DIARIO DE UN MISIONERO III volver al menú
 

      
     A punto de terminarse el año, me doy cuenta de que no pocos lectores de esta publicación vocacional están algo inquietos porque les tengo sin noticias del P. Sinesio.
     Casi como regalo de Reyes, aquí van estos 5 nuevos días de ese buen misionero, desde hace trece años afincado en Zambia.
     Conocer sus trabajos y sus días siempre alarga la vista, siempre agranda el corazón. En una palabra, nos hace más católicos.
     Leyendo esta «eucaristía incompleta» ¿a quién no le viene la idea de echarle una mano?

     J.S.V.


     JUEVES

     Lo dedico a retiro en el Centro Franciscano, aprovechando la oportunidad de unirme a un grupo de sacerdotes que hacen Ejercicios Espirituales. Mientras tanto dejo el coche en el garaje.
     La eucaristía queda «incompleta», nos dijo el P. Doran, hasta que la justicia y la caridad no se hagan visibles en el ambiente donde hayamos celebrado la misa.
     Comida en silencio e inmediatamente a «completar» la eucaristía (con una harina parecida). Llevaba en la lista de encargos comprar un saco de harina de maíz para Suse.
     Ya dentro del molino, se me acerca un «kampanda»: «Padre (¿de qué me conoce?), por favor me compre dos sacos de harina para mí. No tenemos ni un puñado en casa, mi mujer y mis 5 hijos están hambrientos». Había comprado ya el saco mío y ahora era «peligroso» acercarse de nuevo a implorar otros dos más, pues la harina de maíz escasea esta época. Además, sólo despachaban por la mañana y eran las 3.30 de la tarde.
     Dije a mi hombre que no podía, que sus ruegos no me concernían, que la «caridad» estaba ya hecha para con Suse... Él me seguía (me perseguía). Y lo consiguió, a pesar mío y del director que se enfadó.
     Faltaba el transporte hasta su casa de Chipulukusu, unos 5 km. Y allá nos fuimos, bajo una copiosa lluvia.
     Su casa (para entendernos con palabras «ya hechas») estaba afuera» de las afueras del barrio, enfangada, inaccesible, inhumana.
     Dejamos el coche atollado a unos metros de su chabola. En pocos momentos me vi circundado de más de cien niños desarrapados, incontrolables.
     El coche se hundía más atravesando la barriada de Chipulukusu, más hundida en la miseria que el coche en el fango. Panorama desolador. Corrupción física, moral... Me dio pena y rabia al mismo tiempo. ¿Culpar a quién? Culpables todos.
     Mi eucaristía verdaderamente «incompleta». No se trataba de ayudar a aquel buen hombre y luego «escapar» a mi misión. Mis quejas internas pedían reparación y justicia social para aquellos niños, sin escuela, sin comida, «embarrados». ¿Por qué no terminar allí la eucaristía?
     Había que construir casas decentes, escuelas, clínicas, para 20.000 personas (y yo pasaba con miedo a que el coche fuera arrastrado por las lluvias).
     Había que sentarse al fuego para conocernos y «extender» nuestra familia (y yo pasaba como un relámpago).
     Cuando descargué el saco de Suse a 50 km. de Chipulukusu, pensé sinceramente que mi eucaristía no había sido completada.
     Con la vela encendida pedí a Dios por mis hermanos de Chipulukusu y especialmente por los niños que dormirían esta noche en el suelo húmedo y con los estómagos vacíos. Ellos hundieron mi coche en el fango, pero lo que pedían, lo que querían, era que yo me quedara con ellos.

     
      VIERNES
     
     En casa. A terminar de plantar árboles con Kauta y Eze.
     A mitad de mañana se presenta el P. Francis de la Misión de Chingola. Nos da tiempo a comer antes de proseguir su viaje a Kapiri, donde le espera su gente para vender 40 vacas,
     Él y otro misionero español han organizado una granja-piloto, cuya administración está ya en ruanos de los zambianos. Es un estilo «ujamaa» donde el progreso viene de dentro y los beneficios permanecen en la comunidad. No ha sido fácil llegar ahí, me dice el P. Francis. Han precedido varios años de formación de ensayo, con una inversión de más de seis millones en limpiar el terreno, máquinas, casas para las familias.,. «Ahora, empezarán a ser self-reliant». Le escucho con interés.
     Nosotros en Mishikishi pretendemos una cosa más sencilla: promover la agricultura —allí donde están ya los poblados—, ayudándoles a que se ayuden a sí mismos. Promoción humana integral cuyo resultado será el progreso, la paz y la concordia. Un mínimo de «organización» con un máximo de ínter-relaciones humanas. Más que máquinas «excavadoras» intentaremos «excavare el terreno con nuestras ruanos unidas.
     Mientras voy soñando (porque soñar es parte real de cualquier proyecto), Eze, que había ido a vender cebollas, retorna tarde y un poco bebido; un grupo de niños vienen a jugar y ver fotos; Mr. Sikananu me informa que la madre de Mr. Mwansa, maestro de la escuela, acaba de morir... Los «sueños» se van desvaneciendo cuando a las 11 de la noche me llaman urgentemente para un enfermo en el poblado de Mpelaka.
     Ya se me había olvidado que los coches «caminan» por los caminos y no por los bosques. A aquella señora tuvieron que transportarla a hombros hasta la carretera principal después de dos horas,
     ¿Se habrían enterado de mis pláticas» pasadas (sueños prolongados)? Pesadillas, agricultura, promoción integral, excavadoras...
     
