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 «Colegio de teología fundado en la universidad de París por Roberto Sorbon, en 1253. Actualmente sede de las facultades de letras y ciencias», es lo que más o menos dicen los diccionarios.
A mí, Sorbona me suena sobre todo a san Francisco Javier, porque fue en una carta suya, escrita desde el lejano oriente, donde tropecé por vez primera con la palabra:
Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen.
Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad para disponerse a fructificar con ellas, cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos.
Si el 14 de diciembre (día en que se celebra el cincuentenario de su proclamación como patrono universal de las misiones) no hay huelga en la universidad trataré de leer a mis alumnos el párrafo en cuestión. Porque no ha perdido actualidad. Desgraciadamente
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