ORACIÓN DE UN VIEJO HERMANO volver al menú
 



EN LA CURIA GENERALICIA DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN ROMA SE HA CELEBRADO RECIENTEMENTE UNA FIESTA ÍNTIMA CON MOTIVO DE LAS BODAS DE ORO DE TRES JESUITAS: UN RENOMBRADO CIENTÍFICO IRLANDÉS, UN NORTEAMERICANO QUE SE HA DISTINGUIDO EN LAS TAREAS DE GOBIERNO Y EL TERCERO, LEONÉS, EN LA CATEGORÍA DE LOS QUE HACEN POSIBLE LA LABOR DE LOS HOMBRES DE CIENCIA Y DE GOBIERNO. EL PADRE DANIEL O’CARRELL ES DIRECTOR DEL OBSERVATORIO ASTRONÓMICO VATICANO. EL PADRE HAROLD SMALL HA SIDO PROVINCIAL DE OREGÓN. EL HERMANO JOSÉ MIRANDA HA SONREÍDO SIEMPRE EN SU TRABAJO Y HA COLABORADO CON CARIDAD AL ESFUERZO COMÚN.


     En el tren, de noche, es cuando brotan las confidencias más curiosas. Cuando todo el departamento va hundiéndose en el sueño surge casi siempre el vecino que empezando por la botánica viene a desembocar en el dogma.
      «Tengo un crío que quiere ser Hermano. Estudia cuarto. Bueno, ya aprobó la reválida. Casi con matrícula, ¿sabe? Véalo qué salado (y me enseña una foto arrugada). Yo le digo que es una lástima que quiera ser Hermano, ¿no cree? A mi mujer le gustaría que fuera cura de pueblo, para tenerlo cerca. Yo pienso que, alabado sea Dios, porque también los paganos necesitan curas allí y de algún sitio han de salir. Pero, ¿Hermano?, ¿sólo Hermano?».
     Entre ronquidos de los vecinos y el traqueteo del tren le digo al buen hombre que antes yo también creía que decir misa era lo más importante, pero que poco a poco he ido descubriendo que san José nunca dijo misa y sin embargo es un santo de los buenos, que Dios — hablando con franqueza— es muy caprichoso y que lo mejor es dejarle con la suya (por lo menos cuando rezamos el «padrenuestro» le pedimos siempre que se haga su voluntad), que el mejor zapato es el que coincide con nuestro pie, que en el cielo no habrá un presbiterio reservado para los curas... Y más cosas, claro.
     Cuando llegó la hora de bajar, con su mano tosca me acarició la cara al despedirse. Casi como la hacía mi padre cuando llegaba a casa.

      Desde niño admiré a los predicadores que comenzaban sus sermones diciendo: «Hermanos». Es un buen comienzo. Pero yo nunca he sido capaz de empezar así. Hermanos. Me cuesta. Mucho.
      Desde que trato más a los Hermanos (Maristas, de las Escuelas Cristianas, de san Juan de Dios, Gabrielistas...) estoy descubriendo que hay hombres que con su vida ayudan a hacer fácil lo difícil.
     Cualquier día, estoy seguro, empezaré yo también la homilía diciendo: «Hermanos».

J.S.V.


     Tú sí que eres un bienhechor de la Iglesia, mi querido viejo Hermano.
    
Laboriosamente has vivido la donación de tus 20 años, en el gozo, sin duda, aunque con más frecuencia, en la noche de la fe.
     
Pero has permanecido fiel al Señor.
     Le has amado y lo has demostrado.
     Ahora te preparas dulcemente para el último encuentro.
     Para la meta de toda tu vida.
     De la ciudad de Dios aquí abajo, vas a pasar, con los zapatos puestos, a la Ciudad celestial.
     El gozo vislumbrado a veces, vas a conocerlo por toda la eternidad, en el amor por fin hallado totalmente en el seno de la Trinidad.
     Y en la luz de Dios, verás que tu vida no fue inútil.

¿Me llamas, Señor?
Yo era como un «perrito» que husmea tras el olor de la comida...
Y adelanta, sin saber hacia dónde.
Yo... no sabía nada de Ti: sólo lo imprescindible para buscarte...
¡Al fin llegaría a conocerte mejor!
Te había escogido sólo a Ti...
Me parece que no hubiera podido hacer otra cosa.
Continuamente me iba diciendo: «¿A quién iré? ¿A quién iré?»

Quería demostrarte que te quiero.
¡Sin necesidad de romperme la cabeza con actos llamativos!
Todos mis conocimientos de buen obrero, los ponía al servicio de Tu Casa.
Demostraría que es una buena casa, una buena casa poco conocida...
Entonces, Tú me tomaste por la palabra y me pusiste a prueba.
Durante mucho tiempo tuve la impresión de que te habías ido..
Nunca escaseaba el trabajo, pero no eras Tú el que me lo señalaba...
Te llamaba para ofrecerte los frutos, pero Tú no aparecías...
Me había convertido en un criado sin paga
y el nombre de la firma había cambiado:
Tú no figurabas nunca, o casi nunca..
¿Durante cuánto tiempo me has dejado sólo en el tajo?
Pero me diste fuerza para continuar en la oscuridad.
Te gustaba ir descubriendo la medida de mi fidelidad
y me infundías el deseo de estar siempre allí,
hasta el día en que Tú abrirías la puerta...

Pensaba para mis adentros:
«¿He venido por mi gusto?
¿Me ha contratado Él para dirigir sus oficinas?
¿Valía la pena haber venido si precisaba de un contacto inmediato?
Si es Su gloria lo que quiero, si creo en Su amor,
¿voy a necesitar un recibo después de cada servicio?».
Cuanto más ahondaba en mi silencio, más seguro me sentía de Ti...
Cuanto menos me encuentro a mí mismo más te descubro a Ti...
Yo nunca he predicado, pero quien tenga ojos
puede ver que Tu Casa, Señor, ha sido el gozo de mi vida...
De este lazo de la Puerta va acrecentándose el Deseo,
del otro ya Tú me abres los brazos..
Amén.

Florent Helbo


087 La obra de la redención no se realiza en el mundo y en el tiempo sin el ministerio de hombres entregados, de hombres que, por su oblación de total caridad humana, realizan el plan de la salvación, de la infinita caridad divina. Esta caridad divina hubiera podido manifestarse por sí sola, salvar directamente. Pero el designio de Dios es distinto, Dios salvará en Cristo a los hombres mediante el servicio de los hombres. El Señor quiso hacer depender la difusión del Evangelio de los obreros del Evangelio. - PABLO V