     

     SÁBADO
     
     Voy a Kampoyo Es un centro de oración a 56 km. Mishikishi,
     Llego a las 10 de la mañana. Me espera en la carretera Víctor Lukonde, que actuará como Prayer Leeder, Fue él y su mujer, Angela Mukuka, quienes organizaron a los cristianos de este lugar, y hoy han visto que es realidad el fruto de sus trabajos. Celebramos la eucaristía en una choza de hojalata. Hay muchos niños Algunos hombres mayores me reconocieron cuando hace 6 años celebraba misa en Kantanta
     Les lije— Demos gracias a Dios por la salud corporal que nos ha concedido hasta hoy y por la gracia de la fe, dones que nunca sabremos apreciar debidamente en este inundo.
     Comida eucarística, y comida fraterna en casa de Lukonde, con «munkoyo (bebida suave), señal de fiesta.
      Durante la sobremesa, me presentan una niña de 7 años, poliomelítica. «Padre, nos lleve a la niña a un centro de rehabilitación» (lo daban por hecho). Lilian me miraba con ojos vivos. Su cuerpo retorcido se sostenía en unas maletas desgastadas. 7 años esperando una mirada compasiva. ¿Llegó por fin? Escribimos los detalles de su caso. Y a esperar (a seguir soñando).
     Cada vez que paso por los poblados, descubro sombras que pudieron ser luz, miedos atrasados, intentos de verdad sin raíces, troncos caldos y comidos por las termitas... Nadie movió las ramas, nadie espantó los malos espíritus. Y a la hora del sacrificio, como ofrenda (prenda de eterna gloria), voy llenando mi cáliz con impotencias y esperanzas aquella niña, Chipulukusu, los gemelos de Suse... cáliz lleno que he de beber en el silencio de mi choza


     DOMINGO  

     Los tres safaris apostolico de cada domingo: Kabwata. Mishikishi y, bien entradas las doce,. Miengwe (18 km), donde celebro la eucaristía sin prisas
     Allí, donde el tiempo se ha detenido y la oración adquiere su dimensión planetaria y función cósmica, Dios «es más grande» al no estar concentrado entre cuatro paredes, ni siquiera en esta pequeña capilla recién cubierta de hierba, pero sin puertas ni ventanas, para darnos a entender que a Dios no se le puede «limitar» ni «tener»; y para recordarnos que la eucaristía se completará más allá de Miengwe (quizás en Chipulukusu...).
     Predico para los que no han venido, para los que quedaron sembrando maíz y patata dulce, para los pájaros mensajeros de alabanzas irrepetibles...
     Allí están los nuevos cristianos del año pasado. Los catecúmenos. Canisio Lunare, John Musebo, Mulenga, veteranos en la fe y «pilares» de aquella comunidad cristiana.
     De regreso me acompaña un chico joven, Willian, que trabaja en la granja de Richard Mabisa. Nos detenemos en Kalalangabo a visitar a Mr. Zulu, que nos obsequia con unos mangos.
     Al marchar nos da unas semillas de café para plantar en nuestro jardín.
     Eucaristía no terminada hasta la puesta del sol, hasta fregar los platos y limpiar la cocina y llenar la lista de encargos para mañana: harina de maíz, aceite, azúcar, sal..., ingredientes de una «extensión» necesaria del «sacrificio» de cualquier misionero que intenta «decir» misa.
     La noche custodiará la presencia sacramental y espacial de ese Dios que me espera de nuevo cada mañana en el encuentro real —sin velos— de mis hermanos los pobres.


     LUNES

     Prolongación de la lista, con el Pastor Munghomba a la espera para que le lleve una cabra para vender en Ndola.
     Por el camino nos para Mr, Mhewe cerca de Lumano, Mensaje: Luka está enfermo y quiere verle nombaline (ahora mismo). Y ahora mismo, dejando el coche a un lado de la carretera, nos vamos a ver a Luka.
     Allí está, perdido en un rincón de su choza, envuelto en una manta. Su enfermedad es larga de contar. Le escuchamos y consolarnos, Nuestro diálogo se hace oración con imposición de manos para pedir a Dios se cumpla su voluntad sobre Luka. El Pastor Munghomba termina con el canto del Aleluya a Jehová.
     Sigue el peregrinaje hasta Ndola... La cabra, los encargos. Cada uno tan importante como la persona que los hizo. Escasean los productos. «Venga usted más tarde». Espera en la cola y cuando te toca el turno: «Venga usted mañana».
     Mientras tanto, sonríe. Ensancha el tiempo. Di que sí, que sí. Con la máquina hasta los topes, con el cansancio acumulado, di que sí. Todavía otro más al recibir en la Misión a Mr. Apreacher, perito agrícola, a quien tuve que acompañar para visitar la zona. Di que sí también a la mujer de Eze, que vino a quejarse de que su marido no la daba de comer y aquella misma noche no tenía harina...
     «A ti suspiramos...».

     Sinesio Rodríguez Santamarta


177 Para mí y para muchos de mi generación las misiones se hicieron inteligibles, amables, y sobre todo amadas, a través de las crónicas que el P. Segundo Llorente escribía desde Alaska. / Para muchísimos jóvenes de hoy las misiones se harán inteligibles y amables, amadas y vocantes, a través de los escritos del Padre Sinesio.— J.S.V.