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CARTA TRAS SEIS MESES EN CALCUTA

Damián María, Redentorista

 


Queridos amigos!

Os cuento en estas líneas lo que ha supuesto en mi vida como misionero redentorista la experiencia transcurrida durante seis meses por las calles de Calcuta (India). En septiembre del año pasado aterrizaba en una realidad que ninguno de mis sentidos había percibido con anterioridad hasta el punto que, aquél primer día, escribí en mi diario: "siento un no sé qué que no he sentido antes...". Las lágrimas me caían sin desearlo y cargaba sobre mi Dios una pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué tenían que ver mis ojos, hoy, lo que estaban viendo?

Veía una sociedad totalmente deshecha, con imágenes y rostros que sólo hubiera imaginado varios siglos atrás. El impacto más fuerte fue ver sus calles llenas de basura. ¡Trece millones de habitantes viviendo en una ciudad que aún no tiene un sistema organizado de vertederos! Todos sus rincones se convierten en montones improvisados. Pero hay un dato más, un número elevadísimo de sus habitantes vive físicamente en la calle. Os podéis hacer una ¡dea más o menos acertada de lo que supone pasear por aquellos caminos... la gente vive en la basura. Este es el motivo por el cual mis ojos vieron heridas horribles, abiertas e infectadas. Entre tanta suciedad cualquier pequeña herida se convertía en una llaga difícil de sanar.

En estas mismas calles percibí la triste realidad de sus mujeres. Muchas de ellas sólo salían para comprar a primeras horas de la mañana. Otras, se veían desfiguradas en sus rostros por sus propios maridos o quemadas de cintura hacia abajo para que no pudiesen ganarse la vida ni ejerciendo la prostitución. Y sus niños... la mayoría sin escolari-zar, sucísimos, corriendo y saltando en el fango descalzos y arrastrando historias increíbles.

Sin embargo, desde que pasé esa primera etapa de "shock", no he podido dejar de dar gracias a Dios por haberme llamado un día a ser misionero redentorista. ¡No sabría imaginarme en otro camino! Me ha dado la congregación más hermosa que podía darme, en la que me he descubierto uno de sus hermanitos y, recientemente, me ha llevado hasta aquél "otro mundo". Me he hecho profundamente consciente de que la misión libera. Encontrarme con aquella realidad ha supuesto en mí liberación y salvación. Una liberación de "tonterías" y una salvación de mi propia existencia.

Por otro lado, sabía muy bien Quién me había empujado hasta allí y el sueño que yo mismo cumplía aterrizando en Calcuta... Esto fue lo que me daba las fuerzas diarias para afrontar con alegría y entereza cada momento, sumado al deseo de san Alfonso Ma, mi fundador, sobre sus hermanos: "orad, orad sin desfallecer, orad; porque quien reza se salva".

Calcuta fue también una pregunta hondísima por Dios. Él mismo tambaleó toda la teología que llevaba reciente y me hizo comprender algo más de su gran "Misterio". Quizá el momento que más me ha marcado de aquellos seis meses sea aquél en que, tomando de la mano a un desnutrido y enfermo de sida, se marchó con Dios diciendo: Jesus loves me, Jesus loves me (Jesús me ama). Aquél día descubrí que mi voluntariado en Prem-Dan (Uno de los centros de las Misioneras de la caridad de Madre Teresa) no era el mayor de los signos de mi vida, sino haber entendido que nuestro Dios se había servido de aquél pobre rostro para decirme: "Damián, ¿no me ves? Aquí estoy Yo". Y como este, muchos otros momentos han acrecentado mi fe, mis ga-sü ñas de servir al Evangelio y la conciencia de querer ser más para otros y menos para mí.

Calcuta, en fin, ha sido hasta el día de hoy el mayor de los regalos, un regalo paradójico: en su miseria he visto a Dios cara a cara y, en Dios, he percibido una gran esperanza que sólo puede provocar alegría en nuestros corazones. Una esperanza que no será efectiva en nuestro mundo mientras la prediquemos con rostros serios, autoritarios y distantes, y que sólo será palpable cuando hagamos real, en nosotros, el rostro del Nazareno.

Ahora me provoca otra cuestión: ¿Cómo vivir en nuestro primer mundo con lo ganado en aquella tierra?

Acordaos de mí en vuestra oración para ser siempre más y más pobre, enamorado y obediente a la voluntad de Dios. Os brindo mi pobre oracioncilla.

Un fuerte abrazo.

Damián Mª, CSsR

 

(Fuente: Noticias Confer, n. 26)