DE JESÚS TE HUBIERAS LEVANTADO DE TU LECHO SIN PENSAR EN TI PARA NADA, TE HUBIERAS UNIDO A LA COMITIVA DE JESÚS Y LE HUBIERAS DICHO: VOY, SEÑOR, NO ME IMPORTAN MIS DOLENCIAS, NI LA MUERTE, NI COMER NI DORMIR; SI TÚ ME ADMITES, VOY; SI TÚ QUIERES PUEDES SANARME; NO ME IMPORTA QUE EL CAMINO POR DONDE ME LLEVES SEA ABRUPTO, DIFÍCIL Y ESTÉ LLENO DE ESPINAS; NO ME IMPORTA SI QUIERES QUE MUERA CONTIGO EN LA CRUZ, VOY SEÑOR, PORQUE ERES TÚ EL QUE ME PROMETE UNA RECOMPENSA ETERNA, ERES TÚ EL QUE PERDONA, EL QUE SALVA, ERES TÚ EL ÚNICO QUE LLENA MI ALMA. NI AUN SUFRIR HASTA EL FIN DEL MUNDO, MERECE LA PENA DE DEJAR DE SEGUIR A JESÚS. FR. MARÍA RAFAEL + FAUSTINO



     Cuando en 1963 escribí el texto que sigueste, tras haber hojeada su diario, muy lejos estaba yo de sospecha que su proceso de canonización se iniciaría un día. (San) Faustino, alárgame, alárganos la vista.

J.S.V.


     Una fotografía con una escena repetida mil y mil veces cada día en Buenos Aires, en Barcelona, en Panamá, en Santo Domingo... en todo el mundo. Un grupo de muchachos, que caminan hacia su colegio, cartera en mano. El segundo de la izquierda es Faustino. Tenía 13 años. Una fotografía como tantas, una más.
     Esto mismo pensé yo cuando cayó en mis manos.
     Pero...

     —Un muchacho normal, que está para terminar el bachillerato descubre que Dios le llama a su servicio. Vive conforme a esta entrega. Enferma y muere. ¿Tenía vocación?
     —¿Por qué no?
     —¿Auténtica vocación
     —Claro.
     —¿Sin la llamada del obispo?
     —A pesar de esto. Las flores de un naranjo nacen y crecen para convertirse en fruto. Pero alguna vez pasa el dueño y corta una pequeña rama porque en su casa su esposa disfruta con el olor del azahar. «En una vida que es camino, lo esencial no es haber andado más o menos leguas, que siempre serán pocas, sino el temple del caminante, la conciencia de ese caminar, la lucidez con que uno ofrece lo que va siendo en cada paso, la transparencia con que el horizonte se refleja en los ojos. Para Dios no hay muertes prematuras, sino hombres en órbita y hombres huidos».

     A los pocos días recibí unos cuadernos y esta nota: «Le agradecería estudiase este diario. Es de un adolescente que acaba de morir. A él me refería cuando le llamé por teléfono».
    
Tarea difícil la de descubrir el alma de un adolescente a través de su diario. Casi siempre se escuchan a sí mismos, hablan de su pequeña vida consolándose de la incomprensión del medio ambiente. Son diarios la mayoría de las veces falsos.
     Faustino lo empezó el 14 de setiembre ce 1960. A los 14 años.

     «Me levanté con el famoso dolor. Se me pasó. Terminé "Mario Gaitán". Hermoso libro. Ayudé un poco a Fausto a regar. A las nueve menos cuarto recé el Rosario» (14-9-60).

     «Ha llovido mucho y nos ha fastidiado el tiempo. Lloviendo me he ido a confesar en bici, pero al no ver al Padre me he vuelto. A las nueve recé el Rosario» (15-9-60).

     Es un diario el suyo que cualquiera llamaría vulgar. Consigna hechos. Raras veces, sentimientos. Lo mezcla todo; clases, vida espiritual, deporte. Leyéndolo me acordé del diario de Scott camino del Polo Sur.

     «¿Qué vocación voy a elegir: médico, químico?, ¿o seré tal vez sacerdote? La última es la que más me ha impresionado. El día y un poco que me queda de Ejercicios voy a estar completamente callado. Quizá me hable Dios» (22-10-60).

     «Recé el Rosario. Comulgué en el recreo. Me han preguntado en Matemáticas: me las supe bien. En dibujo un 8. La liga ha quedado así: ellos 9, nosotros 0. Es difícil dejar de reñir con mis hermanas. La vocación cada día es mayor» (29-10-60).

     «Hoy hace 20 meses que Dios me dijo que le siguiera. Es maravilloso pensar que voy a estar toda la vida al servicio de Jesús y de María. Voy a ser un pescador de almas. Lo he pensado mucho y me gustaría ir, como religioso marianista, a Sudamérica, donde tanta falta hacen manos para salvar a las almas» (22-6-62).

