HOJAS DE UN DIARIO III volver al menú
 

    
     Hay épocas de la vida en las que uno siente necesidad de encontrarse a sí mismo a través de un diario. Es la adolescencia.
     Si se escribe un diario luego no es tanto para guardar vivencias propias cuanto para recoger jirones de vida, puntos de vista, reflexiones surgidas aquí y allí al correr de los días.
     Este diario tiene un denominador común: la preocupación vocacional. Inútil querer encontrar en él un tratado de teología completo. El título ya lo dice: son hojas de un diario.


5, SÁBADO, SEPTIEMBRE

     Hoy he celebrado misa en unas religiosas de clausura. Una capilla actual, decorada con sencillez. Actual reduplicativamente: como acompañamiento del rezo de las hermanas, el ruido monótono de los telares de una fábrica vecina. En el altar un fresco con una Virgen niña deliciosa y sus padres ofreciéndola gozosos a Yahvé.
     Al mediodía he vuelto con un fotógrafo. Me interesaba un foto de la Virgen niña, tan sencilla, tan abierta a Dios. Desconozco el nombre del autor. Pero tiene que ser un hombre bueno. Quizá tenga una hija pequeña, pequeña y buena. Las niñas, de pequeñas todas se parecen a la Virgen, luego, cuando crecen, algunas se le parecen más. Al Señor le ha de gustar enormemente encontrar rostros (del alma, sobre todo) que le recuerden a su Madre. ¡La quería tanto!


8, MARTES

     Mn. Jordi me repite siempre que tengo manía por las manos. María Luisa piensa que ¡dichosa oración de Foucauld y su infinita confianza! Elena nota que insisto mucho en lo de la paz. Terencio cree que ya basta de fotografías de caminos.
     Quizá tengan razón. ¡Somos tan limitados! Así como hay «muletillas» en el hablar, las habrá al pensar y al escribir. ¿Las tendrá también la vocación?
     Sea lo que sea, manos, caminos, confianza, paz... ¡qué palabras más hermosas!


30, LUNES

     Me comunican que ha muerto Primitivo. Fuimos condiscípulos y amigos. Hacía años que no le veía. Estaba en un sanatorio.
     Su sacerdocio ha sido una predicación constante y clamorosa de que «los caminos de Dios son incomprensibles». Enfermó pronto. No podía decir misa.
     Un día le encontraron junto al altar repitiendo las palabras, haciendo los gestos sagrados. «Misa seca» lo llamaban antiguamente a esto, cuando en los barcos, debido a la tempestad, celebrar se hacía imposible.
     Pero la de Primitivo no era una misa seca, era una misa con lágrimas.
     Aunque su mente nublada no nos conocía ya, sus ojos rasgaban el misterio. «¿Quién sabría que la luz es buena si no hubiera sentido las tinieblas de la noche?» Él navegaba por un cielo que desde abajo nosotros veíamos nublado, pero lo cierto es que al otro lado de las nubes siempre brilla el Sol.


7, MIÉRCOLES, OCTUBRE

     La adolescencia. Tema ideal para los novelistas. Pero momento doloroso para el muchacho que se encuentra en ella.
     Vino esta tarde un seminarista a charlar un rato conmigo. Pedía ayuda para un amigo suyo que «no ve claro». ¡Qué difícil ayudar a un tercero que se halla a 800 km. de distancia! ¡Qué fácil descubrir que el amigo del amigo —él, el visitante— tampoco veía claro!
     Me dan pena, porque sufren. Querrían estar seguros de que Dios no les quiere para sacerdotes. Querrían distraerse, divertirse vulgarmente como tantos de su edad, y no pueden. Han heredado una fe cristiana, tienen un corazón puro. Discuten, luchan, se enfurruñan con Dios, pero en el fondo se ven perdidos. «Perdidos». Terminarán capitulando ante el Señor. Y seguirán el camino, porque Él los necesita, ¿Perdidos?
     Como recuerdo de la visita, para cuando escriba al «amigo», le he copiado aquellas palabras de Evely.
     Para el que ama, mil objeciones no llegan a formar una duda; para el que no ama, mil pruebas no llegan a constituir una certeza.


11, DOMINGO

     Sí. Estoy leyendo «Una religión para nuestro tiempo», de L. Evely. Un libro enormemente vocacional, porque es profundamente cristiano.
     He observado que no son pocos los que al pedir «bibliografía vocacional» buscan recetas, pastillas, soluciones inmediatas y baratas. «Cosas prácticas, sin filosofías.» ¿Desde cuándo los hombres renunciamos a pensar? ¿Desde cuándo la vocación ha dejado de hundir sus raíces en la vida cristiana?
Las vocaciones son los árboles floreciendo. Los árboles plantados por los abuelos para que los disfruten sus nietos.


