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Martini a los jóvenes: si queréis, dialogamos

 

Querido amigo, no te sorprendas  de mi carta. Decidí escribirte porque - al menos hasta ahora - me ha sido imposible el hacerlo. No te pondré obstáculos,  evitaré prédicas y reproches: sólo quiero hablarte y decirte que estoy dispuesto, si tú quieres, a dialogar contigo. Así comienza una carta muy singular escrita por Carlo Maria Martini a jóvenes que no ha conocido, tal vez debido a que están fuera de la Iglesia o porque no se atreven a acercarse a ella. Se trata de un texto poco conocido que aparece ahora en este libro (Liberi di credere. I giovani verso una fede consapevole), junto con otros textos también inéditos, incluso de cuando estaba al frente  de la diócesis de Milán. El volumen se presentó hace unos días  en la Universidad de Milán, en un encuentro al que asistieron, entre otros, Fabio Pizzul,  Director de Radio Marconi, Don Antonio Mazzi, Presidente de la Fundación Éxodo y Luigi Accattoli, vaticanista del Corriere della Sera . Martini desde hace mucho tiempo se ha ganado el título de “verdadero maestro” de la lectio divina, que ayuda a entrar en el corazón de la Sagrada Escritura, como dijo, en 2006, Benedicto XVI invitando a los jóvenes romanos a leer los libros del arzobispo emérito de Milán.

Accattoli dio su testimonio: “Yo creo que la garra de su mensaje está en que  Martini se mete en el contexto de los más jóvenes  para interrogarse con ellos sobre la dificultad de creer, sin dar la impresión de estar haciendo una homilía. Utiliza un lenguaje juvenil  y asume el riesgo de ser criticado o incomprendido. Y  sobre todo que ofrece el  corazón del mensaje cristiano; siempre habla de Jesús, explicando  el misterio de la fe de una manera simple”. Sobre la preocupación de Martini  por llegar a los más alejados y a  los jóvenes inmersos en la “monotonía de la vida”, explicó Don Mazzi: “Hemos compartido los años difíciles del terrorismo y  la proliferación de la drogadicción en Milán. Él siempre consigue infundir la fuerza de la palabra que te hace perdonar a los demás. Y sólo aquellos que se sienten perdonados pueden amar de verdad. Estoy impresionado por su capacidad de escucha; cuando se encontraba en nuestra comunidad escuchaba durante horas a los niños. Sentía profundamente el dolor y se conmovía”.