     —¿Tenía vocación?
     —La vocación es como una luz que ciega. Nuestros pobres ojos no pueden mirarla nunca directamente. Pero el Señor nos brinda un camino indirecto para comprobar inequívocamente su existencia: ¿tenía verdadera intimidad con Dios?, ¿era servicial? En el examen de una vocación esto es lo que cuenta. La vocación no es un ofrecimiento más o menos generoso. (El Señor en el Evangelio no suele aceptar a los que se ofrecen espontáneamente.) No es tener buena voluntad. No es "querer".
      La vocación, lo dice la misma palabra, es una llamada del Maestro. Una llamada distinta, en el modo, a la de los apóstoles; Él no anda por nuestras ciudades ahora como cuando recorría los pueblos de Palestina. La vocación, llamada del Señor sin señales extraordinarias, sin prodigios, sin cosas raras, exige, sin embargo, supone hoy como entonces, un clima de intimidad, una entrega generosa a los demás. Todo lo otro, ¡todo!, es accidental. Puede faltar. Pero si falta la verdadera amistad con Dios, si está ausente la servicialidad, de nada sirven las palabras más poéticas, los propósitos más generosos.
     —¿Faustino tenía vocación?
     —Sí.

     «Estuve de compañero con él en la tienda y en el autocar durante el viaje que hicimos por Europa. Siempre era el mismo, sin enfadarse nunca, dispuesto a sacrificarse siempre, a conformarse con lo peor para que otros estuvieran mejor».

     Él, por su parte, escribe hablando de este viaje:

     «Yo creo que estos días me han servido para sacrificarme más por los demás. Yo procuraba ser lo más servicial posible» (22-8-62).

     Después del testimonio de su compañero, después de sus palabras, estas otras sobre su vocación adquieren auténtico valor:

     «En este verano no se me ha quitado la vocación, sino que se me ha aumentado».

     ¿Amaba a Dios?

     «Ya estamos en noviembre y no he fallado más que una comunión. Ha sido justo el día 12, es decir el día del Pilar. ¡Qué asco, ché! Hemos empezado de nuevo a estudiar. Este año es más difícil pues he de aprobar sexto y reválida. La asignatura que más me gusta es la Física» (1-11-61).

     En los Ejercicios Espirituales de sexto examina su vocación:

     «Yo creo que mi vocación es por amor a Dios, ganas infinitas de servirle lo mejor posible, ganas incluso, si fuera necesario, de morir por Él. ¿No ha muerto Él por nuestros pecados para que no muramos nosotros? ¿Cómo no contestar a este amor tan grande, con otro amor de hombre, pero enorme?» (25-1-62).

     Un año después, en sus últimos Ejercicios, contesta una de las preguntas de la encuesta del segundo día así:

     «¿En qué momento del día me he sentido más cerca de Dios? En la Hora Santa. Estaba metido en Dios».

     —¿Sabéis lo que quieren decir estas cuatro palabras "estaba metido en Dios"?
     —¿Pero usted se fía de un diario de adolescente?
     —Sí, cuando su vida no lo contradice y cuando el adolescente está dispuesto a romperlo poco antes de morir porque cree él que «no pone más que tonterías».
     —¿Faustino amaba a Dios?
     En sus últimos meses tenía siempre a mano una estampa con un texto de los escritos del trapense Fray María Rafael. Un texto que le entusiasmaba, con el que se sentía plenamente identificado y que meditaba con frecuencia. Al recoger esta estampa después de su muerte, a continuación del texto y del nombre de su autor se descubrió una nueva firma, la de Faustino.

     «Suponte que estás en tu casa, enfermo, lleno de cuidados y atenciones, pero un día vieras pasar por debajo de tu ventana a Jesús, seguido de una turba de pecadores, de pobres, de enfermos, de leprosos... Si vieras que Jesús te llamaba y te daba un puesto en su séquito, y te mirase con esos ojos divinos que desprendían amor, ternura y perdón y te dijera: "¿Por qué no me sigues?" ¿Qué harías? ¿Acaso le ibas a responder: Señor, te seguiría si me dieses un enfermero, te seguiría si estuviese sano y fuerte para poderme valer? No. Si hubieras visto la dulzura de los ojos de Jesús te hubieras levantado de tu lecho sin pensar en ti para nada, te hubieras unido a la comitiva de Jesús y le hubieras dicho: Voy, Señor, no me importan mis dolencias, ni la muerte, ni comer ni dormir; si Tú me admites, voy; si Tú quieres puedes sanarme; no me importa que el camino por donde me lleves sea abrupto, difícil y esté lleno de espinas; no me importa si quieres que muera contigo en la cruz, voy Señor, porque eres Tú el que me promete una recompensa eterna, eres Tú el que perdona, el que salva, eres Tú el único que llena mi alma. Ni aun sufrir hasta el fin del mundo, merece la pena de dejar de seguir a Jesús. Fr. María Rafael» + Faustino

     Faustino tenía vocación. Porque amaba a Dios. Porque se sacrificaba por los demás. Y por este otro detalle —muy importante—: «Faustino (escribe un compañero suyo) era un chico que sólo se distinguía de los demás porque era bajito. Pero por lo demás era normal».
     Tenía vocación porque era normal.

Jorge Sans Vila


230 El traslado de los restos de Faustino a la capilla del Colegio del Pilar de Valencia, del que fue alumno tantos años, será una bendición para todos, será como una presencia silenciosa que velará sobre nosotros, y un continuo estímulo que nos recordará que en esta vida no hay que contentarse con poco, sino que es posible, y se debe, tender a un alto ideal humano y cristiano para mejorar el mundo.- J. M. SALAVERRI