14, MIÉRCOLES

     Vengo de la catedral. He pasado un rato arrodillado junto al sepulcro de fray Francisco. Mi obispo. El obispo de mis años de seminario. El que me ordenó sacerdote.
     Entre nosotros, en lo que va de siglo, probablemente es el obispo que más sacerdotes ha ordenado. ¡Qué contraste con san Calixto, el santo de hoy! «Papa durante 5 años, 1 mes y 12 días, en 5 ordenaciones consagró 8 obispos, 16 sacerdotes, 4 diáconos.» Y el breviario lo anota como una estadística gloriosa.
     Fray Francisco, cuatro veces al año, por lo menos, se pasaba de ocho a una imponiendo sus manos, dando besos de paz, pasándonos la antorcha llegada a través de siglos y manos apostólicas. Sabe bien rezar un rato junto al sucesor de los apóstoles que nos entronca con Pedro y Pablo, Santiago y Juan, Mateo y Natanael. Cuesta poco rezar allí para que la antorcha siga corriendo de mano en mano, para que la cadena prolongue sus eslabones, para que las palabras del Señor Jesús sigan repitiéndose entre nosotros. Las palabras del Señor que dije por primera vez con fray Francisco, mi obispo.


16, VIERNES

     He adornado la pared de mi nueva habitación con banderines, Una moda como otra. Los que vienen dicen que queda bien. Sí, queda alegre. Y, además, caliente. Cada banderín con su historia, su recuerdo discreto, silencioso.
     Cuando preparé el año pasado un par de banderines vocacionales —que el Señor habla a veces por la ventana de un triángulo de seda— escogí un dibujo representando una familia y al pie esta frase: «Escoge, Señor, para sacerdote a uno de nuestra familia».
     Al reeditar el banderín pedí que retocaran la frase. Dice ahora: «Escoge, Señor, para tu servicio a uno de nuestra familia».
     Los Hermanos se han puesto contentos. Estoy seguro que el Señor también. Esta nueva frase es más cristiana. Y más sacerdotal. Porque «ser sacerdote es servir».


18, DOMINGO

     Me gusta este domingo, el Domund. Todos los años salgo a la calle para ver. Ver ojos de muchachos y muchachas que sonríen o se entristecen al compás de los transeúntes más o menos cristianos, más o menos generosos, no tanto por las monedas que deslizan en la ranura de las huchas, como por el cariño con que miran a esos niños ilusionados. Los niños —la humanidad no cristiana— busca sobre todo amor. An1or de hermanos.
     Formamos parte de un cuerpo, de un templo, de un pueblo que avanza. Cada uno en su puesto. El sacerdote, también. Tiene razón Péguy en ese maravilloso libro titulado «Palabras cristianas», otro libro plenamente vocacional:
Hay que salvarse juntos. Hay que llegar juntos a la casa de Dios. No vayamos a encontrarnos los unos separados de los otros. Hay que pensar un poco en los otros, hay que trabajar un poco por los otros. ¿Qué nos diría Dios si llegásemos hasta Él los unos sin los otros?


26, LUNES

     «El cielo debe ser algo así como una amistad sin despedida». Me lo dice Pepe, pero por carta, ahora que nos hemos separado después de dos años de convivencia.
     La frase, por más que pudiera parecerlo, no es un tópico, no es un recurso literario. Es una traducción en pocas palabras de un aspecto demasiado olvidado de la vida sacerdotal. El sacerdocio no nos seca el corazón. Amamos. Pasa, a veces, que por culpa de una formación anacrónica seguimos siendo unos niños grandes demasiado vergonzosos.


31, SÁBADO

     Me he animado a traducir y difundir entre nos otros una encuesta promovida por la Unesco. Son 64 preguntas a través de las cuales se intenta descubrir los valores que mueven a la juventud de hoy.
     Hay preguntas curiosas de veras: «¿Te gustaría llegar a viejo?», «Si estuvieses seguro de que no te iba a faltar nada esencial, ¿aceptarías instalarte en una isla desierta para vivir en ella?», «¿Qué significa para ti una vida lograda»?, «¿Qué es lo que te inquieta actualmente?», «¿Te gustaría ser de los primeros que visiten otro planeta?»...
     He estado tentado (le interpolar un par de preguntas. No lo he hecho por honradez científica. ¡Sería tan bueno conocer a dónde piensa guiar nuestra juventud la barca de su vida!

Jorge Sans Vila


037 Vale la pena dedicarse a la causa de Cristo, que quiere corazones valientes y decididos. Vale la pena consagrarse al hombre por Cristo, para llevarle a Él, para elevarlo, para ayudarle en el camino hacia la eternidad. Vale la pena hacer una opción por un ideal que os procurará grandes alegrías. Vale la pena vivir por el Reino el celibato sacerdotal, vivirlo responsablemente, aunque os exija no pocos sacrificios. El Señor no abandona a los suyos. — JUAN PABLO II