ISOPÁTICO volver al indice
 

     Nos encontrábamos cada día por la mañana, casi a la altura del matadero municipal, donde había aparcados una larga fila de camiones con el letrero «isotérmico» pintado en rojo. Yo iba y él venía. Poco a poco fuimos «domesticándonos» en silencio. Hasta que al llegar el día primero de año se acercó y señalando el letrero de los camiones me dijo: «Le deseo un año totalmente isopático».
     Nunca había oído tal palabra, ni creo que figure entre las fórmulas felicitatorias al uso. Pero me he dado cuenta que es muy buena.
     Si camión isotérmico es el que mantiene la misma temperatura (igual calor), si triángulo isósceles quiere decir triángulo con dos piernas o lados iguales, año isopático será un año con estado de ánimo igual, un año profundamente sereno.
     ¿Nos educan para la serenidad en medio de la tormenta? Tormenta o marejadilla, da lo mismo.
     Llevo unos cuantos días pensando que los accidentes pueden convertirse en sustancia. Y esto sería terrible. La sustancia no existe sin accidentes, pero no es accidente. Y se corre el peligro de vivir accidentalmente, vivir de la espuma (la espuma sobre las olas inaprehensible y siempre cambiante, siempre reciente. El alma no debe agotarse en combatir la espuma).
     No intento pregonar una insensibilidad ni un estoicismo inhumanos, sino una supersensibilidad a lo profundo. Quien atiende a algo importante no oye, no ve lo secundario. Eso, tener el alma en onda profunda. Sin negar la existencia de otras ondas que existen pero a un nivel inferior. Más que existir cabría decir que subexisten.
     No podemos, no debemos vivir periféricamente, accidentalmente. Esto sería vivir expropiados, sin gozar de la propiedad de ser uno mismo.
     «Escuchar la esencia de las cosas», decía Heráclito. El que no se dejaba engañar por el fluir constante del agua del río, por su color y su espuma.
     Conozco personas que no sólo son simpáticas (con los que resulta fácil coincidir en sentimientos), sino que son enormemente isopáticas: mantienen un estado de ánimo igual, tanto en los ratos de bonanza como en los desapacibles. Porque viven «con las raíces del alma hincadas en otro mundo muy remoto o muy íntimo, como pendientes de una gran esperanza».