CONGRESO INTERNACIONAL DE LA VIDA CONSAGRADA (noviembre 2004)

 

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Hilo conductor del Congreso
Pasión por Cristo y pasión por la humanidad

1. El Congreso parte con una mirada atenta a la realidad de la vida consagrada (VC).
La encuentra viviendo un período de transformación profunda y de transición hacia otra forma de ser y de actuar. Esa transformación se presenta como una gran purificación. El período en el que estamos comenzó con el Concilio Vaticano II. Se ha prolongado por el espacio de varias décadas. En estos años los consagrados vivimos días de gracia y de prueba.

2. Situarse adecuadamente en el actual momento de evolución de la humanidad y de la Iglesia supone para todos pasar por una crisis.
Para algunos esta crisis es coyuntural y para otros estructural. No se da en la periferia de la existencia de la VC. Se da en la comprensión teológica de lo que la VC es; marca el modo de vivirla en el momento histórico actual. La realidad sociocultural, política, económica y religiosa nos presenta muchos y profundos desafíos. En algunos continentes se convierte en “caos” ya que en ellos se ha desdibujado la imagen de la identidad de la VC. En otros en una exigencia de mucha creatividad. Esta no siempre se encuentra en las religiosas y religiosos y sin embargo es indispensable para dar con la adecuada encarnación en los contextos concretos que les toca vivir.

3. De hecho resulta difícil acertar a responder adecuadamente a los desafíos que nos llegan.
Resulta difícil la fecundidad y el hacer significativa la forma de vida cristiana que llamamos vida consagrada. Esta dificultad la experimentan los propios religiosos y también los demás miembros de la Iglesia y de la sociedad. Las religiosas y religiosos debemos ofrecer una alternativa de contraste. Para ello es indispensable un lúcido discernimiento. Así se sabrá hacia dónde nos lleva el Espíritu. Un discernimiento bien hecho nos abre la puerta para la auténtica revitalización. Será un discernimiento para la reconversión en la dimensión del ser y del hacer, del sentir y del pensar, del convivir y del comunicarse. En ese discernimiento no olvidará, tampoco, que la imagen de la identidad de la VC, como decíamos antes, está desdibujada. Ello es debido, también, a la aparición de nuevas formas de consagración y al desarrollo de otras formas de vida laical dentro de ella.

4. Al tratar de responder a estas interpelaciones recibidas desde fuera y desde dentro la VC ha cometido errores y los sigue cometiendo.
Errores que han puesto en evidencia buena parte de sus debilidades, bloqueos, inercias y pecados y en el fondo la pobreza radical que marca el presente momento de la VC. Todo ello se traduce también en los tiempos que corren en cansancio, falta de experiencias revitalizadoras y de visión para acertar con la dirección a tomar y el camino a recorrer. Por lo tanto, la lectura del presente y del pasado no tiene que ser triunfalista sino humilde, “samaritana”. Son numerosos los interrogantes que se hacen los religiosos y religiosas al inicio de este milenio. Algunos tienen que ver con el sentido de la VC y otros más bien con el cómo de su realización. Es urgente, siguiendo las sugerencias que nos llegan de los iconos que se usan en el congreso, que alimentemos la sed de relaciones auténticas y de sanación abundante.

5. Por todo ello, el Congreso quiere poner de relieve, en primer lugar, lo más radical y oportuno de la VC.
Si la contemplamos desde su dimensión global lo llamaremos necesidad y disposición de búsqueda. María de Magdala buscó a su maestro (Lc 20, 14). La VC busca el encuentro con Jesús. Esta búsqueda incluye la intensificación de la dimensión teológica de nuestras vidas; de la dimensión carismática de la VC y de cada Instituto. Supone un reencuentro lúcido y compasivo con la realidad humana, cultural, social y religiosa del momento actual. La VC está necesitada de mística, pasión y profecía.

