CATÁSTROFE volver al indice
 

     «Suceso catastrófico. La casa... se vino abajo con estrépito. Afortunadamente no hubo desgracias personales», decía el periódico.
     Fui a verles.
     Hablamos, contaron con detalle el accidente, había tenido la culpa él al despistarse con la calefacción. Se lamentaron de la catástrofe, usando la palabra varias veces.
     Salí contento. No soy tasador de desperfectos y no tengo inconveniente en que el seguro les abone lo que sea, mejor más que menos, pero opino que allí no hubo verdadera catástrofe: ella le miraba con la misma ternura de siempre.
     «Las verdaderas catástrofes no son precisamente las que más ruido hacen. Las almas se vienen abajo silenciosamente. El deterioro de una ternura es una catástrofe infinitamente más trágica, porque esa ternura habría podido cambiar la faz de la tierra».