REZO volver al indice
 

     Atravesaba una etapa de niebla (no en el sentido físico de suspensión coloidal de gotitas de agua en la atmósfera). Densa niebla profesional.
     Recibió una cartulina blanca. Las iniciales de la firma iban precedidas de esta única frase: «Rezo por ti», subrayada con intensidad.
     Cerró los ojos.
     Recordó que hacía años, a propósito de una niebla familiar en la que se vio sumida, él le había trascrito estas palabras de G. Thibon:

Cuando te digo «rezo por ti», esto no significa que de vez en cuando musite algunas palabras pensando en tu recuerdo, sino que quiero cargar sobre mis espaldas con toda tu responsabilidad, que te llevo dentro de mí como una madre lleva a su hijo, que deseo compartir, y no sólo compartir, sino atraer enteramente sobre mí todo el mal, todo el dolor que te atenaza, y que ofrezco a Dios toda mi noche para que él te la devuelva transformada en luz.

     ¡Qué memoria, Dios santo! y ¡qué oportuna la cita! Cuentan que siguió avanzando, pese a la densa niebla profesional. Y hasta sonreía a ratos.
     Los que le rodeaban no eran capaces de entenderlo.