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DECÁLOGO DE LA MUJER EN LA IGLESIA

 

CORAZÓN: La mujer ofrece a la Iglesia y a la sociedad la necesidad que tiene de un corazón para que el hombre pueda sobrevivir sin deshumanizarse del todo. La mujer sirve a la vida en su totalidad.

 

TESTIGO: La mujer desempeña un papel efectivo y valioso en la difusión del Evangelio. Desde el Evangelio es testigo de la Resurrección de Cristo para los hermanos. Ha visto la Luz para la humanidad, ha visto a Cristo, por eso lo puede ofrecer al mundo.

 

SERVICIO: La mujer presta y ha prestado una aportación peculiar a la Iglesia, su protagonismo activo desde las comunidades primitivas. En la Iglesia hay muchas tareas y funciones.

 

PRESENCIA: Son millones de mujeres las que han estado y están en la Iglesia, que pertenecen a organismos y movimientos eclesiales a nivel parroquial, diocesano, nacional e internacional.

 

MATERNAL: La mujer desde su maternidad en sí misma está abierta a la vida. La mujer en la Iglesia siempre engendra vida, tanto biológica como espiritualmente acompaña la vida en su crecimiento.

 

AMIGA: La mujer en la Iglesia sigue siendo la amiga y cercana de Jesús, lo muestran la cantidad destacada de mujeres que lo buscan y están con Él en las eucaristías diarias, dominicales y en todas las celebraciones litúrgicas.

 

MISIONERA: La mujer en la Iglesia ayuda a descubrir la belleza de la fe en Cristo y la fuerza del Amor evangélico, capaz de vencer el mal con el bien.

 

CONSAGRADA: La mujer consagrada, a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Dios, se abre con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios.

 

ESPOSA: La mujer desde su respuesta esponsal a Dios expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura.

 

CONTEMPLATIVA: La mujer, como hizo María con Jesús, desde su sensibilidad contemplativa puede contemplar en su regazo la VIDA, manifestada en la vida eclesial, social, económica y cultural artística. Es capaz de conciliar razón y sentimientos, estando siempre abierta al Misterio.

 

Por éstas y muchas más razones agradezco a Dios haberme creado mujer y haberme regalado el bautismo que me capacita para vivir todo eso con alegría y servicio en la Iglesia.

Mi querer y sentir con relación al sacerdocio de la mujer en la Iglesia es lo que la Iglesia siempre ha querido y quiere. El sacerdocio no es un derecho, es un servicio propio del varón con vocación de servir.

Desde la Delegación de Relaciones Interconfesionales puedo seguir sirviendo a Cristo con el que estoy desposada y mi querer el suyo "Te pido que todos vivan unidos. Como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros. De este modo el mundo creerá que Tú me has enviado". (Jn 17, 21).

 

(Fuente: Hna. Catalina López Sánchez MAP, aparecido en Hoja Parroquial, Coria-Cáceres, 17.05.2009)