6. Así se llegará a alumbrar una VC distinta.
El presente modelo de VC para algunos está agotado porque no es capaz de hacer vida en el contexto actual las grandes intuiciones de nuestros Fundadores y la experiencia acumulada de vida contemplativa, fraterna y misionera de los siglos pasados. Sólo en profunda comunión entre nosotros mismos, con la Iglesia y con los hombres y mujeres de nuestros días encontraremos la debida alternativa y el camino de la revitalización. Alternativa que supone un renacer en el contexto sociocultural y religioso actual. Las raíces siguen siendo las mismas. Nos vienen del evangelio y de nuestras Fundadoras y Fundadores. Nos toca sembrar y crecer en tierra nueva e iniciar una nueva primavera. Ello supone acertar a verter el vino de la VC en odres nuevos; en estructuras mentales, espirituales, afectivas, religiosas y, organizativas sencillas, acogedoras, poco pesadas y abiertas. Esta tarea es difícil pero indispensable. No se trata de quedarnos anclados en el presente ni menos en el pasado. Se trata de servir al pobre y necesitado que es la única manera de abrirse al futuro. Esa es la gran propuesta de Jesús “el que llama a las cosas que no son para que sean”.

7. El Congreso quiere ser un gran diálogo que lleve a iniciar un proceso.
Hay mucho que hacer. De ello tenemos que tomar conciencia. Tenemos que acertar a dar con la propuesta adecuada. Para ello hay que dejar de hacer determinadas cosas y comenzar a realizar otras. Si seguimos haciendo lo mismo y de la misma manera que hasta ahora tendremos los mismos resultados que estamos obteniendo en este momento. El Espíritu del Señor está sobre nosotros. El nos da gracia de reestructurar para revitalizar y de revitalizar para refundar. Nos da gracia para morir y para nacer, para quitar y poner lo que corresponde en la VC en el momento histórico actual. El congreso no quiere ser voluntarista quiere continuar una acción iniciada ya por el Espíritu en nosotros. Sabemos bien que ello exige la conversión personal y comunitaria y también la transformación del ambiente y de las estructuras y la capacidad de poner nuestra confianza en el Señor.

8. Este proceso lo tiene que animar un espíritu.
Hay que tener esperanza y pasión para iniciar y continuar este proceso. Las cosas del Espíritu acontecen como lluvia fina; piden con paciencia pero para darlas a luz se necesita coraje. Exigen prontitud. No hay que llegar cuando sea demasiado tarde. Esperanza hace falta para que acertemos a ver los signos de vitalidad de la VC, para que los identifiquemos, descirnamos, articulemos, celebremos y los convirtamos en punto de partida de una nueva etapa. Bajo el impulso del Espíritu está emergiendo algo nuevo (Is 43, 18-19), un nuevo modo, que para algunos es una nueva forma, de VC. Debemos acertar a articularlo con un discurso profundamente teológico y espiritual y a ponerlo en función del Reino. La VC está urgida de cultivar el “apasionamiento” por Dios y por el ser humano.

9. Eso tiene que sembrar el Congreso.
Debe dejar a los religiosos y religiosas del mundo con lo que más les falta: fidelidad, lucidez y audacia. La VC ha sorprendido repetidamente en el curso de su historia con sus propuestas y respuestas. Para que eso suceda en este momento se ha organizado este Congreso. Lo que en él se viva, se haga, se diga y se escuche nos tiene que dejar la convicción que el Espíritu del Señor está haciendo cosas nuevas en al VC y por ello alabamos y agradecemos al Señor. Queremos que arda nuestro corazón como el de la Samaritana y el Samaritano y pasemos a la acción. Vitalizar la vida religiosa es dar alimento a la esperanza; es poner pasión en el diario vivir; es servir a la Iglesia y al mundo. El compromiso no puede faltar en los religiosos presentes y en todos los muchos que trabajan generosamente con su sueño y su empeño y con su reflexión y su acción por una vida religiosa que sea vida entregada para la salvación del mundo.