AGARBATTIS volver al indice
 

     Acababa de recibir un sobre alargado de la India. Lo abrió, guardó la carta de su hermano Ramón y nos obsequió ilusionado con el perfume de una varita de incienso, un agarbattis.
     Ahora, al caer el día, me viene a la memoria el recuerdo del penetrante perfume del agarbattis en manos de don Luis.
     De don Luis, que aunque desde hace meses está oficialmente sin oficio —es la edad— sigue incansable su apretado horario de rezos.
     Y comprendo de repente el profundo sentido de tres palabras que leí hace años. Era una letanía de nombres importantes, acompañado cada uno de frases como éstas: «profesor en la universidad», «rector del seminario», «publicista»... Al final de la lista, un nombre y estas tres palabras latinas: orat pro societate (reza por el instituto).
     La radio grita en este momento comentarios preocupantes sobre la devaluación, pero yo sonrío. Mientras tengamos a don Luis, agarbattis viviente, no hay peligro.

     Posdata. Sí hay peligro, porque don Luis murió el 21 de febrero. Desde entonces siento más frío a mi alrededor. ¿Será porque noto la falta de un agarbattis viviente que apuntale mi sacerdocio?

     Posdata segunda. Octubre. Decía en la posdata anterior que desde la muerte de don Luis yo sentía más frío a mi alrededor. Era verdad. Pero ya no es verdad: he recibido más de una carta que decía: «Aunque falleció don Luis, servidor/a le suplirá». Gracias, de veras.