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   Esposa, madre y monja de clausura

 

 

Sor-Catalina-Costas

Sor Catalina es monja del único monasterio de vida contemplativa de Ibiza. La comunidad de monjas Canonesas Regulares de San Agustín está constituida por nueve hermanas: siete filipinas y dos ibicencas, hermanas de sangre: una de ellas es sor Catalina. La llamada de Dios siempre es sorprendente. Una mujer que cuida de su familia numerosa, fiel esposa, trabajadora en el campo y los últimos nueve años siéndolo todo para su marido, enfermo de alzheimer, es una preparación muy especial para la vida monástica.

¿Quién es Catalina Costas Ramón?

Soy una mujer que en este mes cumplo 79 años. He trabajado toda mi vida, y toda mi vida he visto palpable la mano de Dios. Procedo de una familia numerosa y buena; cristiana y honesta, pero, en su momento, no me dejaron entrar en el convento, lo que era mi ilusión.

Y entonces se casa…

Sí, y tengo que reconocer que he sido muy, muy feliz. Dios me concedió encontrar a un gran hombre, Antonio Riera. Él sabía mis intenciones y mis inclinaciones profundamente religiosas. Yo he procurado siempre ser esposa, porque ése era el estado de vida que Dios puso ante mí.

Su marido muere y es entonces cuando puede dar forma a su aspiración…

Así es. Los últimos nueve años de vida de mi esposo fueron dolorosos y aleccionadores. Enfermo de alzheimer, se convirtió en mi urgencia y en mi cuidado constante. Mis hijos estaban preocupados porque mi vida se iba desgastando. Me siento muy solidaria de tantas familias que están viviendo este problema. Yo sabía que la misión que Dios me pedía era estar ahí, en todo momento a su lado.

¿Cuántos hijos ha tenido?

Han sido cinco, de los cuales viven dos. Mantengo una relación normal con ellos, estoy orgullosa de mis hijos y creo que ellos quieren a su madre monja.

¿Y nietos?

Tengo tres. Ya tienen más de veinte años, y me vienen a ver con frecuencia. Rezo todos los días para que encuentren a Cristo en el camino. He aprendido que una de las razones de mi vida es ofrecer a Dios todo, en especial por aquéllos que no se acuerdan de Él.

¿Cómo tomó su familia su determinación de entrar en el monasterio?

Mi marido muere un nueve de enero y el veintidós ya pasé la primera noche en la comunidad. Mis hijos y nietos lo entendieron perfectamente, sabían que era mi anhelo. Aunque tengo que decir que me ofrecieron vivir con ellos, y me lo ofrecieron de corazón.

O sea, que su familia también es generosa…

Mucho. Y esto me ha ayudado en mi decisión. Mis hijos no han querido absolutamente nada de la herencia. Conocen nuestras necesidades en el monasterio y ayudan no sólo a su madre, sino a toda la comunidad.

¿Cómo ve la vida y el mundo sor Catalina?

Con los ojos de Dios. La razón de ser de mi vida y de nuestro monasterio es evocar su presencia en el mundo. Una presencia paciente, delicada, pero segura y constante. Me doy cuenta de que soy necesaria, porque siempre el Señor llamará personas que ofrezcan paz y su cercanía, por muy deprisa que vivamos y mucho ruido ambiental que haya.

¿Está usted contenta en el monasterio?

Muy contenta. Entré con setenta años largos y se mantienen vivas la ilusión y la felicidad del primer día. Esto es lo que siempre busqué, lo que siempre esperé, lo que siempre soñé. Quiero que quede claro que fui muy feliz en mi vida matrimonial, como esposa y como madre. Pero en lo profundo de mi corazón estaba este estilo de vida.

¿Cómo es un día normal de sor Catalina?

Muy sencillo. La mayor parte de las horas las paso ante el Señor. En el monasterio, además de la Liturgia de las Horas completa, hacemos algunos trabajos para que el monasterio perciba algún ingreso. Como también tenemos adoración continua y yo soy mayor, suelo pasarme las horas del día acompañando al Señor.

¿Se arrepiente de algo?

De nada. He descubierto que Dios es Misericordia. Por eso me invita a vivir en paz y a proclamar la reconciliación. Por ahí veo que muchas personas pueden encontrarse con Dios. Es más, estoy segura de que la gente confía más en Dios de lo que expresa.

 

(Fuente: Vida Nueva, Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf, 05.03.2010)